Decidir que Jesús ilumine mi vida

miércoles, 11 de mayo de 2022

 

11/05/2022 – “En Iglesia queremos proclamar la Buena Noticia de Jesús, en Iglesia reflexionamos, en Iglesia queremos dejarnos sacudir la estantería por Jesús, que viene a pedirnos que no nos encerremos en nosotros mismos“, hoy particularmente con el evangelio de la luz y de la esperanza, comenzó diciendo el Padre Sebastián Garcia SCJ en la Catequesis.

En este tiempo queremos seguir haciendo el esfuerzo de dejarnos reconciliar, sanar e iluminar por la luz de Jesús en los lugares más recónditos y más oscuros de nuestra vida. Le pedimos a Jesús que le de un sentido redentor, de plenitud y completo a cada dolor, sufrimiento, sueño o esperanza de nuestra vida, dejándonos iluminar por su voz:

 

Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.

San Juan 12,44-50

 

Yo soy la luz

“Yo soy la luz” es una de las palabras que más eco podemos dejar que haga el evangelio de hoy. Jesús dice que Él es luz que ha venido al mundo para que no permanezca en tinieblas. También dice que no viene a juzgar, sino a salvar.

Así podemos entender esto de ser luz: toda la vida de Jesús, desde el momento de la Encarnación hasta la Glorificación de la Resurrección, no solamente es todo entrega de sí a los demás, en despojo y anonadamiento, sino también claridad que viene a echar fuera, a expulsar, las tinieblas.

Jesús va del seno de la Trinidad al seno de la Virgen María, y desde el momento de la Encarnación todo en su vida es abajamiento. Jesús va descendiendo cada vez más, cada vez más se hace nada, se hace pequeño y sencillo.

Nuestro Dios es un Dios que salva desde abajo, va hasta lo último de lo último y desde ahí tira para arriba y empieza su obra de salvación.

Para ejemplificar esta pedagogía de Jesús, el Padre Sebastián utilizó la metáfora de la excavadora, que para rescatar lo que está arriba, en la superficie, va a lo más profundo y una vez que llega al fondo tira para arriba; esa es la pedagogía del Dios de Jesús, que no se queda en la superficie sino que va a lo más hondo.

Jesús no viene a salvar lo más lindo de nuestra vida, lo santo o lo puro, sino que viene a salvarnos de forma completa. Viene a salvar todo, también los conos de sombra que tenemos en nuestra historia, lo que está enterrado o en tinieblas.

 

Dejarnos iluminar es un proceso de conversión

Cuando le pedimos a Jesús que venga a iluminar todos los aspectos de nuestra vida, incluso aquellos que no manejamos, no nos salen o no los podemos ver, iniciamos un proceso de conversión.

En este proceso, la penetración de la luz de Jesús es doble: por un lado viene a iluminar lo que nosotros no podemos ver, pero también ilumina todo lo que tenemos en el corazón que es potencia, que espera que nosotros reconozcamos, lo dejemos salir y usemos buenamente. 

Se trata de pedirle a Jesús convertirnos del pecado, pero también y en el mismo movimiento le pedimos, “convertirnos a nueva vida desde aquello que es muy bueno en nosotros aunque no lo veamos, se nos escape o desconocemos”.

 

Es el tiempo de la salvación

Tenemos una invitación a mirar nuestro pecado como oportunidad de salvación, podemos decir: “Oh, feliz desgracia que nos mereció tan grande Salvador!”, “¡oh feliz culpa que nos ha merecido que Jesús entregara su vida por amor!”.

La Pascua de Jesús se hace efectiva en nuestra vida también en esas micro pascuas, es decir, en esas pequeñas resurrecciones que pasan cuando le damos a Jesús lo más oscuro, lo más podrido y tenebroso de nuestra propia vida, para que él las convierta. 

 

Decidir que Jesús ilumine mi vida

La única condición para ser partícipes de esta luz es aceptarla. “Esta decisión no es como la fe de los girasoles, que solo se dejan iluminar por la luz del sol”, expresó el Padre Sebastián, si no que es un proceso activo que implica abrir toda la memoria, la inteligencia, la voluntad y todo el corazón, al corazón de Jesús, y desde allí lanzarnos a la hermosa aventura de creer en Él y en su Reino, y vivir en consecuencia.  

Finalmente propuso una linda tarea para este tiempo de resurrección: “dejarnos iluminar por la luz de Jesús, por toda su persona, y tomarnos el trabajo de pedirle que venga incluso a esas zonas oscuras de nuestra alma donde más necesitamos de su redención. Para que se redima todo y no solo una parte. Para que seamos verdaderamente purificados y para alcanzar la gracia de la sanación interior y vivir entregando nuestra vida más por amor, que por cualquier otra cosa”.

 

Podés escuchar la Catequesis completa en el audio que acompaña esta nota.