Despertar a la compasión

lunes, 13 de diciembre de 2010
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   “Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Los discípulos le dijeron: "¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente? Jesús les dijo: "¿Cuántos panes tienen?" Ellos respondieron: "Siete y unos pocos pescados". El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.”
Mateo 15, 29-37

“Todos comieron hasta saciarse.”
"¿Cuántos panes tienen?"
Las preguntas de Cristo. Jesús trabajó mucho con la pedagogía de las preguntas. Muchos veces Jesús contestaba una pregunta con otro pregunta.
¿Dónde podemos conseguir pan…?
"¿Cuántos panes tienen?"
Este texto de la compasión es muy importante hoy en día, por situaciónes que vivimos en nuestro país y en el mundo.
Jesús los atendía a todos, y la gente lo glorificaba.

Cada uno de nosotros estamos llamados a mirar a los ojos a nuestros hermanos, a despertar a la compasión, a mirar a tantos hermanos necesitados. Mirar no es lo mismo que ver. Hay que saber ver y mirar. Oír y escuchar, comprender y entender, para servir y amar a este hombre y mujer concreto que nos presenta la vida. Debemos sobrellevar, dice San Pablo, las flaquezas de los más débiles: “sean mutuamente acogedores.”
Podemos estar viendo muchas cosas, pero prestar atención es detenernos en esta situación concreta.
Despertar a la compasión… ¿Cuáles son las características de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, a los que en nombre de Jesús, como Jesús, que hoy lo vemos prestando atención a esa multitud de enfermos y con hambre, se detiene y los atiende a cada uno. Parafraseando a Henri Nouwen, él dice que una de las característica del hombre y mujer de hoy es el ser una generación sin padres. Vamos a profundizar en esto. Esta post-modernidad, con sus características buenas y otras no tantos, tiene la falencia de que hay personas que han sido engendradas pero se han desentendido de ellos, han crecido sin padre y sin madre. En un hogar, donde tal vez conviven varias generaciones y están los niños, nacidos de una mamá y un papá “solteros”, y tal vez el padre y/o la madre están ausentes y son criados por los abuelos… ¿quién es el papá?, ¿quién es la mamá? Aún en las mejores familias, muchas veces también se da la orfandad, con padres (incluye papá y mamá) presentes-ausentes, que están más pendientes de internet, de la empresa, que de lo que le pasó al hijo en la escuela.
En algunos ambientes resulta difícil hablar de Dios como Padre, cuando se ha tenido una experiencia frustrante. En la catequesis es todo un desafío hablar de la paternidad de Dios, porque la pedagogía enseña que siempre hay que partir de la experiencia humana; pero cuando la experiencia humana es dolorosa, o fue frustrante, ¿cómo hablar de la paternidad de Dios? Algunos proponen hablar de la maternidad de Dios, si hubo una buena relación…

Hoy nuestros jóvenes se animan a decir lo que les pasa, y requieren respuestas. Nosotros debemos salir a dar una respuesta, desde la compasión para que no sea una mera función. Hay muchos Jesús entre nosotros, padres y madres de verdad. Por eso la propuesta es: rescatar experiencias de paternidad, de presencia, hay que ser agradecidos y poder recordar con alegría algún momento lindo vivido en familia. La experiencia positiva es contagiosa.

Cuando tratamos y tocamos estas situaciónes de vida no es para ponernos tristes, sino que es para asumirlas, conscientes, sobre todo desde la mirada de Dios, que se las presentemos y Él nos ayude a sanarlas. Y para que seamos solidarios con otros.

Creo que no hay peor hambre que el hambre del amor, ése es el más duro. Es cierto que es duro acostarse a dormir cuando te duele la panza vacía, de hambre. Pero es más duro aún el hambre del amor, andar por la vida con hambre de amor, por no ser queridos… ahí podemos ir dando nosotros ese pan de amor. Hay pequeñas cosas para dar. Y el testimonio de quienes tuvieron buenas experiencias, contagian a los demás a ser misericordiosos y solidarios.

Jesús decía "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino". Otras traducciones bíblicas dicen que Jesús sintió compasión por la multitud. La palabra compasión viene del latín, es una palabra compuesta (patin cum) y significa sufrir con. También viene del griego, y alude a las entrañas del cuerpo. ¿Qué quiere decir que Jesús sintió compasión? Quiere decir que se conmovió hasta lo más profunda de su ser, hasta sufrir con el otro.
La compasión es una virtud que sólo el hombre posee. Hablar de compasión es hablar del hombre y de la humanidad. ¿Por qué hay tanto sufrimiento? ¿No hay nadie que se compadezca? Sí que hay, pero hace falta más. La compasión no es tan natural como pareciera a primera vista. Hay que cultivar la compasión, para que crezca y no se pierda. Jesús nos invita a ser compasivos “como mi Padre es compasivo”. La compasión ante cualquier tipo de sufrimiento humano. Nuestro mundo clama por compasión, por heridas múltiples. Necesita de la mirada y del gesto compasivo, como el de Jesús, que los atendió uno a uno. No se trata de dar cosas, sino de darnos a nosotros mismos. No se trata de hablarle, sino de escucharlo, de ayudarlo a despertar a la esperanza.
Ser compasivo no es tener lástima del que sufre. El tener lástima engendra mayor sufrimiento. El pobre, el marginado, el enfermo, no es un pobrecito, sino que es una persona que es digna de compasión: conmovernos a tal punto de salir de nosotros mismos para ir al otro.

El que tiene lástima queda paralizado, el que tiene compasión entra en acción.
Hagamos como dice San Pablo: “me hice todo con todos, débil con los débiles, para salvar al menos a algunos.”

Padre Oscar “Cacho” Rigoni