Día 14: Ir mar adentro y echar las redes

lunes, 16 de marzo de 2020
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16/03/2020 – En el ejercicio de hoy vamos a contemplar el evangelio de San Lucas en el capítulo 5, “estamos mar adentro, queriendo buscar y hallar la voluntad de Dios que, sin dudas es que nos cuidemos, pero cuidarnos es ir mar adentro, avanzando hasta las profundidades a donde Él nos quiera conducir.”

 

 

Momentos de la oración:

Oración preparatoria: pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones (el ejercicios de hoy) se ordenen puramente al servicio y alabanza de Dios.

Petición: interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo

Traer la historia: Hoy contemplamos el evangelio de San Lucas 5, 1-11: Jesús aparece predicando arriba de una barca, luego le dice a Pedro “Simón, navega Mar adentro”. Esto significa ir a la profundiad, que es hacia donde nos conducen los ejercicios ignacianos en ésta etapa del “interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo”. Que este día sea, en esa petición, en la contemplación imaginativa del texto, una posibilidad para abrirte a un horizonte nuevo.

Coloquio: dialogar con el Señor sobre este acontecimiento. ¿Qué me despierta? ¿A qué me invita?

Examen de la oración: ¿Cómo me fue? ¿Qué pasó en la oración? ¿Recibí alguna invitación del Señor?

 

Catequesis completa:

 

Si querés profundizar en el ejercicio de hoy, a continuación te dejamos el material utilizado por el padre Javier para la catequesis de hoy:

En este tiempo central de los ejercicios vamos siguiéndole los pasos al Señor, es tiempo de contemplarlo, de ver sus gestos, porque contemplando y viendo cómo Él actuaba es como nos vamos identificando con Él conforme a esta gracia que pedimos: el interno conocimiento del Señor para que conociéndolo lo ame y amandolo lo siga. Al reflexionar en sus gestos vamos descubriendo las cosas que tenemos que cambiar. Lo acompañamos afectivamente, metiendo el corazón en la escena.

Hoy vamos a contemplar la pesca milagrosa, donde el Señor invita a los discípulos a ir mar adentro y nuevamente echar las redes Lc 5, 1-11

“Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: Naveguen mar adentro, y echen las redes. Simón le respondió: Maestro, hemos trabajando la noche entera y no hemos sacado nada pero, si Tú lo dices echaré las redes. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.

Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. El temor se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón: No temas. Desde ahora serás pescador de hombres. Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

Este es el texto que eligió Juan Pablo II en el Jubileo hablándole a los jóvenes, lanzó este desafío: ¡Vamos mar adentro!. ¿Qué significa ir mar adentro? Él decía: ir mar adentro es recordar con agradecimiento el pasado, vivir con pasión el presente, y mirar el futuro con confianza.

Subirlo a Jesús a la propia barca

 

Cuando Jesús los invita a ir mar adentro Pedro le dice “hemos trabajado la noche entera”, como diciendo “hicimos todo lo posible y hasta el último momento”. Es una linda expresión porque nosotros también hacemos todo lo posible en nuestros ámbitos, y pescar implica esperar y tener paciencia.
Por otro lado cuando Jesús pasa por ahí dice que “los discípulos estaban limipiando las redes”… Limpiar las redes después de no haber sacado nada podemos decir que es un momento de micro frustración. Por un lado un momento doloroso y a la vez de esperanza, porque si están limpiándola es porque van a volver a intentar. Limpiar las redes es un modo de sacar el desaliento, de sacar el cansancio, es un modo de romper las ganas de no salir de nuevo. Muchas veces tenemos ganas de “tirar las redes y rajarme”, si me quedo venzo las ganas de no salir de nuevo. “Quitar todo lo que la experiencia pasada dejó como resaca”, dice Albizu. Las experiencias que no se dieron como uno deseaba hay que limpiarlas, hay que sacar el sabor amargo de la mala experiencia.

En el texto Jesús sube a la barca… es invitarlo a Jesús a que venga a sentarse a nuestra barca, que nos enseñe de lo vivido. La barca es un signo muy lindo y muy fuerte, es la barca que experimenta los efectos de la pesca, como imagen del corazón… hacia el atardecer a veces la barca vuelve llena y a veces vacías. Nosotros en nuestro trabajo, en nuestros apostolados, a veces volvemos con la sensación de barca llena y otras con sensación de redes vacías. Sea como sea la pesca hay que cuidar la barca, sea como sea que nos haya ido hay que cuidar el corazón, hay que reparar los efectos del desgaste. Nuestro corazón no es un acorazado, sufre los golpes y sufre las cargas y hay que cuidarlo. Aún cuando el corazón vuelva lleno, si no se cuida, corre el peligro de que se filtre en pequeñas cantidades el agua de la tristeza. En estos días hemos visto la experiencia del Costa Concordia en Italia, seguramente recordamos la experiencia del Titanic, es la posibilidad de que nos llevemos por delante una gran piedra y nos hundamos. Otras veces no se hunde de golpe pero se va entrando de a poquito, y si no estamos atentos se hunde.

Jesús es el que repara nuestra barca, Él es el que nos muestra por dónde se nos va filtrando el gozo, por dónde vamos perdiendo fuerza en el navegar nuestro que es la vida. Es bueno saber que nuestro corazón no es una acorazada. Dicen que el que fabricó el Titanic cuando lo terminó puso adelante como leyenda “ A este barco ni Dios lo puede hundir”, una frase un poco soberbia, pero a veces nosotros también nos sentimos un poco Titanic. El desafío no es que el barco sea fuerte, porque la mar que nos toca cruzar que es la vida siempre es fuerte, nuestro corazón no es suficientemente fuerte, dependerá no tanto de la barca sino de quién la conduzca. Decía San Agustín “Señor no te pido que me saques de las tormentas, te pido que conduzcas la barca”. El desafío no es jugar al Titanic sino aún cuando nuestra barca sea frágil que sea Él quien la conduzca. La cuestión no está en la fortaleza de la barca sino en el desafío de subirlo al Señor, que sea Él quien marque el rumbo y conduzca.

Salir de la propia orilla, y lanzarse a lo profundo

Ir mar adentro, dejar que resuene esta expresión. “No tengan miedo” les dice el Señor y nos lo dice. Y también nos invita a ir mar adentro por tierra, una vez que somos “pescados” por Dios nos llama a ser “pescadores de hombres”… a sacar del enredado mundo a quienes luchan por salir sin saber cómo. Es un llamado a ser salvavidas no como guardacostas sino como expertos en mares adentro llevando a los hombre a ahondar en el mar de sus propios deseos.

En toda entrega se va mar adentro, por lo tanto soltar amarras… hay que mantener firme el rumbo, hay que sostener la paciencia, hay que ahondar la esperanza para así volver satisfecho sabiendo que siempre se saca algo bueno. Ir mar adentro por tierra es darse tiempo para el aprendizaje del nuevo oficio de ser pescadores de hombres, tiempo que enseña a dar calidad a las relaciones con los demás de modo que no quede en un “orillar”. A veces nos puede pasar que nos pasemos la vida “orrilleando” el lago… Es estar en el lago en la costa, con el agua hasta los tobillos, y si viene la tormenta salir corriendo. Estamos cerca pero “orilleando”. “Te quiero mar adentro” nos dice el Señor. Podemos “orillear” el evangelio, “orillear” la vida de entrega, el vínculo con los demás… estamos cerca pero orilleamos no terminamos de meter el corazón hondamente en nuestros vínculos, en nuestros compromisos y en nuestras vidas. Que Dios nos libre de andar “orilleando” en todos los aspectos. La orilla está llena de gente, el Señor nos quiere adentro en esta intimidad misteriosa de ir mar adentro en todo.
Repasando el texto, imaginándolo, reflexionando, dejando que el Señor nos hable, viendo en qué se nos enredan las redes y qué cosas le quitan espacio, y poder dejar decirnos “vamos mar adentro”, “no tengas miedo”, “intentalo una vez más”. Que cada una de las palabras y de los gestos de esta escena bella pueda volver a nuestras vidas y que se convierta en coloquio. Ignacio nos pide que cada contemplación se convierta en una conversación. Que en esa charla nos animemos a decirle con confianza: “Señor le tengo miedo a ir mar adentro”, “Señor ayudame a desenredar el corazón”; “Señor esta barca es demasiado flojita, si vos no la conducís se me hunde”…. Que la contemplación nos abra al coloquio, poder hablar con el Señor como un amigo habla con otro amigo, como dice San Ignacio. Y eso nos hace mucho bien. También dejar un espacio de silencio para que el Señor nos hable, para que vaya bajando al corazón. Y no olvidarnos de pedir la gracia del Interno conocimiento de Cristo, para que conociéndolo lo ame, y amándolo lo siga y lo sirva. Sabemos que Él viene con nosotros, no nos manda solos.