“Don Orione me dijo que tenemos que remar juntos”, afirmó el padre Hernán Martín

sábado, 9 de julio de 2022
image_pdfimage_print

09/07/2022 – El padre Hernán Cruz Martín, sacerdote orionita, forma parte de la comunidad ubicada en el barrio de Villa Urquiza, en el norte de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Desde allí nos dejó su testimonio de vida. “Don Orione me dijo que tenemos que remar juntos”, aseguró el consagrado al compartir los inicios del vínculo con el gran santo italiano. “El deporte me ha forjado carácter, aprendí, entre otras cosas, a respetar a los demás. Hice canotaje y natación en un club de San Fernando. De hecho, estuve tres años seguidos en la selección nacional de canotaje”, agregó el padre Martín. “Mi viejo rezaba en silencio y era muy devoto, de ir a misa de Semana Santa. Igual, yo en la primaria comenzé a tomar contacto con el Señor por unas religiosas, y a partir de eso comencé a ir a misa los domingos. En la secundaria mis padres me enviaron a un colegio orionita y allí, lentamente, fue madurando mi vocacion religiosa y sacerdotal”, sostuvo.

Esta es su historia:

Mi nombre es Hernán Cruz y mi apellido es Martín. Soy sacerdote religioso de la Obra Don Orione. Tengo 49 años y desde los 19 ingresé a esta Congregación, de la que soy parte. Fui ordenado sacerdote en el año 2000, a mis 27 años de edad. Soy hijo de Rafael y Marta. Si bien nací en la ciudad de Buenos Aires pero me crié en la provincia, en San Fernando. Somos cinco hermanos y soy el segundo en el orden fraterno. Mi despertar vocacional se da en mi adolescencia, siendo alumno del secundario en el Instituto Don Orione de Victoria, en San Fernando. En ese colegio se invitaba a los alumnos a ir a misionar en enero, cada verano, unos 15 días a zonas de campo en el Chaco. Yo fui por primera vez en el enero de 1989. Para ello nos prepararon en el transcurso del año 88 (entre mis 15 y 16 años). Esa experiencia de misión fue para mí la clara irrupción de Dios y su Reino en mi vida. Ahí inicia un claro despertar a la llamada de Dios. La felicidad que en ese entonces experimenté por dar catequesis, visitar las casa y familias de aquella región, rezar, trabajar, caminar. Todo en un marco de sacrificio, austeridad, y profunda alegría, fue clave. Experimenté que nada me hacía tan feliz. Empecé a pensar que posiblemente Dios me había hecho para ese estilo de vida, misionero. Al volver de la misión inicié el discernimiento vocacional, con el sacerdote que había estado al frente de la misión, el padre Adolfo Uriona, hoy obispo de Río Cuarto. Y la coordinadora de catequesis del colegio, Marta Arcieri, siguió apuntalando esa búsqueda vocacional, presentándome de muchas maneras a Don Orione y su carisma, del cual me enamoré.

Hasta ese entonces, mi vida había sido absolutamente común, normal: miembro de una familia de 5 hijos, criados por nuestros viejos, compartiendo la casa con mi abuela paterna también. Buen estudiante, practicante de canotaje, deporte que amé y amo. Llegué a ser miembro de la selección nacional de canotaje y a representar a la Argentina en campeonatos sudamericanos y clasificar entre los 4 mejores del país para el Panamericano de Canotaje en 1989 (después de la misión al Chaco). Vivía, en ese tiempo, un noviazgo muy lindo como una compañera del club, del mismo deporte, que vivía en Tigre. Disfrutaba mucho de los amigos y salía normalmente los fines de semana con mi novia y amigos o con el grupo del colegio. Terminé mi secundario en 1990 y ya ese año y el siguiente trabajé con entrenador de Canotaje en un club en Tigre, mientras completaba mi discernimiento vocacional. En enero de 1992 ingresé al prenoviciado y en febrero al noviciado de la Obra Don Orione, en Claypole, provincia de Buenos Aires.

Pronto me ofrecí como misionero para que, si hacía falta, me enviaran a cualquier país del mundo en el que la congregación necesitara religiosos. Así, después de organizar dos misiones al Paraguay en los veranos del 94 y 95 llevando adolescentes de distintos colegios orionitas del país, y habiendo participado de dos misiones de exploración con un pequeño grupo de religiosos al Perú en febrero del 94 y el 95, para diciembre de ese año 1995 fui enviado a México para sumarme a una reciente comunidad de sacerdotes orionitas que estaba fundando la congregación en un barrio de las afueras del Distrito Federal. Yo seguía siendo apenas seminarista, por lo que me permitieron estar allí poco más de un año, y en febrero de 1997 debí volver al seminario de Don Orione en la provincia de Buenos Aires y seguir mis estudios. Pero ante un discernimiento, pedido y acuerdo con mi acompañate espiritual y superior de la congregación, a finales de 1998, volví a México y mientras vivía y trabajaba en la parroquia, concluí mis últimos 2 años de teología. Vine a la Argentina a ser ordenado sacerdote en julio del 2000 y regresé a Mexico a ejercer allí mis primero 9 años sacerdotales. En total, Dios me regaló 12 años de vida y misión en tierras Guadalupanas.

Cuando soy trasladado a la Argentina, me designan, desde enero del 2010, párroco del Sagrado Corazón de Jesús, en Claypole, Provincia de Buenos Aires. Allí estuve, con ese encargo 12 años. En Claypole, junto a la pastoral parroquial típica de barrios del conurbano bonaerense, como mucha labor sacramental y social, busqué poder contactarme con sectores de la iglesia que respondieran a la problemática de las adicciones. Así entré en 2015, a relacionarme y ser parte del grupo de Curas villeros de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. En octubre del 2016, junto con un hermoso grupo de laicos de Claypole, abrimos un Hogar de Cristo, para acompañar a quienes necesitaran salir del flagelo de la droga y todas las vulnerabilidades que rodean a este mal. Desde ese octubre 2016, hasta enero del 2021, el Hogar de Cristo Don Orione fue creciendo en experiencia y respuestas. Sumamos una casa convivencial para varones que estaban en tratamiento en el Hogar, luego la casa convivencial para mujeres y niños, a la par creamos un club parroquial con atletismo, gimnasio y rugby como tarea preventiva para niños y adolescentes, y finalmente sumamos un programa para víctimas de abuso sexual, con el acompañamiento necesario para los menores, sus familias y los pasos legales para denunciar a los agresores. Con toda esta labor, ya en el 2018 pudimos crear para toda la Obra Don Orione en la Argentina un área específica de pastoral: la POA, o Pastoral Orionita de Adicciones. Esto llevó a ofrecer encuentros, formaciones, pasantías y espiritualidad para los integrantes de nuestras parroquias en el país, que quisieran sumarse a responder a la problemática compleja de las adicciones.

Desde febrero de este año 2022 me destinaron a Tucumán, como párroco de San José Benito Cottolengo, parroquia que se compone con 4 comunidades y barrios. También soy religioso acompañante del colegio Don Orione. Aquí también, junto a la pastoral parroquial tradicional, me encuentro ahora fomentando una pastoral social en la parroquia, que responda a necesidades de los más vulnerables y desamparados de los barrios, y ya pudimos también formar la comisión de Pastoral Orionita de Adicciones aquí. Me sumé al equipo de curas de pastoral de adicciones de la Arquidiócesis y poco a poco me voy integrando a la vida pastoral y social de este rincón de la patria.