El camino

martes, 27 de julio de 2010
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Días pasados nos decía la palabra que “al cumplirse el tiempo de su elevación al cielo Jesús se encaminó decididamente a Jerusalén y envió mensajeros delante de El. El Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios donde El quería ir y les dijo, la cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño del sembrado que envíe trabajadores para la cosecha, vayan, yo los envío como ovejas en medio de los lobos. No lleven dinero ni alforjas ni calzado y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa digan primero, que descienda la paz sobre esta casa y si hay alguien allí digno de recibirla esta paz reposará sobre él de lo contrario se volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa comiendo y bebiendo de lo que haya porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos coman lo que les sirvan, curen a sus enfermos y digan a la gente, el reino de Dios está cerca de ustedes. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban salgan a las plazas y digan, hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies lo sacudimos sobre ustedes, sepan sin embargo que el reino de Dios está cerca. Les aseguro que aquel día Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad”

Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo, Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. El les dijo, yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan, alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo” Hay dos puntos acá, Jesús se encamina decididamente a Jerusalén, como lo recordábamos el sábado pasado y centrábamos allí nuestra mirada también. El llamado a vivir la santidad en la desición de lo cotidiano, no en grandes cosas sino en lo concreto, allí donde Dios nos llama. Lo que nos quedaba como idea fundamental es lo primero que queremos recordar hoy, enganchando un poco con lo que veníamos conversando. No olvidar que la grandeza está en la entrega, en la profundidad, en la generosidad interior del corazón, no está tanto en lo que logramos, en lo que nos proponemos.

También hoy, al final de la palabra en el ver. 20 del cap. 10 de Lucas el Señor nos recordaba “no se alegren de que los espíritus se les sometan alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo” es decir, no todo el que me dice señor, señor, llegará al reino de los cielos sino los que cumplen la voluntad de mi Padre y ese es mi hermano/na mi padre, mi madre, dice Jesús, esos son mi verdadera familia, los que hacen la voluntad de mi Padre”  en esa interior adhesión al proyecto de Dios, porque este es nuestro camino, este es el camino camino. El tema del camino es un tema puntual en esta parte del evangelio de San Lucas, va a definir, a demarcar un poco este momento en la vida del Señor y sus discípulos. El encaminarse decididamente es un poco el destino final, la gloria del Padre, la glorificación del Padre. Todo se encamina, en la vida de Jesús en una mirada escatológica es decir, hacia una parusía, hacia una plenitud de los tiempos. El es aquel ante cuyo nombre toda rodilla se ha de doblar, dice la escritura, ante quién toda criatura ha de reconocer a su Señor hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies

Jesús es la palabra del Padre y El es el camino que nos va indicando el rumbo. Este camino tiene un destino, es un destino sobrenatural y la participación a vivir en este camino es por un llamado gratuito y la fuerza está en la confianza que los discípulos ponemos en seguir este camino. Estar en las manos del Señor, el saber poner la vida en El. Vamos a compartir muchos aspectos de esto para ir armando un traje para esta semana y nos vamos a vestir con el espíritu del evangelio y vamos a dar este sentido, este va a ser nuestro caminar para esta semana a la luz de la palabra de Dios cap 10 de San Lucas. El Señor me ha elegido, me ha enviado para hacer el camino. Recordar que mi camino y el tuyo, donde estemos, es un camino que tiene como meta la vida eterna, la gloria de Dios pero que ese camino ha de ser un camino donde ha de haber sembradores, anunciadores, proclamadotes y que vos y yo somos también elegidos, somos parte de los setenta y dos que el Señor ha enviado para que haya sembradores de la palabra de Dios. No te olvides de esto. A veces nos gusta ser ovejas, que nos apacienten pero nos olvidamos que estamos llamados también a desarrollar nuestra condición de pastores

El estilo ha de ser el de la oveja. Como oveja muda llevada al matadero así callaba, dice Isaías. Quizás saber que el discípulo se calla a sí mismo. Es como la oveja, vive en el espíritu de la humildad para el camino. Lo que hace posible el camino es la humildad del corazón pero escucha el llamado, lo acepta en su corazón y lo sigue con humildad-. Eso es la humildad, la aceptación de un proyecto de vida pero el ejercicio de la vida del discípulo es un ejercicio pastoral. Todos nosotros hemos sido capacitados con fortalezas muy especiales, muy grandes y gracias muy especiales. Hemos sido ungidos con el Espíritu desde el bautismo y en la confirmación. Hemos sido sostenidos permanentemente. Todos contamos con la gracia de Dios y todos somos enviados, vayan y lleven el anuncio del evangelio a todas las criaturas, el que crea y se bautice se salvará. El Señor nos hace el envío a todos y nosotros nos preguntamos ¿Por qué yo tan pequeño, tan pobre, no recibo una misión desproporcionada a mis posibilidades? El evangelio de hoy nos habla precisamente de que el Señor nos ha elegido y nos ha enviado

Está hablando por un lado de los setenta y dos que es un número simbólico y me da por pensar en todos los bautizados es decir todos los laicos, los que están insertos en el mundo, en las cuestiones temporales. Todos los consagrados renunciamos al mundo, le dedicamos la vida a Dios y hacemos presente el misterio de Dios en los hombres y tratamos de acompañar a nuestros hermanos. Pero la misión propia de los laicos es lo temporal y los asuntos temporales, las cuestiones políticas, de la educación, de la familia, del trabajo, de la ciencia, del arte, del deporte, la convivencia, lo institucional y allí están presentes. Por supuesto que siempre seremos pocos. Una de las características es la desproporcionalidad de la cantidad de enviados y la cantidad de lugares donde deben llegar. “Vayan por todo el mundo” dirá al final el evangelio y eran unos pocos a los que les decía. Acá son setenta y dos. Ese número tiene toda una significación pero yo lo tomo en este sentido, los laicos quienes también en el pueblo de Dios, han emprendido a la luz de este evangelio un camino de ascensión con el Señor, desde su bautismo.

No perder de vista la meta, especialmente los laicos insertos en el mundo, en los problemas temporales, levantar la cabeza, saber hacia donde va. Me gusta cuando celebramos la misa decimos “este es el misterio de nuestra fe” y decimos “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús” estamos llamando a aquel que no ha terminado de venir. Y por otro lado, la palabra de la tradición, dice “hasta que El vuelva”. Quiere decir que nosotros nos encaminamos mucho más allá de lo que nos encaminamos permanentemente. Por eso la gracia de la fe, la mirada de la fe es la gran dote que Dios le ha dado al bautizado, la gracia de la fe, es esa capacidad de saber que todo esto se hilvana con un sentido y ese sentido es sobrenatural. El llamado es sobrenatural. La misión del cristiano es sobrenatural. A veces los laicos están tan metidos en las cosas temporales, en las cosas de cada día, los problemas, el trabajo, las tensiones ideológicas, en fin, que a veces uno pierde de vista ese objetivo de encaminarse decididamente hacia Jerusalén

No hay que olvidar que los bautizados, los laicos tienen el espíritu del Señor, son cristianos, son otro Cristo y que la meta es el cielo, la vida eterna y que ustedes los laicos están en el mundo y nos son del mundo estando en el mundo sí no que han sido rescatados del mundo, han sido transformados en hijos de Dios y han sido enviados de vuelta a la dimensión temporal y que su presencia en el mundo es un envío del Señor. Es importante esto. A veces uno se olvida de esto, a uno lo atrapan las circunstancias, lo atrapan las preocupaciones, las responsabilidades, las angustias, los miedos, las distintas cosas que afectan inmediatamente y que atrapan nuestra atención. La fe debe hacernos mirar más profundamente y despertar en nosotros esa conciencia clara, yo como laico, he sido enviado para ser apóstol con el poder que me da la fe. Ustedes los laicos tienen el poder de la fe para transformar la sociedad amándola y haciendo presente el reino de Dios. Los laicos son como esa lámpara del evangelio que se enciende y no se enciende para ponerla debajo de la cama sí no ponerla sobre la mesa para que ilumine a todos los que están en la casa. Esta es la gracia

La fe le da la dimensión que trasciende los límites de la condición humana y temporal nuestra, la fe hace que lleguemos donde no puede llegar nuestra palabra, nuestro tiempo y nuestro trabajo. Por eso la misión de los cristianos se funda en el llamado del Señor y ustedes los laicos ojo, que a veces tienen la tentación de encerrarse en una concepción muy espiritual, muy espiritualista. Entonces por ahí, quieren ser más curas que el cura. Yo lo he notado en algunos lugares y me ha llamado la atención esto. Es como una desviación de la misión propia del laico. Lo esencial de un laico es ser levadura en la masa. Es decir, ser un signo del reino en lo temporal, en el trabajo, en lo importante. Esto quiere decir que el Señor que los envía, los envía a algo desproporcionado, a algo que un laico no puede resolver del todo. Pero el Señor no le pide al laico que haga todo, le pide que anuncie, que no se calle, que sea signo en todos lados, que donde esté, sea algo que levanta, que da sentido, que sea como un poco de sal frente a un gran plato de comida para darle sabor a esa cantidad basta un poco de sal y con ese poco se le da sabor a lo mucho

A veces creemos que tenemos que hacernos cargo de muchas cosas y nos desanimamos mucho. El Señor nos pide algo concreto, nos da una misión y cuando nos manda nos da un poder y eso es pura gracia. El laico en el mundo tiene la gracia del Espíritu para llevar la palabra del reino y ser un anuncio. Esta palabra del reino tiene un signo que es la paz, puntualizar tu presencia laical en el mundo. Llevar serenidad, a veces te enroscas en discusiones, en peleas estériles, llevar serenidad, una palabra orientadora, una actitud de escucha, un silencio. Llevar fortaleza, hay mucha gente que está caída, alentarla. Jesús cargaba la cruz y las mujeres lloraban y El las consolaba a ellas. Esto quizás suceda en tu ambiente y tienes muchas dificultades. No cedas, no te dejes vencer por el mal, sé sereno y lleva alegría, serenidad, fortaleza. Llevar la paz. No te olvides que sos discípulo del Señor y que sos enviado y que tenés la fuerza del Espíritu para eso. Muchos no te van a recibir, no te van a entender. No importa, te sacudirás el polvo de tus pies como signo pero no dejes de anunciar que el Reino de Dios está cerca.

Y no te olvides que la paz es el Señor Jesús, El es el mensajero de la paz, Jesús es el evangelista que anuncia la paz La paz es el signo primero y esencial de la llegada del Reino de Dios. No dejemos de dar paz en esta semana

 

                                                                                                                      Padre Mario José Taborda