07/12/2022 – La hermana Mariana Zossi, religiosa dominica y presidenta de la Asociación Bíblica Argentina, nos acompañó desde Tucumán con una reflexión sobre el tema del desierto en la Biblia. “El camino del adviento en el ciclo litúrgico A nos presenta un escenario un poco diferente a otros años. En este ciclo leemos y meditamos las lecturas que nos propone el evangelio de Mateo. Si comparamos los evangelios de la infancia de Jesús que nos traen tanto Mateo como Lucas, hay protagonistas y desplazamientos que transmiten una manera diferente de narrar y anunciar el misterio de la encarnación de Jesús. Vamos a intentar leer lo que Mateo nos relata, ya que el Adviento es la antesala de todo el año litúrgico; dicho en otras palabras, lo que se nos revela en este tiempo lo continuaremos releyendo y meditando a lo largo de todo el año. En el segundo y tercer domingo de Adviento la liturgia nos presenta dos momentos de la vida de Juan Bautista. En el primero se describe un escenario muy significativo para la Biblia y para todo proceso de espera y de gestación, el desierto. Sabemos por el texto, la tradición y el arte, que el Bautista en el desierto comienza su predicación e invita a la conversión. Es allí donde también él vive un tiempo de espera para poder reconocerlo al Señor (tercer domingo). Veamos en este primer encuentro cómo el desierto puede ser “un donde” para nosotros; un lugar para esperar y gestar este encuentro con el Dios que se hace hombre en medio nuestro. Primero recogeremos algunas intuiciones que nos devuelve la palabra “desierto” en el hebreo; luego intentaremos reconocer la simbología que esa misma palabra nos plantea, para que al final, retomemos el texto de Mateo 3,1-12 y recuperemos la invitación del Bautista”, sostuvo la religiosa.
“El desierto ha sido un tema largamente explotado como recurso literario y artístico, con ocasión del que se ha buscado con mucha frecuencia el ambiente adecuado para reproducir situaciones humanas de carácter dramático, reales en el orden histórico y aún espiritual o, simplemente, realidades que expresan simbólicamente procesos de conversión y liberación. El desierto es caracterizado como un espacio deshabitado; es por naturaleza silencioso y, por tanto, es un ámbito en especial relación con la muerte. Paradójicamente, sin embargo, justamente en el desierto resuena poderosamente la palabra de Dios a través de la palabra profética, que proclama desde el lugar del absoluto silencio, una palabra de vida y de salvación destinada a toda la humanidad. El desierto es una fuente de inspiración constante para los autores sagrados, tema particularmente querido de los profetas. Para describirlo utilizan varios términos, cada uno con un matiz específico, pero que en ningún caso traducen el concepto general que nosotros tenemos de desierto. El término más común de los empleados por la Biblia es midbar, que en su origen significa “conducir” “apacentar” el ganado. Se utiliza para describir una región solitaria, pero no totalmente estéril o desprovista de vegetación y agua”, destacó Mariana.
“Cuando el lenguaje bíblico quiere describir una zona árida y estéril emplea la palabra arabah que tiene un particular acento poético y se emplea con frecuencia como oposición a tierra fértil. Si hablan de un paraje solitario por donde nadie pase, los autores sagrados emplean la palabra yesimón. En el Antiguo Testamento se nombran unos 15 desiertos. La mayoría y los más importantes por su extensión están situados dentro de la península del Sinaí y en estrecha relación con las tradiciones del Éxodo de Egipto”, agregó Zossi. “Cuando Israel atravesó el Jordán, tras el Éxodo de Egipto hacia la Tierra Prometida, selló la primera etapa de su historia. Fue algo como decir adiós a su vida errante. De nómada se convirtió en pueblo sedentario, con hogar fijo. Sin embargo, aunque el desierto quedó de la otra parte, históricamente hablando, el recuerdo de aquella experiencia quedó profundamente grabado en el pueblo como una enseñanza imborrable para su vida presente y futura. Todo el mundo recuerda su lugar de nacimiento, e Israel, como Pueblo de Dios, había nacido en el desierto. Allí había adquirido una identidad mucho más fuerte que ningún otro pueblo de la tierra. Israel mismo, en virtud de la elección gratuita de que fue objeto por parte de Yahvé, no podía olvidarlo. Se perderían, con el tiempo algunos detalles, pero los hechos fundamentales, particularmente la Alianza en el Sinaí, así como la actitud rebelde del pueblo y la justicia misericordiosa de Yahvé, serán motivo de reflexión constante para Israel. Y en diversos momentos de su historia surgiría la nostalgia del desierto”, dijo la consagrada dominica.