El don gratuito de Dios

viernes, 10 de diciembre de 2010
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AGRADECIDO POR TU BONDAD Jesús Adrián Romero

Cada mañana al despertar, y por la noche al descansar

agradezco tus bondades a mi vida, por todo lo que me permites disfrutar

 

Aleluya, agradecido estoy por tu bondad.

 

GL:       ¡Qué difícil es hacer hoy la experiencia de lo gratuito, del regalo, del don que se da sin nada a cambio! Hasta los buenos modales con que habitualmente nos recibe cualquier rostro que en alguna empresa nos recibe o atiende nuestros reclamos, uno siente que detrás tienen una indicación de ‘el cliente siempre tiene razón’, o tienen por detrás una cuestión de marketing. Lo lindo, lo gratuito, se ha ido incorporando con todo lo que tenga que ver con intereses o intercambios. Todo lo que antes pasaba como ‘gratuito’,l (por ejemplo atender un accidentado en la vía pública) hoy ya está mediatizado, especificado, y está a cargo de alguna organización que lo hace muy bien y profesionalmente. Entonces:

            ¿De dónde recibimos nosotros la experiencia de lo gratuito? A veces ya ni siquiera la experiencia paterna es como para considerar experiencia gratuita.

 

KP: A veces nos deja sin aliento un mundo donde todo está calculado. Daría la impresión de que no merece vivirse. Por debajo de buenos modales, se expresa un dramatismo

 

GL: ¿Qué efecto creés que tiene esta ausencia de experiencia de gratuidad en las personas? Porque esta experiencia es clave en la vivencia cristiana. Porque sin esa experiencia es muy difícil, por ejemplo, interpretar muchas de las parábolas a través de las cuales Jesús quiere hablarnos de la gratuidad del amor del Padre. Una de ellas es la del Viñador que contrata obreros para trabajar en su viña, y uno se pregunta ¿cómo puede el último que entró cobrar lo mismo que el primero? Hay una vivencia de lo gratuito que está ausente hoy en la sociedad. Y sin esa vivencia es muy difícil comprender el mensaje cristiano a fondo, mucho más ser sus discípulos. ¿qué produce en el alma de la gente la ausencia de esa experiencia?

KP: Creo que tal vez se pueda entender de esta manera: es diferente vivir, ser responsable desde la abundancia de la vida, desde la gratuidad, que desde la desesperanza. Hay una responsabilidad en nuestra sociedad instalada desde la desesperanza, desde el saber que si yo no me salvo nadie me va a salvar, si no lo hago nadie lo va a hacer por mí. Y desgraciadamente la necesidad va a ser aprovechada políticamente, clientelísticamente. Pero hay una desesperanza.

            Hay sociedades desarrolladas donde está todo previsto y sin embargo la gente se siente sola. Se junta para ‘hacer cosas’ pero no para ‘perder el tiempo’. Como ‘el tiempo es oro’ hay que aprovecharlo, y le ha perdido el gusto a ‘perder el tiempo’, y esto va a terminar en el stress. Aumenta la necesidad de tomar pastillas para dormir, etc etc. Y entonces se desarrollan actitudes de desesperanza: una sociedad histérica que produce en las personas problemas sicosomáticos, porque todo hay que ganarlo, todo exige mucho esfuerzo, porque la vida (del alma) está siempre amenazada porque la carencia de esta experiencia de gratuidad produce mucha soledad, mucho aislamiento.

            Es diferente responder a la vida desde la gratuidad y desde el agradecimiento a esa abundancia de la vida, y si somos creyentes, a ese amor gratuito de Dios que nos amó primero, que responder desde la desesperanza y el dramatismo a veces trágico de que si yo no voy adelante nadie va a hacer nada por mí. Y esta conciencia ce que con el paso de los años se van acabando mis posibilidades. Mucho desarrollo en nuestra sociedad actual proviene de ese dramatismo de la desesperanza. Y por eso mismo no puede crear ámbitos donde la vida pueda multiplicarse con alegría y no con cálculo.

            Amar es algo desprovisto de cálculo: uno no sabe cuánto puede dar hasta que no ama y cuando ama da más de lo que había pensado al inicio. ¿Qué significa esta lógica? Es una lógica que pareciera ‘torcida’, pareciera ir en contra del sentido común contemporáneo: es una lógica que tuerce la mano y la lleva a dar al otro olvidándose de sí.

 

GL: ¿De dónde surge y cómo podemos hacer la experiencia de la gratuidad? ‘lo que yo no hago por mí no lo va a hacer nadie’ es un mensaje muy desesperanzador para la existencia humana

 

GL: Levinás es un filósofo muy rico en cuanto a este tema de perforar esta lógica de la apropiación, del interés, del intercambio. ¿Cómo se llama esta lógica del que está siempre midiendo de alguna manera?

 

KP: En eso, Levinás dialoga con otro judío que es Espinosa, quien en su fundamento de la ética, de la política, estamos llamados a afirmarnos. Es una lucha del ser por afirmarse en el mundo, y la política está reglada por esa persistencia, esa capacidad que tenemos en la existencia para poder ser en la vida. A esto Gabriel Marcel llama la ‘dimensión problemática de la existencia’, que no se ve como mala –nosotros necesitamos vestirnos, comer, tener una casa: es el ámbito del ‘tener’-. Pero no es la única dimensión. Hay esta otra dimensión gratuita, que él llama ‘de misterio’ que se va revelando en los ámbitos de gratuidad y de reciprocidad, de amor. Y ese ámbito no es sustituible por el otro. A veces el ámbito del tener parece tan consistente que impide ver muchas veces ese otro ámbito que debiera dirigir, orientar todo nuestro tener hacia ese ser que es donatividad, es darse.

            Hay una lógica que parece de hierro, de que yo me tengo que imponer a los demás. Levinás, que habla de esa lógica torcida, que va contra el yo y sus poderes, dice que ‘el otro ingresa en mí cuando yo no puedo’. En el ‘no poder’ el otro irrumpe en mí de manera que produce en mi la generosidad. Porque una cosa es que yo piense y decida que voy a dar algo a una persona que necesita, y otra es que el otro irrumpa en mi vida y me sorprenda, y tuerza esa lógica, y de pronto yo me encuentre en una historia de generosidad con él. Cuando el otro irrumpe desde ese rostro que excede a todo lo que yo puedo medir y controlar, de pronto los poderes de mi yo se caen y el otro ingresa en mí.

GL: El ego muere y se rinde, porque ya no controla. No es que yo pido y el otro me da, me hace un favor, sino que el otro ‘irrumpe’ en mi vida, en mi impotencia, donde yo claudico. El otro irrumpe inesperadamente, me sorprende.

KP: El paso imperceptible del otro que irrumpe, que me visita, yo lo hospedo en mi vida, y al hospedarlo encuentro un sentido muy diferente al acumular cosas. Levinás habla incluso de que en esta entrega la persona llega a sustituirse por el otro, a ponerse en su lugar. Y a esto lo llama ‘la gloria del Infinito’: la gloria de Dios aparece en este acto de bondad que va contra toda lógica, y es la economía de la gratuidad.

 

GL: En nuestra vida hay muchos que pueden ‘irrumpir’ para ofrecernos ese don de la gratuidad: puede ser Dios mismo, puede ser un vecino, un amigo. Los invito a que nos cuenten la experiencia de don gratuito, sorpresivo, que irrupió en sus vidas y torció la lógica del intercambio.

¿Cómo perforar los ‘intereses’ en una sociedad que no nos enseña a amar gratuitamente, a donar, a ser gratuitamente, sino mas bien nos enseña a manipular a las personas –desde lo más ingenuo hasta lo mas perverso-, nos enseña que ‘lo que yo no hago por mí, nadie lo va a hacer’, nos enseña a vivir el amor como intercambio permanente y por tanto cuando caduca algo en ese intercambio el amor también se muere, en una sociedad que nos muestra que roles como la maternidad y la paternidad, que en otro momento eran modelos de gratuidad –quizá desde una responsabilidad del deber ser, pero al menos estaba-, hoy están ligados muchas veces a experiencias de realización individual: el hijo que viene para que YO tenga la experiencia de ser madre o padre, y si no viene de alguna manera me ocupo de que venga porque YO quiero tener este depósito de experiencias vitales. En definitiva: siempre está el interés del propio yo a la cabeza de todas nuestras acciones.

¿Cómo perforamos una experiencia tan masiva de egocentrismo? Y las comunidades religiosas no están exentas de esto, ni mucho menos. Porque muchas comunidades religiosas que se unen en nombre de Dios, siguen uniéndose no para dar sino para pedir, o para obtener algo a cambio.

KP: Pienso que la gratuidad puede aparecer en el horizonte de la vida de uno en la medida que se da un proceso de despojamiento. Si la posesión nos hace sentir fuertes, omnipotentes (la omnipotencia del yo es una figura que se estudia y se critica), ese yo sin fisuras no agradece porque todo lo debe a sí mismo, y aquello que puede aumentar su poder, lo va a aumentar. Levinás le da a esto la figura de la totalidad, donde todos los demás son un reflejo de sí, no puede haber diversidad.

            El despojamiento es central. Un árbol estalla en flor en primavera porque se despoja de sí. Y en ese hecho que es de alguna manera gratuito y milagroso, irrumpe y nos sorprende. Esa belleza por tanto viene paralela a un despojamiento. Ante una enfermedad o una desgracia, las personas pueden endurecerse, pero también pueden despojarse, largar un poco y dejarse sorprender, por ejemplo, por el don de la vida. No es una evidencia científica que el sol salga mañana. Entonces, vivimos gratuitamente. Cuando uno va sintiendo la enfermedad, las limitaciones, aprende a pedir ayuda, aprende a agradecer lo que recibe, y por último tal vez irrumpa en su vida la gracia, la alegría de vivir porque alguien me dio la vida, y reconocer que detrás de mi hay muchas personas gracias a las cuales yo estoy aquí.

            Los santos que hoy tenemos en nuestros altares, cuando fueron ‘de carne y hueso’ supieron perforar a una Iglesia que se había recubierto de seguridad y de potencia y de leyes, sin espacio para un Dios gratuito. Hay quienes tienen una experiencia de despojamiento –por ejemplo Buda- al ver el sufrimiento de otros.

            La experiencia de Cristo en la cruz también es una verdadera revolución. Irrumpe por ejemplo en la vida del buen ladrón, que se apiada de Jesús cuando se da cuenta de que está muriendo inocente. Cuando le dice ‘acuérdate de mi cuando estés en tu Reino’ es porque percibe que el reino de Dios es otra cosa. La mansedumbre inocente de Jesús, que está ahí, amando, que no tiene la omnipotencia ni la prepotencia de armar un ejército, sino que va a morir. Y en esa entrega gratuita de su vida está el amor de Dios hablando, y diciendo que para producir una revolución espiritual, moral, no se necesita de un ejército.

            Después nosotros vamos juntándonos, nos hacemos comunidad, nos hacemos muy importantes, creamos iglesias y templos enormes. Perfecto, pero ¿de dónde nació todo eso? De la mansedumbre inocente de Jesús que sigue entregando su amor y perdonando: ‘perdónalos porque no saben lo que hacen’. Es una respuesta realmente revolucionaria: tuerce la lógica que siembra en el mundo algo nuevo: la posibilidad de que los enemigos se perdonen. El perdón es algo que introduce en el mundo lo que es imposible, porque niega el pasado desde esa irrupción de la entrega por la cual quiero yo que el otro viva y pueda ser en mi vida.

GL: el perdón es una manifestación de la gratuidad y crea algo nuevo, introduce en el mundo lo que el mundo no puede dar.

KP: la palabra “per don” significa “don excesivo”, don que no se merece. Dios introduce en el ser humano estos actos de pequeña bondad que es el Reino de Dios. Estos pequeños actos, antes que pasen a ser un discurso, una propaganda, una predicación, antes que sean tomados como propaganda de una religión o de un partido político, Dios los entrega sin ponerle firma, los entrega incluso a los ateos: entrega su bondad para que otros gocen con ella poniéndola en acto en el mundo.

            Un acto de bondad no tiene otro justificativo que la generosidad misma, y esto es lo que salva al mundo.

            He visto personas que cuando han tomado la decisión de no protestar, de no pedir cuentas al otro, sino empezar de cero desde la desnudez en la que hemos sido creado y hemos nacido, desde la madurez del rostro del otro, han cambiado las cosas. Han cambiado el movimiento que vemos en la mano de Caín, que ha matado a Abel: esa dirección mortífera, homicida, de un acto de culto a Dios (a veces nos apropiamos de Dios y justificamos los homicidios en nombre de Dios). Ha sabido matar, pero también dar vida que viene de ese horizonte del otro que irrumpe y de Dios que irrumpe y produce en mi la rotura de esta otra lógica que decía, para dar.

            Actos que parecen ‘locos’ por desprovistos de cálculo, son los que perforan todas esas reglas de juego de este hombre que quiere dominar todas las variables de su vida y tener en su granero todo lleno para poder dedicarse a descansar: cuando llena sus graneros se da cuenta de pronto que se le ha escapado lo más importante que es el dar.

 

GL: Hay una actitud que Jesús denuncia como muy peligrosa en la parábola del publicano y el fariseo. El publicano alaba y agradece a Dios sus propias virtudes, se da cuenta de que le vienen de una fuerza que no le es propia, pero en el fondo se siente orgulloso, disfruta de ellas. Hay mucha gente que hace cosas buenas por los demás. Basta ver las masas de voluntariado que en el mundo mueve cosas impresionantes. Hay un ‘movimiento de donación’ que ¡qué sería de nuestra sociedad sin este motor!

Pero tenemos que advertir, hilando finito, que muchas veces uno da y después ‘pasa factura’ a veces tan grande que paralizan el desarrollo de las personas psicológicamente hablando porque lo que se creyó recibir gratuitamente resultó en una gigantesca hipoteca donde yo fui acumulando una enorme deuda que en algún momento tengo que saldar. Esta lógica del intercambio se filtra a veces hasta en los gestos aparentemente más gratuitos y generosos como puede ser la maternidad, y ahí está permanentemente el ego recordando ¡lo buena que soy!, lo generosa que soy, lo que hice por el otro. Acá entramos en un núcleo más difícil de perforar, que es el que Jesús denuncia en la parábola del publicano. El fariseo no pudo torcer su lógica, esa lógica con la que habitualmente vivimos.

 

Nadie puede dar gratuitamente si no ha recibido gratuitamente. Eso se aprende en una escuela. La bondad, el agradecimiento, el ofrecimiento gratuito, desinteresado, es como una copa que rebosa, pero hay que entrar en otra lógica, y hay que hacerlo desde lo más profundo del alma. Agazapada detrás de nuestras virtudes sigue estando muchas veces la lógica del intercambio, de la manipulación, del control, de la omnipotencia ¿cómo perforamos este núcleo más profundo, mas duro de nuestro ego?

KP: tiene que haber ese despojamiento, y normalmente es provocado por otro. Vemos cómo San Juan nos dice que ‘Dios nos amó primero’. No podemos comprar a Dios. Es un misterio que nos llevará a un disfrute eterno de misericordia, de bondad. Cuando irrumpe –no es que nosotros lo programamos-, des-centra. Esto es el éxtasis: estar descentrado con una experiencia tan abundante que despoja del yo y sus reflejos, te hace ver que sos poca cosa, que estás en el mundo y has venido por gracia de Dios y estarás por un tiempito, y todas las cosas que has hecho y acumulado pasarán a otro. Ese es un acto de generosidad que tal vez Dios mismo nos pone: que cuando nos morimos no nos podemos llevar nada.

            Levinás habla también de una lógica donde el otro tiene su magisterio desde el sufrimiento. El otro no es un pobre con el cual puedo hacer lo que quiera, sino que ingresa en mi vida desde una altura ética, despojándome de mis poderes, no pudiendo escaparme de él. Aunque me haga el distraído, ya lo he visto ingresando por su mirada un mandato ético: ‘no matarás’, y dicho en sentido positivo ‘cuida de tu hermano’. Toda la cultura humana es cuidar, y cuidar del otro. Eso se genera desde una experiencia sobreabundante que requiere una receptividad humilde: quedar como fuera de juego mis pensamientos, mis pretensiones, mis poderes por la irrupción de Dios. Dios irrumpe rompiendo toda imagen, todo ídolo, para ser el Dios vivo. Y cuando esto se produce a nivel religioso, la existencia no queda bien parada: no podemos seguir caminando con nuestros controles y ahí estamos entonces disponibles para la gratuidad de Dios. Eso es la conversión.

            Como la conversión es difícil, hay quien ha elaborado la palabra “segunda conversión”, porque muchas veces ‘recubrimos’ la conversión de nuestro yo para no convertirnos: solo hacemos retoques. Esa ‘noche oscura’ de la que hablan los santos, es ese despojamiento donde nos damos cuenta de que vivimos solo por gracia de Dios, que todo es donación, y que desde esta donatividad es que nosotros podemos donar

 

GL: es lo que Pablo deja ver cuando dice “me glorío en mi debilidad”

KP: dar tiempo a los demás denota capacidad de gratuidad. Hay un librito muy lindo que se titula “un Dios rico de tiempo”. Muchas veces nos arrepentimos de hablar antes de tiempo y no haberle dado tiempo al otro para que el otro pueda desahogarse. Hemos sido tacaños y hemos querido poseer el tiempo y la iniciativa. Y Dios en cambio nos da toda la vida para que nos convirtamos. Es rico de tiempo. Lo que pasa es que nosotros estamos muy ocupados y no tenemos tiempo para que Dios nos hable de otras cosas.

 

GL: Hemos organizado una sociedad acelerada y en la lógica contraria a esta lógica de la gratuidad del tiempo. Y a esta altura todos nos damos cuenta de por qué Jesús fue crucificado ¡qué difícil comprender este mensaje! Alguien le dice en algún momento “¡qué duro es este lenguaje”, y es justamente lo contrario: es tan blando, tan desestructurante, tan desafiante de nuestros controles y nuestras ansiedades, de todo aquello con lo que queremos tapar nuestras carencias, que no es fácil de comprender. Una vez que se comprende vivencialmente, bajan los niveles de exigencia que brotan de la desesperanza.

 

 

 

 

 

“LA VIDA ES BELLA”

Yo al verte sonreír soy el niño que ayer fui
Sí yo veo por tu sueños el miedo no vendrá y así sabrás lo bello que es vivir
Caen mi lagrimas al mar , tu no me veras llorar
Y es que solo tu alegría amansa mi dolor y así yo sé lo bello que es vivir

Sí mi corazón siempre estará donde este tu corazón si tu no dejas de luchar
Y nunca pierdas la ilusión, nunca rindes que al final habrá un lugar para el amor
Tu no dejes de jugar , no, no pares de soñar
Que una noche la tristeza se irá sin avisar y así sabrás lo bello que es vivir

Participan los oyentes

   La palabra “gratuidad”, ¿está usada refiriéndose a lo ‘gratis’ o a la ‘gratitud, agradecimiento’?

KP: en primer lugar nos referimos a lo gratuito, que por otro lado mueve a la gratitud, al agradecimiento. Pero lo primero que hay que decir es que es lo gratis. Santo Tomás, en la Suma Teológica dice que la “gracia” es “gratis data”, es decir, dada gratuitamente

GL: que después haya o no gratitud, es otra cosa. No se da para que haya gratitud. Se da por desborde de la propia bondad o generosidad. Hay que mirar la naturaleza. Tagore hablaba del servicio que la naturaleza ofrece permanentemente de forma gratuita

   Cada vez que he dado algo sin interés, a corazón abierto, siempre hubo alguien que me devolvió lo dado de alguna manera

 

soy muy sencilla y algo aburrida tal vez. las bromas que sé, me salen seguro al revés
pero hay un talento, en mí singular, y es que la gente me escucha al cantar,
y me hace feliz, orgullosa lo puedo anunciar, por eso
QUIERO DAR LAS GRACIAS A LAS CANCIONES QUE TRANSMITEN EMOCIONES
QUIERO DAR LAS GRACIAS POR LO QUE ME HACEN SENTIR, DEBO ADMITIR QUE CON LA MÚSICA VALE VIVIR
POR ESO QUIERO DAR LAS GRACIAS, POR ESTE DON EN MÍ
todos decían que fuI una niña precoz, bailé y canté, sobresalí por mi voz
y hoy me pregunto cual es la razón, ¿por que siempre gana la gran atención, una simple canción?
si he hace con el corazón, por eso
quiero dar las gracias a las canciones que transmiten emociones
quiero dar las gracias por lo que me hacen sentir, debo admitir que con la música vale vivir
por eso quiero dar las gracias, por este don en mí
 ¡que suerte tuve! soy tan dichosa al cantar
quiero que todos disfrutemos juntos ¡que feliz! ¡que placer! exclamar
quiero dar las gracias a las canciones que transmiten emociones
quiero dar las gracias por lo que me hacen sentir, debo admitir que con la música vale vivir
por eso quiero dar las gracias, por este don en mí
Abba