“El encuentro con Jesús lo tengo cuando voy a la cárcel”, dijo Patricia Alonso

martes, 31 de marzo de 2020
image_pdfimage_print

31/03/2020 – Patricia Alonso es la responsable del secretariado nacional de la Pastoral Carcelaria. Integra la pastoral penitenciaria de la parroquia Santa Ana de Glew, en el Gran Buenos Aires). Su tarea consiste en visitar el complejo 4 de mujeres de Ezeiza y el complejo 1 de varones. También va a la unidad 40 de Lomas de Zamora y a los institutos de menores bonaerenses. “Nací en Capital Federal, soy porteña. Cuando yo tenía 2 años, con mi familia nos vinimos a vivir a Longchamps. Tengo una familia integrada por dos hermanos varones: yo soy la mayor. Tengo 60 años y estoy casada hace 36 años, tenemos dos hijos, Romina y Cristian. Además tengo 5 nietos”.

En este tiempo de aislamiento social y obligatorio por el coronavirus, más allá que están lejos de sus familias, a muchos no les está llegando el alimento. Porque mucha de la comida que reciben es la que les llevan en las visitas, y eso no está ocurriendo por precaución . Además las cárceles argentinas ya venían muy superpobladas”, detalló respecto de la actualidad que se vive en los penales en este tiempo de cuarentena.

“Cuando llegamos a Longchamps con mis padres no había luz eléctrica, ni agua corriente. Era otra cosa, un barrio de gente trabajadora. A medida que fui creciendo yo sabía que Dios existía, conocía sobre la religiosidad popular, pero no necesitaba nada más. Yo tenía a mi marido, a mis hijos, a mis hermanos, a mis sobrinos, a mi papá y a mi mamá. Llegó un momento en que quería ser tía porque a mi cuñada le costó ser madre. Y cuando nació mi sobrina Maria Celeste fue una fiesta. Pero el día en que cumplía 6 años le detectaron un tumor en la cabeza. El médico le permitió que vaya a la casa que festeje el cumpleaños y esa noche se internó. A Celeste la tuvieron que operar y no sabíamos para donde agarrar. Era algo inesperado. La operaron, salió bien. Pero el tumor se transformó en maligno. Recuerdo que un 15 de marzo, tipo 6 de la tarde, me encontré con el Señor. A María Celeste la iban a operar de urgencia. Mi mamá me dio un rosario y me dijo: ´Rezá`. Sin darme cuenta lo hice, hasta armé una cadena de oración. A raíz de eso me invitaron a participar por la misa de los enfermos con el Padre Roberto Scali de Glew. En esa parroquia no había pastoral carcelaria”, relató Patricia.

“Con el pasar del tiempo me pidieron si podía coordinar la misa de los enfermos a las que yo asistía. En esa época en la parroquia estaban enseñando a cocinar con soja para que cocinemos en los comedores. Yo me anoté en ese curso que daba Caritas. Habían donado soja para una de las cárceles de Ezeiza y no sabían cómo cocinarlos. En ese ínterín yo había sacado del diario los datos de una señora que estaba presa y los amigos pedían que le escribieran. Entonces después de dudarlo mucho le escribí una carta, me contestó y mantuvimos un vínculo epistolar. Todo esto cuando pasa lo de los porotos de soja. Al final, terminé dando el taller en la cárcel”, dijo Alonso.

“En una de esas misas por los enfermos que el padre Scali hace la imposición de manos me dijo: ´Vamos a ver a donde vas a anunciar el Evangelio`. Eso fue un viernes y el lunes me llaman para preguntar si quería dar el taller de cocina en la cárcel. Busqué a otra señora más que había hecho el curso conmigo y lo dimos. Yo había llevado algo para compartir, para leer porque era Navidad. Después llamaron a la parroquia preguntando si podíamos volver porque les había interesado. Yo no tenía idea de nada de eso, entonces empecé a recorrer ferias artesanales, porque también no es fácil encontrar alguien que quiera ir voluntariamente a la cárcel a enseñar y que su familia no se oponga. Así fue como me fui involucrando. Se fue dando, habíamos comenzado en la cárcel 31 de Ezeiza donde están las mujeres embarazadas”, agregó.

“Desde ahí se fue armando la pastoral. Nos fuimos organizando con la diócesis de Lomas de Zamora y a nivel nacional, pero nunca quise dejar de ir a la cárcel. El encuentro con Jesús lo tengo cuando voy a la cárcel. En la diócesis soy la coordinadora y el sub coordinador es Miguel Gómez. Entre los dos nos vamos manejando para acompañar. Solo en Lomas tenemos alrededor de 5 mil presos detenidos en las comisarías. Uno es la voz del preso, conocés sus derechos y le das asistencia espiritual. Nadie está exento de estar en la cárcel yo veo lo poco que se invierte en los alimentos porque no llega la comida o llega en mal estado,trabajamos en eso y por suerte con jueces que se involucran, yo tengo que solucionar eso”, expresó Alonso.

“Cada preso tiene su comunidad de origen. por eso les pedimos a las parroquias que se hagan cargo de sus presos. Nosotros los visitamos, pero cada comunidad tiene su preso y sus familiares para hacerse cargo. Muchas veces soy la mamá de ellos. Ver a Jesús en los presos es un ejercicio de la fe. Jesús era inocente y murió preso. El encarcelado, cuando recupera la libertad, no tiene nada, lo despojan de todo”, indicó Patricia.

Por último, compartió esta oración del jesuita José María Rodríguez Olaizola, “La vida misma”:

Llegaremos al último día con cicatrices
en la piel y en la memoria;
por los amores perdidos,
por las heridas sufridas
por los fracasos probados,
por las fiestas compartidas.
Llegaremos cansados,
habiendo gastado las fuerzas,
exprimidos los motivos
hasta la última gota.

Llegaremos con la fe bandeada
en tormentas de incertidumbre
y distancia. Sin otro equipaje
que las manos amigas
que quieran sostener
nuestros pasos vacilantes.
Llegaremos sonriendo,
con la paz ganada
de quien ha amado mucho,
tratando de darlo todo.

Y si llegamos así
nos sentaremos, por última vez,
en Tu mesa,
para gritar con júbilo
que ha merecido la pena.

Amén.