El homicidio

jueves, 6 de marzo de 2008
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“Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados:  No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal.  Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal.  Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín.  Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego.  Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.  Trata de llegar enseguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.  Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.

Mateo 5, 20 – 26

 

Muchos asistentes después de pasar un tiempo en el Arca, afirman que esta vida sencilla junto a personas con una deficiencia, las ha transformado”.

Es un extracto del libro “Amar hasta el extremo”, que es una propuesta espiritual del Arca del padre Jean Vanier.  

Donde el Arca es esa creación de comunidades de discapacitados, donde muchos llegan para servir, con mucho otro mundo, ritmos, códigos, y con la modalidad de lo “normal”.

Para entender este evangelio, citaremos estas lecturas.

“Con frecuencia han crecido en un mundo conflictivo, en el que hay que ponerse una máscara y ser agresivo. En el Arca aprenden a dejar caer sus mecanismos de defensa, a ser vulnerables. En suma, a ser ellos mismos”.

Esto nos permite el encuentro con los más pobres, con los mas caídos, dolidos y sufridos. Cuando uno se encuentra con alguien que está sufriendo, deja de lado tantas seguridades y preocupaciones. Cuando uno se encuentra con un enfermo en el hospital o con un amigo que tiene cáncer, que no duerme, que se queja de dolor, que prácticamente son pocos los remedios para sacarle la prueba, la limitación, el dolor sobre todo ¡Qué importante se siente uno!

La tentación es endurecerse o quedarse tirado de tristeza con un sabor amargo de la vida ¿Para qué vivir? ¿Para terminar así? Muchos se preguntan esto, frente al dolor.

Es la pobreza, el dolor humano, la enfermedad, la experiencia de impotencia. La experiencia del compartir y de acercarse a aquel que está depresivo o que ha perdido el sentido de la vida, sin ganas de vivir. Encontrarme con alguien que no quiere vivir.

Es en el encuentro con la limitación y la estrechez humanas, cuando descubrimos las verdaderas riquezas y podemos ordenar nuestras vidas, dejando de lado tantas ocupaciones y cosas “importantes” para poder dedicarnos a lo esencial. El pobre nos ayuda a lo esencial. La enfermedad y el contacto con el enfermo.

Quizá por eso huimos del que está preso, enfermo o solo. Tenemos miedo de entrar en lo esencial por que nos gusta la seguridad y estar en lo que creemos fundamental, en nosotros mismos. Este es nuestro gran obstáculo en nuestro camino para el amor, como cristianos y como personas con dignidad.

Quizá es miedo de la vida. Es huida y desprecio de los límites, de la pobreza y de la injusticia, de las humillaciones que hay que aceptar en la vida.

Quizá esa huida es nuestra gran escuela a la que tenemos que abrirle el corazón. Al abrir el corazón, nos damos cuenta que no es tan desgraciado o desagradable. Como un mundo de percepción herido por la exagerada imaginación. Creamos que la humillación y el desprecio son algo imposible y denigrantes.

Las cosas dolorosas y agradables no son las que determinan la verdad en nuestra vida. Lo que determina nuestro mundo y nuestra persona es como estamos frente a ello.

En el Arca se dice: “al acercarnos, aprenden a dejar caer sus mecanismos de defensa, a ser vulnerables. En suma, a ser ellos mismos”.

Tenemos que afirmar que Dios nos ama cuando tenemos sufrimientos, pobrezas, injusticias, incomprensiones y experiencias de soledades.

Creyendo que Dios nos abandona, huimos desaforados y corriendo, buscamos espacios de consuelo, de comprensión y de felicidad.

Por no aceptar el lenguaje del dolor que me invita a cavar un poco más hondo, a enterrar la pala en el terreno del corazón para dar vuelta esa tierra y que tome sol para que se transforme en algo que acoge semillas nuevas.    

Por evitar el dolor e ir evitando las humillaciones, desesperados evitamos crecer en el amor. Ser vulnerables es esencial camino para el amor. Sólo siendo vulnerables podemos amar. De hecho, amar es transformarse en un ser vulnerable. Es desnudarse delante del otro. Es poder ser lo que soy. Eso es querer a alguien. Cuando yo quiero mucho a alguien, soy lo que soy ante él.

Vanier dice: “Esta vida de relación parece que les hace felices aunque sea una vida exigente y difícil. Los mismos asistentes que dicen que han sido transformados, dicen también que no pueden permanecer en el Arca. Me acuerdo de una asistente que me confesaba tras dos años en el Arca, que nunca había sido tan feliz en su vida pero que tenía que irse. El hecho de que muchos sean incapaces de permanecer indica que esta vida comunitaria, por bella que sea, lleva implícita una lucha y un duelo. Los medios de comunicación, en particular la televisión, despiertan la necesidad de experiencias fuertes, de hacer grandes cosas, ser fiel a las pequeñas cosas. De hacer cosas grandes, de hacer grandes cosas. Ser fiel a grandes cosas sin pretender antes que nada un enriquecimiento personal puede parecer algo retrógrado. Ser fiel a lo pequeño. Huir de los grandes acontecimientos. Querer ser protagonistas de grandes construcciones. Quizá una de las seducciones más fuertes del espíritu, cuando vamos creciendo en la vida espiritual, la necesidad de hacer más cosas. Cosas buenas y útiles. ¿Las pedirá Dios o serán un nuevo modo de buscar deliberadamente mi autosatisfacción para dejar de ser pobre y escondido como la semilla dentro de la tierra? Dios me llama para amar, para ser pequeño, para aceptar mi vulnerabilidad para descubrir en ello, un lenguaje que me invita a amar y a dar mi vida.

Si actualmente muchos matrimonios se rompen no es porque la gente tiene miedo de morir de aburrimiento en lo cotidiano. Están muy estresados por una vida agresiva y trepidante, las superficialidades de las relaciones, la omnipresencia de la televisión y por una especial incapacidad de sobrellevar sus angustias y sus dificultades relacionales. No saben contentarse con las pequeñas cosas. La vida cotidiana con las comidas, la ropa, el jardín, las relaciones sencillas. Parecen demasiado insignificantes y pequeñas para permanecer en el Arca y vivir lo cotidiano. Para descubrir el amor en las pequeñas cosas.

La vida comunitaria en el Arca con personas débiles se concreta en realidades materiales muy sencillas. Preparar una buena comida, pasar el tiempo entorno a la mesa, ocuparse de la ropa, arreglar las cosas, animar las reuniones, limpiar la casa para que esté bonita y acogedora. Miles de cosa pequeñas que llevan su tiempo.

La virtud propia de la caridad es vencer la omnipotencia, es el ejercicio de la humildad. Caridad y humildad son las virtudes esenciales de la vida espiritual. No puede haber un crecimiento en la verdad y un camino de santidad, sino hay una apertura a la caridad y si no hay un ejercicio concreto de aceptación de las humillaciones y pobreza de lo pequeño, de lo que puedo y no puedo, y estar con el corazón agradecido y aprender a no quejarme, a valorar y a agradecer.

Caridad y Pobreza. Caridad y humildad. Amor y humildad.

Estamos mirando en este tiempo a Cristo que se va preparando para la cruz. Estamos haciendo nuestro retiro espiritual. Caminar en el amor, aceptando con humildad y con verdad. Darle valor a lo pequeño que está en nuestras manos.

Cuantas veces nos quejamos de no poder lograr cosas y no tener más, olvidándonos de disfrutar lo que tenemos en manos. Esa comida que estoy haciendo o la limpieza de mi casa.

Cuantas veces yo soy autor de mi propia rutina que me hace sentir aburrido y fracasado. Yo tengo el llamado en este tiempo a sacudir mi pereza porque soy responsable de mi rutina y de mi acostumbramiento, de mi esclavitud del hacer. Soy responsable de mis nuevos sentimientos que asaltan mi interior y que me impulsan con prepotencia para querer aspirar a hacer cosas nuevas diferentes, valiosas, que me hagan sentir útil, bien e importante ante los demás. Caretas, máscaras, paja que se quema con el fuego. La verdad de la persona esta en la sencillez, en el amor a lo cotidiano. 

Puede ser importante lo que haga y notorio pero no pasa por ahí la cosa. Pasa porque desde mi interior, desde el lugar de mi alianza, desde el lugar de mis decisiones de mi corazón, quiero entregar lo mejor de mí en lo que se me va pidiendo en la vida. Sabiendo que lo voy a hacer con una intención y un sentido sacrificial. Porque el amor verdadero que dignifica y eleva, es sacrificial. Tiene muchos de despojos, de renuncias, de superación de las propias vanidades, de quebrar mis propias ansiedades, impulsos, mis ataduras a mis imágenes y caretas. Sólo el amor me hará libre. La propuesta de este tiempo de cuaresma es superar a todos en la caridad. En el ejercicio concreto y muchas veces doloroso de amar. De despojarnos de nuestros éxitos, vanidades y esquemas demasiados estrechos que no nos dejan respirar, y al Señor, hacer lo que es tan sencillo para él que es la santidad. Tiempo de caridad y de amar en lo pequeño.

Encontrarme con el pobre, una dimensión del espíritu penitencial. Ir al encuentro del enfermo, del privado de libertad, del angustiado. Es mirar la cruz y al crucificado.

Después de un rato de mirar al crucificado podré decir como San Pablo: “Me amó y se entregó por mí”

y como San Juan: “Si Dios nos amó tanto, nosotros también debemos amarnos los unos a los otros”.

Recuerdo a una anciana que tenía 98 años y que fue una catequista. Siempre decía: “me acuerdo cuando empezamos la parroquia”. Dábamos catequesis debajo de un árbol en el barrio. Los chicos estaban sentados debajo del árbol y ella les daba catequesis”.

No tenían computadoras, diapositivas, tizas y pizarrón, elementos didácticos y libros. Tal vez, habrá tenido un catecismo de las 90 preguntas y alguna Biblia vieja, y con eso daba catequesis. Con su presencia y con la fe que había recibido, recordaba aquello de poder compartir la fe con los niños. Cuantos niños llegaron al encuentro con Jesús gracias a esa catequista y tantas otras.

 “Miles de cosas pequeñas llevan su tiempo”, dice Jean Vanier.

Es ocuparse del cuerpo de las personas débiles, bañarlas, cortarles las uñas.

Se trata de hacer cosas sencillas con los medios que se tiene. El amor tiene la fuerza de hacer cosas sencillas con lo que se tiene. Estas pequeñas cosas son percibidas muchas veces como insignificantes y sin valor. Sobre todo nosotros que nos movemos con los parámetros, con la medida de la sociedad de consumo. Uno vale en la medida que tiene, y si no tiene, no vale nada.

Nuestro mundo necesita de este espíritu, de almas que necesitan comprender la necesidad de oblacionarse, hacerse sacrificio y entregarse para que el mundo tenga el valor de lo pequeño. El valor de lo sacrificial y para que el mundo nunca pierda lo esencial, lo fundamental, lo definitivo. Por eso es necesario la humildad y la aceptación de las humillaciones. No es para perder la dignidad, es para ir a lo esencial. Se trata de hacer cosas sencillas con los medios que se tiene. Esas pequeñas cosas son percibidas, muchas veces, como insignificantes y sin valor. Esos pequeños gestos pueden ser gestos de amor que posibilitan la comunión de los corazones. La comunidad se convierte así, en una escuela de amor.

En la vida comunitaria hace falta responsables que aporten una visión, que sean garantía de la unidad y de esas personas que pasan desapercibidas y que desempeñan un papel capital. Aman con ternura, se toman el tiempo para vivir con el hermano.

De lo primero que hay que darse cuenta en una relación es que las personas son instrumentos del amor. Las comunidades del Arca quieren ser espacios de amor y felicidad. La tentación es dejarse seducir por lo que es grande: la riqueza, el éxito, la adquisición de bienes, poder y privilegios.

Es increíble que cuando hablamos con algunas personas estamos todo el tiempo hablando de “yo”. No podemos detenernos a valorar al otro. Cuando uno dice “yo”, el otro también, dice “yo”. No puede identificarse con el “tú”, cuando el otro dice “yo”. Se identifica con el “yo” y no sale de sí mismo. Por eso hay personas que hablan y se comunican mucho pero no se encuentran nunca. Por que cada uno vive en la soledad de su propio ego y no pueden amarse. Por eso no saben lo que le pasa al otro. Porque no se escuchan, porque están demasiado ocupados en lo esencial que son ellos mismos. El propio “yo”, el ego. Esa tentación: riquezas y poder.

Al dedicar todas estas energías en cuestiones de éxito, de poder, de bienes, podemos olvidar lo humano. Podemos llegar a olvidar que hay que crear vínculos de amor y fraternidad.

Pablo en la primera Carta a los Corintios, en el capítulo 13, recuerda a sus discípulos que sin amor, la búsqueda de las grandes cosas no conduce a nada.

Aquí vamos a definir con Pablo lo que podemos vivir en este viernes que es un día penitencial. No tiene que ver con no comer, con sacrificarse, con despojarse, con privarse de algo sino que es algo que soy. Eso es el amor. Algo que me permite ser. El hacer es según el pulso del espíritu. Él nos va indicando por donde va el hacer. Que y cuanto hacer, con quien y de que manera. Implica una percepción de la gracia. Una apertura y una sensibilización con la acción de la gracia. El amor es una cuestión de ser. Por eso es importante mirar a Cristo, mirarlo crucificado y no bajarlo de la cruz.

Él va a decir: el que no carga la cruz, cada día y me sigue, no puede ser mi discípulo”

. Se trata de lo que cada día, Dios nos pide que entreguemos, disfrutemos, gocemos, suframos, compartamos. Lo que venimos hablando, lo concreto, lo pequeño, todo lo contrario de lo que busca, el que no tiene a Dios. El que crece en el amor, deja lo importante para dar a esa búsqueda de la importancia, una entrega del corazón a lo pequeño y oculto. Tiene que ver con aquello del evangelio: “Que tu mano izquierda ignore lo que hace tu derecha”. Un ocultamiento, no una negación del bien, para la gloria de Dios. Un amor que me duele dar pero que es esencial por que me educa.

La caridad es paciente y servicial. Son las palabras que determinan la conducta de aquel que es movido por el amor de Dios. Tenemos que ser movidos por el amor de Dios. La caridad ha de ser nuestro móvil. La Palabra nos invita a vivir la caridad. Nos hace un llamado puntual.

El Señor nos dice:

1° que no debemos ser conformistas, es decir, mediocres. Cada vez más débil te pones cuando más creces en la vida de caridad. Te haces más vulnerable. Cada vez dependes más de Dios. De que Dios te llene el corazón. Practica la caridad. El Señor dice que no nos conformemos. Que no seamos como los escribas y fariseos que se quedan en un concepto de la caridad, sino que la practiquemos.

2° La caridad es siempre concreta. Entonces, el encuentro tiene que ser concreto. Tiene que concretarse. A veces, el encuentro lleva procesos y tiempo. El amor no tiene apuros. El conquistar no tiene urgencias.

Hay una sola cosa que urge: es la decisión de ir al encuentro. Dar el primer paso. El que tiene el amor más grande siempre da el primer paso. La invitación a dar el primer paso puede ser la invitación a adelantarme en la caridad. Tener un corazón disponible en lo propio de un corazón evangélico. Siempre va adelante y tiene disponibilidad. En los obstáculos tiene un motivo para estar abierto al crecimiento. En lo concreto se define el corazón cristiano.

El mundo interior se educa en la caridad y se expresa en Jesús, a los demás. Por lo tanto, no tengo yo que exigirle a los demás que es lo que tienen que hacer. Sí, que yo me exija a mí mismo hacer con alegría y entrega lo que tengo que hacer y dar lo mejor de mí. No conformarme, no ser mediocres. Entregarme de verdad y ser concreto en la caridad. El Señor hará el resto también en lo demás.

Dios nunca obliga, sólo ama. Esta libertad es la que vamos adquiriendo. Este es el espíritu y la invitación a que nos animemos a vivir en la caridad en este viernes. Esto bello de este día penitencial, es el día del amor.