El legado pastoral de monseñor Ponce de León, cuya muerte es reinvestigada

viernes, 9 de septiembre de 2022
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09/09/2022 – Tras recientes investigaciones que demuestran que el fallecimiento de monseñor Carlos Ponce de León, ocurrido en 1977, no se produjo por causa de un accidente, la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario comenzó a analizar los argumentos de la fiscalía y la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para reabrir la causa de su muerte. Ponce de León, obispo de San Nicolás de los Arroyos durante el último gobierno militar, murió el 11 de julio de 1977 en un misterioso accidente automovilístico en proximidades de la ciudad de Ramallo. Su muerte ocurrió cuando viajaba desde San Nicolás a Buenos Aires para presentar unos papeles en sus gestiones pidiendo por ciudadanos desaparecidos en su área y denunciando la represión ilegal que tenía lugar en el norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe. Adriana Pesci y el padre Anibal Pollacchi, integrantes de la Comisión Ponce de León de la diócesis de San Nicolás.

“Él quería que aplicáramos el Concilio Vaticano II, llegó en 1966 a San Nicolás. Ponce de León creó la Caritas diocesana, entre otras cosas. Siempre nos animaba a ser buenos pastores, era muy paternal. “El próximo soy yo”, dijo cuando estaba en el entierro de monseñor Enrique Angelelli, en La Rioja. Esto lo sabíamos todos. Monseñor Ponce de León lo compartió también en el Consejo Presbiteral de la diócesis y nos pidió cuidado, porque recibía amenazas permanentemente”, aseveró Pollacchi.

Pesci, por su parte, dejó esta semblanza del pastor nicoleño:

Carlos Horacio Ponce de León nació en Navarro, Provincia de Buenos Aires, el 17 de marzo de 1914. Sus padres Don Rafael Ponce de León y Doña Encarnación Talento.

Fue Bautizado en la Parroquia San Lorenzo Mártir, el 15 de febrero de 1915 siendo sus padrinos Don Miguel Talento y Doña Dolores Ponce de León.

Fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1938 después de haber cursado sus estudios en el Seminario Arquidiocesano de Buenos Aires.

El Papa Juan XXIII, lo designó Obispo Auxiliar de Salta, el 15 de junio de 1962. Este será un momento culminante en su tarea pastoral que después se reflejará en su obra.

El 28 de abril de 1966 es nombrado Obispo de la Diócesis de San Nicolás de los Arroyos cuando tenía 52 años y al tomar posesión, el 18 de junio de 1966, se propone llevar a cabo todas las orientaciones del Concilio Vaticano II.

Con sencillez de padre comenzó su tarea. Como no recordar las frecuentes reuniones de sacerdotes, religiosas y laicos convocadas por él, para estudiar y profundizar los Documentos Conciliares y de Medellín.

Su especial interés y preocupación por los seminaristas, por quienes hizo tanto sacrificio a fin de adquirir la casa de la calle Trelles, Convictorio Nazaret, y darles así la facilidad y la posibilidad de crear una comunidad de oración y formación, hablan claramente de su deseo de preparar a los sacerdotes de la Diócesis.

Organiza el Presbiterio con la división de Zonas Decanatos.

Durante su labor pastoral ordenó más de 20 sacerdotes y creó 16 nuevas Parroquias, sin contar las Capillas y Centros Misionales, que dieron la oportunidad de una mejor atención espiritual a toda la comunidad diocesana.

Por su impulso se crearon y funcionaron tres Institutos Catequísticos, uno en Pergamino, otro en San Nicolás de los Arroyos y otro en Ascensión. además de la obra de extensión a otras Parroquias más pequeñas.

Los jóvenes fueron objeto de su especial cuidado y procuró encargar a sacerdotes la organización de frecuentes encuentros y retiros espirituales, naciendo así el movimiento de juventud. con delegaciones en varios lugares.

Se preocupó por la presencia de la Iglesia, en los Medios de Comunicación Social, Instaurando el Premio “La Voz de Dios” para destacar a medios y comunicadores que inculcaban valores.

Las obras de caridad, fueron siempre su gran preocupación como servicio de la Iglesia a los más necesitados. Apenas llegó a la Diócesis fundó Cáritas Diocesana, con sus departamentos de ayuda inmediata y mediata.

El problema de la minoridad lo llevaba tan dentro de sí, que fundó los Hogares de Niños “San Cayetano” de Conesa, el “Instituto San Luis Gonzaga” de San Nicolás de los Arroyos; apoyando la fundación de otro, en la ciudad de Arrecifes.

La Escuela Diocesana de Servicio Social, fue obra suya, hizo muchos sacrificios para que, siguiera adelante a pesar de no tener aportes suficientes. Al cumplirse el 30 Aniversario de su partida a la Casa del Padre, el Obispo Héctor Sabatino Cardelli, anunció que la mencionada escuela llevaría el nombre de su fundador.

Procuró contar con un delegado Diocesano de Inmigración para una mejor atención a los grupos de extranjeros, de esta ciudad industrial.

Los cursillos de cristiandad contaron con su apoyo y les nombró su director diocesano y auxiliares zonales.

Promovió y alentó “La Cruzada de Oración en Familia” que se hizo en toda la Diócesis con, verdadero fruto espiritual. y acercamiento de muchos que tal vez estaban indiferentes.

La Tregua, así denominó a un espacio ubicado al sur de la provincia de Buenos Aires, llamado Oriente, para aquellas familias de trabajadores que no podían disfrutar el mar. La convirtió en un espacio de encuentro, de recreación con los otros para reflexionar juntos la palabra de Dios en búsqueda de respuestas y de compromisos de acción en concordancia al mandato evangélico. Su testimonio de vida fue coherente desde el Sentir – Pensar – Hacer. Creó la Fundación FAPICE para su Administración.

Favoreció la presencia de sacerdotes en las Villas de emergencia, acompañados por religiosas y laicos. Haciendo de nuestra diócesis la Iglesia Misionera que llegaba a todos, particularmente a los más postergados.

En los once años que rigió la Diócesis de San Nicolás, realizó, alentó e impulsó toda obra de apostolado de acción social, en cumplimiento de su lema que sintetiza toda su vida “No he venido a ser servido, sino a servir”.

También tuvo un importante rol episcopal durante el régimen dictatorial del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional que había irrumpido en 1976, que ocultamente, a sangre y fuego, desarrolló violencia extrema estatal, siendo uno de los muy pocos miembros de la jerarquía de la iglesia católica de Argentina, en criticar sus abusos y crímenes sobre los derechos humanos, tales como el asesinato del obispo Enrique Angelelli por una «fuerza de tarea militar» en 1976.

A partir del 24 de marzo de 1976, recibió a los familiares de los desaparecidos. A cada una de las familias que le fueron a pedir que intercediera para saber el paradero de sus hijos.

Existen testimonios de que Ponce de León recibía constantes amenazas de muerte en las que le decían que “de julio no pasaba”. Cuando los sacerdotes le cuestionaron el tema de porqué se quedaba, ante tantas amenazas, contestaba: “¿Por qué me voy a ir, si no estoy haciendo nada malo?”.

Siempre cercano al Pueblo, caminó los barrios, las villas, su diócesis. La gente lo apodó “ambulancia” porque socorría a todo el mundo.

Mons. Carlos Horacio Ponce de León, hombre de gran corazón, casi de puro corazón. Su vida episcopal y sacerdotal quedan rubricadas por este amor, donde el afecto y la generosidad sin reservas fueron su impronta.

Muere el 11 de julio de 1977 en un accidente automovilístico.

Sigamos rezando por él y pidiendo a Dios, que por su intercesión, nos conceda las gracias que necesitamos.