13/04/2020 – En el ciclo Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia profundizamos, junto al Padre Javier Soteras, sobre algunos puntos de la Carta Encíclica Laudato Si del Papa Francisco sobre el cuidado de la Casa Común.
El corazón de este escrito del Papa Francisco está en la ética de la convivencia. El comportamiento ético es un modo de actuar que tenemos según los principios que nos movilizan. “De manera que, existe una ética comunista, otra socialista, una ética del mercado y una ética cristiana”, explicó el Padre Soteras, agregando que según sea donde uno se posicione y elija libremente con respecto a los valores, es el tipo de comportamiento coherente que se espera por parte de la persona.
Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo. La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto. Es la misma lógica del «usa y tira» (LS 122-123)
Al respecto, el padre Soteras dijo: “desde la perspectiva del cristianismo que anunciamos con el Papa Francisco, hay una expresión que denuncia y pone al descubierto la desvalorización que existe del ser humano de algunas perspectivas mercantilistas egocéntricas y autorreferenciales, que hacen que, sin horizontes de transcendencia, la persona se ubique en el centro de la escena y todo sea, según lo que más le conviene”.
Las cosas valen según sirvan para los fines que esa persona en particular o ese grupo de personas tengan, en función de su propia conveniencia y no en función de una mirada total del ser humano en su conjunto.
Siguiendo con la Carta Encíclica, analizamos el siguiente punto:
“No podemos pensar que los proyectos políticos o la fuerza de la ley serán suficientes para evitar los comportamientos que afectan al ambiente, porque, cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios universales, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar” (LS 123)
El padre Soteras en alusión a ese extracto dijo que, “hay algunos poderosos del mundo que, ante la necesidad de elegir entre la producción y la salud, no tuvieron reparo en decir ‘no se puede parar de producir por más que cueste vida’. Lo material y económico, está por encima de lo humano, somos serviciales al Dios dinero y el eje funciona en relación a eso”.
Luego, leímos el siguiente apartado con respecto a la necesidad de preservar el trabajo:
“En cualquier planteo sobre una ecología integral es indispensable incorporar el valor del trabajo. Según el relato de la creación, Dios colocó al ser humano en el jardín para cuidar lo existente y para trabajar sobre ello y que produzca frutos. La intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas” (LS 124)
Dijo el padre Soteras sobre este punto: “tal vez en el corazón de la humanidad y del mundo cristiano, haya una confusión en la traducción del texto bíblico. Cuando Dios después de crear le confía al hombre el cuidado de la creación, hay que entender esto como ‘Dios lo puso al hombre para que cuidara el jardín’”, es decir, lo llevemos a su potencial desarrollo”.
El siguiente punto analizado fue:
“Si hablamos sobre la relación del ser humano con las cosas, aparece la pregunta por el sentido y la finalidad de la acción humana sobre la realidad. No hablamos sólo del trabajo manual o del trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna transformación de lo existente. Cualquier forma de trabajo tiene detrás una idea sobre la relación que el ser humano puede o debe establecer con lo otro de sí”(LS 125)
El papa Francisco explica que toda actividad implica alguna transformación. No solamente se habla de trabajo manual, sino que toda acción humana tiene una implicancia en la realidad y la transforma. La primera transformación que la persona debe realizar, es la del corazón. Juan Pablo II explicó que cuando el trabajo es puesto en todo de lo que ello deviene en sacrificios, de entrega y de esfuerzo, la dimensión subjetiva del trabajo tiene un sentido redentor.
El padre Soteras dijo: “cuando ponemos el esfuerzo que hacemos, aun no tengamos trabajo en términos en los que la sociedad considera qué es un trabajo, toda labor tiene un importantísimo valor. El sentido de trabajo tiene un sentido pascual de transformación del corazón humano”.
Seguimos con la lectura y nos detenemos en el siguiente punto:
“Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal” (LS 128)
El padre Javier reflexionó con ese apartado y dijo: “aún cuando el trabajo tecnológico se incorpore, habrá que humanizar la tecnología para que la incorporación de ésta sea gratificante”.
La intencionalidad de sumar la tecnología en el trabajo, muchas veces, tiene la intención de que viene a facilitar lo humano, pero no se piensa en los procesos de integración sino en la exclusión y en la marginalización.
Agregó el padre Soteras: “estamos condicionados por el trabajo productivo y remunerativo, eso le quita la laboriosidad como un ingrediente estructural de la persona humana sin sentido de mayor peso, valor y significado. Cuando convivimos con la espiritualidad del trabajo, -aprendiendo del modelo de San José, trabajador silencioso- nos damos cuenta que todo trabajo dignifica”.
Finalizando, nos detuvimos en leer el siguiente punto:
“Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo. La disminución de los puestos de trabajo tiene un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del “capital social”. Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la socieda” (LS 128)
El padre Soteras explicó que el capital no tiene corazón ya que se mide por su valor económico. Se debe encontrar un modo nuevo de organización social, donde el trabajo como bien de crecimiento y desarrollo del humano en su remuneración de la tarea, encuentre un modo justo de distribución del bien económico para que pueda circular equitativamente.
¡Te invitamos a escuchar el programa completo y compartirlo en tus redes sociales!
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS