El vino

martes, 5 de noviembre de 2013

 

 

Todas las civilizaciones que cultivan la uva y producen vino conocen el poder de esta bebida. El vino es poderoso, eficaz, produce efectos buenos y malos. Por esto, y por su color rojo que lo asocia a la sangre, tiene un fuerte simbolismo.

El Antiguo Egipto y la Mesopotamia asiática conocían el vino y lo usaban en los rituales religiosos. En Grecia, el vino puro y muy concentrado se mezclaba con agua a la hora de servirlo; a esta acción se llamaba “escanciar” el vino.

Para los griegos, el vino era una bebida sagrada asociada a la sangre de Dionisos (a quien luego los romanos llamarán Baco). Este era el dios de la vegetación y del vino, y se lo representa con una guirnalda de hojas de parra y racimos. Las fiestas dionisíacas y bacanales eran eventos de carácter orgiástico, donde se sacrificaban animales y se celebraban banquetes. Todo esto tenía un carácter religioso, ya que a través de la embriaguez se buscaba llegar a quedar poseído por la fuerza del dios.

 

En la biblia

 

 

 

 

De primera necesidad para la vida del hombre

 es el agua, el fuego, el hierro y la sal,

la flor de harina de trigo, la leche y la miel,

 el jugo de uva, el aceite y el vestido.

Todo esto son bienes para los piadosos.

(Eclo 39,26-27a)

 

En la tradición bíblica, el vino es, en primer lugar, signo y símbolo de alegría y, por extensión, símbolo de todos los dones que Dios hace a los hombres. El vino está presente en los festejos y acontecimientos comunitarios. Por eso, estará presente también en el Reino definitivo, como Dios anunció por medio de  los profetas y como prometió Jesús, cuando dijo “les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios” (Lc 22,18).

 

Desde la experiencia cotidiana, el vino puede tener también una carga simbólica negativa, por su carácter peligroso, que puede hacer perder la razón. Por eso existía la prohibición de beber vino durante el ejercicio de las funciones de enseñar y de juzgar (Ez 44,21; Lv 10,9).

 

El vino en los sacrificios

Como todos los alimentos y bebidas que tienen una fuerte presencia en la vida cotidiana, también el vino aparece en los sacrificios. Se presentaba en forma de libación, es decir, derramando un poco de vino sobre el altar:

 

Cada día ofrecerás sobre el altar dos corderos de un año, y esto en forma permanente. Ofrecerás uno a la mañana y otro a la hora del crepúsculo. Con el primer cordero ofrecerás también la décima parte de una medida de harina de la mejor calidad, amasada con un litro sesenta de aceite puro de oliva, y una libación consistente en un litro sesenta de vino. (Ex 29,38-40)

 

Cuando entres en la tierra… deberás ofrecer, con el holocausto o el sacrificio, litro y medio de vino como libación por cada cordero. (Nm 15,5)

 

Ya desde la época de Jesús, la cena de Pascua incluye cuatro copas de vino que se distribuyen a lo largo de la noche con diversas oraciones. El vino debe ser de color rojo para recordar la sangre del cordero pascual inmolado en el Templo.

En la víspera de su pasión, Jesús dio un significado especial a la cuarta copa del vino de la celebración pascual (Lc 22,20; 1 Cor 11,25) cuando lo presentó como su sangre, verdadera bebida (Jn 6,55).

En el banquete escatológico (al fin de los tiempos): Jer 31,11-14; Joel 2,21-27

Si la abundancia de vino es símbolo de la bendición de Dios, entonces habrá abundancia de vino cuando llegue el Reino definitivo. En esta perspectiva escatológica debemos situar el milagro de las bodas de Caná, Juan cap. 2,  signo que inaugura el tiempo nuevo.

Isaías  25,6-8

6 El Señor preparará para todas las naciones

un banquete con ricos manjares y vinos añejos,

con deliciosas comidas y los más puros vinos.

7 En este monte destruirá el Señor

el velo que cubría a todos los pueblos,

el manto que envolvía a todas las naciones.

8 El Señor destruirá para siempre la muerte,

secará las lágrimas de los ojos de todos

y hará desaparecer en toda la tierra

la deshonra de su pueblo.

En el monte Sión, el Señor todopoderoso

El Señor lo ha dicho.

Amós 9,13-15

13 "Vienen días en que todavía se estará cosechando el trigo cuando ya será tiempo de arar el campo, y en que aún no se habrá acabado de pisar las uvas cuando ya será tiempo de sembrar el trigo. Por montes y colinas correrá el vino como agua. 14Entonces traeré del destierro a mi pueblo Israel. Reconstruirán las ciudades destruidas, y vivirán en ellas; plantarán viñedos, y beberán su vino; sembrarán huertos, y comerán sus frutos. 15Pues los plantaré en su propia tierra, y nunca más volverán a ser arrancados de la tierra que les di." Dios el Señor lo afirma.

Un libro no canónico, el Apocalipsis de Baruc, afirma que cuando llegue el Mesías de cada uva se producirán litros de vino.

 

* La diferencia entre Juan Bautista (cf. Lc 1,14) y Jesús: Lc 7,31-35.

“Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen:

– Ha perdido la cabeza.

Llegó el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen:

-¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!” (Lc 7,34)

“Jesús, el bon vivant, lanzó una llamada de arrepentimiento muy distinta a la de Juan. Sen­tando a su mesa también a los recaudadores de impuestos y a los pecadores, los parias de la sociedad judía en el aspecto religioso, Jesús ofreció un fácil y alegre camino de entrada en el Reino de Dios que él proclamaba. Pero, en un arrebato de puritanismo, "esta generación" se dijo que no era posible que ningún santo profeta enviado por Dios adoptase un estilo de vida tan libre y dado al placer, ni que se codease con la moralla religiosa ofreciendo seguri­dades sobre el perdón de Dios sin exigir el debido proceso de reinserción en la sociedad religiosa judía. Si ese Jesús era un comilón y un borracho ¿cómo podía ser un verdadero profeta y reformador? Así, "esta generación" rechaza las llamadas al arrepentimiento de un Juan demasiado ascé­tico y de un Jesús demasiado alegre.” (John Meier, Un judío marginal, Ed. Verbo Divino)