En la noche con una luz que guia

martes, 2 de agosto de 2011
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Que donde nos busquemos nos sepamos encontrar y encontremos nuestro destino, este es el sentido que tiene la catequesis alrededor de San Juan de la Cruz que nos invita a hacer un camino de ascenso de la interioridad hasta donde Dios nos invita a ir donde él está, lo más alto en la cima de la montaña. Es un camino interior de ascenso en el monte Carmelo que tiene una figura de entrega, de ofrenda. La tracción que nos lleva a ese lugar es el amor de Dios, y por eso nosotros en el día de hoy queremos detener nuestra mirada empezando a compartir de qué clase de amor habla San Juan de la Cruz cuando invita al ascenso al monte Carmelo.

Es un amor desinteresado, es un amor transformante.

Buen día para todos y una bienvenida especial a todos los que creen en este proyecto de Radio María.

Siguiendo con los versos de la subida al monte Carmelo y los comentarios que vamos haciendo, en el verso 3 reza San Juan de la Cruz:

en la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba

más cierto que la luz de mediodía

a donde me esperaba

quien yo bien me sabía,

en parte donde nadie parecía.

¡ Oh noche que guiaste !,

¡ oh noche amable más que la alborada !

¡ oh noche que juntaste

Amado con amada,

amada en el Amado transformada !

Es la noche pero otra luz que guía, dice este hermoso verso de Juan de la Cruz, esta noche donde la luz que aparece es mejor que la de mediodía, es la presencia del amor de Dios que guía. Esta noche es la noche habitada por el amor.

La llama del amor vivo, Juan de la Cruz lo va a decir mejor y más bellamente – en el cántico espiritual también y aquí en la subida al monte lo expresa claramente, mientras se va subiendo en este andar de nada tras nada. En el ascenso la tracción la genera el amor, el amor que guía, el amor que despierta esperanza, el amor que sostiene y fortalece, el amor que nos despierta cada mañana, el amor que nos alegra, que nos da consuelo y el que nos permite soportar con paciencia las contrariedades, el amor que se hace fuerte en la lucha y en el combate. Es más fuerte el amor que la muerte, dice la palabra. Este amor aparece en el camino bajo diversas formas, básicamente ese amor es transformante, y destellos de ese amor van apareciendo como luz en el camino.

Yo lo he dicho en otras oportunidades, esto que aparece expresado en la voz del papá respecto de sus hijos, son como la luz de mis ojos porque hay una expresión de amor que se hace esperanza en el vínculo con el hijo, y cuántos amores que son luces para nosotros, no? cuantos amores que nos encienden, el corazón, son siempre como destellos del fuego grande del amor de Dios que nos habita por dentro, pero en el reconocimiento de esos amores que le dan sentido a la vida podríamos poner hoy nuestra mirada, para que desde ese lugar, desde un amor que transforma, que hace distintas las cosas, que te permite despertar cada mañana con un sentido nuevo te invitamos a compartir la catequesis en el día de hoy.

El poder del amor de Dios obra en nosotros cuando de manera desinteresada avanzamos hacia donde él nos conduce, al encuentro definitivo con su presencia aquí en el presente que es el que colma nuestras ansias, Juan de la cruz nos pide que nos desprendamos de todo aquello que no es Dios para poder poseer a Dios en plenitud, para llegar a amar lo infinito, para eso hay que dejar de amar desordenadamente lo finito.

Juan de la Cruz, enamorado de Dios, busca sin detenerse en la posesión definitiva de Dios en su corazón y la posesión gozosa de Dios en su interioridad. Es el único modo – dice Juan – de curar la fiebre que hay de amar y de ser amado, esta presencia que es la de Dios, la que anhelamos y la que buscamos, “descubre tu presencia – dice Juan- y mantenme tu vista y tu hermosura, mira que esta dolencia – la dolencia del corazón- no se cura sino con presencia y figura”.

Con esto cerrábamos ayer nuestro encuentro, diciendo que en este peregrinar por la vida, solo hay una razón que puede darnos razón de seguir viviendo, es la razón del sinrazón del amor, una lógica distinta a todas las lógicas, es la lógica del amor, la lógica del querer. Es una lógica irracional, es la lógica con la que Dios se mueve con nosotros diciéndonos que nos llevará por donde no sabemos para sacarnos de la racionalidad y para sacarnos de la intuición que genera la percepción de la realidad solamente en ese modo sensible de captación de lo que ocurre.

Dios nos quiere llevar por otros caminos, dándole forma a nuestro acto creyente de ir confiado en lo que nos pide, en su autoridad a partir de esa fuerza, forma y figura que genera el amor de Dios en nosotros y es presencia. Mira Señor, que si no es con presencia y figura, esta presencia de amor no se cura, me pareció una expresión muy bonita.

Por eso cuando un contemporáneo de Juan de la Cruz escribe ese soneto: " No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar de ofenderte", tenemos que decir que si el cielo fuese un lugar donde se gozase de una serie de bienes creados placenteros se podría renunciar a él, pero como el cielo es la contemplación y la posesión de Dios no podemos decir que el cielo no nos mueva a obrar, cuando entendemos que el cielo es Dios mismo en su amor que nos visita, a ese lugar nos lleva en el camino del ascenso al monte, Juan de la Cruz, y es por eso que hay que dejar que aparezca el fuego escondido del amor que nos impulsa a vivir.

El año pasado cuando cerrábamos el año en la obra y celebrábamos la misa el 8 de diciembre en la homilía que compartíamos les decía a todos los miembros de nuestra asociación y a todos los oyentes, que en el texto de "algo tengo para reprocharte, te has olvidado del primer amor después de haber hecho tanto, después de haber luchado contra tantos, contra los que te atacaron y demás" es aplicable a nosotros, y compartíamos ayer respecto a una de nuestras asociaciones que estamos buscando la manera de reavivar su fuego y extenderla por todo el país, que esto es lo que necesita Hombre Nuevo, como lo necesita Radio María y como lo necesitamos todos los que somos miembros de este lugar.

Pensaba las locuras que hicimos cuando comenzamos, lo sigue siendo pero el paso del tiempo, el desarrollo, el crecimiento y el estar en tantos lugares, nos ha hecho que la atención la tengamos que poner sobre muchos aspectos que no esperábamos tener que atender y se corre siempre el riesgo de perder aquel entusiasmo del fuego, estamos más conscientes y más crecidos, pero no puede la conciencia y la madurez apagarnos el entusiasmo, si entendemos entusiasmo en su sentido real y etimológico, estar en Dios, vivir la vida desde dentro de Dios.

Yo creo que aquellos fuegos del primer amor son los que hay que recuperar, hay que volver a pedir al Señor que nos encienda en aquel fuego del primer amor. Para eso, como dice el Padre Ángel Rossi, al fuego a veces en la noche de campamento se le pone cenizas para que no se apague y al otro día cuando uno se levanta se saca la ceniza y las brasas están, están allí presentes.

Hay que sacar las cenizas que hay en el corazón para que la vida adquiera el fuego que necesita desde el amor para encontrar su sentido, esta llama de amor vivo en Dios dentro de nosotros, a eso estamos apuntando pidiéndole al Señor que en este ascenso el monte y hacia el encuentro con él no sea otra guía la que recibamos en la noche sino el fuego de su amor.

Hoy te invitamos a compartir a través de que personas el amor de Dios te sorprendió y te llevó hacia el camino del encuentro pleno con él. Como dice Juan de la Cruz, reconociendo que la fuerza que tiene este amor capaz de transformar.

¡ Oh noche que guiaste !,

¡ oh noche amable más que la alborada !

¡ oh noche que juntaste

Amado con amada,

amada en el Amado transformada !

Porque el amor de que hablamos es un amor que transforma y nos hace distintos.

El amor, da a entender Juan de la Cruz es el camino de sí mismo, para él solo hay un camino para llegar a la meta que es haber hecho carne en su propia historia, en su propio camino y en su doctrina de Jesús, la doctrina del Amor. El alma empieza a llenarse poco a poco de Dios mientras se va despojando de todo lo que no es él, en la medida en que se enriquece se va haciendo más dócil, más maleable. Cuando Dios lo ocupa todo entonces el alma es como – dice Juan – un guante que sigue fielmente el movimiento de la mano que lo lleva, la mano blanda, la mano poderosa de Dios.

Cuando el amor de Dios es el que nos guía, cuando el amor es el gran habitante de la vida, entonces todo uno es guante donde está la mano de Dios. No quiere decir que se pierda la libertad o la individualidad o la autonomía, lo que pasa es que el amor lo ha invadido todo, lo ha penetrado todo, ha hecho tan suya la interioridad que solo quiere lo que Dios quiere. Dios se ha convertido en su instinto, en su centro de gravedad el cual se dirige natural y espontáneamente con admirable fluidez.

El proceso del amor es simple solo él vasta para transformar el alma, para convertir su dureza en blandura, su aspereza en suavidad. Es importante decir esto que nos acerca Molinere en el libro San Juan de la Cruz, nunca el santo utiliza la palabra ascética y vaya si él es un asceta, ¿no? Porque, porque no está puesto en la penitencia y en la mortificación el acento. El acento está puesto en el amor y el no prenderse a nada particularmente que hace que la vida sea exigente en su proceso de purificación no tiene una razón de ser en sí misma sino en que aspira a más y ese más que supone dejarlo todo tiene un centro de gravedad que es Dios y su Amor, los amores que nos guían hacia Dios. Juan no habla de ascética, tampoco habla de mística, porque la mística que es el misterio, para Juan, es penetrable solamente desde este lugar.

Juan habla de un camino y el camino es el del amor, no hay un camino ascético, trabajoso, prosaico, sin consuelo ni arrimos, ni camino místico, suave, llano, poético enriquecido con gracias extraordinarias, iluminado con grandes regalos y consuelos. Hay un camino de amor que puede traer como consecuencia todo aquello pero que todo aquello, las gracias y los sacrificios, no lo explican. Solo el amor explica las razones que habitan en el corazón del que nos invita a ascender al monte atraído por esta fuerza, le cabe a lo que estamos diciendo, la expresión de Jesús en la palabra, cuando Dios es puesto en lo alto atraeré a todos hacia mí. Hay un solo camino que va desde el amor incipiente, auriverde al amor maduro y sabroso, porque está en sazón, porque está crecido, en él no hay saltos, no hay interrupciones, no hay marcas o señalizaciones. Es un camino continuo que va zigzagueando entre valles y espesuras, que termina en el monte donde Dios desde lo alto nos llama y nos espera atrayéndonos desde su gran amor.

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el amado transformada!

En la perspectiva teológica espiritual ascética mística en el amor, esta es la ascética y la mística de Juan de la Cruz, el amor tiene la capacidad de transformar, por eso que transformaste amada en amado, dice San Juan de la Cruz. El amor que funde Dios en el corazón mediante la contemplación va cambiando poco a poco hasta transformar a la persona, es el amor el que cambia. Por eso aquello que decíamos ayer, cuando uno piensa en la frase de Juan “los dolores de amor se cambian con presencia y figura” no es solamente estar sino estar al lado del herido, amándolo.

En esto a mí me llama profundamente la atención lo que ocurre en Hombre Nuevo.

En Hombre Nuevo nuestra experiencia es que cambia la vida de ellos pero se transforma la nuestra, cambia la vida del hermano que está en la calle y se transforma la nuestra porque en realidad es tal la experiencia del amor que transforma, el amor transformante. Cambia su vida, se transforma la nuestra, allí en el servicio de situación de calle hay una gracia en nuestra obra de amor en este sentido como Juan de la Cruz lo plantea, amor transformante. El seguir el itinerario de lo que ha sido la vida de Jesús entre los pobres nos regala esta experiencia ciertamente mística es la calle de un amor transformante, bastan unos segundos de iluminación, una chispa de amor para esclarecer y abrazar el alma hasta convertirla en un ascua, en un incendio.

Como pasa en los campos nuestros, ¿no? A veces cuando solamente una chispa se enciende, todo el campo se enciende. Estas chispas del amor de Dios son las que necesitamos para que encienda un fuego dentro de nosotros y eso desde la perspectiva de san Juan de la Cruz viene de la mano de la gracia de la contemplación que es un don de Dios.

Es decir, este fuego no se lo puede ir a robar a los dioses como hace Prometeo, este fuego es el que el Dios viviente pone en el corazón, él es el que enciende el fuego, él es el que enciende el alma, por eso esta gracia de volver al primer amor es gracia que pedimos del fuego del amor de Dios una vez más encendido en el corazón.

¿Cómo se siente el alma?, dice Juan, poseída y exclama con Pablo, ya no vivo yo es Dios que vive en mí.

Así como el fuego se apodera del hierro metido en una fragua, dice San Juan, hace que este venga a tener todas las propiedades del fuego sin dejar de ser hierro, así el alma abrazada en Dios viene a ser como él sin perder su naturaleza y por eso se transforma

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el Amado transformada!

Lo que transforma es la presencia de Dios que nos ama. Ese incendio interior es don de Dios y todos somos invitados a percibirlo porque no es que no esté encendido, no está siendo tantas veces bienvenido o recibido y entonces hay que hacerle un lugar para sacar la ceniza y para que comience a arder de nuevo. Ese es el proceso de purificación, esas son las noches de orden de la vida. Cómo se sacan las cenizas que tapan el fuego que está escondido en lo más hondo del corazón, ordenando la naturaleza, saliendo por la noche oscura, de los sentidos, desprendiéndonos de las afecciones que los sentidos nos generan con las cosas y nos apegan a las criaturas, dice Juan, no para vivir como ángeles sino para no vivir pegados a las cosas, ese es el verdadero proceso de purificación, no se trata de no tener vínculo con las cosas sino tener un vínculo ordenado, no afectado desde la sensibilidad, no con apego a la misma sino justamente con orden, es la noche de la razón, a veces las luces que la razón nos trae hace que nosotros nos prendamos a lo que pensamos, a lo que creemos, a lo que vemos como juicio y no nos abrimos a las otras posibilidades. Es lo aprendido, es lo sabido, y se hace noche el andar por lo desconocido porque uno no lo sabe, cuando la que guía es solamente la razón o la sensibilidad. Cuando uno va con otras categorías como es la de la fe, donde en la noche se avanza al encuentro con el amado, claro que es de noche porque ya no hay un rumbo por lo conocido y lo sabido sino que somos llevados a donde no sabemos por donde no sabemos, y en ese andar de noche lo que buscamos en la fe y en el creer en el camino de la oración particularmente y de la caridad que informa la fe es despertar ese incendio interior

¡Oh noche que juntaste

amado con amada,

amada en el Amado transformada!

Nos encontramos el lunes para compartir el despertar con María, lo hacemos con el espíritu de gozo y de alegría de todos los días y con la certeza de que el Señor nos dará una nueva oportunidad para ser familia en la red de Radio María Argentina y nos vamos a encontrar –entre otras cosas- con una etapa final del seguimiento de una parte de la espiritualidad de Juan de la Cruz en este regalo grande que Dios nos ha hecho en este doctor de la Iglesia San Juan de la Cruz.

Buen fin de semana para todos, nos encontramos el lunes.