Jesús está en los detalles

viernes, 22 de agosto de 2008
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Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle:  “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”.  Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo:  “Les aseguro que si ustedes no cambian y no se hacen como niños no entrará en el Reino de los Cielos, por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de los Cielos.  El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre me recibe a mí mismo.  Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están en presencia de mi Padre Celestial”. 

“Qué les parece, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña para ir a buscar la que se extravió?.  Y si llega a encontrarla les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron.  De la misma manera, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno sólo de estos pequeños”.

Mateo 18, 1 – 5; 10, 12 – 14

Hoy es un día muy especial para nosotros los bautizados, los cristianos, especialmente desde aquí, desde América, desde Ecuador, día en que comienza nuestro  CAM 3 – COMLA 8, Congreso Misionero Americano. Bendito sea Dios, es una gracia poder revivir la experiencia de compartir toda la dimensión misionera de la Iglesia, hacernos fuertes en la fe, comprender que el Señor nos llama y nos envía.

Es un día para nosotros muy especial, empieza el COMLA, tenemos alegría en el corazón, estamos unidos. Todo este tiempo hemos estado orando, haciendo la oración para pedir la gracia que el Señor quiera derramar sobre su Iglesia en este tiempo en el que somos, como dice en Aparecida, “convocados y provocados para entrar en un estado de misión”, vivir desde el envío.

Este es el pensamiento, el deseo del Espíritu. Sabernos enviados, elegidos, amados y enviados. “Los elegí para que estuvieran conmigo y para enviarlos a predicar” dice el Señor en la Palabra. Vivir con esta clave hoy en estos días del COMLA, días que van a ser tan importantes, qué momento de gracia, el Señor se va a derramar abundante sobre su Iglesia desde Ecuador para toda Latinoamérica y para todo el mundo.

En ese librito que hace tiempo escribieron el Padre Ángel Rossi y el Padre Diego Fares, “Pequeños gestos con gran amor”, son unas reflexiones que escribieron estos sacerdotes argentinos para el tercer milenio y como hoy el Evangelio tiene una clara alusión a lo pequeño y a los pequeños y que para alcanzar el Reino de Dios hay que hacerse como pequeño yo también me voy a tomar la atribución de tomar una pequeña parte escrita por estos sacerdotes para compartir los gestos pequeños, testimonio que nos dan los más humildes. 

La especialidad de Jesús, en donde el se luce, en donde nos dice “Aquí estoy yo”, en donde nos muestra la calidad que tiene para obrar en las cosas pequeñas e insignificantes cuando mirando poner las ofrendas votivas en el templo de Jerusalén y todos ponían importantes donaciones, la pobre viejita ponía una pequeña moneda, a lo que Jesús dijo: “Esta puso más que todo porque puso todo lo que tenía para vivir”. Y esto nos muestra que ciertamente nuestra cosmovisión cristiana, la cosmovisión de la fe nos hace ver que todo es importante, la cantidad es importantísima, es esencial, y la calidad, ni les cuento, ambas hacen a la santidad. 

A veces hace falta tan poco para que las cosas o los corazones mejoren, “pequeños gestos con gran amor” decía la Madre Teresa. Es verdad, la vida está hecha de gestos y uno se va dando cuenta con el tiempo que tiene que dar más importancia a esos gestos. Quizás tengamos que decir cuánta sabiduría tiene para nuestra existencia concreta y no nos damos cuenta aquella enseñanza del Señor: “El que es fiel en lo poco será fiel en lo mucho” y lo que nos sucede, dice el libro que estamos compartiendo de Fares y Rossi es que esperando que cambien las estructuras, lo cuál es por supuesto muy deseable y necesario, no damos esa manito sencilla para aliviar una necesidad concreta que nos sale al paso y que paradójicamente, si fuéramos más en número y en perseverancia quienes se animaran a esto, seguramente cambiaríamos las estructuras. Las estructuras no cambian por un acto de poder sino por muchos pequeños gestos de amor y de entrega.

En esta jornada quiero invitarte a ser como Jesús, especialista en los detalles, en lo pequeño e insignificante.

Y como continúa la lectura, dice: “a ejemplo de ello, que es necesario cambiar tantas estructuras y que loable y gratificante sería poder cambiar tantas cosas que están tan viejas, tan arruinadas, tan entristecidas, tan poco operativas y que son de tan pocos y que dejan a tantos afuera, esas estructuras deben ser cambiadas ¿desde dónde? Desde el poder, desde la seguridad, desde el que tiene el norte claro, desde el que sabe todo o quizás mirando a Jesús desde las pequeñas minúsculas atenciones que el corazón decida tener cada paso que da en su vida. Esta es la provocación del Evangelio, ser fiel en lo poco. Ejemplo de ello es esta experiencia tan linda que contó el padre Rossi de una carta de lectores de la Nación de aquella periodista que entrevistó a Don Camaño, uno de los tantos hombres que viven en esas calles de Buenos Aires, que viven ahora en el Hogar San José. Aquella periodista, casada, madre de varios hijos, salió a la calle y lo encontró a Don Camaño, lo invitó a comer algo en un bar mientras lo reporteaba. Le preguntó de todo un poco, de la vida, de la calle, del hogar, hasta que a la mujer se le ocurrió una pregunta que en otro caso podría haber sido más lógica que en este: “Usted, ¿qué haría si gana el Loto?

Y la respuesta de aquél hombre fue todavía más sorpresiva: “Lo primero que haría sería hacerles unos buenos ñoquis a mis compañeros del Hogar”. Que lindo ponernos nosotros en el corazón de ese hombre pobre que de golpe recibe la sorpresa de la riqueza. Cómo se enloquece nuestro corazón, como pulsa ocultas ambiciones, ansias de poder, necesidades de ser y de valer ante los demás nos llevarían a tantas decisiones locas, cuántas cosas se transformarían en indispensables para nosotros porque de golpe dejaríamos de ser pobres y entonces no podríamos vivir sin cierto nivel, ciertas marcas, relaciones, vehículos, viajes, comodidades, bebidas. Cuánta cosas inútiles y pasajeras se transformarían en esenciales. Miren lo que es el corazón de este hombre, resulta que no era tan pobre. No tenía a donde vivir, vivía en la calle. La periodista lo sorprende con la pregunta pero ella misma empieza a aprender de la vida cuando le lee el corazón a este hombre”.

“Lo primero que haría si saco la lotería es hacerle unos buenos ñoquis a mis compañeros de hogar”. No me puedo salir de esta frase, me voy calentando el corazón mientras mis gomas van patinando en este barro. Se me dilata el corazón. Quizás es como una sensiblería pero acá hay algo muy esencial, y no quisiera que se nos escape de la mano como se nos escapan tantas cosas importantes de la vida por estar tan distraídos de lo pequeño. Cuánto más pequeños nos hacemos más sensibles, más perceptivos, más realistas, más capaces de introducirnos en el corazón, de comprender las fibras del alma. Qué regalo de la vida, qué invitación, qué inteligente que es Jesús: “Sean pequeños, háganse como los niños”.

Creo que vale la pena aprender esa lección esencial de la vida, se lo digo al rostro y al corazón de la querida y agresiva sociedad de consumo, de la que quizás vos sos un gran servidor, y te provoco a escuchar esta Palabra del Evangelio que en un ratito vamos a estar escuchando en el Evangelio. Hacernos pequeños es algo esencial en el hombre.

“La periodista seguramente emocionada, fue a su casa, reunió a su marido y a sus hijos y discutieron entre ellos: “Lo que sentimos es que teníamos que hacer algo también nosotros”, le contaban al padre Fares, y cada uno de la familia puso algo de plata y decidieron que Camaño se ganaría la lotería. El viernes llegaron al hogar bien envueltos y medios todos los elementos para hacer unos flor de ñoquis para 56 personas, que son las que ahora duermen en el hogar. La bolsa de papas, el tomate, las cebollas, la harina, la sal, el queso rallado, y el sábado a la noche hubo ñoquis en el hogar. Camaño pidió permiso para entrar más temprano y amasó el sus ñoquis para todos. A partir de este hecho delicado y generoso por parte de la familia de la periodista, y de gran dignidad y ternura por parte de don Camaño, Fares, saca sus conclusiones: lo primero es que cuando uno escucha estas cosas se siente más en casa, contento y reconciliado con esta providencia de Dios de ser humanos y en segundo lugar, con qué poca cosa nuestras ciudades pueden convertirse en un hogar. Y tercero, que habría ñoqui para todos y riquísimos si se renunciase a ser ñoquis y se optase como Camaño a trabajar para sus compañeros. Dicen que el mismo Camaño los quería amasar, cocinar y servir, se hizo todo para todos. Cuarta conclusión de Fares, quizás seríamos muchos más felices y fecundos si en vez de vivir preguntándonos por qué me pasan todas a mí, comenzásemos a preguntarnos ¿qué puedo hacer yo? Y hay una quitan conclusión que saca Fares y es que hay que recuperar el discurso humano en nuestras economías y políticas, ambas empachadas de discursos técnicos, fríos, e impersonales: flexibilización, estabilidad monetaria, sistema…. Un discurso humano que nos hable de economía haciéndonos sentir artífices de nuestro destino. Qué linda conclusión, fantástica. Y qué manera de vernos nosotros como posibles constructores de los cambios estructurales, desde nuestro pequeño hacer de cada día. Conclusión: no hay nada que hacerle, hay que hacerse como niños.

 

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, enciende en ellos el fuego de tu Amor, envía tu Espíritu para darnos nueva vida y renovar la faz de la tierra. Dios, que has iluminado los corazones de los fieles con la luz del Espíritu, danos el gustar todo lo recto según el mismo Espíritu y gozar siempre de su consuelo. Te pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén

 

Les comparto que ciertamente me parece impresionante proclamar este evangelio y lo veo más oportuno que nunca en este tiempo, y más necesario que nunca. Proclamar la grandeza en lo pequeño. Dice la enseñanza de la tradición cristiana, la experiencia de la fe, y la Palabra que Dios da su gracia a los humildes y resiste a los soberbios, que Dios se manifiesta a los pequeños y confunde a los poderosos en su certeza y en su sabiduría. Y toda la historia y la experiencia nos muestran cómo hasta que no nos hacemos pequeños Dios no nos puede tomar en sus brazos y conducir nuestras vidas.

Hasta que no nos hacemos sencillos como los niños, inocentes para el mal como niños, felices de lo bueno, recuperemos la sensibilidad para aprender a reírnos de la cara fea del que nos mira y nos hace una morisqueta, el aprender a querer tener globos en las manos y volar como ellos, que necesario es volver a ser como los niños, quizás parece una poesía pero ese debe ser el estado interior del alma de un cristiano. Reír, cantar y saltar. Querer tener globos y de todos los colores y querer jugar con los autitos y las muñecas, querer correr, ir al parque y hamacarse, querer poder tomar una leche chocolateada con una rica galletita, comerte un buen chocolate y que te lo permitan, tener deseo por lo dulce, deseo por lo que vuela, sentido de alegría, reírse sin escrúpulos, pelearse y ser descubierto, hacer macanas y que los demás se den cuenta y que no te puedas esconder, ¡qué libertad! Poder volver a ser como niños.

Digo estas figuras, el estado interior, ¿cómo está el estado de tu alma? Capaz que estás instalado, que estás aburrido, que tu vida no tiene perspectiva, y quizás hay un niño en ese mundo interior tuyo, mío, nuestro mundo interior, nuestro querido mundo interior se merece que haya niños que lloren, que molesten, que quieran tomar la mamadera a las cuatro de la mañana, que quiera que le cambien los pañales a la hora inadecuada, que gatean, que quieren meter los dedos en el enchufe, que no saben lo que es el peligro, que quiere conocer, ese niño tiene que ir naciendo, tiene que ir despertando a la inocencia, a la pureza. Jesús dice Bienaventurados los que tienen el corazón puro, el corazón limpio, ellos verán a Dios.

Hay una bienaventuranza que acompaña esta experiencia, animarnos a la gran aventura de volver a ser como niños. El niño tiene que ver con no comprender de la maldad, no tiene malicia, tiene quizás lo que llamamos picardía, no digo que no tengan maldad porque los pobres niños han recibido una siembra triste de parte de nosotros, los adultos, y entonces ahora los niños también pueden saber lo que es la maldad, pero hasta cierto punto porque Dios los cuida. Dios siempre cuida de los niños. Los ama, los elige, son un sacramento de Dios los niños.

El ser como niños es la manera como Dios grafica, muestra, enseña como debe ser nuestro procedimiento, nuestra vida. ¿Quieres ser discípulo de Jesús? ¿Querés vivir con Jesús, seguir a Jesús? Tenés que ser como los niños. Aprender a hacerse niños, algo esencial en la vida espiritual. Qué engorroso, qué tarea la de hacerse como niños, cuánto dolor implica para un adulto hacerse niño, achicar todo, desprenderse de todo, empezar a depender, tener que pedir, tener que molestar a los demás. Qué difícil volver atrás. ¿Cómo podré volver a Nacer? Le preguntaba Nicodemo a Jesús, ¿acaso un hombre puede volver a hacerse niño y entrar en el seno de su madre? Claro que no, no se trata de eso, de que el adulto tenga que cambiar sus esquemas, su vida de adulto, se trata simplemente de dejar que el Espíritu de Dios entre en el y haga a nacer de vuelta a aquél que por nacer empieza a ser nuevamente niño.

Tenemos que tener cuidado con no marearnos con tantas reflexiones, pero que tenemos que tener más cuidad con ser receptivos con la Palabra y más “aplicadores” de esta palabra en nuestra vida. Hacer este gran trabajo. Es un trabajo costoso y doloroso también y que eso también es obra del Espíritu, y que si no naces del agua y del Espíritu no puedes entrar en el Reino de Dios le decía Jesús a Nicodemo. Y si no te haces como niño no puedes entrar en el Reino de los cielos. Jesús les decía a los discípulos: les aseguro que si ustedes no cambian y no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los cielos. Jesús habla de una condición sin la cuál no sucede el acontecimiento del Reino.

Yo puedo tener mucho éxito en la cosa buena que yo haga pero quizás mi corazón no sea el de niño, cuidado, ahí está la clave. Jesús me quiere y me está dando la clave. ¿Cómo soy yo frente al mal? ¿Cómo soy frente al dolor, frente a las circunstancias, frente a lo que me supera? Ser como niños, a veces llorar vale más que solucionar.

El Señor se encarga de enseñarnos a través de todas las formas, lo que pasa es que nosotros a veces no entendemos, pero que no entendamos no quiere decir que Dios es injusto o que acompaña sólo a los malos.

Yo creo en la Palabra que dice que Dios hace salir el Sol sobre buenos y malos, sobre justos y pecadores y yo creo que el Señor es padre de todos y que tiene la capacidad de aguantar todo, al bueno, al malo, de provocar y acompañar el bien del bueno y de soportar y esperar al que obra mal, a espaldas suyas, pero siempre como aquella figura linda del padre del hijo pródigo que todas las tardes salía hasta la tranquera a la caída del sol como mirando a lo lejos a ver si no volvía aquél hijo. Dios siempre tendrá nostalgia, y Dios tiene que acompañar al malo porque es el que más necesita, es el que más necesita, el que está equivocado, el que miente, el que hace daño, el que viola su palabra, es el que necesita compasión, es la oveja perdida del que nos habla el Evangelio de hoy.

Nos viene tan bien este Evangelio, no solo valorar lo pequeño, también valorar que Dios nos acompaña y que a veces Dios a algunos les pide que sean pequeños, que renuncien a sí mismos a fondo porque Dios necesita de esa entrega y de esa aceptación generosa. El misterio de salvación es un misterio de cuerpo, de comunión. Yo creo en la comunión de los santos.

Creo en el capital de gracia que se va acumulando en el corazón de Dios cuando vos, tu primo, el enfermo, el preso, todos decimos creo en Dios, amo, acepto la voluntad de Dios y a pesar de las cruces, de los desprecios, vivo la caridad y me entrego y hago el bien aunque me hagan el mal y eso es hacerse pequeño, y es un capital de gracia que Dios quiere que haya una comunicación permanente de bienes en la caridad, en su Iglesia. El mal tiene una misión muy grande pero no sólo hay que ver las sensaciones que provoca y lo que primero muestra. Para eso tenemos la fe. Tenemos que pedir a Dios la mirada del niño que es una mirada penetrante. El niño es una persona que siente y percibe la realidad. Muchas veces decimos que los niños no entienden nada. Cuánta verdad y cuánta mentira tiene esta expresión.

Yo conocí a aun niño que cuando era niño quería tener más hermanos. Soñaba con dos hermanos más, los necesitaba, era increíble. Esos dos niños que el soñaba y deseaba y quería que fueran más hermanos en su casa, eran los dos hermanos que sus padres habían abortado.

Hacerse pequeños, hacerse como niños es el gran desafío, pero no es un esfuerzo, no se trata solo de un sacrificio en cada circunstancia, que hay que estar tratando de hacerse niños. Es un estado natural ser niño, es un estado natural ser niños, ¿qué quiere decir esto? Jesús nos dice que si no cambiamos y no nos hacemos como niños no entraremos en el reino de los cielos. No está hablando de un esfuerzo de músculo y de voluntad y de capacidad y de responsabilidad permanente. Jesús está hablando de un estado natural, de un cambio, no está hablando de una responsabilidad y de una capacidad. 

Eso es complicado, agotador y frustrante porque todos nos cansamos de tanto hacer fuerza, Jesús está hablando de un estado normal, ser niños es dejar de ser adultos, o sea maliciosos, injustos, mentirosos, egoístas, soberbios, pagados de sí mismos, incapaces de aceptar los errores, estúpidos muchas veces y apegados a nuestras pasiones desordenadas. Se puede, Jesús lo está pidiendo. Nada de lo que Jesús pide es imposible.

Cuando Jesús dice “Sean perfectos como el Padre Celestial” está pidiendo algo que es posible, no será posible para nosotros ni a la manera en que nosotros la entendemos pero es posible, es más es tan posible que además tiene otra característica: es necesario. “Les aseguro que si ustedes no cambian y nos e hacen como niños no entrarán en el Reino de los Cielos”. Está pidiendo la condición sustancial para entrar en la gloria. Es que Dios se sirve de los pequeños. “Mi alma Canta la grandeza del Señor”, el canto de la Virgen. Cómo no hablar de María al hablar de lo pequeño. Cómo no contemplarla a ella con esa capacidad de Dios, esa receptividad, eso perceptivo de María sobre el plan de Dios, sobre los designios de Dios, qué capacidad de María, qué ductilidad, ¡cómo no hablar de lo pequeño! Y cómo no al hablar de lo pequeño no hablar de María. Pues Jesús nos la deja como testimonio de aquellos que se hacen como niños. Nadie como ella: “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se goza en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación de su esclava” y Dios obró, obró por generaciones y está obrando maravillas.

Contemplar a María, contemplar lo pequeño en María, comprenderme llamado a ser niño, se trata de un estado natural, no se trata de un estado forzado, por tanto se trata de una gracia, se trata de una acción sorpresiva de Dios, se trata de una nueva creación, se trata de volver a nacer, de resucitar, y quién puede hacer esto, qué probeta, qué inteligencia humana, qué ciencia humana puede provocar el nacimiento nuevo mío sino una gracia sencilla y oculta del espíritu que cautivando mi corazón encuentra acogida en él y puede obrar por su virtud el proyecto de Dios.

Este es el proyecto de Dios, que vivamos desde el corazón de niños. Este es un misterio y es una gracia. Esta es la provocación del Evangelio. Por eso Dios, que da su gracia a los humildes y resiste a los soberbios, Dios nos invita y nos da este mandamiento en este día. Si no cambiamos y no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino. Qué lindo trabajar para valorar lo pequeño y hacerme niño. Comenzar a confiar. Quizás estoy en cosas muy importantes pero no confío, no las confío a Dios.

Yo creo en Dios pero con la cabeza pero todavía no confío existencialmente. No estoy tranquilo, estoy nervioso, estoy insatisfecho, preocupado, me pesa una gran responsabilidad sobre las espaldas, ¿qué pasa? no puedo ser niño porque no confío. Tu crees en Dios? El niñito viene caminando sobre la mesa, da sus primeros pasos, sabe que se puede caer, tiene miedo de caminar. Cuando percibe que el papá está con los brazos abiertos y le dice: venga mi amor… y el niño sonriendo camina decidido con pasos torpes y se lanza al abrazo con Jesús.

Como nos damos cuenta no es nada sencillo este desafío. No es para que lo haga yo, es para dejar que se haga en mí. Eso es parte del aprender a ser como niño, el dejar que la vida trabaje en mí, que los demás infieran en mi vida, permitir en lo concreto, comenzar a entrar en una relación con el Señor dejando que el me hable, que mi papá me hable, que mi superior me diga una palabra, y que yo lo escuche atentamente y que en vez de provocarme encono, dureza y posturas, lo que haga sea simplemente comenzar a ver qué me están diciendo y para qué, con una misión y un sentido, dejarme decir, ser como niños. Aprender a hacer el mal permitiendo ser descubierto, otra cosa típica del niño. Hacer el mal, lo incorrecto y esconderse es típico del adulto. Tener argumentos para decir que fue el otro, culpa de la historia, los antepasados, las circunstancias, y cuántos chivos expiatorios, cuántas mentiras que elabora la mente adulta cuando no quiere reconocer una verdad. Qué libre que es la persona cuando dice: Yo tiré la piedra, yo te puse el pié para que te caigas cuando pasabas, yo te robé la goma. Aprender a reconocer, ser sencillos, confiar, dejar que me digan, aceptar.

Padre Mario Taborda