Jesús, signo de contradicción

viernes, 31 de julio de 2009
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“No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentra su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”.

La manera de recibir a los Apóstoles

“El que lo recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”.

Los signos mesiánicos

Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

Mateo 10, 34-42 – 11, 1

Jesús ha venido a traer un fuego que quema las naves

Jesús exige al discípulo una determinación sincera, tajante, total, Jesús no quiere medias tintas. Ante Él hay que decidirse, el reino de Dios, el proyecto defu Dios es lo más importante para el discípulo del evangelio.

O se lo toma, o se lo deja. Jesús anuncia con pasión el reino de Dios e invita a arder en esa misma pasión de ofrenda y de entrega, de opción y de elección al que se decide ir por detrás suyo, asumiendo su vocación de entrega, esta supone quemar las naves para no pegar la vuelta sobre otro lugar distinto dónde se arribó en el encuentro con Jesús, cuando uno ha desembarcado en el puerto del reino de los cielos, conviene quemar las naves para no querer emprender el regreso de dónde venimos.

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