La autoridad

lunes, 13 de agosto de 2012
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San Clemente Romano decía en una hermosa oración respecto a la autoridad: “Concédeles Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad para que ejerzan sin tropiezo la soberanía que tu le has entregado. Eres tu Señor rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria, honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige su consejo según lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos para que ejerciendo con piedad en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te encuentre en propicio.”

Una organización, cualquiera sea, la familia, una comunidad parroquial, una comunidad de un movimiento, una asociación, un lugar de trabajo, una nación, un país necesita de un orden fecundo que requiere siempre quien la gobierne con legitima autoridad, que defienda su identidad desde ese lugar de autoridad en el cumplimiento de la misión, de esa misma institución que se le confía. Este es el valor y el sentido de la presencia de la autoridad en cuanto que orgánicamente establece las pautas que hacen a la saludable convivencia en el ámbito de lo social.

¿A qué se llama autoridad? A la cualidad, en virtud de la cual personas o instituciones dan leyes y ordenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia en función de que detrás de esos mandatos razonablemente establecidos, la convivencia en ese ámbito de la sociedad que se le confía, funcione a favor de todos y en razón de una justa distribución de derechos y deberes alrededor de ese espacio de convivencia. Toda la comunidad humana necesita de una autoridad que la rija, que la gobierne. Esta tiene su fundamento en la naturaleza humana, en cuanto que es necesaria para la unidad de la sociedad. Si la autoridad, en términos razonables, no genera una serie de mandatos que regule la convivencia, la naturaleza humana herida por el pecado haría de los individuos inconexos descoyunturados en su modo de establecer vínculos y por lo tanto el nivel de conflictividad que se establece sobre ese espacio de compartir juntos, es de alto riesgo para que la sustentabilidad de lo social tenga perdurabilidad en el tiempo.

 El valor de la autoridad, el sentido de la autoridad, a veces, detrás de la búsqueda, de nuevos modos de organización, este valor a sido como desvencijado y ha sido como desechado cuando no denostado. En algunos términos, uno podría comprender que así sea cuando la autoridad se hace despótica, se hace autoritarismo, cuando la autoridad no se regula desde la razonabilidad sino de la voluntad de poder, cuando la voluntad de dominio, detrás del ejercicio de la autoridad no respeta los derechos de las personas sino que les pasa por arriba, no los considera, no los valora. Es que el valor de la autoridad hay que vincularlo a otro valor social que debemos aprender a regular y a considerar en nuestra convivencia, que es el del bien común.

La autoridad, como tal, en la convivencia viene exigida por un orden de comportamiento ético que emana de una razonable manera de comprender cómo es mejor ordenar la convivencia y de qué manera hay que regular esa convivencia a través de la promulgación, la ejecución y el cumplimiento de ciertos mandatos y leyes, ordenes que están establecidas en ese mismo ámbito. La palabra de Dios en la carta de los romanos y en la primera de Pedro 2, 13-17 nos recuerda este valor. Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y la que existe por Dios han sido constituidas de modo de que quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden establecido por Dios y los rebeldes se atraerán por sí mismos un espíritu de condenación que sería como de desorden. En la sociedad en la que vivimos la ausencia de valor, además por lo que decíamos antes por un ejercicio exagerado, irracional, autoritario, despótico que no ha respetado desde ese lugar de voluntad de poder, las libertades personales, individuales o de grupos a degenerado en cada uno haga lo que quiera y en este querer convivir sin un principio de orden que establezca el comportamiento regulado para el conjunto comienza como a desvencijarse las posibilidades de una convivencia armónica, la autoridad responde como decíamos a un principio ordenador y en este sentido, si hay alguien que establece orden del acto mismo de la creación para nosotros es Dios quien ha marcado la naturaleza de todo lo que ha creado con sus propias leyes que cuando el hombre las trasgrede después, estas mismas terminan por ir en contra del hombre, en cuanto son más fuertes que la voluntad de poder que el hombre tiene cuando va mas allá de lo que corresponde. Todo tiene su ley que lo ordena y en este sentido, la autoridad también tiene que ordenarse en función de lo que más conviene según la naturaleza misma de las cosas, la autoridad se hace despótica cuando justamente no respeta el orden y cuando legisla por encima del orden establecido, cuando por alguna ideología, alguna imposición, algún interés, algún negociado, alguna manera deformada de la comprensión de la realidad establece aun con acuerdos establecidos o dados en consenso que pienso en el ámbito de la democracia normas y pautas que están lejos de responder a lo que el hombre, en su naturaleza necesita para desarrollarse saludablemente, en este sentido, no hace falta tener muchas leyes, sino tener verdaderamente leyes que respondan a la naturaleza humana del desarrollo de su verdadera integridad y que respete en particular a los más frágiles y a los más vulnerables, a los que son en el cuerpo social más difíciles de proteger sobre ellos particularmente velar la ley, el orden y el ejercicio de la autoridad para quien no se pueda defender por si mismo encuentra la defensa en quien adquiere la posibilidad de velar por todos y de esta perspectiva hay que analizar particularmente en nuestra sociedad lo que la clase política viene ejercitando con una cierta autocracia o con un cierto autoritarismo en el ejercicio democrático lejos de lo que corresponde al bien del conjunto y sin respetar algunas normas y pautas que hacen a la consideración de los más frágiles, los más débiles de los niños, de los jóvenes, de los adolecentes. Dos ejemplos, la ley del aborto en la Argentina, que como tal ha sido promulgada de hecho a partir de cómo se ha regulado el aborto en caso de abuso sexual o en caso de violación, todos sabemos que definitivamente sin haber promulgado la ley del aborto en Argentina de hecho se ha legislado sobre la misma, doy el caso del trabajo que se viene haciendo, uno no entiende mucho con qué lógica en torno a la despenalización de la droga y una serie de leyes que por estos días se van buscando promulgar que están lejos de responder, a mi manera de entender al menos, a lo que hace a la naturaleza misma del desarrollo de la sociedad y se piensa, esto ya es mirada de quienes tienen una amplia investigación en el ámbito legislativo en legislar para personas, para pequeños grupos sin entender que la mirada del estado debe estar fijada sobre el conjunto del bien común por el cual debe velar, sobre todo el riesgo que se corre es cuando se legisla en el ámbito de las libertades individuales o de pequeños grupos es cuando para unos y para otros se legisla y las legislaciones pudieran entrar en conflicto de intereses, como es que se hace para velar por el bien de todo, si no hay una mirada de bien del conjunto, como que sea esta la que guie y oriente el modo de legislar. Tu mirada sobre lo que pasando respecto de este tiempo que transcurre en la Argentina en orden al ejercicio de la autoridad ¿cuál es en la clase política? Y en quien tienes la responsabilidad de la democracia de favorecer el dialogo y la participación para un claro trabajo de búsqueda de conjunto para el bien de la sociedad en su totalidad.

¿Cuál es tu mirada sobre cómo se ejerce la autoridad en estos tiempos en la Argentina?

La autoridad no saca de sí misma su legitima moral, no se porta de manera despótica, sino que actúa para el bien del conjunto bajo la fuerza de la razón que le da la posibilidad de discernir lo que más conviene en orden a establecer la armonía en la convivencia respetando el bien de las personas y apuntando aquí, así pueda la sociedad en conjunto ordenarse. El despotismo es un gobierno de una autoridad singular, una persona o un grupo de personas que no están estrechamente relacionadas y que podían gobernar con un poder absoluto, cuando decimos que no están estrechamente relacionadas lo decimos en función del bien del conjunto entre ellas, el despotismo es ejercicio de una autoridad exagerada donde el que establece el orden es el que gobierna, no la razón de lo que más le conviene al conjunto de la sociedad. Legislar es posible cuando se conforma eso que se determina como orden según la justa razón, esto que venimos diciendo. Cuando es la ideología, o cuando es el interés de un grupo, o cuando es la xenofobia, o cuando es el espíritu de lucha, o el ejercicio del poder por el poder mismo, la razón se ve desdibujada, enferma, sin capacidad de ejercerse de la manera más clara. En la medida en que nosotros nos apartamos del ejercicio razonable en el camino del dialogo, en el camino de la búsqueda de lo mejor para el conjunto, sin defender posiciones ideológicas de sectores o de grupos en la medida que vamos por ese camino podemos encontrar la salida orgánica a lo que verdaderamente más y mejor sea para el bien del conjunto. La autoridad solo se ejerce legítimamente si busca, si se ejerce como detrás del bien común, si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden de lo que razonablemente corresponde estas disposiciones que se toman, nosotros lo decimos desde nuestra mirada como iglesia, no nos obligan en conciencia. Esto tiene que ver con lo que ha pasado estos días con el tema cuando se discutía lo de la despenalización del aborto, si aparece una persona que pide abortar y el médico o en el grupo de médicos o en el hospital donde se lleva adelante la tarea la persona no está de acuerdo, en términos de conciencia podríamos negarnos a hacerlo. En ese sentido es hasta mandado en conciencia a no hacerlo, en semejante situación la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa cuando se quiere obligar a las personas a hacer en lo que la justa razón de su conciencia cree que no corresponde y están justificada para al mismo tiempo en términos objetivos no adherirnos a lo que se establece como orden, es más, está mandado resistir, está mandado negarse al cumplimiento de lo mandado si en conciencia uno con justa razón cree que lo que está mandado no corresponde al orden de lo justo. La autoridad en la saludable convivencia social, como una parte importante para el ejercicio de nuestra convivencia forma parte de nuestro compartir de hoy.

Es preferible que el poder en el ejercicio de lo que la iglesia al menos recomienda cómo modo de ejercicio  de poder en democracia, como el sistema más recomendable para la convivencia social esté dividido, más cuando un pueblo como el nuestro se auto determina a sí mismo en el ejercicio del poder delegado en sus representantes como república. Uno de los valores que la república debe defender para poder subsistir como tal, es que los poderes, legislativo, ejecutivo, judicial, estén claramente diferenciados, no estén politizados por así decirlo y cada uno de ellos según la naturaleza de su participación en el conjunto de la construcción del bien de la sociedad pueda trabajar en libertad y según lo mandado por la naturaleza misma de los organismos. En este principio del estado de derecho está guardada o protegida la soberanía de lo mandado, de lo establecido, de la ley y queda libre la voluntad popular expresada en los representantes con el poder tripartitamente repartido. Nos vemos liberados de una voluntad arbitraria, también es saludable en este sentido la alternancia en el poder, en el ejercicio de la representatividad cuando hablamos de poder hablamos de eso del poder delegado del pueblo en las instituciones democráticas bajo el orden representativo, en este orden la Argentina necesita de un tiempo de madurez y es verdaderamente a partir de la insistencia en el camino como podemos ir aprendiendo a auto determinarnos en la delegación responsable del ejercicio del poder, para esto es clave la responsabilidad en la participación y la libertad en la expresión. La pregunta que gira es ineludible para el compartir de esta mañana es clara, estamos hablando de la autoridad y en una Argentina que ha visto cercenada el ejercicio de la libertad durante tanto tiempo en una nación tan joven como la nuestra, la autoridad ha tomado rostros distintos, se ha cuartado la libertad del pueblo en la representatividad delegada democráticamente en quienes la representan por mucho tiempo, desde el año 1983 gracias a Dios esto ya no está más y la democracia funciona pero sin duda que hay que seguir trabajando para que verdaderamente la autoridad representativa madure en su capacidad de velar por el conjunto y de establecer el orden bajo la razonabilidad cuidando y velando en particular por los más débiles, por los más frágiles, por los que menos pueden, por los que menos tienen, por los que menos saben.

                                                                                                  Padre Javier Soteras