La Celebración del Sacramento del Matrimonio

martes, 8 de noviembre de 2011
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Siguiendo las catequesis en torno al matrimonio, para celebrar ese acontecimiento de don, de gracia, de regalo con el que Dios une a dos distintos y los hace uno solo y qué bueno es ver el testimonio de hermanos nuestros que en el camino dejan una huella del sentido de la unidad en lo diverso. Varón y mujer, dos distintos constituidos en una sola carne. Testimonios de matrimonios que nos llaman la atención va a ser la consigna de hoy. Lo que nos dejaron como testimonio de su unidad, de su alegría, de su trabajo, de su servicio, de su amor, de su cariño, de su capacidad de diálogo.

 

Vamos a detenernos hoy en la celebración del sacramento del matrimonio, vamos a tomar algunas consideraciones que vienen dadas en la celebración del sacramento que nos pueden ayudar para entender el sentido de misterio profundo que supone la presencia de Dios en el vínculo entre un hombre y una mujer.

 

1.- Relación entre Eucaristía y matrimonio

Lo primero que consideramos es la relación que existe entre la Eucaristía y el matrimonio. En la eucaristía se realiza el memorial de la nueva alianza en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada, por la que se entregó. Allí en la eucaristía se celebra esa entrega de Jesús por la Iglesia. Y por eso, en el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente y recomendablemente dentro de la celebración eucarística, porque se celebra junto al ministerio fontal de la alianza que es Cristo y su entrega de amor a la Iglesia, el misterio que es consecuencia a aquel amor matrimonial de Jesús, por la Iglesia que es la unión entre un hombre y una mujer.

 

2.- Relación con el vínculo del sacramento de la Reconciliación.

 El vínculo con el sacramento de la reconciliación, también hay que decirlo, es saludable para la celebración del sacramento del matrimonio porque preparar bien el corazón, limpiar bien la chimenea, preparar una buena disposición, hace que se reciba mejor la gracia sacramental.

 

3.- Centro de la celebración: El consentimiento de indisolubilidad, fidelidad y fecundidad

 ¿Dónde está el centro de la celebración del sacramento del matrimonio? El centro de la celebración está en el consentimiento. ¿Qué es el consentimiento matrimonial? Es la materia en torno a la cuál la gracia marital se ofrenda, se entrega ella en el consentimiento junto a la unión de los dos cuerpos, en la consumación del matrimonio son la materia que constituyen la gracia sacramental. Así como la materia del Bautismo es el agua derramada sobre la cabeza del que va a ser bautizado, la materia de la confirmación es el Santo Crisma puesto sobre la frente del que va a ser confirmado, la absolución que da el sacerdote es la materia en torno a la cual se celebra el sacramento de la reconciliación, la materia del sacramento del matrimonio, donde se hace presente la gracia que el Espíritu Santo derrama sobre los esposos, es doble, por un lado el consentimiento matrimonial, el sí dado para siempre, y la unión matrimonial de los dos cuerpos en el acto conyugal que también constituye al acontecimiento sacramental. Por eso tiene un carácter sagrado la cópula matrimonial, no es solamente un encuentro de sexualidad, lo es pero en un sentido santo, sagrado, porque allí se expresa de una manera sacramental el vínculo que está tomado como decisión en lo profundo del corazón y que acompaña toda la vida y se celebra el encuentro que une a dos haciéndolos, como dice la Palabra, una sola carne en los hijos, en la misión paterna. Para que haya verdaderamente consentimiento tiene que haber claramente no coacción y no estar impedido por una ley natural y eclesiástica. La Iglesia considera el intercambio en un acto humano por el cuál el esposo se da y recibe mutuamente. “Yo te recibo a ti como esposa, yo te recibo a ti como esposo” dice el ritual. Este consentimiento que une a los esposos entre sí encuentra su plenitud en el hecho que los dos vienen a constituirse en una sola carne, su descendencia. El consentimiento matrimonial está en el centro de la celebración del matrimonio, y expresado por los esposos se hacen ellos ministros del sacramento. Por eso está mal decir “¿a vos quién te casó?” tal cura, tal diácono, tal obispo, no ni el cura, ni el diácono, ni el obispo casan a nadie, lo que hacen es ser testigos de la entrega mutua que el esposo y esposa se hacen y ellos son los que celebran, los celebrantes del sacramento, que para que sea sacramental la entrega de esa celebración necesita un ámbito litúrgico y eso lo garantiza la comunidad reunida acompañada por los esposos y el testigo calificado que es el ministro de la Iglesia. 

 

4.- Invalidez del consentimiento

El consentimiento debe ser un acto de voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia, de temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta el matrimonio es inválido o nulo. La Iglesia, tras examinar situaciones por el tribunal eclesiástico competente puede declarar esta nulidad matrimonial, que no es decir que genera la separación de los que estaban unidos, dice que la unidad nunca existió, porque si el consentimiento está viciado nunca hubo matrimonio, nunca hubo vínculo, no ha existido el matrimonio. Lo que hace la Iglesia es declarar que hubo un error en el momento mismo de celebrarse el matrimonio, que no se tomaron en cuenta las instancias en la cuál se encontraban marido y mujer, afectados por algún vicio que dañaba el consentimiento y que por lo tanto impedía que se produjera el vínculo.

 

5.- Los ministros del sacramento

Como decíamos, los ministros del sacramento son los esposos, ellos son quienes de alguna manera presiden. El sacerdote o diácono que asisten a la celebración del matrimonio reciben el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia, la presencia del ministro y los testigos expresan visiblemente que el matrimonio es eso, una realidad que acontece en el ámbito de la Iglesia. La Iglesia exige para los fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio y hay razones distintas que concurren a que así sea. Un matrimonio sacramental es un acto litúrgico y por tanto es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia. El matrimonio introduce en un orden eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia, entre los esposos y para con los hijos. Por ser matrimonio un estado de vida en la Iglesia es preciso que exista certeza sobre la obligación de tener testigos. El carácter público del consentimiento protege el sí una vez dado, y ayuda a permanecer en fidelidad para que el sí de los esposos sea un acto libre y responsable. Y para que la alianza tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es clave. En este sentido se ve cada vez más la necesidad de crear espacios pastorales que favorezcan el encuentro para el desarrollo de la madurez en el discernimiento y en la mirada completa de lo que es el proyecto de vida con otro que afecta sin duda primero la relación del corazón y lo afectivo en primer lugar pero que supone también una inteligencia que guíe un compromiso que asumir, una economía que permita la sustentabilidad del vínculo, una proyección en relación a los hijos, una planificación, una educación en orden a eso también en lo que hace a la sexualidad, como trabajar la experiencia de los que están casados, como acompañar previamente las situaciones de conflicto que se generan en etapas distintas de la vida matrimonial y de paso todo un camino de formación permanente en el matrimonio. Y para eso hay asociaciones, institutos, movimientos, que colaboran y mucho en este sentido para que el desarrollo de la vida matrimonial y familiar, contenido en un ámbito de trabajo comunitario, sea verdaderamente fructífero, produzca todos los frutos, y el sacramento entonces es bienvenido en un ámbito comunitario en donde también puede florecer y ser testimonio para otros. De manera tal que no de igual casarse o no por la Iglesia. Sino que los que han elegido el modo de vínculo matrimonial en el sacramento puedan reflejar testimonialmente el valor que supone, como dicen muchos casados, ya no ser dos sino tres, con Jesús en el medio.

 

6.- Momentos claves de la celebración

Decíamos que la celebración del sacramento del matrimonio tiene en la centralidad el consentimiento matrimonial y hay dos o tres momentos claves, uno previo y dos posteriores al consentimiento que de alguna manera rodean esa decisión y determinación de ser uno: la Palabra de Dios proclamada que pone luz en lo que se va a celebrar dentro del sacramento, la entrega de las alianzas, que es posterior al consentimiento, y la bendición nupcial que se da antes de recibir el sacramento de la eucaristía en la celebración. Todo esto constituye una unidad celebrativa que pone en sintonía festiva a quienes participan de esa celebración y la verdad sea dicha, hay que darle cada vez más relieve al acontecimiento: en la preparación previa, en el cuidado de la recepción de los novios, en el acompañamiento para que lleguen de la mejor manera al encuentro sacramental, liberando la celebración de todo lo que tiene de folclórico, de social, liberándola saludablemente y al mismo tiempo revistiendo lo genuinamente tradicional y social del sentido profundo que esconde el sacramento para que no se lleve la celebración, ni el vestido, ni las flores, ni la fiesta, sino que en todo caso todo esto sea consecuencia de aquella opción fundante que es haber encontrado en otro de sexo distinto la persona con la cuál hacer complementariedad en un proyecto de vida por el camino para siempre, generando y dando vida. La celebración del sacramento que tiene en el consentimiento matrimonial su eje y centro y en la consumación del mismo la cópula matrimonia, tiene previamente, en la Palabra de Dios, un elemento iluminativo que viene a mostrar la presencia de Jesús en su acto marital, entregando su vida, como esposo de la Iglesia y ofreciéndose en la Pascua como tal, por amor, haciéndose uno con la Iglesia y uniéndonos a él para siempre en su cuerpo. Somos el Cuerpo de Cristo, llega a decir el apóstol Pablo, y habla Pablo, en este sentido de la unión perfecta que existe entre Jesús y la Iglesia gracias a ese gesto matrimonial, nupcial, de alianza, con el que Jesús se vincula a nosotros como pueblo. A esta dimensión cristológica del sacramento le unimos aquél misterio expresado en la entrega de los anillos, donde la particularidad es que el anillo de el lo lleva ella y a el anillo de ella lo lleva él. Esto es una muy saludable manera de decirse uno y otro que este anillo tuyo que lo llevo yo me dice a mí que vos estás dispuesto a hacerte a mi medida y este anillo mío, que llevo puesto yo, digo con ello que yo estoy dispuesto a hacerme a tu medida. Esta posibilidad de vincularse en un misterio de alianza celebrado en el sacramento y expresado en los anillos habla del milagro que acontece en el amor cuando es celebrado bajo el signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros. La capacidad de hacernos a la medida del otro es un regalo milagroso con el que Dios nos va adecuando al otro. Ser uno con el otro supone entrega, renuncia, capacidad de captación del otro, vivir desde el corazón del otro, siendo uno mismo sin perderse, fusionándose sin mezclarse. Esta es la particularidad de milagro con el que Dios bendice a los que se casan bajo el signo sacramental del matrimonio.

 

7.- Alianza y Bendición

La alianza que se entregan los esposos en la celebración nupcial suele ser de oro, metal precioso que no se corrompe, y como todo anillo, no tiene principio ni fin, guarda relación a una expresión eterna, por eso es que cuando se entregan las alianzas se dicen al mismo tiempo que se pertenecen mutuamente y que uno y otro están hechos a la medida uno del otro. El símbolo de la entrega de la alianza de ese metal precioso no corruptible como es el oro, como todo círculo, anillo, no tiene principio ni fin, es como decir que es desde siempre y por siempre. Esta simbología de la entrega de la alianza junto al consentimiento desde la Palabra de Dios, constituyen elementos centrales dentro de la celebración, y se ven después como corroborados en la bendición que hace el ministro, de los esposos. En este sentido a mí me gusta mucho que los padrinos, los papás, también bendigan a los esposos, y si la asamblea toda está preparada, también pueda extender su mano y bendecir a los que van a dar el paso. ¿Qué es bendecir? Bendecir es decir bien. Es decir de la mejor manera. Cuando nosotros bendecimos a alguien en nombre de Dios le decimos a Dios que se exprese a través de nosotros de tal manera que lo que deseamos profundamente para ellos sea de Dios, quien pronuncia su nombre de una manera nueva, sobre lo nuevo que está comenzando. Es como ocurrió en la primera creación. En la primera creación Dios bendice, porque dice bien, vio Dios que todo lo que había hecho era bueno y entonces descansó. Así también, en este camino nuevo y en esta nueva creación que supone el vínculo entre dos en un misterio de alianza de amor distintos, constituidos en una única realidad, Dios bendice, dice bien, para que sea un acto creador de novedad con el que venga Dios a constituir esto que es un misterio, dos en una sola carne.

Así como el oro se acrisola, también como ese metal precioso que llevan los novios en sus dedos, también la vida matrimonial crece, madura, se hace más fuerte, en la medida que se acrisola, que  va aprendiendo a atravesar las distintas circunstancias complejas, difíciles de la convivencia de la vida matrimonial y familiar.

 

Padre Javier Soteras