La edad emocional

miércoles, 29 de mayo de 2013
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Una frase de Antonio Gala nos sirve para introducir el tema de hoy

“Nuestra sociedad ha llegado a un momento en que ya no adora al ‘becerro de oro’ sino al ‘oro del becerro’”

Es decir: ya no se esfuerza ni por darle al oro (en este caso), una forma sagrada. Si nos introducimos en los grandes combates que Jesús tuvo con los contemporáneos del poder de su tiempo, lo que él básicamente denunciaba y se constituyeron sus principales enemigos era a aquellos que enmascaraban el poder con un disfraz religioso. Jesús tenía que continuamente horadar esa coraza religiosa –que en sí misma era buena, tenía toda una ética, una ley, una tradición- para mostrar lo que había detrás. Los fariseos se constituyen en el ícono de ese enmascaramiento que tanto dificultaba para Jesús el contacto de Dios con su pueblo. Su pueblo no podía encontrarse con el verdadero rostro de Dios porque esas convenciones políticas, sociales, económicas, culturales, establecían como un filtro permanente que impedían al corazón y a la mente acceder al verdadero rostro de Dios. Esa fue su lucha, sobre todo cuando ya va camino a Jerusalén y encuentra que hasta que El no desmantele de alguna manera los dispositivos de toda esa argumentación, la gente va a tener serias dificultades para encontrarse con Dios como Padre y con los otros como hermanos. Eso se complica después más todavía con los factores del Imperio romano. Y el desenlace es la Pasión de Jesús.

            Ahora, en estos tiempos -me parece interesante lo que dice Antonio Gala- ya no hay ni enmascaramiento (ni moral, ni religioso) para el oro al cual adoramos. Esto por un lado abre posibilidades y por otro lado cierra puertas. Las posibilidades que abre es que para las almas medianamente sanas, la ambición, el consumismo, el individualismo y el egocentrismo; es tan descarada que se torna visible. Entonces esas almas pueden criticar esto y tomar distancia. La popularidad de algunos sujetos con esas características está basada en la capacidad de referencialidad negativa que tienen. Ojo, que también el malo tiene  procesos evolutivos: en un principio se enmascara, pasa como en forma sutil, pero llega un momento que se torna muy agresivo, aterrorizante incluso, y avanza ya sin máscaras. Esto ha ocurrido en la historia infinidad de veces.

            En una sociedad en la que ya ni siquiera se adora al becerro de oro sino al oro del becerro, es muy difícil madurar espiritualmente, porque estamos encadenados no solo a un sistema de consumismo que no nos deja  respirar ni mentalmente, ni espiritualmente y no nos da ni el privilegio de la pausa (porque hasta la vida del ocio está programada; como también está programado en cien pasos el crecimiento psicológico, en 10 pasos la vida espiritual…). Todo avanza como un tornado, tragando y escupiendo todo, en un aceleramiento que no es propio de la psiquis humana. A este ritmo, no podremos sobrevivir, porque no es el ritmo humano. Entonces es muy difícil madurar, y por lo tanto es muy frecuente que encontremos personas adultas que tienen una edad emocional muy diferente a la que muestran, o a la que uno podría llegar a pensar en orden a lo mejor a las responsabilidades, a los cargos o incluso a la visibilidad social que tienen. Entonces escuchamos a personas que ‘hablan como los dioses’, ‘teorizan como los ángeles’ pero de pronto uno percibe, se da cuenta de una actitud, una reacción, emerge una inmadurez emocional preocupante, incluso patológica. Entonces nos preguntamos ¿cómo puede convivir semejante cabeza, semejante responsabilidad, con una psiquis emocional tan inmadura, o tan inestable por ejemplo?

            De estas dobles imágenes de no correspondencia que hay a veces entre la adultez, la responsabilidad, la intelectualidad, podemos llenar de ejemplos. Muchas veces nos encontramos con personas con un curriculum impresionante y cuando entramos en diálogo con ellos nos llevamos grandes chascos. Son curriculum sin consistencia, formado por titulitos acumulados sin una maduración, sin un proceso de síntesis.

Vamos a hablar sobre este tema: LA EDAD EMOCIONAL con Ángela Sannuti, Lic en Psicología y Miembro del Consejo de Redacción de la Revista CRITERIO

GL: ¿qué es lo que va jalonando la madurez o la inmadurez emocional de una persona? ¿cómo se va constituyendo esa madurez?

AS: La madurez es el destino natural de todo ser humano. Entre otras cosas, tenemos que crecer, para desarrollar nuestro potencial, que es infinito y es múltiple. Cada vez que voy creciendo como persona, y voy madurando, y voy formándome –porque la formación es eterna-, descubro que hay un punto que es esencial: LA AUTONOMÍA. Cada etapa de la vida tiene su propia madurez: no es que los niños son inmaduros. Son inmaduros con relación a la adultez, pero hay niños maduros e inmaduros, adolescentes maduros e inmaduros, acorde a las etapas evolutivas, es decir, las necesidades de un adulto de 40 años no son las mismas que las de un adolescente o de un niño. Ahora bien, la clave o el eje, es la autonomía. Y este es el punto crucial para leer cómo se plasma la vida ‘intramuros y extramuros’, que están íntimamente relacionadas. Hoy en día muchas veces no se supera el molde de la dependencia. Todo está plasmado en función de una brutal dependencia. Es notable el grado de dependencia y éste es el origen de mucha desdicha. El molde que atraviesa todas las relaciones, las instituciones, hasta la macro-sociedad, la política, es exactamente el mismo. Son relaciones sumamente dependientes y carecen de seres autónomos. Porque cuanto más conflictiva es una persona, vemos que en ella hay una mayor dependencia y falta de autonomía. Y esta es la inmadurez. No hay elección. Y este es el ‘cuentito’ de esta sociedad, de todos los grandes cuentitos: creemos que elegimos. La manito del facebook (me gusta) es la metáfora extraordinaria de lo que ha logrado el poder. El poder no oculta lo que dice: tal es su magia. El ‘me gusta’ es la metófora perfecta: creemos que estamos eligiendo, y no nos damos cuenta que estamos dentro de un cerco en el cual las posibilidades de elección son muy reducidas: son las que el poder dirime. (El poder no es ‘el cuco’. Lo recreamos nosotros permanentemente)

GL: yo digo: en el mundo de hoy votamos todos los días con la boleta de compra. Con la boleta de compra elegimos el sistema que tenemos

AS: Y no superamos esa instancia, y nos llenamos la boca hablando de libertad, pero después lo primero que hacemos es depender de alguien o de algo. Cuanto más inmadurez hay, hay menos elección y mas conflictos. Los conflictos no son patologías innatas. Tiene que ver con la falta de autonomía. No somos seres autónomos, ni tenemos idea de qué es ser autónomo a nivel afectivo, a nivel espiritual, a nivel social, político. Es muy fácil patologizar: hay seres enfermos y menos enfermos. Pero en realidad hay que descubrir el verdadero por qué de las cosas. Nada es innato –salvo situaciones severas, por supuesto-.

 

Dime Señor si es verdad que el dolor solo puede curarlo tu amor
si es que esta noche tan larga se irá y despierte

dime Señor como puedo cambiar y entregarme a la paz sin temor
y que brille la luz entre la oscuridad y seré tu soldado mejor
solo somos soldados de Dios

en las montañas mas altas del sur, en lo mas hondo del mar
busco un camino de vuelta al lugar. Dame la verdad

 

 

 
 
 
 

Vicentico

 
 

GL: últimamente tenemos un problema con las palabras: las hemos usado tanto durante tantos miles de años, que a veces ya se han gastado, y entonces terminan de perder su efecto. Para quien trabaja solo con la palabra es un desafío cotidiano: encontrar la forma en que la palabra tenga la plenitud de sentido como cuando se generó. La palabra autonomía ¿cómo impactará en los oyentes ahora? Alguno podrá pensar: autonomía es poder hacer lo que uno quiere, para otro significará que trabaja y tiene plata para comprar lo que quiere, etc etc. Sería lindo que nos pongas ejemplos de cómo funciona la autonomía en los distintos niveles: afectivo, profesional, social. ¿qué es ser autónomo? En el fondo, yo, personalmente, me descubro como muy frágil como ser humano, muy dependiente. Por ejemplo: yo me enfermo, y dependo de mucha gente: del médico, del que me cuide, me visite, mime. ¡somos tan vulnerables los seres humanos! Y al mismo tiempo ¡tan fuertes!

Acabo de recibir un mensaje que me produjo mucho dolor: me puse en los zapatos de este hombre y siento mucha compasión. Dice “hola gente. Me acaban de echar del trabajo y no sé cómo volver a casa porque lamentablemente con 40 años nadie te toma para trabajar. Tengo miedo de lo que pueda pasar en casa” Esta persona, antes de volver a casa con una noticia que le pesa mucho (lo que le pese dependerá de los recursos que tenga para afrontarla), necesita contarle a alguien lo mal que está porque no puede volver y darle esa mala noticia a los suyos. ¿ves qué frágiles que somos?

AS: la madurez, la autonomía no pasa por ser fuertes. La riqueza de un ser humano es transitar toda la gama de lo vital: atreverse, darse permiso para ser frágil, ser fuerte cuando hay que ser fuerte, llorar cuando hay que llorar. Como dice el Eclesiastés “hay tiempo para todo”. La persona profundamente humana es la que atraviesa esa pluralidad que hay dentro de uno: ser frágil, fuerte, inteligente, tonto… Darse permisos. Porque eso somos. Si uno se da permiso para atravesar esa gama, que nos constituye como personas, no necesariamente va a ser dependiente. La fragilidad no significa dependencia. Este ejemplo me parece muy doloroso, sí, pero nos damos cuenta que en la dependencia hay sufrimiento. En una situación de vulnerabilidad como ésta, en los tiempos que corren, es un ejemplo muy común. La vida nos pone permanentemente en situaciones de vulnerabilidad, porque ser vulnerable es parte de lo humano. Esta persona ¿por qué está sufriendo? Porque depende de la imagen de un rol que tiene que desarrollar, y en esta sociedad cruel no hay permiso. Una cosa es la dependencia (y donde hay dependencia hay sometimiento, y ahí se cierran los caminos porque uno ve que no hay salida), y otra cosa es compartir. Los seres que medianamente tienen trabajada su autonomía, quien más, quien menos, todos lo hemos experimentado: la verdadera alegría en un vínculo se da cuando uno comparte. Cuando uno empieza a sufrir, se empieza a generar un circuito de dependencia. La dependencia tiene que ver con el sometimiento. Nosotros confundimos dependencia con amor, y dependencia es sometimiento. En el entramado de las relaciones, claro que dependemos unos de otros. Pero yo estoy hablando de una dependencia psicológica, emocional, que no podemos superar. Un ejemplo muy sencillo me lo dio una vez un amigo. Me decía “¿nunca se te ocurrió pensar por qué en nuestra galaxia los planetas no chocan entre sí? Porque cada planeta gira sobre su propio eje”. Y el eje no es ‘hacer lo que se me canta’. El eje es la interioridad del ser humano  Yo me pregunto ¿por qué la gente se aferra tanto a las cosas externas, que son medios para vivir y no un fin en sí mismo? El trabajo, por ejemplo, no es un fin en sí mismo, no te da entidad trabajar, la entidad es algo que se sostiene desde adentro. ¿por qué damos cada vez más importancia al dinero? Porque estamos tan pobres por dentro, que más importancia adquieren las cosas externas. Y esto se ve muchísimo en la vejez. Nunca miramos hacia el final de la vida, es decir, que esto tiene un final sobre esta tierra: siempre estamos mirando para los costados. ¿por qué la vejez se asocia a la depresión? esto es producto de un modelo de vida, porque como se nos educó para apoyarnos en cosas externas,  entonces nos deprimimos cuando dejan de existir todos los distractores: con la jubilación, el trabajo se terminó, es el retiro de la vida productiva; las cosas externas ocupan cada vez menos lugar porque es la ley de la vida. Pero el retiro de la vida productiva es para tener una vida mucho más rica y un universo mucho más sutil que la vida que se llevó en la edad productiva. Cuando no se cultivó la vida interior, al acabarse estos elementos externos, uno se derrumba porque no hay sostén interno. Por eso ‘el oro del becerro’ tiene cada vez más fuerza y cautiva más: porque no hay vida interior. Y vida interior no significa estar rezando. Es el mundo de lo emocional y lo afectivo, un mundo exquisitamente complejo lleno de sutilezas.

            Hay gente que se aburre y pasa horas frente a un televisor creyendo que ese universo externo tiene mucha riqueza, y no descubre la riqueza interna, que  es lo que te permite empoderarte de vos mismo. Y a los seres humanos con vida interior, con ese sostén interno, no es tan fácil que se los domestique. Porque justamente el poder trabaja sobre el empobrecimiento humano

GL: cuando no hay interioridad las cosas se tornan opacas porque son objetos densos que nos rodean. Y la interioridad los hace transparentes,  hace suscitar sensaciones, recuerdos, emociones, Cuando hay interioridad pasan todas esas cosas: uno se siente acompañado en primera instancia hasta por los objetos. Ni hablar después de los vecinos, amigos, etc

–       Estaban hablando de la dependencia de las personas, pero también de la dependencia de la sociedad. ¿Quiere decir que con una sociedad como la que estamos atravesando estamos destinados al fracaso? Porque en alguna manera, todos tenemos miedos, todos dependemos de algo. Seríamos ciegos si no nos damos cuenta de lo que está pasando la sociedad argentina. ¿estamos destinados por años a vivir en la inseguridad, a la dependencia total y absoluta?

 

GL: ¿cuáles son los signos de que hay dependencia en un vínculo? A veces la simbiosis se instala en los vínculos y entonces no se advierte el sufrimiento y el sometimiento. Está, pero está tan tapada por los beneficios mutuos que es una relación como parasitaria: uno le da esto al otro, el otro le da esto a uno. El sufrimiento emerge cuando el vínculo se interrumpe generalmente por la muerte de alguno de los dos o por alguna crisis, ahí aparece la imposibilidad de vivir sin el otro, porque se carece de ese eje que es la vida interior. Y una cosa es sufrir, y otra es derrumbarse. ¿Hay alguna forma de advertir antes de que esto ocurra cuándo un vínculo se ha tornado dependiente (sea feliz o desdichado?

Siendo la autonomía la clave a partir de la cual podemos comenzar a madurar emocionalmente, es decir: vamos madurando en la medida en que vamos ascendiendo en los distintos desafíos de autonomía que tenemos a lo largo de la vida: para el bebé que está en el útero, el paso de autonomía es salir de él, respirar por sí solo, procesar el alimento por sí solo, luego tendrá que caminar por sí solo, y así sucesivamente, vamos afrontando desafíos etapa por etapa. Cuando se estanca por algún motivo ese proceso que es de toda la vida, entramos en un círculo de dependencia que produce sufrimiento. Antes de que produzca un mayor sufrimiento, ¿dónde están las señales de la dependencia? ¿qué preguntas nos podemos hacer para saber si este momento estamos sosteniendo un vínculo dependiente que no me permite crecer?

AS: lo que dijo esta señora. ‘estamos destinados al fracaso’ es un ejemplo de lo que genera este molde de dependencia: te hace vivir en el miedo. Una cosa es ‘tener miedo’, porque lo humano transita la vulnerabilidad, la limitación y obviamente el miedo es parte de lo humano al igual que el coraje. Pero el miedo como momento. Otra cosa es ‘vivir en el miedo’. Y la dependencia te sume en el miedo. Y si hay miedo hay sometimiento. Y paradojalmente, la dependencia nos deja solos. Una persona más madura, más autónoma, es la que sabe compartir. En la dependencia no se comparte, porque hay sometimiento. Entonces, el termómetro fundamental para saber si somos dependientes es el miedo, que es lo opuesto de la confianza. ¿por qué hay tanto sufrimiento en las relaciones? Porque no hay confianza. Vivimos en el miedo porque hemos sido educados en el miedo. El vínculo entre padres e hijos muestra conflictividad, no porque sea conflictivo sino porque no crece: los padres siguen siendo los padres de la infancia, y los hijos siguen siendo los hijos de la infancia aunque tengan 40 o 50 años. Y la dependencia es fuente de conflictos. Y donde hay mucho conflicto no hay madurez emocional y hay mucha desdicha. El que tiene madurez emocional, tiene interioridad, tiene vida propia, y no limita su existencia a decir ‘me gusta’ o ‘no me gusta’ levantando la manito. La vida interior lleva no solo a tener pensamientos y sentimiento propios sino también a crear. La creatividad es parte de la vida. La alegría es fruto del compartir. En la dependencia no hay alegría, y es lo que más impacta: en nuestras relaciones hay falta de confianza y de alegría.

GL:¿Cómo confiar cuando el otro te da motivos para desconfiar?

AS: Es una pregunta un poco abstracta, porque la relación es siempre un espejo de cómo uno está. Nos enseñaron que el problema es por ahí el otro o soy yo, cuando en realidad la relación es un proceso único, integrador. Es decir: el otro me hace de espejo tanto de las cosas lindas que tengo como de las que tengo que madurar. Entonces, si yo estoy con alguien en quien no puedo confiar es porque mi confianza está herida. Si no, estaría vinculada en un vínculo de confianza y de madurez y de mutuo compartir. Entonces, primero, la relación es la esencia del ser humano. Nuestra vida es relación. Existe la madurez individual, pero formamos parte de un todo. Si vemos la manera en que se ejerce la política, es un “kínder garden” y nosotros la vemos como democracia. Mi opinión es que la política tal como está planteada es un sistema que creemos que es ‘la manito’: creemos que elegimos, y no elegimos. Hay un nivel de inmadurez muy grande, y el destino no es el fracaso. Nuestro destino es despertar y crecer, y darnos cuenta que el miedo no es algo constitutivo del ser humano: es producto de una manera de vincularnos.

–       Creo que hacer un trabajo de introspección ayuda mucho a cultivar la interioridad: primero verse uno, y luego asumirse con todas sus virtudes e imperfecciones. Eso hace que uno tenga autonomía y se de cuenta de muchas cosas: de lo que te hace bien o mal y elegir, de los vínculos sanos

AS: totalmente de acuerdo: con una más mirada introspectiva, hacia adentro, la vida se torna inmensamente rica. El aburrimiento es de una vida vacía de vida interior. Por eso cada vez se necesita más de objetos

GL: Hemos llegado a un punto tan crítico que hoy nadie puede estar solo consigo mismo. Los adolescentes, por ejemplo, no van solos a ninguna parte, a menos que estén enchufados en un aparatito electrónico. De alguna manera, el adolescente siempre está atravesado por esta ‘urgencia social’, porque además tiene dentro un mundo convulsionado y no le es fácil estar solo. Pero yo nunca había visto tal dependencia del afuera como la que veo ahora. Es casi una adicción a estar siempre con algo que me esté entreteniendo de mi mismo, con algo que me esté evadiendo de mi propia interioridad.

Hablando de adultos, hace un tiempo, uno decía ‘nos tomamos un tiempo de reflexión personal’ y veíamos que la gente se tomaba un tiempo para reflexionar lo que había estado escuchando. Ahora, a los 15 minutos ya están hablando con otros porque no soportan estar solos aún cuando tengan material como para ser guiados en la reflexión en ese período de soledad. Entonces la sociedad cada vez se va excentrizando más.

AS: y ese es el eje de la cuestión: cuando menos vida interior hay, más domesticables somos, y por eso se fomenta tanto ‘el afuera’. Es decir. La tecnología en sí misma es maravillosa, pero pone en evidencia el estado emocional en el que estamos. No es que la tecnología transforma nuestras vidas. Simplemente es un instrumento. Pero ahora, por ejemplo, uno sube a un colectivo y cada uno está en su ‘soliloquio’ con su celular. Eso pone en evidencia el grado de dependencia. La tecnología, puesta en manos de seres humanos más maduros, no los tornaría tan dependientes. ¿cómo se ha llegado a esto de que la tecnología, por ejemplo el celular, haya hecho personas tan dependientes que tengan que estar atadas a eso sin poder hacer silencio interior?

GL: Vamos a trasladar esta pregunta a la audiencia: “Qué me pasa cuando estoy solo, sin celular, sin ningún aparato? ¿qué siento?” Me animaría a decir que algunas personas ya ni sabe lo que les pasa, porque hace tanto tiempo que vienen huyendo de esas sensaciones que se generan en la soledad, en el silencio, en el estar con uno mismo, y hay tantas cosas a mano –celular, computadora, música, televisión, los otros- para tapar esos agujeros, que se ha perdido el hábito de estar con uno mismo. Años antes, al no tener tan a mano todas estas cosas, de alguna manera había que estar en momentos con uno mismo, y había también entonces más creatividad

Participan los oyentes

–       En este momento hace mucha falta la capacidad de abstraerse y estar solo, pero en una soledad fructífera. Creo que en los retiros espirituales es donde justamente uno tiene un encuentro consigo mismo.

–       Cómo hace uno para no escaparse de sí mismo cuando teme ir hacia su interior por la cantidad de dolor emocional que hay?

–       No entendí que es tener vida interior, o cómo se construye esa vida.

–       Cómo cultivar la vida interior?

AS: Quiero transmitirles que estamos todos en la misma. No es que nacen seres iluminados y otros a crecer. Para calmar un poco la ansiedad que se genera al tratar temáticas tan de fondo, les digo: si hay un sufrimiento crónico, si vivimos en el miedo, la desconfianza y la tensión, significa que el vínculo que entablamos no es un vínculo basado en el amor, en la autonomía y en el verdadero compartir. ¿cómo hacemos para tomar conciencia? No es declamando la libertad sino tomando conciencia de las prisiones invisibles y otras visibles. Para despertarnos tenemos que tomar conciencia del letargo en el que estamos sumidos, y este es el trabajo de nuestra vida. Y otra cosa: producto de este esquema filosófico de dependencia (filosófico en el sentido de cosmovisión, de molde que moldea el pensamiento, la manera de sentir), no se trata de ‘o yo, o el otro’. Se trata de ‘yo y el otro’. Se trata de una única realidad integrada. La dependencia, paradógicamente, nos sume en el aislamiento y en la fragmentación. Divide, separa. Hay que tomar conciencia de que cuanto más nos sostenemos en nuestra vida interior, mas tenemos para compartir. Y el amor es compartir, no generar dependencia

GL: Una persona con vida interior ¿puede convivir o mantener un vínculo estrecho, de un compartir nutricio, con una persona que no la tiene, o que tiene vida interior muy pobre, o que la tiene y no sabe que la tiene y por tanto no la expresa? O ¿puede una persona madura mantener un vínculo con una no tan madura?

AS: yo te lo planteo al revés: Una persona que no tiene vida interior ¿puede soportar a una que sí la tiene? Una de las cosas fundamentales en el amor es que uno elige, y uno elige por afinidad. En la dependencia no hay elección, y probablemente uno está con una persona que no es afín con uno (me refiero a los vínculos íntimos). El amor no es una cuestión de  declamación, es un estado de madurez del ser. Es el destino que nos espera a todos, y que lo vamos transitando. Y en el camino, las zonas de claridad cada vez se van ampliando. Luego, cuando sale uno al mundo, la capacidad amorosa de un ser humano es poder relacionarse con todos, con toda la gama de lo humano. Pero la intimidad, es otra característica fundamental de la madurez. Una persona madura tiene que tener vínculos no solo sociales, que es lo que pretende esta sociedad, sino también íntimos. Y la intimidad se basa en la afinidad. Y como somos limitados, uno no puede tener afinidad con todo el mundo. Eso es una irrealidad, un nivel de exigencia inhumano en el que caemos muchas veces sobre todo los cristianos: idealizamos la fraternidad como si fuera una masa homogénea de amor indiscriminado. Y eso es dependencia. En realidad, hay círculos concéntricos. Los círculos más pequeñitos son los íntimos. A medida que ampliamos nuestra vida hacia afuera vamos aprendiendo a tener empatía con toda la gama de lo humano. En definitiva, si uno quiere saber su madurez emocional es muy simple aunque doloroso: basta ver las relaciones que tenemos. Las relaciones no son ‘uy! ¡qué mala suerte que tengo! ¡mirá lo que me tocó en suerte!’. Las relaciones reflejan el estado de madurez en el que estamos.

GL: la psicopatología, sobre todo la de corte más psicoanalítico,  a veces delimita fuertemente los pronósticos de las personas, y a veces se ha estructurado una personalidad signada por la dependencia de donde no hay posibilidades de salir : “ésta es tal persona, y por lo tanto va a establecer este tipo de vínculos, va a hacer este tipo de itinerario…” ¿vos compartís el fuerte determinismo que tienen las patologías a la hora de hacer un pronóstico sobre la vida de una persona?

AS: Yo tuve la suerte de liberarme y deshacerme de esos conceptos patologizantes, que son sistemas de poder, maneras de estigmatizar al ser humano. En mi trabajo cotidiano yo me conecto con historias de vida, de amor y de dolor. Y en todo caso, lo que observamos en la vida propia y la de los demás –todo es recíproco- es cuánto carecemos de amor, cuánto carecemos de contacto íntimo que es lo que te permite crecer. Y en ese sentido, yo soy sumamente esperanzadora en mi mirada. Tanta carencia, tanto vacío, tan perdidos que estamos los seres humanos porque falta ese contacto íntimo! Y la llave está dentro de la celda: nosotros podemos tomar la llave y abrir la celda. Ahora ¡hay que tomarse el trabajo! ¡nadie va a venir a abrirnos la celda! Cada uno tiene que buscar la llave que está dentro de la celda y abrirla. Por eso repito: así como todos estamos en las mismas, todos tenemos las mismas posibilidades. La grandeza de lo humano está en el trabajo interior de cada uno. Nada viene de afuera. El afuera lo que hace es estimular o entorpecer

GL: Esto me gusta como cierre: el carcelero soy yo, no tengo que suplicarle a nadie que venga a sacarme de la celda. Yo sé que cuesta mucho entender eso. Uno ve al carcelero afuera y eso es un fantasma.

Gracias por tu mensaje de esperanza, que viene de tu experiencia: vos ves personas abrir sus celdas

 

La vida…le pone encrucijadas al camino,
es sólo un episodio muy cortito, se esfuma…
sólo aprendemos cuando vamos de salida.

La vida… me dio oportunidad de conocerte
y de creer en Dios y en los milagros, tenerte.

La vida… hay que librar todos los días la batalla,
no te perdonan la felicidad si ganas,
y hay que pagar la felicidad.

La vida… te da motivos para el llanto y la tristeza,
pero yo apuesto con la vida a la alegría,
y amo de corazón la vida.

La vida… tu amigo ahora resulta tu enemigo,
resulta que tus padres son tus hijos,
así es la vida.

 

 

 
 
 
 

Ricardo Montaner