La espiritualidad del Padre Pio

lunes, 23 de septiembre de 2013
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Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquél momento, el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19. 25,27).
 

La eucaristía, María y la Iglesia
 
El Padre Pío amaba profundamente la Iglesia, y hay una frase donde lo identifica en este sentido " quiero vivir y morir en la iglesia". Y lo dice alguien para quién la relación con la iglesia, no fue tan sencilla. Sufrió hasta la persecución por parte de la misma jerarquía eclesiástica, cuando lo acusaban de mentir o fingir sus estigmas.
 
También en su espiritualidad se notó un profundo amor a la Virgen. Lo sabemos a partir de sus relatos, de como en el Santo Rosario encontraba "su arma", el lugar desde donde emprender el combate y cómo asumir la lucha para ganar para Cristo el corazón de los hermanos.
 
Tanto el amor a la iglesia como el amor a María encontraban su centralidad en el amor del Padre Pío por la Eucaristía. Cuando el Padre Pío confesaba, por ejemplo, dirigía, constantemente la mirada sobre el Santísimo. Deseaba que todos fueran contagiados por este amor. Repetía exhortaciones como ésta:
 
"Durante el día cuando no es posible hacer otra cosa, llama a Jesús, incluso en medio de tus ocupaciones, hacerlo con gemidos, resignados del alma, y va a venir, y se quedará siempre unido con el alma mediante su gracia y su amor. Volá, con el Espíritu hasta el tabernáculo, hasta el Santísimo, cuando no lo puedas hacer con el cuerpo y ahí desahoga tus ardientes deseos, habla, reza, abraza al Dilecto de las Almas, a Jesús, sacramentalmente vivo y presente en medio de nosotros".
 
El Padre Pío consideraba a la Eucaristía como el medio para aspirar a la perfección y quería que todos sus hijos se acercaran cotidianamente al altar, para recibir con fe y con amor el pan de los ángeles. Uno de ellos le preguntó: – ¿Padre cuando ud., no esté más, a quien vamos a ir?. 
Le respondió: – Vayan delante de Jesús, en la Eucaristía, y ahí también voy a estar presente.
 
El amor a Jesús Sacramentado estaba presente en el Padre Pío íntimamente ligado al amor filial, confiado, inmenso a la Virgen María.
 
El Padre Agustín de San Marco en Lamis, director espiritual del P. Pio, reveló uno de los escritos del santo:  
Esta dulce madre en su gran misericordia, sabiduría y bondad ha querido contagiarme, de un modo tan excelso derramando en mi corazón tantas y tales gracias que cuando me encuentro ante Su presencia y la de Jesús, me siento forzado a exclamar: – ¿Dónde estoy, dónde me encuentro, quién está a mi lado? Me siento quemar todo, pero sin fuego, me siento muy cerca y ligado al Hijo, por medio de esta madre, sin siquiera ver las cadenas que tan estrecho me retienen. Mis llamas me consumen, me siento morir continuamente y sin embargo vivo siempre!"
 
 
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Invitación a la renovación
 
Nosotros también somos invitados, a reenamorarnos de Jesús en la Eucaristía y de María, nuestra Madre, la que Jesús nos confía desde la cruz.  También a renovar nuestra fe, la confianza en la comunidad eclesial  también en medio de sus pobrezas y limitaciones. El amor a la Eucaristía, el amor a María y el amor a la Iglesia son rasgos que hacen a la espiritualidad del Padre Pío, pero que hacen a una espiritualidad de todo buen hijo de Dios en la iglesia católica.
 
El amor que el Padre Pío tenía por María, brotaba de ese aprender a estar junto a Jesús en la eucaristía, y por el testimonio que Jesús regala. El mismo Jesús le enseñó a querer a su madre. Por eso nosotros hemos elegido el texto de la entrega de la Cruz, el lugar tan particularmente cercano al Padre Pío.
 
Con el pasar de los años, ese amor hacia María fue creciendo en ternura. El P. Pio le llamaba "mamita"  y su amor era casi desmesurado. Estaba enamorado de la Inmaculada, fascinado con su belleza, con su perfección y bondad. Había dicho con afecto "Madre mía, que bella eres, tan espléndida, te amo tanto, tanto, tanto".
 
Cada año en el mes de mayo, estaba feliz porque en Europa, Italia particularmente, se celebra el Mes de María. Cuando llegaba ese mes, su corazón se disponía a vivir un tiempo profundamente cercano a María y a todas las gracias que el Señor, a través de ella, quería comunicarle.
 
El 1 de Mayo 1912, en una carta que revela la dimensión de su piedad Mariana, le había escrito al Padre Agustín: "este mes, trataré de predicar bien, las dulzuras y las bellezas de María. Cuántas veces le he confiado a esta Madre las personas, ansias de mí agitado corazón. Y cuantas veces me ha consolado, pobre mamá, cuanto me quiere. Lo he constatado nuevamente al despuntar este nuevo mes, con tanto cuidado me ha acompañado esta mañana en el altar, me ha parecido, como si no tuviera otra cosa que pensar más que en mí y llenarme el corazón de Santos afectos.
 
Un fuego misterioso sentí en el corazón esta mañana, que no he logrado terminar de entender. Sentí la necesidad de ponerme hielo, para exigirme apagar el fuego que me estaba consumiendo. Quería tener una voz tan fuerte como para poder invitar a los pecadores de todo el mundo, a amar a la Virgen. Pero como esto no está a mi alcance, he rezado y le pediré a mi ángel, que cumpla esta tarea.

 
María, la intercesora
 
El Padre Pío pasaba largas horas en oración, frente a la imagen de la Santísima Virgen María de las Gracias en San Giovani Rotondo, pediéndole la intervención del cielo, en favor de los que recurrían a Él en dirección espiritual y en la confesión.
 
Si le era encomendado algún caso dificil, él solía decir así: "Aquí, es necesaria la Virgen". Ella dirigía sus pensamientos, sugería sus acciones, incendiaba su corazón…  recurría a María como mediadora, la buscaba como Auxiliadora, como Abogada, la contemplaba a los pies del crucificado y esperando decía: "La Virgen Dolorosa, nos obtenga de su Santísimo Hijo, el hacernos penetrar cada vez mas, desde el misterio de la Cruz y embriagarnos con Ella de los padecimientos de Jesús. La prueba más grande de amor es padecer por el Amado, ya que el Hijo de Dios padeció tantos dolores, no queda duda alguna de que la Cruz llevada por Él, se hizo amable tanto como el Amor.
 
La Santísima Virgen nos concede el amor a la cruz, a los padecimientos y a los dolores y Ella que fue La Primera en poner en práctica el evangelio a la perfección en toda su celebridad, incluso, antes de que fuese publicado, nos obtenga también esta Gracia y nos conceda en ir inmediatamente a Ella con devoción".
 
 
Una hija espiritual suya, le pidió una palabra sobre la Virgen y el Padre le respondió: "Tenes que pensar que Jesús, fuente de agua viva, no puede llegar hasta nosotros, sino a través de un canal. El canal es María. Jesús no viene a nosotros sino es por medio de la Virgen. Imitémosla en su humildad y su reserva, que la Virgen te haga sentir todo su amor. Abandonemosnos en las manos de la Madre Celestial, si queremos encontrar paz y bienestar".
 
Además, él expresaba su devoción a María con el rezo permanente del Santo Rosario: tenía siempre entre sus manos el rosario al que llamaba "arma potente", para hacer huir al demonio, para superar las tentaciones, enternecer el corazón de Dios, obtener la Gracia que Dios le daba a través de María.
 
Con el Rosario meditaba, contemplaba en compañía de María, los pasajes más ricos de la vida en Cristo. Apenas le contaron que alguien había definido el Rosario como una oración pasada de moda, hizo aún más notoria su recomendaciones diciendo: "Hagamos siempre lo que hemos hecho siempre, aquello que han hecho nuestros padres y nos sentiremos bien, Satanás, trata de destruir siempre esta oración, pero nunca lo vá a lograr. Es la oración que triunfa en todo y sobre todo. La Virgen es quién nos ha enseñado, y así como Jesús nos ha enseñado el Padre Nuestro, María nos enseña la oración más amada por Ella".
 
Uno de los modos de darle la bienvenida a María entre nuestras cosas mas queridas, nuestros tiempos, nuestros afectos, nuestras posesiones es desde la oración del rosario. Una hija espiritual le preguntó al Padre Pío de qué manera rezar el rosario. Él le respondió que la atención debe ser llevada al "Dios te salve", al saludo que se dirije a la Virgen en el misterio que se contempla.  En todos los misterios de la vida de Jesús, María estuvo presente y participó en todos con el amor y el dolor. La Virgen mostró siempre el agrado por la devoción y el gran amor, que le ofrecía su Hijo Crucificado.
 
 
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Anécdota sobre su amor a María
 
En Abril de 1959, el Padre Pío sintió un malestar, que al agravarse le dejó una pleuritis exudante, por lo que permaneció en cama durante varios días y tres veces le fue extraído dolorosamente líquido. Durante aquel período, la estatua la Virgen de Fátima, había llegado de Italia, para realizar una peregrinación por la Capital de cada provincia. Se pensó también en llevarla a San Giovanni Rotondo y el Padre Pío se alegró inmensamente. Preparó a los peregrinos para recibir dignamente a la Madre de Dios. Por medio de un micrófono, daba un pensamiento espiritual y todos los días hacía una exhortación para preparar ese momento de Gracia.
 
El 5 de Agosto la imagen de María llegó a la iglesia del convento.  Al día siguiente, hacia las 13 hs el Padre Pío fue llevado, en una silla. Conmovido besó a la imagen de la Virgen, puso entre sus manos un rosario apenas bendito, y rezó con fervor. Luego fue llevado nuevamente a su celda, porque estaba a punto de tener un colapso.
 
La estatua de la Virgen, luego de la visita a los pabellones de la casa de la libìl sufrimiento, se elevó en un helicóptero, y dio tres vueltas, sobre el convento y la iglesia. El Padre Pío, quiso saludarla una vez desde la ventana de su cuarto. Luego llorando dijo estas palabras: "Virgen, Madre mía, has entrado a Italia y me he enfermado, ahora te vas y me dejas aún enfermo". En aquel mismo instante, fue preso de un fuerte escalofrío, inmediatamente se sintió bien, al punto que expresó su deseo, de celebrar misa en la iglesia.
 
 
El amor del Padre Pio por el Papa
 
El crucificado del Gárgaro amaba mucho a la iglesia: la amaba como pueblo de Dios, como esposa de Cristo, como su tierna Madre y rezaba por Ella, por sus necesidades y  por el Papa.
 
Se ofrecía continuamente por el Sumo Pontífice. Tenía siempre en su cuarto una fotografía del Papa y quería que siempre estuviera una lámpara encendida en su rostro. Repetía: "Yo quiero que mi grupo de oración rece siempre, no según mis intenciones, sino por las intenciones de los sacerdotes, los Obispos del Papa a quién amo, como amo a Jesús".
 
Al profesor Enrique Medí, el conocido científico que era frecuentemente hospedado por los frailes en San Giovanni Rotondo, una vez le dijo: "Enrique, cuando regrese a Roma y seas recibido en audiencia por el Papa, le dirás que doy con inmensa alegría mi vida por Él". Y el Papa Pío XII, después de haber escuchado estas palabras del profesor Medí, le respondió: "No profesor, agradezca al Padre Pío. En estos momentos, su vida… es más necesaria que la mía".
 
"Dulce es la mano de la Iglesia", decía el Padre Pio, "aún cuando a veces nos golpea, porque es la mano de una madre, que tantas veces corrige".
 
Una vez, fue informado de que Manuel Urunato, uno de sus hijos espirituales, estaba por dar a la prensa en los momentos en que el Padre Pío era perseguido desde dentro de la iglesia, documentos que podrían perjudicar a algunos hombres de iglesia.  En el nombre de Jesús le pidió una gran prueba de amor filial y le escribió: "Si verdaderamente me amas como a un padre, no sigas con cuanto me dijeron estas llevando a cabo por mí, y que por lo tanto me importa ya que mortifica a personas de la iglesia y de la orden capuchina, de quién soy un humilde hijo devoto. No se puede amar al hijo, mortificando a la madre. Confía también tú, con fe, en las manos de Dios y deja todo a las amorosas manos de la providencia".
 
Decía el Padre espiritual del Padre Pío, San Marcos Lamis, que el amor a Jesús en la Eucaristía, en la Adoración eucaristica  estaba concentrada en el misterio de la Pascua. Desde ese lugar brota ese amor particular a María, y en María a la comunidad de la iglesia.  Los Tres Grandes Amores del Padre Pío.
 
                                                                                             
 
                                                                                                                Padre Javier Soteras
Catequesis del 05/07/2011