La fe del centurión

lunes, 3 de diciembre de 2007
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Entrado en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole y diciéndole: “Señor, mi siervo yace en casa paralítico, gravemente atormentado”. El le dijo: “Yo iré y le curaré”. Y respondiendo el centurión, dijo: “Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; di sólo una palabra y mi siervo será curado. Porque yo soy un subordinado, pero bajo mi tengo soldados, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace”. Viéndole Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: “En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe. Os digo, pues, que del oriente y del occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crujir de dientes”. Y dijo Jesús al centurión: “Ve, hágase contigo según has creído”. Y en aquella hora quedó curado el siervo.

Mateo 8, 5 – 13

Los evangelios del tiempo de Adviento han ido surgiendo de varios de los evangelistas, han sido escogidos para que nos den una especie de cuadro o imagen de la espera, de esta espera tan particular y tan especial.

Muchos hombres antes de Jesús han esperado, han deseado, han anhelado un Mesías, y por eso el adviento nos va a presentar esta realidad: el Mesías, que viene por segunda vez en gloria y majestad, que vino en la historia en el portal de Belén, lo celebramos en la Navidad, y que viene en el hermano, en aquel que te necesita y que cada día pasa a tu lado.

Así como durante el año la liturgia, de manera sistemática, nos va presentando cada año un evangelista distinto, para que podamos ir descubriendo esta mirada, y en esa mirada del evangelista, ver la presencia, el camino y la vida de Jesús.

En el adviento este cuadro se irá presentando así, por eso iremos escuchando distintos momentos de la vida de Jesús, que en estas dos primeras semanas del adviento nos invita a estar preparados, a abrir el corazón para preparar la segunda venida de Él, en gloria, la que esperamos, la que el día en que venga, por la misericordia de Dios, nos pueda encontrar bien preparados.

Jesús ha venido a colmar y a purificar esta espera, comenzamos este adviento, este tiempo que nos invita a estar abiertos a la Palabra, para que el día de navidad esta Palabra se haga carne en cada uno de nosotros. Esta Palabra que puede despertar en nosotros múltiples sensaciones dormidas por allí.

Hoy nos invita la Palabra a la admiración, Jesús se quedó admirado, así nos decía el evangelio que acabamos de escuchar, es la única ocasión en la que vemos a Jesús admirarse de esta manera, si hacemos una lectura previa a este momento, vamos a ver como es Él, el que despierta la admiración de sus conciudadanos.

Hacemos memoria, recordemos como su padre y su madre, estaban admirados de las cosas que se decían de Él, o como sus discípulos se quedaron admirados al verlo secar la higuera o mandar a los vientos, y que éstos le hagan caso, o como dejó admirados a fariseos y herodianos cuando respondió a la pregunta capciosa de si era lícito pagar el tributo al César. Como dejaba a todos admirados de su inteligencia y sus respuestas, al fin y al cabo, no era solo mas que el hijo de José, el carpintero. O como, en el colmo de su admiración, la gente decía, todo lo ha hecho bien.

Pero en esta ocasión que hoy nos presenta el evangelio, es el Maestro, es Jesús el que se admira, y es un pagano, un militar romano, el que consigue despertar su admiración. No es ninguno de sus discípulos, no es ningún acontecimiento espectacular, no es ningún superdotado el que aparece ante Jesús, ¿qué es lo que hace que Jesús se admire?, la fe.

La fe es lo único capaz de despertar su mas profunda admiración, y esperemos que en esta mañana también sea la fe lo que despierte nuestra profunda admiración, porque la fe es un milagro. Cuantas veces hemos visto gente sencilla sufrir en silencio acontecimientos que ni el mas fuerte ni el mas dotado hubiera sido capaz de soportar sin lamentarse.

Es esto debo dar gracias a Dios por este regalo del ministerio sacerdotal que el Señor me ha hecho y me encomienda, porque ¡cuantas veces uno lo puede ver de cerca!, cuantas veces he sentido vergüenza ante tanta fe de tantos hermanos y hermanas que pasan por pruebas muy duras, y doy gracias a Dios por poder contemplarla en el otro, porque yo estoy seguro que no podría superarlas fácilmente.

Ver la fortaleza de la fe de otros hace que también aumente mi fe, aumente tu fe, y tu testimonio también contagia.

Cuantas veces esa fe que se fortalece en la pérdida de un trabajo, en la aparición de una enfermedad grave, en la muerte de un ser querido, en la traición en el matrimonio… ¡cuánto dolor!, pero cuanta fe.

¿Viste que muchas veces de una especie de envidia esa fortaleza?, ese deseo de tenerla, por esa seguridad, por esa pacífica aceptación de las cosas que van pasando, en aquel que nos provoca la admiración.

Y es que son los mas humildes y sencillos los únicos capaces de ver en cada acontecimiento la mano de Dios, los únicos capaces de creer en la presencia de Dios, que está siempre allí, en los acontecimientos de cada día, los únicos capaces de creer en la omnipotencia de Dios… Dios lo puede todo.

Como el centurión que hoy nos ha regalado el evangelio, algún día necesitarás de esa fe, quizás hoy mismo ya la estés necesitando, hay que pedirla, hay que rogar por ella, porque hace falta tener fe para creer que a pesar de las guerras, a pesar de la violencia, que ya lamentablemente nos tiene acostumbrados, y que se manifiesta en la inseguridad y en la muerte, en el no respeto por la vida.

Cuantas veces con tristeza hoy tenemos que ver que la vida vale un par de zapatillas, o cien pesos, o quien sabe que poca cosa, hoy cada vez mas cerca está el fantasma del crimen abominable del aborto, las injusticias, las cada vez mas grandes brechas entre aquellos que tienen mucho, y los que cada vez tienen menos.

Y tener fe, tener fe que al final solo un niño conseguirá, ese niño que va a conseguir, forjar arados de las espadas, y podaderas de las lanzas, si lo creemos, puede que también nosotros dejemos admirado a Jesús, el tener fe aún en medio de tanta oscuridad, hará que este Niño Dios permita que se forjen arados de las espadas y podaderas de las lanzas, aún cuando parezca un imposible.

Tan imposible como que en estos días, cuando preparaba la catequesis para compartir con ustedes, me enteraba que en el vestíbulo del edificio de las Naciones Unidas tiene escrito este texto: “de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas”, que lugar para que aparezcan estas palabras de Jesús, donde tantas veces ronda cerca la muerte, ronda cerca la injusticia, o la falta de respeto por el mas pequeño.

Te digo esto para que lo vayas pensando, porque vamos a seguir compartiendo y teniendo puesta la mirada en el diálogo del centurión con Jesús, y te podés preguntar esta mañana, podés permitirte un rato de admiración, para hacer memoria de aquellos hombres y mujeres que alguna vez tuvieron gestos y actitudes de fe que suscitaron admiración, por su fe.

En las comunidades siempre hay de estas personas, muchas veces mayores, algunas ya no están con nosotros, sino que están en la casa del Padre, pero que nos marcaron y marcaron a la comunidad.

Me acuerdo que Juan Pablo II al terminar el milenio y al darle inicio a este que vivimos por gracia de Dios nos invitaba a hacer memoria de esto, y a descubrir como Dios había puesto en nuestras vidas a tantos hermanos y hermanas que con su testimonio de fe habían animado nuestra propia fe.

Animate, mientras vamos reflexionando y recorriendo este evangelio de hoy, a pensar y a darle gracias a Dios con la admiración de aquellos que antecedieron tu fe, de aquellos que la fortalecieron.

Vamos a poner mientras tanto la mirada en el centurión del evangelio de hoy, ¿qué podemos decir de un centurión?, podemos empezar haciendo una descripción, estamos en Cafarnaúm, donde Jesús se había instalado, como lo dice el evangelio de Mateo en el capítulo 4, versículo 12, “cuando Jesús se enteró de que Juan el Bautista había sido arrestado se retiró a Galilea, y dejando Nazareth se estableció en Cafarnaúm a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neptalí.

Es interesan leer esta parte del evangelio, allí está un centurión, en la aldea de pescadores, el centurión, que era un militar de bajo grado, no era tan importante, comandaba una patrulla de cien soldados, una centuria, debía ser un romano o un mercenario, alguien alquilado para esta función, en todo caso, debía ser un pagano, alguien que no rinda honor y culto al Dios de Israel.

El centurión ruega por un criado suyo enfermo de parálisis, esta actitud habla del corazón de este hombre, porque aparte de sus cien soldados tenía su propia servidumbre, y un soldado enfermo en esa época, donde no existían los sindicatos, donde no existían las obras sociales, donde no existían las leyes laborales, donde para un romano no existía siquiera la compasión, era muy rápido eliminarlo y reemplazarlo por uno que cumpla bien su función, sin embargo el centurión se preocupa por este criado, había escuchado hablar de Jesús y va a verlo.

Cuida hasta el detalle de no querer llevarlo a la casa para que el contacto con el pagano no genere impureza ritual en Jesús, fijate el detalle de este hombre, un pagano, alguien que solamente en él se había despertado la admiración por Jesús y que había escuchado hablar de lo que hacía.

Él, que tenía poder, tenía poder para llevarlo también, sin embargo simplemente lo que hace es llegar a hablar con Él y respetarlo hasta el extremo de no llevarlo a la casa para que no se contagie de la impureza de estar con un pagano.

Podríamos decir que era todo un caballero este centurión.

Comienza el relato del evangelio de hoy diciendo: “al entrar Jesús en Cafarnaúm se le acercó un centurión romano”, no ha sido tu Señor el que ha elegido este encuentro, el centurión se presenta de improviso, y sin embargo, Dios, por tu gracia invisible, ya estabas presente en su corazón para impulsarlo a hacer esta gestión de amor.

Un centurión del ejército de ocupación, un centurión de los romanos, que eran mal vistos ciertamente, eran paganos opresores, se les volvía la cara a su paso, no se quería ser traidor al pueblo de Israel.

Ahora bien, este pagano contratado esto desea y está a la espera, va a Jesús, ayúdame Señor a contemplar en la fe del mundo pagano que me rodea, de tantos hermanos y hermanas alejados de Dios, pero que también están a la espera del nacimiento del Niño Dios.

“Señor, mi criado está postrado en mi casa, paralítico, está sufriendo muchísimo”, es el pedido de este centurión bueno, de este centurión atento.

¿Qué le pedís vos hoy a Jesús?, es complicado, viste cuando a veces usamos la imaginación y pensamos, ¿qué pasaría si encontrara la lámpara de Aladino?, o aquellos que por allí sueñan con despertarse una mañana y ver su nombre en los titulares de los diarios: “ganó el 1er premio en la lotería, es millonario”, ahora sí voy a hacer esto, aquello y lo de más allá.

Pero hoy que nos encontramos con Jesús, con este Jesús que se acerca en la navidad, ¿qué le pedirías?, lo del centurión está claro: “mi criado está postrado en mi casa, está paralítico y sufre muchísimo”, ¿qué le pedís vos hoy a Jesús?.

Te invito a pensar en quien suscita admiración por la fe que tiene o que tuvo o en que situaciones te admiró la fe de alguien. Ahora agregale esto otro, ¿qué le pedís vos a Jesús en este adviento?.

También cuando tenemos a alguien a quien admiramos y por quien le damos gracias a Dios porque nos ayuda a creer en la fe, esa gente, esos hermanos y hermanas que son de Dios y que lo tienen a Dios en el corazón, alguna vez les hemos escuchado decir que cosas son importantes para ellos, para vos hoy, ¿qué es lo importante?.

Cuando salís al encuentro de Jesús, ¿qué le pedís?.

Los paganos, los que no adoran al Dios de Israel, y los que aún no han descubierto la fe son a menudo mejores que nosotros, que dura es esta frase, este soldado romano tiene una gran delicadeza, lejos de despreciar a su sirviente lo ama, y va a dar pasos concretos por él.

Pidámosle a Jesús: “Señor, ayúdanos a descubrir las cualidades humanas, los valores vividos por tantas y diversas personas”.

Pensando en este día que hoy me regala y te regala a vos el Señor, toda esta jornada, pensá en las personas que vas a encontrar en tu trabajo, aquellos de tu familia que están lejos de Dios, cuantos de ellos tienen estos valores.

“Señor ayúdame a descubrir las cualidades humanas y los valores de mis amigos, y te doy gracias Señor, porque sus cualidades, sus valores, sus testimonios, aún cuando a veces nos preocupan, porque están lejos de Dios, o porque están enojados con Dios, sin embargo siempre son frutos de la gracia, son esas semillas de Jesús puestas en el corazón de los hombres, la semilla de la Palabra en el corazón de los hombres”.

Y el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará”, es esta una actitud de fe, Jesús la capta al instante, no es una plegaria orgullosa la de este hombre, que exige, que reclama, que quiere forzar la mano, que quiere sacar ventaja, que quiere aprovecharse del poder que lleva, al fin y al cabo no será un gran jerarca de los romanos, pero tiene cien hombres a su cuidado, aún así no aprovecha su poder ni su influencia.

Como empequeñeciéndose expone su caso, su necesidad.

Dame Señor esta humildad del centurión, Señor, yo no soy digno de que tu entres en mi casa, dame Señor esta humildad para no empezar a mostrar títulos para exigir, a veces queremos exigirle a Dios, a veces solemos guardar este tipo de intenciones en el corazón.

Sobre todo cuando llegamos a fin de año, yo hice tanto este año por vos, hice tanto por la Iglesia, hice tanto por mis hermanos… ahora quiero que este fin de año …….

Dame Señor esta humildad, Señor, yo no soy digno de que tu entres en mi casa.

En el fondo ya tenía fe y Dios ya estaba actuando en él, su formación militar y su disciplina, aunque no era exactamente la mejor clave para entender el mensaje de Jesús, terminó siendo un buen punto de partida para la salvación. Señor, no soy digno; una buena expresión de humildad y de confianza.

Jesús alaba su actitud y su fe, encontró en el mas fe que en muchos de Israel.

Jesús siempre aprovecha las disposiciones que encuentra en las personas, aunque en algún momento no sean tan perfectas y tengan algún defecto, pero desde ahí las ayudará a madurar y a llegar a lo que Él quiere transmitirles y hacerles vivir en profundidad.

“En verdad os digo que en nadie de Israel he hallado tanta fe. Os digo, pues, que del oriente y del occidente vendrán y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”, así también nos decía hoy la Palabra. Jesús ha pensado en todos los que vendrán, en todos los que están aún a la espera, en esos que vendrán estoy yo y estás vos, para Él no hay privilegio de raza ni de cultura, todos los hombres en todas partes están invitados y están en marcha.

Esto sin duda que es nuevo para el judío de la época de Jesús, que creía que la revelación era solamente para él, y entonces, ante todo esto, que otra pregunta nos puede surgir aquí que no sea ¿tengo un corazón universal como el de Jesús?, ¿tengo un corazón misionero que se preocupa por todos, también por los que vendrán?, que lindo hacernos esta pregunta el día de hoy.

Hoy celebramos a San Francisco Javier, Patrono de las Misiones, este hombre que recorrió India, Japón y varios países del Lejano Oriente anunciando y gritando el amor de Dios.

Que hermoso, con el testimonio de San Francisco Javier, hacerte esta pregunta: ¿tengo un corazón universal como Jesús?, ¿un corazón misionero?.

Este corazón que se tiene que alegrar, porque la segunda venida del señor, la que esperamos, nos va a reunir a todos.

En el trabajo cuando aparece alguien nuevo ¿le abrís el corazón?, en la comunidad parroquial, en las instituciones, la cooperadora de la escuela, la comisión del club, el centro vecinal, cuando a veces nos quejamos de que nadie se compromete, de que no entra a formar parte, y de pronto llega alguien con entusiasmo, con fuerza, con ideas, ¿como lo recibimos?.

Que difícil que se nos hace, normalmente solemos decirle:  vamos a hacer pagar el derecho de piso, ni hablar en casa cuando se va sumando a la familia algún otro pariente, de estos que uno no elige, estos que aparecen de un día para el otro por la libertad del otro (un cuñado, una cuñada, un yerno, la suegra, la nuera o el tío, un sobrino), ¿tengo un corazón universal como tiene el señor Jesús cuando se detiene a hablar con el centurión?, ¿cuando quiere ir a la casa de centurión?.

Isaías hoy nos dice que Jerusalén será el faro situado en una montaña alta que ilumina todos los pueblos; digo nos dice hoy porque también se nos propone en la lectura y de hecho en estas dos semanas Isaías nos hablará de ésta realidad, Jerusalén es el faro para que todos lo vean desde lejos, Dios quiere enseñar desde aquí, desde donde comienza el anuncio, los caminos de Dios, la Palabra salvadora que brotará.

Isaías nos presenta a Jerusalén como el faro situado en una montaña alta donde tanto judíos como paganos caminarán a la luz del señor y formarán un solo pueblo. El faro, la luz que ilumina para que haya un corazón generoso y abierto a todos aquellos que viendo la luz se acerquen.

Me preguntaba recién, que bueno pensarlo y mirarlo hacia adentro, si tengo un corazón universal con Jesús, un corazón misionero, que se alegra cuando alguien se acerca, que no le hace pagar el derecho de piso, sino que abre el corazón, lo hace parte y lo incorpora, lo hace miembro de la familia.

¿Cómo está mi corazón abierto a recibir a todos en esta navidad?, ¿hay alguien que está afuera?, ¿alguien que no tiene cabida ni espacio en el corazón?, que regalo sería para Jesús que podamos abrir el corazón como él.

Imaginate que pasaría si Él solo nos haría sentir su amor cuando estemos realmente convertidos y ya seamos santos, casi perfectos, y ya no haya pecados en nosotros, una eternidad esperando ese amor, esa mirada de Jesús. Sin embargo Dios me ama y te ama así como sos, en camino, en marcha, con momentos que caminas rápido y que hasta corrés, momentos en que te caés y te cuesta levantarte.

¿Cómo está mi corazón abierto a recibir a todos en esta Navidad?.

Este adviento ha comenzado como un tiempo de gracia para todos, nos cercanos y los alejados, adviento y navidad son un pregón de confianza, Dios quiere salvar a todos, también a vos, que en la carrera de la fe, no se donde estás, si estás parado, si vas caminando o corriendo, pero Dios si te conoce, y conoce cual es tu estado, y conoce cual es tu historia, tu historia de comunidad, y en medio de tantos desconciertos sociales que nos toca vivir, es Jesús el que quiere orientar a todas las personas de buena voluntad y señalarles los caminos de la verdadera salvación.

El faro es, debe ser, hoy, la Iglesia, la comunidad de Jesús, vos, yo, estemos donde estemos, seremos faros si en verdad sabemos anunciar al mundo la buena noticia del Evangelio.

Sucederá también esta año que aquellas personas que consideramos lejos de Jesús, vos poneles nombres y rostros concretos, esto que nos cuestan tanto tal vez responden mejor a la salvación de Jesús que nosotros, a lo mejor nos pasa, esto lo vemos casi todos los días.

Esas personas que nos dicen: “yo no estoy muy cerca de la Iglesia, no voy mucho a misa, pero rezo todos los días”, y te sorprenden con tanta fe.

Estaremos mas dispuestos entonces a pedirle la salvación, porque sienten la necesidad de estar cerca de Dios, por mas que lo vivan de una manera distinta, cuando nosotros quizás no lo sentimos con esa misma urgencia, tanto que desde la oración sencilla ofrecen al Señor su fe.

¿Tendrá que decir otra vez Jesús que ha encontrado mas fe en esas personas, que tienen mejor fama de “no ser buenos”, pero tienen mejores sentimientos para ser cristianos buenos?, vendrán de oriente y occidente, dice la Palabra, de ámbitos que nosotros no esperaríamos, porque estamos un poco cerrados a veces en nuestros círculos oficiales donde nos creemos buenos, lo somos, eso seguro, pero a veces nos creemos demasiado santos o merecedores de los dones de Dios.

Despertemos, llega Cristo, la noche va a pasar, decía la 2da Lectura, de la Carta de Pablo a los Romanos e 1er fin de semana de Adviento.

Si en nuestra vida decidimos bajar la espada y no atacar a nadie, estamos dando testimonio de que los tiempos mesiánicos ya han llegado.

Bienaventurados los que obran la paz, los que trabajan para que haya justicia en este mundo y se vayan corrigiendo las graves situaciones de injusticia, son los que mejor celebrarán el adviento. No es que Jesús vaya a hacer milagros, sino que seremos nosotros, sus seguidores, los que trabajaremos por llevar a cabo su programa de justicia y de paz.

Tal vez tengas que dar gracias a Dios, porque te sentiste acogido en tu comunidad, tal vez en este momento, vayas reconociendo que no sos del bando de los buenos, aunque suene feo…, sino que seas como el centurión, que hace poco que estás incorporándote al amor de Dios, no porque hayas estado lejos, sino quizás por haberte acercado vos mismo un poco mas.

Pensá en las experiencias recientes que te acercaron a Jesús, a la comunidad, que te ayudaron a hacer un acto de fe tanto o mas grande que el del centurión.

Fuimos mirando esta situación desde distintos rincones para que el evangelio pueda resonar, pueda tocar y avivar el corazón, pueda despertarlo, como nos pide San Pablo en estos tiempos.

Ojalá que cuando seas invitado a la comunión en la misa, en la eucaristía, puedas decir con la misma confianza que el centurión que no sos digno de que Cristo Jesús entre a tu casa, y de pedirle que Él mismo te prepare para que su cuerpo y su sangre sean alimento de vida eterna y un anticipo de la navidad.

De hecho, esta oración del centurión, tan fuerte, es la que ha quedado en la liturgia, la rezamos a veces tal vez sin prestarle atención, te invito a que recuerdes cada vez que reces estas breves palabras, que Jesús se admiró de la fe de este centurión.

La curación del criado de este centurión, de una persona que no pertenecía a la comunidad de los judíos, nos hace pensar en la universalidad de Jesús, Él viene para invitar a todos los seres humanos, de cualquier clase y condición, a asumir el camino de salvación que es su reinado.

Cada milagro que Jesús hace es un signo eficaz de que Dios está irrumpiendo en el mundo, este reino está formado por personas concretas cuya característica principal es la fe, la respuesta llena de esperanza y entusiasmo para acoger la oferta salvadora de Jesús.

Dale en esta mañana porque te ha regalado la fe para descubrirlo en esta Palabra, para reflexionar y para iniciar este camino de adviento con Él.

Dale gracias a Dios por haberte llamado, por incorporarte a la vida de la Iglesia, por alimentarte con su cuerpo y con su sangre, a pesar de que, como el centurión, cada día en la liturgia eucarística decimos: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme, para salvarme”.

Te acordás de estas palabras en la misa, ¿no?, las pronunciamos cuando el sacerdote levanta las manos con el Cuerpo de Jesús, ese cuerpo en actitud de ofrecimiento y de entrega, el sacerdote lo ofrece diciendo “este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, dichosos los invitados a la Cena del Señor”.

“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme, para salvarme”.

A ver si te animás a descubrir el regalo de Dios, el regalo de la fe, en las cosas lindas que nos pasan todos los días, esto nos hace vivir la fe con mucha mas normalidad, con muchazas sencillez, en lo cotidiano, sin esperar la gran cruz ni el gran milagro, en el caminar sencillito de cada día.

La salvación que Dios nos ofrece a través de su Hijo, hecho uno de nosotros a través del Espíritu Santo, en el seno de María Virgen, no está limitada a un pueblo o a un grupo, Dios quiere que todos los hombres se salven, lo único que espera de nosotros es que creamos en Aquél que nos ha enviado.

Cuando conocemos nuestras miserias, cuando sabemos que están, que a veces nos ensucian el corazón, es cuando el Señor quiere nacer en tu corazón así como está, no somos dignos de que el Señor venga a nosotros, tal vez como Pedro tengamos que decir: “apártate de mi, Señor, porque soy un pecador”, pero el Señor quiere hacer su morada en nosotros, no espera que nosotros hagamos algo, sino solo que le dejemos hacer su obra en nosotros, Él se encargará de todo.

Que en este adviento puedas abrirle el corazón al Señor que sale a tu encuentro para ofrecerte la salvación, a Él no le importan las miserias y el pecado pasado, solamente quiere que creamos en Él y confiemos en Él.

Te invito a que pienses mucho en este corazón universal de Jesús, es importante que a todos llegue el mensaje, no solamente a los que están alejados de Dios, también a los que no creen.

Y hoy, en el día de San Francisco Javier, pedimos especialmente por las misiones en el mundo, por aquellos hermanos y hermanas nuestras que comprendieron este mensaje, que sintieron este llamado universal a la salvación, dejaron que el Señor los llame y respondieron con generosidad y allá están, en las tierras de misión, anunciando el nombre de Jesús, contagiando el amor de Dios a quienes todavía nunca escucharon hablar de Él.