La fe del paralítico y sus amigos

lunes, 10 de diciembre de 2007
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Un día Jesús estaba enseñando, y había allí entre los asistentes unos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de todas partes de Galilea, de Judea e incluso de Jerusalén. El poder del Señor se manifestaba ante ellos, realizando curaciones. En ese momento llegaron unos hombres que traían a un paralítico en su camilla. Querían entrar en la casa para colocar al enfermo delante de Jesús, pero no lograron abrirse camino a través de aquel gentío. Entonces subieron al tejado, quitaron tejas y bajaron al enfermo en su camilla, poniéndolo en medio de la gente delante de Jesús.

Viendo Jesús la fe de estos hombres, dijo al paralítico: «Amigo, tus pecados quedan perdonados.» De inmediato los maestros de la Ley y los fariseos empezaron a pensar: «¿Cómo puede blasfemar de este modo? ¿Quién puede perdonar los pecados fuera de Dios?»

Jesús leyó sus pensamientos y les dijo: «¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados.» Entonces dijo al paralítico: «Yo te lo ordeno: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» Y al instante el hombre se levantó a la vista de todos, tomó la camilla en que estaba tendido y se fue a su casa dando gloria a Dios.

Todos quedaron atónitos y alababan a Dios diciendo: «Hoy hemos visto cosas increíbles.» Pues todos estaban sobrecogidos de un santo temor.

Lucas 5, 17 – 26

En este tiempo del adviento que estamos viviendo, y para ubicarnos en el tiempo que la liturgia nos va regalando en estos días, vamos a meditar los textos de las lecturas diarias, y si participas de la misa en tu comunidad o a través de la radio, vas a ir escuchando que en la Primera Lectura los textos siguen siendo del Profeta Isaías, pero de lo que conocemos como el Segundo Libro de Isaías, la segunda parte del Libro del Profeta Isaías. Sin duda escrito también por un discípulo de aquel que nos hablaba en la primera parte, como escuchábamos la semana pasada, de los tiempos del Mesías.

En esto que tiene de grande la Palabra de Dios revelada, que siempre nos va mostrando el camino del amor de Dios por su Pueblo, y como todo el Antiguo Testamento nos va preparando para este misterio que vamos a celebrar en la Navidad y que no es mas que el comienzo de este caminar de Jesús entre los hombres con la mirada puesta en un destino muy claro: cumplir la voluntad del Padre, que va a coronarse en el misterio de la Pascua.

Por eso, en esta época, en estos días, en la segunda semana de adviento vas a escuchar siempre estos textos de Isaías, la época de esta segunda parte del Libro de Isaías es menos dramática que la que vivió el pueblo en la primera parte, si querés nos ubicamos, el Pueblo de Israel está en el exilio, está en una tierra extranjera y están como prisioneros, tanto Jerusalén como Samaría han sido destruidas. El Templo había sido profanado y arruinado por el ejército enemigo y todos los judíos aptos para trabajar ya han sido deportados todos a Babilonia donde han sido condenados a realizar duros trabajos forzados.

Y aquí, en este contexto de dolor y de sufrimiento, no solo por el trabajo, sino por estar lejos de la tierra y sobre todo por saber que el Templo ya no está, es el momento en que estos hombres fuertes y valientes están prisioneros en Babilonia, el Profeta comienza a hablar por adelantado de lo que será el retorno a la tierra santa, a la tierra prometida.

Por eso a esta segunda parte del Libro de Isaías se lo llamó a menudo el Libro de la Consolación, porque se dirigía a cautivos y desgraciados en una vigorosa predicación de esperanza.

Vendrá un tiempo de felicidad total, cuando Dios salvará a su pueblo, también el autor sagrado lo expresará a través de versos poéticos, llenos de imágenes, tal vez te preguntes por que estamos comenzando la catequesis con estas palabras del segundo Libro de Isaías, y es que para comenzar luego a reflexionar sobre el Evangelio de este día, que acabamos de escuchar, nos viene muy bien saber estas cosas sobre el Libro de Isaías.

Porque también todas las primeras lecturas, como lo es siempre en la liturgia, pero de manera particular en esta semana, van a invitar a preparar el corazón, porque se acerca la alegre noticia de la reparación de todas las cosas, y hoy entre tanto, escuchamos que el signo de los tiempos del Mesías será el abrirse los ojos de los ciegos, los mudos que gritan y los tullidos que saltan como los ciervos.

Ahora si vamos comprendiendo, desde esta brevísima introducción, lo que hoy nos presenta el evangelio de San Lucas, el paralítico estaba totalmente postrado, esta limitación de estar postrado no le permitía desempeñarse como cualquier otro ser humano, esta limitación que de por si era también un verdadero oprobio, aumentaba mas porque vivía al margen de la sociedad, él, que era sometido por la manera de pensar de la época a estar totalmente a un lado, a estar fuera del sistema, era la cultura del momento, como enfermo, estaba totalmente desplazado de la comunidad humana.

Se consideraba en general que la enfermedad provenía del pecado, y si un ser humano enfermaba, se pensaba que necesariamente era un pecador, cuanto mas grave su enfermedad, tanto mayor el pecado, y tanto mayor el pecado que se suponía habría cometido, desde el juicio y desde el prejuicio, y si no hubiera sido su pecado, sería el de su familia o el de un antepasado.

Los sacerdotes, los escribas y los fanáticos religiosos guardaban celosamente los prejuicios de la cultura como normas que no se podían cambiar, lo habían venido reflexionando y lo iban imponiendo, sometían de hecho al pueblo a un estilo de vida que se convertía en una ideología, donde todo se sacralizaba y donde todo se llevaba al perfeccionismo legal.

En esto no hace falta mucha explicación, tal vez te acuerdes tantas veces a Jesús recriminando a los escribas y a los fariseos, sobre todo a los fariseos, por las duras cargas que imponían a los demás, por el peso de la ley detrás del cual se escudaban para decir que se estaba honrando verdaderamente a Dios, Jesús llegó a llamarlos sepulcros blanqueados, todo muy bien por fuera, pero por dentro llenos de podredumbre, llegó a decirles que “ustedes cargan pesadas cargas a los demás, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo”.

Es en este esquema, en esta manera de pensar, que el enfermo de parálisis no tenía alternativa, directamente era expulsado de la comunidad y ya no era reconocido prácticamente como ser humano.

Esta manera de pensar es la que pone en crisis Jesús con su forma de actuar, el ser humano no importa que dignidad ni que cargo ocupe, no está en el mundo para reprimir a sus hermanos, para someterlos a la servidumbre y a las costumbres, quien puede perdonar los pecados sino Dios.

La función del ser humano, del Hijo del Hombre, es liberar a la humanidad atormentada y darle posibilidad de comenzar el camino de la redención, por eso Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, se lo va a ordenar con fuerza después de ser cuestionado, quien puede perdonar los pecados sino Dios.

Jesús va a decir, y lo escuchaste hace un momento, seguro que todavía resuena en tu corazón: “te lo ordeno, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa”, por eso la persona postrada por la enfermedad y oprimida por los prejuicios religiosos y legales, en Jesús es liberada definitivamente.

El paralítico se pone en pie, recupera su dignidad, ahora es capaz de seguir por sus propios medios los caminos que él elige, y no está sometido ya a lo que los demás elijan por él, y tampoco estará excluido de la sociedad, podrá participar de la vida en común.

Es frecuente en todo nuestro continente americano, pero cada día lo tenemos mas a mano en nuestra realidad de a Argentina, cada día está mas cerca de casa, la gran cantidad de cristianos que se entusiasman con las demostraciones de milagros y curaciones, pareciera que el dolor es tan grande que se confía ciegamente en lo mágico que puede cambiar situaciones, que puede, de manera particular, sacar de la enfermedad como por arte de magia, rápido, tan rápido como estamos viviendo en este tiempo.

Estos grupos que son religiosos, que son nuevos, tantas veces algunos de ellos con características de sectas, muchas veces son motivados y estimulados por aquellos que no respetan el corazón del pueblo, el corazón de los hombres, una religiosidad que se va desencarnando, que es solamente espiritualista, que se aleja de la realidad, que no tiene ningún compromiso. El milagro fácil, el milagro ya, el milagro inmediato, hasta se le pone día y hora en que se va a obrar el milagro, hasta se pone el momento, hasta se maneja el plan, la voluntad, la providencia de Dios, para que, si o si, obre en el momento que yo lo quiera.

Y de esto, ninguno de nosotros está exento, de caer en esta tentación de creer que la vida y la obra de Jesús se limitó solamente al milagro.

Jesús jamás se prestó al curanderismo, nunca se presentó como alguien que venía a liberar individuos de su propio mal, es necesario leer el relato de los milagros desde una mirada mucho mas amplia, desde el plan de salvación, desde lo que Dios quiso revelarnos a través de Jesús.

¿Y que quiere Dios?, quiere la felicidad, quiere la libertad del hombre, quiere la libertad de cada individuo en particular, pero quiere que esa libertad se viva en comunidad, hoy mas que nunca debemos tomar conciencia de esta realidad.

Es posible el milagro de la comunidad, la liberación de todos. Que este milagro de la comunidad, que este sentirlo a Dios presente en medio del pueblo, en medio nuestro, que viene a liberarnos, nos saque también de la parálisis, de la ceguera ante las necesidades de los demás, de la mudez ante la revelación de la verdad de Jesucristo, de la sordera ante los reclamos de tantos hermanos nuestros necesitados.

Es que cuando vivimos la vida de Iglesia, la vida de comunidad, como casa y escuela de comunión, nos resulta mas fácil el compartir la cruz, pero compartir también la necesidad de ser aliviados en la necesidad.

Jesús entonces, para escándalo de aquellos que eran especialistas en la Ley, presentes en ese lugar, perdona al paralítico de sus pecados, y lo hace antes de curarlo, esto es tal vez lo que enfureció mas a los escribas y los fariseos, pero ¿por qué Jesús cura del pecado antes que de la parálisis?, porque son peores las parálisis del corazón y el espíritu que la de los miembros corporales.

Tal vez nos cueste comprender esta realidad, tal vez nos cueste entender que cuando tenemos el corazón paralizado, cuando nuestro espíritu se frena y no puede avanzar, es mucho peor que la parálisis del cuerpo.

No ser capaz de amar, no ser capaz de servir a los demás es aún peor que no poder caminar, y porque a veces no nos podemos mover por falta de generosidad, por nuestro orgullo o por nuestro egoísmo, necesitamos de Jesús que venga a ponernos de pie.

Es cierto que solo Dios puede perdonar los pecados, pero Jesús afirma que este misterioso Hijo del Hombre que Él representa, que es Él mismo quien tiene ese poder, y para afirmarlo y comprobarlo, ordena al paralítico levantarse: “levántate”, echarse al hombro su camilla: “toma tu camilla”, la camilla de sus dolores y sus pecados, y volver por su propio pie a su casa.

Lo habían tenido que descolgar cuatro amigos desde el techo, pero ahora, oh maravilla!, el paralítico se va glorificando a Dios, los presentes también glorifican a Dios y se admiran, ¿que habrán pensado los fariseos y los doctores de la ley?.

Así se cumple la profecía de Isaías, “los rengos, los imposibilitados saltan, los ciegos ven, los sordos oyen, la tierra se renueva en su presencia, el desierto se convierte en un vergel”, están volviendo los deportados, aquellos que estaban esclavizados en Babilonia, lejos de su tierra, lejos de su familia, sobre todo lejos del templo que los reuní, los congregaba y les hacía vivir y revivir la alianza cada día.

Todo esto sucede y sucederá plenamente cuando vivamos en evangelio a full, seguir las enseñanzas de Jesús, cumplir sus mandatos de amar y de servir, de perdonar y de compartir.

Por eso esta segunda semana del adviento que hemos comenzado, en este camino a la Navidad, en este camino que se va a acortando, ¿viste que ya los ruidos están mas fuertes en torno a la celebración navideña?.

Si tuviste la oportunidad de participar de la misa este fin de semana, y compartiste también el encender, el contemplar la Corona de Adviento, se habrá encendido esta segunda vela, este segundo cirio, que nos recuerda que vamos caminando, y vamos caminando de prisa, pero es la actitud evangélica, la actitud de compartir, de amar y servir, de perdonar y compartir, la que hará que esta marcha pueda ser firme y llevarnos a una feliz Navidad.

¿Cómo estamos preparándonos para esta Navidad que se nos va acercando?, ¿cómo no reconocer nuestros pecados, y no pedir perdón por ellos?, sabiendo que perdonados seremos capaces de obrar maravillas, de caminar gozosos al encuentro de los hermanos, para construir junto a ellos una sociedad mas justa, mas pacífica y mas fraterna.

Reconocer nuestros pecados y pedir perdón por ellos, porque en el perdón hacemos nosotros también maravillas, que desafío nos deja en esta mañana el desafío, me deja a mi como sacerdote, te deja a vos en tu estado de vida concreto, como laico, como consagrado, como esposo, como esposa, como hijo, como trabajador.

El evangelio hoy nos pone frente a un hombre paralítico después va a ser curado, pero comienza presentándonos a un hombre que nada puede hacer, ¿te parece que nos animemos a pensar que cosas producen en nosotros parálisis que no nos dejan llegar a buen puerto?, ¿Qué cosas pueden estar en este momento paralizándote y que no te dejan prepararte bien para la Navidad?.

Sería interesante también hacernos la pregunta de si tenemos ganas de salir de esa parálisis, este es el tiempo oportuno, el tiempote la gracia. ¿Qué tengo que hacer en este adviento?, ¿de qué cosas tengo que escapar?, un poco difícil es, ¿no?, porque no basta pensarlo, meditarlo, sino sobre todo dar el paso, animarnos, es difícil, pero no tanto, sobretodo espero que estas preguntas te ayuden a hacer un momento de silencio, a dejarte interpelar por Jesús.

Contemplá esta imagen del paralítico que está ahí postrado y solo, dependiendo hasta en lo más mínimo de otro, signo de la parálisis que hace en nosotros el pecado.

Te animás a pensar a que cosas tengo que escapar en este adviento, de que cosas tengo que pedirle a Jesús que me libere, porque me están paralizando, que situaciones te pueden estar preocupando.

Pensá en como podemos ir saliendo, porque la parálisis no nos deja amar, no nos deja servir, no nos deja perdonar, no nos deja compartir. El texto de hoy nos invita a salir de nuestras parálisis, de aquello que nos detiene y que nos frena.

No es difícil aquí darnos cuenta de que este hombre pudo salir de su parálisis porque tuvo ayudante para llegar a Jesús y para ser curado, sus amigos, los que los llevaron y lo descolgaron del techo contra todo comentario, contra todo juicio y condena social, fueron y obraron.

Seguro que vos también al ver tu vida, tendrás alrededor tuyo tantos hermanos o hermanas que están como paralizados, que no avanzan, que están detenidos en el camino.

Cuantas veces cuando esto nos pasa a nuestro alrededor no da ese dolor en el corazón, el poder ver que lindo y que grande es estar cerca de Dios y que difícil se hace ver alguien que no quiere avanzar, que está detenido, que está como este hombre, solo en el camino.

¿Qué puedo hacer entonces?, ¿qué puedo hacer Padre por este o esta que no se acerca, que reniega de Dios?, cuantas veces como papá o como mamá pasamos por este dolor, el ver a aquellos que son nuestros hijos, o aquellos que están cercanos en la familia y que están con el corazón paralizados, y nos empezamos a preocupar y a angustiar y hasta a veces perdemos la paz pensando de que manera podemos ayudar, y el secreto es demasiado sencillo, debemos ser mejores cristianos.

Ni siquiera preparar grandes argumentos, para desde la fe retrucar aquello que nos cuestionan, es necesario formarnos en la fe, es necesario alimentar la fe, pero es necesario también amar mucho, es preciso que seamos hombres y mujeres de oración, de vida interior, también de penitencia, por aquellos a quienes queremos ayudar a que carguen con su camilla para que Jesús los sane.

Para Jesús el anuncio, para nosotros el apostolado. Nunca fue ni debe ser convencer, Jesús no hizo ningún milagro para convencer, Jesús si hizo milagros fue para anunciarnos la salvación.

Nosotros tampoco pretendamos convencer, convencer de que somos mejores, de que tenemos mas vida cristiana que otros, sino sobre todo escuchar la palabra de Juan el Bautista, que nos la recordaba este fin de semana, la conversión, cuando nosotros tenemos el corazón lleno de Dios, se nota.

Desde mi vida personal tengo que acercarme a aquel que lo necesita, ser buenos amigos, como estos cuatro, para que llevemos a otros a Jesús, que contra todo pensamiento y como les podía salir, simplemente lo quisieron ayudar.

El liberarnos de los respetos humanos para testimoniar el amor, para testimoniar que somos cristianos, para testimoniar que tenemos que estar cerca de aquel que sufre, sobre todo por estar lejos de Dios.

Ser buenos amigos, ayudar a llevar la camilla desde nuestro testimonio, ¿qué puedo hacer?: amar y servir, perdonar y testimoniar, pero seguimos descubriendo paso a paso el evangelio que hoy nos regala la liturgia, Jesús me ofrece salvarme a mi y salvar también a aquel que a lo mejor creés que está lejos de Dios, y lo está, le da la espalda a Dios, tal vez también quiere ser salvado por Jesús, también a aquel que reniega de su fe, a todos quiere alcanzar la salvación de Dios.

No hay duda que la fuente mas profunda de nuestros males está siempre en el pecado, “hombre, tus pecados te son perdonados”, frecuentemente nuestra oración o nuestro interés cuando llegamos a Dios es puramente material, si, es que vivimos tiempos difíciles, y por allí lo que le pedimos es aquello que pasa por lo de todos los días, por aquellas necesidades que son reales, pero el Señor sabe lo que nos conviene, sabe lo que necesitamos.

Como en aquellos tiempos, cambiando la situación histórica, los modos, las formas, pero hoy también los consultorios están llenos de enfermos esperando por un médico, pero como aquellos hombres tenemos el riesgo de no ir corriendo al verdadero médico.

Así como en aquella época corrían detrás de Jesús buscando algunos solamente el milagro, y por eso en algunos no pudo, porque les faltaba fe, porque no tenían el corazón bien preparado, también hoy nosotros tenemos este riesgo, el de no ir con tanta diligencia, con tanta urgencia, al lugar donde realmente nos restablecemos en la plenitud.

Especialmente ir corriendo en este tiempo del adviento a este lugar que es el encuentro con el Señor en el sacramento de la reconciliación, en la penitencia, en la confesión, cada vez que te acercás a reconciliarte, cada vez que te acercás a confesarte, se vuelve a repetir el milagro de hoy, si, el milagro de este Jesús rico en misericordia que nos recuerda que en el adviento no podemos descuidar el necesario perdón que Él da a manos llenas.

Y si es preciso echemos fuera los impedimentos, para este hombre concretamente era la multitud que no lo dejaba ir frente a Jesús, pero echaron fuera lo que impedía, abrieron un agujero en el techo, sacaron el pecado, porque no podían llegar a Jesús, todos necesitamos retirar las tejas de los prejuicios, de las comodidades, de las críticas, de la desconfianza, que son como este obstáculo, como esta multitud de gente que no deja entrar ni por puerta ni por ventana, pero que de alguna manera hay que sacar para poder ponernos frente a Jesús.

Animate a mirar hacia adentro, no tengas miedo si estás caminando un poco rengo, Jesús hoy te quiere salvar, necesita que vos le prestes el corazón, animate a mirar alrededor tuyo, animate a ver que cosas te están alejando de la salvación, que cosas habrá que voltear como un día el techo, para llegar libres a Jesús.

¿Qué cosas querés proponerte en este adviento?, ¿qué cosas le dicen a tu corazón estas palabras que compartimos?.

Jesús perdonó los pecados del paralíticos, ahora su alma estaba limpia y se había encontrado con Jesús, Él quiere dejarnos hoy bien aclarado, como lo hizo en ese momento especialmente a los fariseos y a los escribas, que Él es el único que puede perdonar los pecados, y esto porque es Dios, lo de la curación es simplemente para mostrarlo.

Por eso después del perdón “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”, este poder de perdonar los pecados Jesús después lo va a regalar a su Iglesia, lo va a regalar a sus apóstoles, los sacerdotes hemos recibido este poder, el poder del perdón de los pecados, no en virtud de nuestras capacidades, ni siquiera en virtud de nuestra santidad, pura Gracia, puro Don de Dios, puro regalo de Él, que no considera nuestras miserias y nos llama a ser instrumentos en manos de Él para q            ue se muestre su misericordia.

Jesús espera a nuestros amigos como nos espera a nosotros, nuestra Madre, refugio de los pecadores, tendrá sin duda también compasión de cada uno de aquellos que en este tiempo del adviento queremos acercarnos mas al Señor.

La obra maravillosa del Padre es habernos perdonado, pues esto ha abierto para nosotros las puertas del Cielo, ¿que cosa podrá ser mas grande que esto?, nada, el paralítico en cuanto oyó las palabras de Jesús, con las cuales le perdonaba sus pecados lo supo, había ganado todo, Jesús va mas allá y te invita a caminar.

Que bueno sería que también en este adviento puedas escuchar esta palabra en boca del sacerdote, “yo te absuelvo de tus pecados, tus pecados te son perdonados”, cuanta alegría que encontramos en el perdón, y una vez perdonados también escuchar la voz de Jesús que al igual que al paralítico nos invita a no quedarnos ahí donde estamos, sino a ponernos en marcha, que nos levantemos de nuestras miserias, que sigamos su camino, que nos convirtamos en discípulos y en testigos de su amor.

Busquemos en este día l poder pensar la manera de acercarnos en este tiempo del adviento, para preparar bien el nacimiento del Niño Dios, recibir el sacramento de la reconciliación, que la Nochebuena, cuando sea proclamada la luz que brilla en las tinieblas sea la luz que guardamos nosotros en el corazón lleno de Dios, en el corazón reconciliado.

¿Cuánto hace que no sentís esta palabra de Jesús?, “levántate, toma tu camilla y vete”, todavía nos restan dos semanas de adviento para que puedas preparar una buena confesión que te libere de la parálisis.

Hace un momento hablábamos de animarnos a mirar hacia adentro, sin miedo, porque Jesús hoy te quiere salvar, te quiere liberar, pero necesita de nosotros.

Animate a preguntarte que cosas te están alejando de la salvación, que cosas, que actitudes, que vicios, que desórdenes tenemos que voltear como un día el techo de la casa donde Jesús estaba, para que el milagro se vuelva a obrar.

Sin duda que también tendrás en tu corazón, tantas experiencias de profunda alegría a través o a partir del sacramento de la reconciliación, cuanta alegría, la misma alegría que hay en el cielo por un pecador que se arrepiente, que es mayor a la alegría que hay por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse, va a decir Jesús.

¿Por qué no empezás a derrumbar las tejas de la vergüenza, de la mudez, el pensar en compartir tu vida con aquellos que están cercanos a vos?.

Jesús viene a liberarnos de aquello que nos está atando, porque en Él encontramos la plenitud de la liberación, la redención en abundancia, el amor de Dios que no tiene ningún tipo de límite, que todo lo alcanza y que todo lo toca.

Los beneficios de Dios no suelen ser de orden material, las mas importantes maravillas de Dios suceden siempre en los corazones, la liberación del pecado es el gran beneficio divino.

Quizás este paralítico, que tan a menudo necesitaba de los demás, que dependía totalmente de los de su entorno, quizás por esta limitación estaba mejor preparado para aceptar el perdón, si muchas personas rehúsan el perdón de Dios es porque no quieren recibir nada de los demás.

El perdón de Dios siempre exige de nosotros aceptar que estamos limitados, que necesitamos, y por eso imploramos la misericordia de Dios, a veces un secreto orgullo, eso que está guardado en lo profundo del corazón, esto que es bien nuestro nos impide dar este paso.

Uno cree que se basta a si mismo, uno cree que puede salir del apuro del momento, y del momento que se está viviendo interiormente, del momento que pasa en nuestra vida y en nuestro corazón, salir de esto por nuestras propias fuerzas.

Es necesario volver la mirada a Jesús, y esa es la propuesta de esta catequesis.