La fe nos familiariza con Dios

jueves, 26 de febrero de 2009
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Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.  Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía:  "¿De dónde saca todo esto?.  ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?. ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?.  ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?".  Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.  Por eso les dijo:  "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".  Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.  Y él se asombraba de su falta de fe.

Marcos 6,1 – 6

El título de nuestra catequesis de hoy es éste La fe nos familiariza con Dios

Los paisanos del tiempo de Jesús solo alcanzan a ver en el hijo de María y José el carpintero a un vecino más de ahí que el Señor pueda realizar allí como dice la Palabra hoy unos pocos signos de sanidad y el mismo Jesús se extraña de la falta de fe de ellos y citando aquello tan antiguo que solo es en su propia tierra despreciado un profeta da a entender que su peregrinar trasciende el ámbito al que pertenece al vinculo que tiene con ellos de familiaridad vecinal.

La falta de fe de sus vecinos es lo que le impide un paso más en cercanía que permita ver en el hijo de José y María al mismo enviado de Dios. Es que cuando no hay fe las cosas de Dios resultan extrañas, resultan incomprensibles podríamos decir. Es solo por fe como podemos acceder desde la carne de Jesús al misterio de la redención.

Es solo por la fe es donde podemos penetrar lo impenetrable que resulta el misterio de Dios entre nosotros, habitando en medio nuestro en la cotidianidad haciendo que la vida no caiga en la rutina sino que cada jornada sea una novedad de encuentro de amor con El En éste sentido el llamado es a reproponer los contenidos centrales del misterio de Jesús cercano a nosotros dando lugar al kerigma.

Este Kerigma es la centralidad del mensaje: nacimiento virginal de Jesús, vida pública en medio de nosotros, pasión muerte resurrección, envío del Espíritu Santo. Estos son los contenidos fundamentales de la fe de los cuales Dios nos invita a renovarnos para que nuestra rutina ante la presencia cercana y vecinal de Jesús no se haga un aburrido modo de transcurrir el tiempo sin una oportunidad siempre nueva de trascenderlo en El.

Un gran bostezo resulta oprimente, resulta la cotidianeidad de lo nuestro y la rutina se hace una cosa aburrida cuando no encontramos la novedad de la trascendencia en el acontecer de todos los días, cuando no encontramos el sentido y el valor de lo que ocurre y entonces como marcados por el determinismo de los hechos. Que son así, que no pueden ser variados en su rumbo.

Nos tiramos a la suerte que sean las cosas como tengan que ser, será así como son. Esto no es querer de Dios, su voluntad. Dios no nos quiere transcurriendo el tiempo sin sentido sino siendo partícipes, protagonistas del sentido del tiempo en donde El ocupa el centro y justamente esto lo que hace la vida de un cristiano comprometido con su tiempo un plus de aporte a una sociedad que ha perdido el rumbo y que en medio de la crisis cultural muy fuerte no sabe cual es su destino.

Nosotros no es que lo tengamos todo resuelto ni podamos decir claramente cual es la suerte de una humanidad que en una búsqueda tan grande como la de éste tiempo pero si podemos aportar desde lo cotidiano nuestra semilla de mostaza pequeña, creyente que nos permite trascender los acontecimientos en todo éste maremoto por decirlo de alguna forma o en todo éste movimiento tempestuoso y con Jesús buscar la serenidad y la calma en lo cotidiano en medio de la tormenta para que podamos llevar la barca de la vida hacia puerto seguro.  Tomando el timón en las manos y sabiendo que el Señor pone su mano en nosotros para guiarlo.

Se me viene ahora una imagen de una tempestad un joven tomando el timón de una barca que va queriendo superar el golpe de las olas que se meten por detrás de la barca y Jesús que por detrás casi con una imagen difusa pero al mismo tiempo muy clara en su vida tomando los brazos de éste joven siendo El que conduce en la tempestad. Ese podemos ser nosotros y la suerte que atraviesa nuestra vida en éste tiempo.

El Señor ciertamente conduciendo si lo dejamos y le creemos y confiamos que El maneja la suerte de nuestro rumbo y nuestro destino ayudándonos a superar las tempestades por las que atravesamos. Es justamente en el kerigma donde nosotros podemos hacer presente a ese Jesús renovándonos en lo central de su misterio.

Para éste ejercicio de volver a la centralidad del contenido creyente es clave

1) El encuentro con la Palabra de Dios desde la lectura orante de la misma

2) revalorizar y renovar nuestra vida sacramental

3) a través de una buena catequesis que sea adecuada a nuestra realidad de ahora no cuando hicimos la Comunión cuando teníamos 10 años como en el caso del que comparte hoy éste mensaje sino de una catequesis renovada a las circunstancias de éste tiempo de nuestra existencia y

4) recuperando el diálogo creyente de la oración en clave de amistad.

Estos cuatro puntos van a ser el contenido de nuestra reflexión en nuestra mañana. ¿Como es que el Señor se ha subido a tu barca? ¿ con que mensaje de paz? ¿ como es que llega a tu corazón la Palabra del Señor que en éste tiempo te alienta a no bajar los brazos? Cual es la consigna?

La Palabra de Dios que hoy guía tu barca. El Señor que por delante y por detrás, que por todas partes ha asumido tu historia en medio de la tempestad te da la calma para sortear todas las dificultades por las que vas atravesando

El encuentro con la Palabra de Dios en la lectura orante como un camino que nos lleva a renovarnos en la centralidad del misterio cristiano y entonces no pasar la vida en lo rutinario sin sentido ni trascendencia sino con orientación. Debemos volver a la centralidad del misterio de Jesús y al encuentro con su kerigma que es lo que decíamos su nacimiento virginal, pasión muerte y resurrección y El que nos envía al Espíritu Santo como el consolador y guía en éste tiempo.

Para recorrer ese camino la primera propuesta de las cuatro que hacemos hoy es el encuentro con la Palabra de Dios desde la lectura orante. La lectura orante de la Palabra supone un tiempo diario no menos de treinta minutos con el texto bíblico que puede ser el Evangelio del día donde hago un acto de fe en Dios que ahí me está hablando. Tiene algo nuevo para decirme en mi aquí y mi ahora.

Dios no es extraño a mi historia y no solamente me dice esto en la Palabra que le da un contendido a mi propia historia sino que como la Palabra de Dios actúa en lo que dice aquello mismo que la Palabra pronuncia viene como a realizarlo en medio de mi propia historia.

Como realizo éste ejercicio? Por medio de lo que llamamos desde antiguo Lectio Divina. En la Lectio Divina se dan como 4 momentos o pasos.

  • El primer momento es que dice la Palabra,
  • en segundo momento que me dice la Palabra,
  • el tercer momento es que le digo a la Palabra
  • y el cuarto momento a que me comprometo desde la Palabra.
Veamos uno por uno estos pasos para estos 30 minutos mínimamente de encuentro con el Señor que renueva nuestra fe en la Palabra.

Que dice la Palabra. Como hago para encontrar que dice la Palabra? 

Con mucha sencillez la leo en los párrafos. Hoy por ejemplo son 6 versículos. Del verso 1 al 6 del capítulo 6 de Marcos. Valiéndome de lo ya conocido o de lo que simplemente se proclama, dejarme impactar por el texto deteniéndome particularmente en lo que me llama la atención e intentando vincularlo con otros textos bíblicos con lo que podríamos cotejar esa Palabra. Explico en lo concreto de que se trata.

Hoy nosotros leemos el Evangelio de Marcos en el capítulo 6 del verso 1 al 6. Allí se presenta Jesús en medio de su gente.

A mi me impacta esto: sus paisanos no entendían quien era Jesús. Acaso éste no es el hijo de María y de José y sus hermanos no viven aquí entre nosotros.

Me impacta esto. Entonces me quedo con esto y repito ésta Palabra. Quien es Jesús? Me hago la pregunta que se hacen los que no terminan de entender a Jesús y lejos de creerme que yo ya lo entiendo me ubico del lado de los que se preguntan ¿ quién es Jesús? Acaso es uno más de nosotros.

No es mi amigo, mi compañero, no es como dicen muchos el barba. Quién es Jesús? Pero no me pregunto desde el lugar quien cree conocerlo todo sino desde éste otro lugar Que misterio se esconde en Jesús? Y con eso quedarme.

Si esto es lo que me impacta con eso me quedo. No doy otro paso. No es que hago un recorrido de todo el Evangelio. Me quedo con la pregunta de ellos y me ubico en éste lugar. Quien es Jesús? Que de misterioso hay que lo hace obrar de ésta manera. Porque hay otra cosa que me impacta que es que realiza milagros, aunque muy pocos porque no le creen.

Entonces quien es éste Jesús a quien soy invitado a creer más porque ya creo en El pero necesito creer más Se lo pregunto: ¿ quién sos Jesús para mi vida?

Y ahí puedo dar el paso al segundo momento: ¿ que me dice su Palabra?

Entonces quedándome con aquello que más me impactó ¿ quién es Jesús? Yo puedo entrar en ¿que me dice Jesús de quién es El? Entonces recorrer los encuentros que he tenido con Jesús: cuando niño en mi primera comunión o también en mi adolescencia, en mi encuentro vocacional, en mi tiempo de formación en el seminario, en el día de mi ordenación quien fue Jesús.

Quien ha sido Jesús entregándome desde muy chico pero particularmente desde la adolescencia y especialmente desde mi llamado quien es éste Jesús que me dio a María y me puso ahora en la obra de María para acompañar el camino de ella que anuncia a El. Es como preguntar ahora ya no quien es Jesús sino quien es Jesús para mi.

Quedarme ahí con esa pregunta y escuchar que dice Jesús. ¿Como escucho que dice Jesús? Vinculándome con mi sentir profundo interior donde en el sentir se puede captar la voz de Dios.

En el sentir interior intentar escuchar que me está diciendo el Señor. Ejemplo: yo siento esto: yo soy tu amigo y como buen amigo te doy lo que más amo. Tanto te amo que te he hecho uno conmigo en el sacerdocio y te he entregado mi madre para que te acompañe como me acompañó a mi en mi sacerdocio. Este es mi sentir de lo que el Señor me dice.

Entonces eso me da pie para el tercer momento: que le digo yo a éste Jesús Palabra.

Esta Palabra tiene un mensaje que interpela mi vida y me invita a dar una respuesta creyente y orante- Es el diálogo de mi sentir interior de lo que la Palabra ha suscitado en mi. La Palabra es Jesús. El es la Palabra hecha carne.

Entonces allí yo le digo yo te agradezco infinitamente Señor el don del sacerdocio. Te agradezco la presencia de María muy especialmente en mi vida sacerdotal. Cuanto me ha acompañado, cuanta cercanía de amor hay tuya en ella para conmigo y al mismo tiempo eso me abre al cuarto momento: a que me compromete éste encuentro

Y yo digo esto que es una realidad y que lo renuevo en éste encuentro con el Señor: me compromete a consagrar mi vida a María en su obra y a caminar junto a ella hasta donde me quiera llevar, como me quiera llevar para hacer realidad esto que recién nos decía una oyente ¿ cuando llegara a otros? ¿ a todos?

Hasta que llegue a todos de muchas maneras. Porque hasta ahora solo me doy cuenta que hemos llegado por un camino: el de la radio, pero habrá tantos otros caminos como el de la misión que vamos a compartir a partir de la semana que viene o de internet o de la predicación popular y callejera o de tu testimonio de tu presencia en la vida juvenil como hacemos con los chicos de la oleada y de tantos otros modos y quiero hacerlo con vos y desde vos porque muchas veces cuando lo he intentado hacer creyendo que lo podía hacer porque me lo pedías pero sin tener en cuenta que era por vos que lo hacía no me fue tan bien.

Entonces allí como detenerme y comprometerme más en lo hondo.

Este ejercicio de Lectio Divina si lo hacemos todos los días 30 minutos nos hace ir como teniendo éste gusto interior por la Palabra, por la centralidad de la mensaje de Jesús.

Repito los pasos: que dice la Palabra de Dios, que me dice la Palabra de Dios, que le digo a Jesús Palabra de Dios, a que me compromete ésta Palabra del Señor.

Un segundo paso en la búsqueda de la centralidad de Jesús para nuestra vida, una forma de renovarnos además del encuentro con El en la Palabra como lo compartíamos recién es revalorizar y renovar la vida sacramental en nosotros.

En los Sacramentos: bautismo, confirmación, eucaristía, reconciliación, matrimonio, orden sagrado, unción de los enfermos.

Estos son los 7 sacramentos que celebra la Iglesia Católica que es el mismo Cristo que a través de signos sensibles y en la comunidad reunida en asamblea actúa a través del ejercicio ministerial de servicio a través de los cuales se significa de una manera diversa su presencia.

Dando vida en el Bautismo, reconciliando en el sacramento de la Reconciliación, haciéndose alimento en la Eucaristía, sanando en la unción de los enfermos, dando orden de gobierno de santificación en el don del ministerio sacerdotal para la vida del pueblo de Dios como pastores, también haciéndose ministerio de alianza en el matrimonio.

Es el mismo Jesús que sensiblemente se hace presente de una manera eficaz. De ahí cuando nosotros celebramos un sacramento es Cristo que se hace presente detrás de la pobreza de los signos que nos acercan su misma persona.

Cuando nosotros tenemos conciencia de que es Jesús quien actúa a través de la pobreza de estos signos los sacramentos se transforman rápidamente por la eficacia de la persona de Jesús comprometido en ellos allí desde hace 2 mil años en una fuente de renovación de vida interior para nosotros y entonces no hay rutina que se haga aburrida sino en todo caso novedad constante de la presencia de un Dios que nunca se repite y siempre es creador en su modo de manifestarse.

Esto supone celebrar la vida sacramental bien preparados haciendo un acto de fe conciente que nos saque de ese peligroso modo de sacramentalizar la fe viéndola de una forma convencional. El tercer modo a través del cual el Señor nos quiere renovándonos en la centralidad de su misterio es a través de una buena catequesis según la etapa de la vida que me encuentro.

Nosotros hemos presentado la vida catequística de la comunidad no como un itinerario permanente sino como salir al cruce de una enseñanza solo en términos conceptuales no tanto confrontándola con la vida para el cumplimiento o acceder a un sacramento. Entonces tenemos la catequesis para la confirmación, para la comunión, para el bautismo pero siempre como orientado a la celebración sacramental.

Eso hace de nuestra vivencia de servicio en la catequesis que nuestra fe se vaya sacramentalizando, sacramentalista le llamamos a esa fe cuando se la vive en función del sacramento no como lo decíamos antes de una manera renovada sino para tenerlo como quien pasa por una Iglesia y carga nafta como si ésta fuera una estación de servicio.

Hay que proponerse un encuentro con el Señor catequístico y proponerlo dentro de la comunidad a la que pertenecemos que trascienda el ámbito de lo sacramental Por eso se habla de la necesidad de una catequesis para adultos no en función de los que no recibieron el sacramento puedan recibirlo sino de renovar la fe de un adulto que recibió una enseñanza muchas veces deficitaria en distintos aspectos por la predisposición de la persona, por ejemplo yo siempre recuerdo como no me gustaba ir a la catequesis de comunión y como después el Señor me fue llevando por un camino que después en la adolescencia tuve una fuerte experiencia de El.

Después en la juventud y en mi formación como sacerdote en el Seminario pero a veces es la no buena predisposición lo que hace que no recibamos mejores mensajes o que algunas preguntas que nacen de la vida misma no encuentren respuesta frente al misterio de Dios y entonces una catequesis adecuada supone no solamente salir del proceso sacramental sino confrontar la enseñanza de Jesús y su presencia con las distintas etapas de la vida.

Esto hace que la catequesis sea un itinerario permanente. Un peregrinar constante con Jesús. En mi niñez en mi adolescencia en mi juventud, en mi juventud adulta, en mi adultez en mi tercera edad. Siempre estamos necesitando de la presencia catequística de Jesús maestro y nosotros siempre como discípulos.

Entonces cuando hablamos de una renovada catequesis hablamos de un mensaje de Jesús adecuado a ésta etapa de la vida que estoy viviendo, un confrontar la vida con lo que ella tiene de exigencia con el mensaje de Jesús no creyéndome que ya lo tengo todo respondido porque ya he hecho todo lo que tenía que hacer para vivir en la fe de Jesús sino animándome a confrontar con El 

El cuarto punto es recuperar el diálogo creyente desde la oración en clave de amistad. El amigo mantiene vínculo vivo con su amigo cuando éste es cultivado. Hay amigos que los perdemos en el camino porque no hemos sabido cultivar la amistad. Solamente la amistad crece cuando es cultivada y si esto nos referimos con el encuentro con el Señor el encuentro con Jesús solo crece en la medida que es cultivado y éste encuentro como cuando ocurre con los amigos se da cuando nos ponemos a conversar de nuestras cosas. Es el trato de amistad que renueva la centralidad de su presencia en nuestra vida.

La oración, decía Teresa de Jesús, es estar muchas veces a solas en trato de amistad con quien sabemos nos ama. En el modo de relación de Moisés y de todos los santos se trata de un trato de familiaridad con El. Moisés hablaba con Dios como habla un amigo con su amigo. Muy lejos está Dios de ser extraño a nosotros, muy lejos también de ser uno más de nosotros. No es el Dios intocable, el innombrable como decía a veces el Antiguo Testamento ni el barba como irrespetuosamente lo tratamos.

Teresa de Jesús decía cuando vayas a la oración fijate con quien estás conversando porque está cerca pero al mismo tiempo se te escapa a la mirada. Es un misterio de cercanía de amistad y de profecía que nos conduce hacia delante la presencia del misterio de Dios.