La huida a Egipto

martes, 29 de marzo de 2011
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1.- Dios nos acompaña en el camino de la vida

 El texto de hoy nos presenta a José tomando al niño y a María entre sus brazos para llevarlos a Egipto huyendo porque Herodes está buscando al niño para matarlo. Entonces se descubre claramente en la vida de Jesús, como Dios el Padre, con su sombra en José lo cubre, lo protege, lo acompaña. Nosotros podríamos también descubrir situaciones, personas, circunstancias, en donde Dios, el Padre, con su sombra, ha cubierto nuestra vida y nos ha protegido, nos ha cuidado, ha velado por nosotros. A veces, pasado el tiempo, decimos: de la que me salvé, Dios aquí puso su mano, qué situación tan providencial que me permitió salir de esta situación tan engorrosa, situaciones de vida personal, familiar, donde nosotros vimos la mano de Dios que nos protegía y nos guiaba como lo hace hoy el Padre Dios con su hijo Jesús en la persona de su padre adoptivo, José. El sale al encuentro del hijo de Dios y lo protege, lo guía, lo sostiene, lo acompaña. Como Dios nos ha acompañado y sostenido en el camino de la vida, ese es el tema de hoy.

 

Oración Inicial

Te pedimos Señor que extiendas tu mano sobre el corazón de todos y cada uno de nosotros, que en ella nos sintamos bendecidos, acompañados, sostenidos. Que por tu mano que nos sostiene, que por tu mano que se nos brinda, bajo la sombra de ella Señor, redescubrir que todo está en vos, que nuestra vida está entre tus manos. Danos la gracia, en esta mañana, de poder descubrir el sentido de esta palabra para nuestra propia existencia. Te pedimos nos regales un profundo e interno conocimiento de tu misterio Jesús, para que podamos crecer en el amor a vos, y amándote con todo el corazón en la vida nuestra de todos los días poder seguirte, servirte y alabarte. Te lo pedimos con Ignacio de Loyola, te lo pedimos junto a María y a José quienes nos acompañan en el camino. Nos confiamos a todos los Santos y ángeles del cielo para que ellos vengan a nuestro encuentro y nos sostengan en estos ejercicios de San Ignacio.

 

Mateo 2, 10 – ss

“Después que los magos se retiraron, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto, allí estarás hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó, tomó de noche al Niño y a su Madre y se retiró a Egipto y allí estuvo hasta la muerte de Herodes para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi Hijo”

 

2.- Traemos la historia

En nuestro ejercicio vamos a repetir los pasos que venimos dando todos estos días, y al repetirnos, lejos de aburrirnos nos va generando el hábito de poder encontrar un modo de estar en presencia del Señor en su Palabra con un hacer y un quehacer que nos ponga en sintonía con lo que el Espíritu quiera suscitar en nuestro interior. Como todos los días, en el momento de hacer el ejercicio nosotros hacemos nuestra oración preparatoria que nos pone en rumbo a lo de Principio y Fundamento, esto de querer hacer el querer y la voluntad de Dios razón por la cuál hacemos los ejercicios. Los ejercicios son hechos para buscar, hallar y vivir en la voluntad de Dios y ahí encontrar nuestra plenitud y nuestra felicidad. Para esto hemos sido hechos. Después de hacer nuestra oración de preparación, traemos la historia. La historia justamente nos presenta a José, a José como uno de los personajes centrales en torno de lo cuál se va a desarrollar la escena, pero también aparecen previamente los magos, de hecho el texto, en el verso 10, comienza diciendo que los magos han partido. Inmediatamente de que ellos han partido el ángel del Señor vuelve a aparecerse en sueños a José. Vuelve a aparecerse en sueños porque también en sueños José ha recibido el anuncio por parte del Ángel de tomar consigo a María porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo. José en sueños recibe las indicaciones que Dios el Padre le confía para llevar adelante la tarea de conducir a su familia, de guiar a quienes le ha confiado, a estos dos tesoros tan maravillosos que le ha regalado el Padre Dios, el de María y el Niño que ha nacido de su vientre por obra del Espíritu Santo. Sin duda, además de traer a la historia a José, su silencio, su capacidad de discernimiento, de intervención del Ángel, en la escena aparece un personaje que ya ha aparecido ayer también en el diálogo con los magos de oriente, Herodes, personaje ciertamente nefasto, reconocido en la historia no solamente como un tirano por el ejercicio del poder sino además un hombre enfermo por esta realidad, capaz de matar a su hijo, a su esposa, a sus sucesores, el día de su muerte deja un decreto para que maten a los judíos más importantes, para que cuando los lloren a ellos tenga el también su funeral con llanto. Sabiendo que nadie lo iba a llorar entonces hace matar a otros para que haya llanto y dolor en el pueblo y así pudiera el también partir con algunas lágrimas, un hombre realmente tremendo, terrible, sería como un Hittler de nuestro tiempo por representarlo de alguna manera más cercana para que podamos comprender de qué estamos hablando.

 

3.-  Los tiempos de José marcados por el  crecimiento del Niño

Huye a Egipto le dice Dios el Padre en sueños a través del ángel a José porque Herodes, el tirano, va a buscar al Niño para terminar con él. Es interesante en la reconstrucción de la escena descubrir la actitud de José, esa actitud serena, confiada, obediente, y decidida. Imaginemos que ellos están en un pueblo en donde no viven, están allí en Belén porque han ido por el censo, pero en realidad ellos tienen su estadía en Nazateth, que es el lugar que Dios los sorprendió en ese pequeño pueblo para regalarles la gracia a los dos, a María y a José, de ser los papás de Jesús y sin embargo no vuelven para allá, no van a avisar a los suyos que parten a Egipto, de alguna manera lo habrán hecho saber por alguno que mandó la información, a los padres, familiares, amigos, pero no hay tiempo, también en esto José se maneja, no con sus propios tiempos sino con los tiempos de Dios. Es muy interesante verlo a José al ritmo de lo que marca el tiempo de Dios, kairos, decimos, una realidad del tiempo que no está determinada por lo que marcan las agujas del reloj ni por lo que determina el calendario sino por el ritmo que le imprime Dios a la historia. José, en su docilidad, en su escucha atenta al querer de Dios en su apertura a lo que Dios le muestre por el camino, en el don que tiene para discernir por dónde ir y cómo ir, se vale de este tiempo, de este calendario, de este ritmo, y en ese lugar podemos nosotros detenernos y revisar por ejemplo nuestro propio calendario, nuestro propio reloj, no para ponerlo en hora sino para ver cómo es que administramos y manejamos el tiempo. También podemos revisar cuánto estamos de atento a lo que Dios nos indica, nos pide, y cómo es que sabemos y nos descubrimos nosotros como José y la familia de Nazareth acompañados, sostenidos, cubiertos por Dios. A veces hay situaciones en la vida que como la que vivieron María y José en ese momento, nos resultan incomprensibles, sólo nos toca asumirla como viene a la situación y nos quejamos muchas veces y queremos torcer el destino, queremos revertir la situación sin asumirla como viene de primera para después en todo caso ver como podemos transformarla. Es ciertamente una falta de aceptación de que Dios también escribe derecho entre renglones torcidos, porque en realidad creemos entender el misterio de Dios y creemos poder comprender cómo, de qué manera y bajo qué esquemas éste tiene que ser ubicado en el camino de la propia historia. Entonces, como si pudiéramos nosotros manejar las situaciones cuando en realidad es Dios quien quiere vivir el Señorío. Es interesante, como ya lo hemos dicho en otras oportunidades que el verbo utilizado aquí por el autor para indicarle a José el qué hacer, es una acción verbal que recae sobre la persona que ejecuta la acción, esto quiere decir que al tomar al Niño y a su Madre, esa acción de tomar, como viene dicho en el lenguaje original del texto está indicando que la persona que lo toma es tomada por la misma acción que ejecuta, es tomado por el Niño y por su Madre. ES como decir que José verdaderamente estaba tomado, envuelto por esta realidad que lo llevaba a él por el camino. Es decir no conducía él lo que le fue confiado sino que era conducido en lo que le era confiado. Esto es muy interesante, es propio de un corazón obediente, aquí hay una clave para trabajar en los ejercicios de hoy, el corazón obediente de José, que no es el corazón obsecuente, no es el que no piensa, no razona, no discierne, no, la Palabra dice claramente que José después del sueño decidió hacer, pero decidió hacer obedientemente porque en el sueño descubrió que mucho más allá de una serie de imágenes o voces que escuchó había un mensaje del cielo que se le comunicaba y al cuál había prestarle particularmente atención. En este sentido podemos nosotros ir descubriendo y redescubriendo a lo largo de la historia cuántas veces, de manera silenciosa, a veces imperceptible, muchas veces sin darnos cuenta y ahora reaccionando al mirar hacia atrás descubrir que Dios ha sido providente protector, guía, compañero de camino, y nos ha mostrado por dónde ir, a veces de manera incomprensible pero después, cuando hemos mirado para atrás decimos: “De la que me salvé”, cómo Dios en esta situación que me resultó dura, difícil, incomprensible, tenía armado él, por caminos para mí desconocidos, una historia mejor de lo que yo pudiera haber imaginado y soñado.

 

4.- Paralelismo entre Moisés y Jesús según Mateo

Sin dudas, para Mateo, Jesús es ante todo la figura del nuevo Moisés, y este es ante todo el sentido del texto. El texto de Mateo responde a una catequesis, por así decirlo, un escrito de evangelización, de anuncio de la buena noticia a una comunidad judeo cristiana y todo el esfuerzo de Mateo está justamente en hacer presente en Jesús al nuevo Moisés. El texto tiene en cuenta la historia de Moisés, el tema de Cristo como nuevo Moisés es el más significativo. Para Mateo Jesús es ante todo el legislador de la Nueva Alianza, y de hecho, el primer evangelio está dividido en cinco partes que constituyen evidentemente una correspondencia con el Pentateuco. Moisés con los cinco libros que constituían la ley, que marcaban el rumbo y se atribuía a Moisés su pertenencia. Jesús es presentado en todo el evangelio como el nuevo legislador que ya no en el Sinaí sino en la montaña de las Bienaventuranzas viene a llevar a su cumplimiento y a superar la antigua ley. En este contexto hay que ubicar el evangelio que vamos compartiendo hoy, de hecho, las fuentes rabínicas y literarias judaicas, habían descrito hasta la saciedad el anuncio del nacimiento de Moisés al Faraón y a los Magos de su tiempo, ya con el pueblo establecido en el mismo Egipto, en la encuentro con la corte del Faraón este anuncio estaba hecho que nacería uno que vendría a liberar al pueblo de la esclavitud y por eso ofrece cierta similitud con la forma que hace a Herodes, la figura que se nos presenta de Herodes sería como la del Faraón, también está rodeada de magos, ayer lo contemplábamos, y de escribas. Hay un nacimiento, el de Jesús, el que va a cambiar el rumbo de la historia, un rey que ha nacido. Al saber la noticia, en el texto del Génesis aparece la determinación del Faraón de mandar a matar a todos los recién nacidos, lo mismo que hace Herodes, manda a matar al niño nacido, entonces viene toda la matanza de los inocentes, tanto en el antiguo testamento en Génesis 2, 1 -15 como en el texto que acabamos de empezar a compartir. Jesús, como Moisés, se salva de la matanza y en un momento determinado el ángel, en Éxodo 4, 19 le avisa a Moisés que ha huido al desierto, que vuelva para liberar al pueblo, lo mismo el ángel va a invitar a María, José y al Niño a volver a Palestina. Tan literalmente que el ángel continúa empleando el plural “ellos” siendo así que el perseguidor es sólo Herodes, o sea, como una mirada clarísima de esta correspondencia que existe entre el antiguo testamento y la figura de Moisés y la figura de Jesús. Esto puede más que nada ayudarnos a ubicarnos en una clara reflexión en torno a qué texto nos está invitando el Señor a compartir. Nosotros podemos desde ahí pensar en todas las situaciones que atentan contra la vida de Jesús en nosotros y cómo en muchas de esas situaciones hay que huir, otras hay que enfrentarlas y en muchas huir, y esto es bueno preguntarse, ¿de qué situaciones tengo que escapar, salir, abrirme un camino, huir, hay situaciones que no están en nuestra naturaleza ponerlas en su lugar, en orden, responder por ellas, entonces involucrarnos a veces no es sano, no nos hace bien porque Dios no lo quiere. Hay situaciones que sí, que Dios nos envía a enfrentarlas directamente y los que no queremos somos nosotros. Dios nos manda directamente a poner las cosas en su lugar y el que busca escapar de eso es la propia naturaleza, de no querer asumir lo que Dios nos pide que asumamos. Aquí el texto nos muestra a Moisés y a Jesús saliendo del círculo del poder para poder establecer el nuevo orden. Esto es muy interesante, Moisés ha sido creado en la corte del Faraón sin embargo en un momento determinado rompe con esa situación por una realidad dolorosa, el ha matado a uno de los Egipcios por haber maltratado a un Hebreo. A Moisés le corría la sangre hebrea por las venas y esto hace que huya de Egipto, escapa del poder del Faraón donde había sido criado. Jesús, que nace como rey, viene a establecer un reinado distinto al que se ejercita en el poder que desarrolla Herodes. Acá hay un dato muy interesante, muchas veces de donde hay que huir es de lugares en donde somos invitados a mezclarnos mal con la cosa puesta bajo la suela como decimos, a querer manejar, a creer que podemos dominar la situación. Cuando viene por ahí la cosa, hay situaciones en la que Dios quiere que seamos señores, pero hay otras en las que Dios nos muestra claramente que no está en nuestras manos el poder ponerlas en su lugar y a veces la tentación viene por el lado de querer poner nosotros lo que está en las manos de Dios y le corresponde a él ubicarlo en su lugar. Es ahí cuando nos encontramos con la impotencia nuestra. Muchas veces nos pasa frente a los poderes del mundo, decimos cuándo se irán estos, hablando mal de la clase dirigente, y lo decimos mal porque en todo caso preguntemos de cuándo podemos mejorar las cosas. Por la fuerza o por la queja creemos que podemos modificar la cosa y nos involucramos mal con la situación y cuando decimos en este caso de escapar no decimos de desentendernos sino de no enredarnos en sus discursos engañosos, mentirosos, el poder tiene un discurso de engaño, un discurso mentiroso, un discurso muy seductor también. Saber estar atentos a esto, saber huir de ese lugar. Para ejercer el señorío Jesús huye porque el es el rey y no puede permitirse, Dios no lo permite, el Padre, que atenten el poder contra él. El ejercicio del reinado de Jesús pone las cosas en su lugar, como en nuestra vida también Dios tantas veces lo ha hecho, y eso es lo que estamos intentando descubrir en esta mañana, cómo Dios nos ha cuidado, protegido, ha velado por nosotros tantas veces, nos ha salvado de situaciones dolorosas, como Dios nos ha rescatado y después con el tiempo nos damos cuenta como ahí estuvo la mano de Dios, el poder obrando sobre nosotros.

 

5.- Implicarnos en la escena y dejarnos mirar por ella

Entonces, venimos con la oración preparatoria, venimos trayendo la historia a nuestra consideración, podemos hacer la lectura del texto del 2,10-23 si se quiere o 2, 13-23 también, pueden ser las dos alternativas de lectura. Lo que hacemos ahora, después de traer la historia es como recomponer el texto, como armarlo y quedarnos con lo más importante que nosotros hayamos leído en él y remarcar eso y con eso después ir a la oración, haciendo la petición que es ponernos bajo la búsqueda de algo no como un pasatiempo sino con el interés de alcanzar eso que buscamos. Y qué buscamos: un interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para que conociéndolo lo ame más y amándolo lo siga, lo sirva, lo alabe, lo bendiga. Una vez que hemos hecho esta petición y hemos rearmado el texto, entonces sí, en la oración empezamos a ubicarnos en ese reflectir nuestro interior para sacar provecho, que significa dejarme mirar por la escena, ubicarme en ella, aquí me implico en ella como si presente me hallara dice San Ignacio, es decir, dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo, eso que me dice son las mociones que se me dan, y esas mociones que se me dan, como María, es para que yo las rumie interiormente en mi corazón y las trabaje en mi ser, ella guardaba todo en su corazón, lo contemplado, lo reflectado, lo trabajado, lo rumiado, lo depositaba en lo más profundo de su ser. Y cómo hago para mirar la escena, dónde me ubico, como un servidor dice Ignacio, no asumiendo un protagonismo principal, no soy San José, la Virgen ni el Niño, soy un servidor que acompaña en todo caso a la familia. Puedo ser el mismo que estuvo en el pesebre y que cuando todo está para pegar la vuelta y ellos necesitan quién busque el agua, quién los acompañe para cuidar el niño cuando hace falta para estar con María mientras José va a hacer alguna diligencia, ahí me puedo ubicar yo como en ese escenario, y de repente en esta mañana nos despertamos con esta noticia de que hay que partir. Veníamos acompañando todo una escena gozosa, llena de vida, de admiración por lo que todos decían, y María guardando lo que iban diciendo en su corazón y de repente José dice que no volvemos a Nazareth, que nos vamos, tenemos que huir, se me ocurre pensar en esto, diciendo José: Entre lo que han dicho los magos y lo que he soñado anoche, algo me dice muy en lo profundo de mi ser que no podemos volver, que tenemos que partir hacia Egipto. Y María dirá que bueno, si lo ves así, si te parece, vamos. En este ir desde el discernimiento, desde la mirada clarividente de José guiado por el Espíritu Santo, nosotros podemos ver como dialogan entre María y José, cómo se ponen de acuerdo, y a quien mandamos a casa, alguien tendrá que ir de mensajero y probablemente seamos nosotros los que avisemos en Nazareth que han partido, o lo harán otros, nosotros podemos acompañarlos en el camino o vamos hacia Nazareth y después los alcanzamos en el camino, no sé, ahí es donde nosotros nos ubicamos. Lo importante acá es ver las imágenes. Uno se imagina a un José apesadumbrado y confiado al mismo tiempo, a una María entregada a lo que Dios en José le pone como quién tutela el ritmo de la vida familiar con mucha confianza, no se ha perdido el clima de la alegría pero se siente ya el dolor del exilio, entonces también acompañarlos en esa situación, ya empieza a sentirse la cruz, la pascua, este paso de Dios que nos saca de lo previsto para llevarnos sobre lugares no conocidos por nosotros donde él tiene algo nuevo para revelarnos que nos hace romper con nuestra propia manera de entender la realidad. Esto es muy interesante para vivir la vida en clave de confianza a lo que Dios nos quiera proponer en el camino y salir de aquellos lugares en donde nosotros creemos tener el pulso de la realidad. Creemos tener el sentido de las cosas, si Dios nos lo da que nos lo de desde él pero no que lo digamos como yo quisiera que fuera, casi en una manera reductiva de comprender las cosas metiéndolas dentro de nuestros propios esquemas afectivos, racionales, intelectuales, de experiencia, aún de cosas gratas y gozosas, como puede ser lo mismo que Dios nos ha regalado. A veces Dios nos regala una gracia muy grande, de disfrute interior, y de repente nos la saca, pero no es que nos la saque para que no gocemos sino porque nos está por dar una mayor y nosotros nos queremos quedar en eso que nos dio, nos queremos quedar regodeando en lo que nos regaló y Dios dice que hay que seguir caminando, peregrinando, hay más y en ese más hay que dejar lo ya conquistado para ir sobre lo que nos quiere regalar. Ese es justamente el magis del que habla Ignacio de Loyola, el ir de más en más, por lo cuál hay que dejar lo ya sabido, lo ya entendido, lo ya gustado. Es toda una actitud ascética de desprendimiento de las cosas de Dios también. En esto José es un maestro, un pedagogo, que nos muestra con qué actitud hay que asumir la marcha en el camino. Con una actitud oyente, de discernimiento, yo digo también de diálogo con María, habrán visto entre los dos y ahora qué hacemos, porque entre lo que dicen los magos y lo soñado, es claro que no pueden volver. En esto seguramente está la disposición en la que Jesús fue educado, el que pone la mano en el arado no puede mirar hacia atrás. Para nosotros este entender de ir hacia delante. Y habrán dicho “qué tendrá preparado Dios, pero si hasta acá nos ha regalado todo a pesar de no tener ni a donde nazca el chico, cómo nos va a abandonar en el camino, ya nos ha mostrado su providencia, nos la seguirá mostrando, vamos hacia delante, vamos hacia donde nos lleva. Creo que esto nos puede ayudar mucho a asumir los designios de Dios como Dios quiere que los asumamos, con confianza, descansando en él, no angustiándonos, no desesperándonos frente a lo desconocido sino sencillamente diciendo Dios proveerá. Yo creo que en esto José es un gran educador, en la providencia, no solamente porque como dice Teresa de Jesús “Todo lo que le pido a el me lo ha dado, Dios me mostró que así como le obedecía a su hijo, su hijo le obedecía a su padre” José también es un maestro de la providencia, lo que le pedimos a él, el intercede en providencia, y providencia qué es, confiar en que Dios ve más lejos, más profundo y más certeramente, en la oscuridad de la fe siempre, porque habrán tenido que pasar por situaciones difícil en el camino, habrán pasado frío, hambre, tal vez, o no, pero ¿qué sabía que le deparaba si no tenían seguridades en la marcha. Eran realmente peregrinos, caminaban por el desierto a la búsqueda de volver a la tierra desde donde Israel había salido, para entender y hacer realidad lo que la Palabra, como dice Mateo, desde Egipto llamé a mi hijo. Porque en Egipto se crea y se recrea el pueblo, de este ir a Egipto va a nacer el nuevo Pueblo de Dios, en el Niño que ha venido está el germen del pueblo nuevo de Dios que está por nacer y en medio del exilio, del dolor, del sufrimiento, está escondida la promesa, por eso, atención, a quejarnos de las cosas que pasamos que a veces no son las queridas ni las deseadas, sino las que Dios permite, porque en el medio de esas cosas que Dios permite está escondido el secreto de los tiempos nuevos que vendrán. Que Dios nos regale esta mirada, sobretodo esta actitud creyente que nos permite entregarnos a sus designios, confiando en que él hará bien todas las cosas.

Padre Javier Soteras