La llama de amor viva

domingo, 7 de agosto de 2011
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En uno de sus escritos más bello, Juan de la Cruz nos regala en la Llama de amor viva, esta bellísima expresión al comienzo.

Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro.

Pues ya no eres esquivas, acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro.

Decíamos en el ascenso del Monte Carmelo, que era el amor que convocaba, haciéndonos salir de la noche oscura, con el Dios que transforma, por la presencia de ese amor viviente, en fusión del alma. Donde la llama y lo que se enciende, en un momento determinado, parece in-confundirse aunque en realidad, son bien distintas las dos realidades.

La llama y lo que se prende, lo que se enciende en esa llama o desde esa llama.

Esta llama es la que se describe, este fuego de amor, presencia de Dios en, la llama del amor viva.

Juan de la Cruz nos presenta en estos cantos que el mismo va como, explicando de que se trata, la expresión que brota de su corazón orante hecho poesía.

Y dice al respecto de esta primera canción – Sintiéndose ya el alma, enteramente inflamada, quiere decir encendida, rebozando todo su paladar, gloria y amor. Sintiendo que llegan hasta lo íntimo de su sustancia, quiere decir lo más profundo de su ser, no menos que a ríos de gloria, nadando en deleites. Sintiendo que de su entraña, manan ríos de agua viva, como está transformada en Dios, tan poderosamente y poseía por Él.

Tan sublimemente y adornada, con ricas riquezas de carisma y virtudes, parece que está tan cerca de la bienaventuranza que solo una leve tela la separa de ella.

Por eso dice, rompe la tela de este dulce encuentro.

Y como se ve aquella delicada llama de amor, que en ella arde, cada vez que la enviste, la glorifica, con suave gloria y poderosa de tal manera que le parece, que cada vez que la absorbe y embiste le vá a dar la vida eterna.

Y que vá a romper la tela, de la vida mortal, como ve que ya falta muy poco y que por ese poco que falta, no acaba de ser glorificada, se siente profundamente atraía.

En este sentido, lo que está diciendo Juan de la Cruz, es de la presencia del Espíritu Santo, que es fuego, y es Él, el que está fundiendo al alma en la sustancia divina, sin confundirla y pero al mismo tiempo haciéndola una.

Como veíamos en estos días, contemplando el ascenso al Monte Carmelo.

Es interesante descubrir que éste fuego del espíritu, es delicado y es suave, es como la brisa que habla el texto de la palabra, en Primero de Reyes 19. Cuando Elías contempla la gloria de Dios, manifestada en la montaña, en esa suave brisa. Así es el Espíritu Santo, así es el fuego, es incandescente, es potente, es poderoso, trae mucho calor y mucha energía, pero al mismo tiempo es suave.

La suavidad del espíritu, vá como ganando el corazón y venciendo dentro de nosotros la resistencia.

Podemos identificar los modos como ese Espíritu se va apareciendo bajo esos signos de suavidad en nuestras vidas.

Poder distinguir esa presencia que inflama el alma, que la llena de la gloria de Dios, y que uno siente que está más vivo, aunque al mismo tiempo se siente que de alguna manera, algo se vá muriendo, es el traspaso de un hombre viejo a la novedad de un hombre que va naciendo, de una mujer que está siendo tomada por la gracia de Dios.

En este sentido, hay como modos distintos de experimentar, en lugares diversos, en tiempos diversos, de la propia historia.

Esta presencia de Dios que conmueve suavemente y nos conduce hacia Él, inflamando el corazón llenándolo de su luz y de su gracia. 

Haciéndonos caminar… en la noche, pero iluminados en su presencia de amor.

¿Cómo y de qué manera? en las oscuridades de tu vida, aparece suave, sencillo, casi imperceptible la vida del espíritu guiándote por el camino.

Oh llama de amor viva, dice en su expresión profunda que revela y esconde, el fuego del amor que invade el corazón, del que es habitado por la vida del espíritu y Juan de la Cruz con tanta claridad lo expresa en su poesía.

Dice él explicando esta expresión: para encarecer el alma, el sentimiento y aprecio con el que habla en estas cuatro canciones, usa en cada una, la partícula oh, y cuán, que significan, ponderación afectuosa.

Cuando se dicen estas partículas, que son como gritos, revelan que en el interior hay más fuego del que sale por la lengua, se utiliza el oh, para expresar el intenso deseo y para pedir con mucho encarecimiento y persuasión.

Es como que el alma está toda colmada y al mismo tiempo espera ser aún más colmada, por así decirlo.

Esta llama de amor, dice Juan de la Cruz, explicando estos versos, en esta canción primera.

Es el espíritu de Jesús, quién nos dá el Espíritu Santo.

Lo más profundo del ser, se siente este espíritu, no solo como fuego, que tiene consumado lo más hondo del ser, y transformada toda la persona en suave amor, sino como fuego, que además arde dentro, llamea, como ha dicho él en su bella expresión poética.

Esa llama cada vez que llamea, baña el alma en gloria y la refresca en atmósfera de vida.

Y ésta es la acción del Espíritu Santo, en el alma transformada en amor.

Los profundos actos interiores son estos…de arder, son como llamaradas y fogonazos de amor en las cuales unidas la voluntad de uno, ama inmensamente un mismo amor, con que aquella llama la invade.

Se vá produciendo esto que decíamos y anticipábamos, cuando orábamos y caminábamos en la oscuridad de la noche, siguiendo la enseñanza de San Juan de la Cruz, hasta la cima donde Dios como fuego arde, convocando para hacernos Uno con Él.

En ese sentido la vida del espíritu, es la que configura, el rostro de Cristo en nosotros, para llegar a decir, como dice Pablo que en realidad, nuestra vida solo se entiende en la de Jesús.

Es el amor que en esta primera canción de la llama de amor viva describe Juan de la Cruz.

Dice él, podríamos decir que el habito común del corazón, transformado en amores, como la madera, permanentemente embestía por el fuego, y los actos de este corazón son, la llama que nace del fuego del amor.

Viste cuando prendes fuego, una madera o un tronco, que de repente todo el fuego, sale de adentro del tronco, que todo el tronco está invadido por ese fuego, y comienza como confundirse, no sabes donde está el tronco y donde está el fuego, todo es una sola realidad.

Así,-dice Juan de la Cruz-, es el corazón, cuando está encendido en amor de Dios.

Todo habla de esa presencia y ese fuego que arde dentro de nosotros, todos los días hay que reavivarlo.

 Cuesta encenderlo. No siempre es tan fácil que el fuego se encienda. Pero cuando le agarramos la vuelta y nos damos la oportunidad que así fuera, después a cada rato hay que avivarlo y de vez en cuando moverlo un poquito para que vuelva a encenderse. Así es el corazón que está llamado arder en el amor de Dios, hace falta de vez en cuando realimentar ese amor, poner una nueva leña, seca para que se queme y moverlo un poco, para que agarre mayor fuego.

Es el fuego de los misioneros, cada uno vá poniendo su leñita, una gran fogata de amor en María, se está encendiendo en el país, para que su mirada de Paz en la imagen que nos representa como Radio, su mensaje de amor que comunica a través de esta emisora.

Su presencia alegre, donde tanta falta hace, encienda el corazón de tantos, que no conocen a su Hijo, Ella está deseosa de ponerse entre tus manos, para llegar hasta donde haga falta este mensaje de Amor.

                                                                                               Padre Javier Soteras.