La luna, marcando los ritmos de la vida

martes, 21 de mayo de 2013
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La luna, como satélite de la tierra, realiza un ciclo de 27/28 días, en que refleja de diversas maneras la luz del sol. Las fases de la luna – creciente, llena, menguante, nueva – dan lugar a un simbolismo que habla de desarrollos y cambios, y así la luna puede ser imagen de lo mutante. Pero al mismo tiempo, dado que este ciclo se repite, se encuentra en el orden de lo invariable y perenne: Durará tanto como el sol, como la luna de edad en edad (Sal 72,5).

El ciclo de 28 días asocia a la luna con el mundo biológico, y particularmente con el ciclo de la mujer. Su influencia se manifiesta sobre el agua en el movimiento de las mareas, y sobre la tierra en los ritmos de la siembra y la fertilidad.

La figura de la diosa Luna es común a muchas religiones. También puede ocurrir que sus atributos se confundan con el de otras diosas femeninas, como en el caso de los misterios de Isis. En el desarrollo del culto a Isis, en un momento esta diosa egipcia es identificada como la Reina de los Cielos, aparece con una pureza brillante, coronada con la luna y adornada con estrellas, frutas y flores:

 

“Mírame Lucio, estoy conmovida por tus ruegos. Soy la Madre de la Naturaleza, la Señora de todos los elementos, la primera Progenitora de las edades, la Suprema entre todas las divinidades, la Reina de los muertos, la Primera entre los seres celestiales, la Figura semejante a los Dioses y a las Diosas. Con una inclinación de mi cabeza, gobierno las alturas del cielo en su claridad, los vientos saludables del mar, los silencios mortuorios del mundo subterráneo. Todo el mundo adora mi divinidad, única en su género, en muchas formas, según ritos variados, bajo nombres diversos. (…) Los etíopes que los primeros rayos del sol naciente iluminan, los arios y los egipcios, sabios por antiguas tradiciones, me honran con ritos que son los apropiados para mí y me llaman con mi verdadero nombre, reina Isis.” ( El asno de oro, obra de Apuleyo, escritor romano del siglo II)

 

La luna, astro creado por Dios al servicio de la humanidad

 

14 Dios dijo: “Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, 15 y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra”. Y así sucedió. 16 Dios hizo los dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas. 17 Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, 18 para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. 19 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. (Gén 1,14-19)

 

6 También la luna, siempre en el momento preciso, marca las épocas y señala los tiempos.

7 Su curso determina las fiestas: es un astro que decrece después de su plenilunio.

8 De ella recibe su nombre el mes; ella crece admirablemente en sus ciclos,

es la insignia de los ejércitos acampados en las alturas, que brilla en el firmamento del cielo. (Eclo 43,6-8)

 

 

La Biblia tiene mucho cuidado al nombrar a los astros del cielo, para evitar el politeísmo. Los astros han sido creados para marcar los tiempos y señalar las fiestas (Ver más abajo sobre la luna llena).

 

En la literatura apocalíptica, los cambios en la luna y los eclipses son interpretados como señales del día de Yavé. Este será un día de juicio, de victoria de Dios sobre todos sus enemigos, y de alegría para los humildes.

 

10 ¡Ante él, la tierra tiembla,

los cielos se conmueven,

el sol y la luna se ensombrecen,

las estrellas pierden su brillo!

11 El Señor hace oír su voz

al frente de sus tropas:

¡qué numerosos son sus batallones,

qué poderoso el que ejecuta su palabra!

Porque el Día del Señor es grande y terrible:

¿quién podrá soportarlo? (Joel 2,10-11; ver también 3,4-5 y 4,15-17)

 

24 En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, 25 las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. 26 Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. 27 Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. (Mc 13,24-27)

 

En la batalla final, aparece la mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies

 

1 Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. 2 Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. 3 Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. 4 Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. 5 La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, 6 y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días. (Ap 12,1-6)

 

Existen varias interpretaciones sobre la figura de esta mujer. Siguiendo los anuncios proféticos, puede ser la nueva Sión que da a luz al nuevo pueblo; también puede ser la comunidad escatológica, la iglesia, en la cual el número de doce  estrellas simboliza que no falta nadie, que el pueblo está completo. Y también puede ser figura de María, que, según la tradición católica, fue asunta al cielo y ahora allí está “vestida de sol” (sólo Dios puede hacer un vestido de sol), coronada de estrellas y con la luna – símbolo femenino – a sus pies.

 

Con la luna llena

 

Uno de los símbolos del tiempo de Pascua que pasa más inadvertido para la mayoría de los creyentes es la luna llena. Nuestro calendario es solar, no lunar, de modo que no observamos demasiado las fases de la luna ni tenemos presente que pueda tener alguna relación con el año litúrgico.

 

La luna llena y la Pascua judía

El calendario religioso judío es un calendario lunar. Un ciclo completo de la luna, de 28 días, constituye un mes. El primer día del mes es cuando vemos asomar el primer bordecito blanco de la luna, el primer indicio del creciente lunar. El día 14 del mes comienza en la noche de la luna llena, y señala diversas fiestas religiosas judías, entre ellas, la Pascua (Pesaj en hebreo).

 

En el calendario judío la fiesta de Pascua es el día 14 del mes de nisán, lo que equivale a la primera luna llena después del equinoccio de primavera en el hemisferio norte. A esta altura muchos se estarán preguntando: ¿A qué viene esta clase de astronomía?

 

Para quienes vivimos en la época de la luz eléctrica y en grandes ciudades, es probable que la luna llena no signifique gran cosa. En el desierto, o en el campo, o en cualquier lugar donde la naturaleza se  manifiesta con grandiosidad y no hay luz artificial, la noche de luna llena es distinta a cualquier otra. Es una noche con claridad suficiente como para poder hacer algunas cosas, por ejemplo: asar un cordero, comerlo en familia, organizar un viaje, salir. Eso fue lo que Dios encargó a Moisés hacer en Egipto, en la noche del 14 de nisán, la noche de la primera luna llena de la primavera (Ex 12,3-11). Que fuera en primavera también tiene sentido: no son ya las crudas noches del invierno, en que hay que extremar los cuidados y quedarse adentro y protegidos. Todo invita a salir: el buen clima y la luminosidad de la noche. Así fue la noche de la primera Pascua.

 

La Pascua de Jesús

 

Jesús se reúne con su comunidad a comer la Pascua, en lo que constituye su última cena (Mc 14,12). Como lo hace el pueblo judío, esta cena tiene lugar una noche de luna llena. Así, el cielo se transforma para los creyentes en el escenario que da sentido a lo que están celebrando: en una noche como ésta, Moisés guió al pueblo hacia la libertad que Dios nos da. En cada Pascua somos nuevamente liberados.

 

 

¿Se conserva este simbolismo en la liturgia cristiana?

 

Primero consideremos un par de expresiones que se suelen oír. Una es: “¡Qué casualidad, escuché que los judíos también están celebrando la Pascua los mismos días que nosotros!” Bueno, no es ninguna casualidad. Para fijar la fecha de la Pascua cristiana se tiene en cuenta en parte el calendario religioso judío. Lo que ocurre es que la luna llena puede caer en cualquier día de la semana, y a los cristianos nos interesa celebrar principalmente el domingo, el día de la Resurrección.  Por eso, el domingo de Resurrección es el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera (en el hemisferio norte), de otoño para quienes vivimos en el hemisferio sur, y es, por lo tanto, el domingo que sigue a Pesaj, la Pascua judía. Por eso, Pascua judía y Pascua cristiana caen en la misma semana. Esto sólo se altera una vez cada 19 años, en que el calendario judío lunar agrega un mes para “ajustarse” al calendario solar.

 

 

 

Otra frase que se suele escuchar es: “¿Por qué la Semana Santa no tiene una fecha fija?”. En realidad, no tiene una fecha fija en nuestro calendario solar. En el calendario lunar, la Pascua judía nunca cambia de fecha, es siempre el día 14 del mes de  nisán. Esa noche, “nuestros hermanos mayores” como los llamaba Juan Pablo II,  estarán reunidos para la comida pascual, la misma que celebró Jesús con sus discípulos. Los cristianos viviremos durante esos días la Semana Santa, para llegar a la gran fiesta pascual del domingo de Resurrección.

 

 

Desde que me enseñaron estas cosas sobre la luna llena en Pascua, me paso la Semana Santa mirando el cielo. La luna llena me trae a la mente y al corazón todos los sucesos ocurridos en una noche así: los israelitas dejando Egipto, caminando en medio de la noche bajo ese resplandor,  siglos después, Jesús andando por Jerusalén hasta llegar a la casa donde comería la Pascua, su camino hacia Getsemaní y la noche de oración pasada allí, la luna sobre el Calvario. Y al tercer día, María Magdalena yendo al sepulcro cuando todavía era de noche, para encontrarse allí con el que dijo “Yo soy la luz”.

 

Es entonces apropiado mirar al cielo y cantar con el salmo 81:

 

“Entonen un canto, toquen el tambor
y la cítara armoniosa, junto con el arpa.
¡Toquen la trompeta al salir la luna nueva,
y el día de luna llena, el día de nuestra fiesta! ”