La mesa

jueves, 26 de mayo de 2011
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En el mundo mediterráneo, igual que entre nosotros, la comensalía – ser comensales en la misma mesa – es signo de compartir mucho más que la comida. Se come con los seres queridos, con los amigos, y con aquellas personas que uno elige invitar en ocasiones especiales.

Esto ya era así desde la época patriarcal, en que siendo nómades, no tenían mesas ni muebles. La comida se disponía en el piso sobre una estera de cuero o de piel.

Incluso en tiempos de Jesús continuaba esta costumbre; también, por influjo de la cultura greco-romana, se incorporó al mobiliario una especie de mesa baja, de 40 cm. de alto, para comer sentados en el suelo o apoltronados en almohadones. Los romanos utilizaban butacas, mesas y triclinios (pequeñas mesas de tres patas).

 

La hospitalidad se refleja en aquello que se ofrece en la mesa, aunque se tengan pocos recursos, como refleja este relato de la mitología.

 

Filemón y Baucis. De la obra Las Metamorfosis, de Ovidio (43 a.C. – 18 d.C.), versos 611-724

 

La historia cuenta que dos dioses bajaron a la tierra en forma humana a buscar hospedaje; tocaron en mil puertas y nadie les abrió. Sólo encontraron respuesta en la casa de la piadosa anciana Baucis y su esposo Filemón, un matrimonio pobre que habitaba una cabaña. Ellos, sin saber que recibían la visita de dioses, les dan abrigo y comodidad.

 

“La vieja, remangada y temblorosa, pone la mesa; pero el tercer pie de la mesa era más corto; un ladrillo lo niveló. Ella, una vez igualada y suprimida la inclinación de la mesa, la fregó con menta verde. Pone allí el fruto bicolor de la casta Minerva [aceitunas], frutos de otoño, conservados en salmuera líquida, achicorias, rábanos silvestres, pasta de leche cuajada y huevos ligeramente girados sobre ceniza no muy ardiente, todo en platos de barro. Después de esto, cincelada en la misma clase de plata, trae una crátera y copas hechas de haya, cuya cavidad va untada con dorada cera. Poco después llegan del hogar los manjares calientes, sirviéndose también un vino de no muchos años. (…) En el centro hay una bresca blanca de miel; por encima de todo esto se aprecian unos semblantes afables y una voluntad que no es negligente ni pobre.”

 

Enseñanzas de Jesús sobre lugares e invitados en la mesa:

Lucas cap. 14

 

Con quiénes comparte la mesa Jesús:

A lo largo del evangelio, vemos que Jesús no respeta algunas de las tradiciones sobre la comida (lavarse las manos Mc 7,1ss; cumplir el ayuno M 2,18), pero además, se sienta en la misma mesa con gente impura, pecadora. Esta comunión de mesa con los pecadores era vista como una transgresión muy grave: sentarse a comer con los pecadores significaba tener algo en común con ellos (cf. Salmo 1,1).

 

13Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. 14 Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió.

 

15 Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. 16 Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». 17 Jesús, que había oído, les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». (Mc 2,13-17)

 

 

En la parábola del banquete (Lc 14,15-24), Jesús dice que la invitación está abierta a toda la gente que pasa por el camino.

 

“Hay una persona que ofrece un banquete, aparentemente sin anunciarlo, y envía a un sirviente a llamar a los amigos, pero descubre, tarde, que cada uno tiene una excusa bastante válida y expresada con bastante cortesía. El resultado es una cena lista y una sala vacía. El anfitrión reemplaza a los invitados ausentes por cualquiera de las calles. Si uno trae a “cualquiera” puede tener mezcla de clases, sexos y jerarquías.     Cualquiera puede encontrarse reclinado junto a cualquiera, la mujer al lado del hombre, el libre al lado del esclavo, el de rango social superior junto al de rango inferior y el ritualmente puro junto al impuro. Lo que la parábola de Jesús proclama, es entonces una comensalía abierta, un comer juntos sin que la mesa sea una representación en miniatura de las discriminaciones verticales y las separaciones horizontales de la sociedad”. Crossan, John Dominic; Jesús, una biografía revolucionaria, Bs. As, Planeta, 1996

 

 

Finalmente, Jesús se nos hace comida y con este gesto recapitula todo lo precedente: Lc 22, 14-20.

 

 

Los discípulos de Emaús lo reconocen cuando El se sienta a la mesa y parte el pan: Lc 24,30