La pereza: una tibieza que nos “duerme” en el andar cotidiano

miércoles, 24 de febrero de 2010
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Yo soy la pereza y quiero denunciar a los que me hacen mala prensa.

  • En estos tiempos, en que muchos están caídos, cabizbajos, sombríos, sin aliento de esperanzas, mustios, desinflados; no se dan cuenta que esos estados de ánimo, a veces, son frutos de una cierta pereza. ¿Nadie les dijo que la desilusión es pariente cercana de la pereza?

  • Muchos pueden decir…"No mato, no robo, no hago nada malo; me comporto mejor que mucha gente, no dejo de ir a Misa los domingos". Si todo va estupendamente, ¿Para qué arriesgarse a lo desconocido? ¿Para qué luchar?”  

La tibieza es considerada la enfermedad más peligrosa de la vida espiritual. Por supuesto, esta enfermedad solamente se puede dar en personas que han buscado en algún momento, con sinceridad, el crecimiento y la santidad.

La tibieza es una aridez culpable, como quien estando en un cuarto donde hace mucho frío y teniendo un fuego en la chimenea, no se acerca a él. Siente el frío, pero no tiene el ánimo ni el coraje para acercarse al calentador. Cuántas veces nos pasa de encontrarnos en alguna situación parecida ¿no?

Es claro por un lado también, que, quien más recibe, más cuenta habrá de dar. Esto se convierte en algo tremendo para tantas vidas que teniendo todo para ser buenas, han naufragado en la tibieza: "No mato, no robo, no hago nada malo; me comporto mejor que mucha gente, no dejo de ir a Misa los domingos". Bien, pero ¿y lo bueno que dejaste de hacer? ¿Los pecados de omisión?, ¿terminamos entonces haciendo lo que no queremos? Y ¿dejando de hacer lo que deberíamos?

  • Como vemos, uno de los problemas profundos de la cultura contemporánea es una lenta o paulatina inmersión en la experiencia de la pereza espiritual, es una tendencia a la abulia, una pérdida de la fuerza de la voluntad, de la búsqueda del destino, se experimenta una pérdida del sentido de la realidad y de abandono.

  • En esta noche queremos hacer juntos a vos, una mirada sobre ese fantasma invisible que es la pereza espiritual, especialmente en este tiempo de cuaresma.


Consigna sugerida
: contános, ¿cuál de estos estados predominan en tu vida hoy o a lo largo de tu historia se han repetido frecuentemente?

  • A) Contínuo rechazo al sacrificio por esas veces que evadimos por completo pequeños sacrificios diarios o directamente descubrimos que nos cuestan el doble porque ya no le encontramos el verdadero sentido

  • B) Desgano generalizado (sin pilas) es la experiencia del sin sentido, enfriamiento y desaliento, es decir, pesadez de la voluntad para hacer el bien.

  • C) Ánimo mezquino cuando soy mezquino para amar, porque solo pienso en mí, mezquino a veces para creer porque yo termino siendo mi propio Dios y mezquino para esperar, porque me descubro tratando de conseguir todo yo solo.

  • D) Otros estados de pereza o tibieza que hayas detectado en tu vida.

¿DE DÓNDE SURGE LA TIBIEZA – QUÉ ES LA PEREZA?

Podemos preguntarnos antes de seguir ¿De dónde surge la tibieza? Va surgiendo surge por la falta de constancia en el amor. Muchos autores han comparado la vida espiritual a un río con mucha corriente de agua. Si la persona desea cruzarlo, deberá nadar constantemente, aunque ello le implique esfuerzo y sacrificio. Si se deja de nadar, aunque sea un momento, habrá un retroceso; la corriente lo llevará hacia atrás, quién sabe hasta dónde. Así sucede en la vida espiritual; por la falta de constancia en el amor, en la lucha, en la oración, en el apostolado, se cae fácilmente en la tibieza espiritual.

A estas catástrofes interiores ¿llegamos de improviso?. No. Todo ha comenzado imperceptiblemente, sin darle casi importancia, por detalles mínimos, y así, poco a poco, se va llegando a estados que comprometen la misma vida de gracia, estados que van como “minando” los espacios de paz que hay en nuestra vida.

Muchas veces quizás te ha pasado que : por ejemplo en un retiro iniciaste con alegría un camino de lucha, de entrega sin reservas… sin embargo con el correr del tiempo y sin darte cuenta fuiste abandonando la lucha por la perfección y fuiste cayendo, en el desgano, de tibieza, de indiferecncia por aquello que tan admirablemente querías conquistar, hasta formaste un hábito de este actuar negativo.

Ese fantasma invisible del que venimos hablando es la pereza: la negligencia, el tedio o el descuido en las cosas a que estamos obligados, aquello a lo que estamos llamados. Aparece repugnancia ante el esfuerzo que el cumplimiento del deber o el camino que esto implica, lleva consigo, y se caracteriza por eJ miedo y la huida de dicho esfuerzo.

Perezoso no es sólo el que deja pasar el tiempo sin hacer nada, el ocioso; sino también el que realiza muchas cosas, pero rehúsa llevar a cabo su obligación concreta: escoge sus ocupaciones según el capricho del momento, las realiza sin energía, y la mínima dificultad es suficiente para hacerle cambiar de trabajo.

El perezoso es amigo de las «primeras piedras», pero su incapacidad para un trabajo continuo, metódico y profundo, le impide poner las últimas, acabar con perfección lo que ha comenzado

Pereza es a su vez una más de las consecuencias de la acedia y puede considerarse como hija, es decir, como uno de los efectos de la acedia.. La Acedia (es una especie de tristeza, La acedia es el pecado que se opone directamente a la caridad o amor a Dios. La persona se entristece, rechaza las cosas que alegran a los que aman a Dios, y se entristece de que haya alguien que lo ame. Acedia viene de Acidez. Es la acidez que resulta del avinagramiento de lo dulce. La dulzura misma de la caridad, agriada, da lugar a la acedia. Este estado se opone al gozo de la caridad como por fermentación, por descomposición y transformación en lo opuesto. El espíritu de acedia es avinagrado, agriado, para lo religioso.

Jesús, en una ocasión, reprocha la acedia que se manifiesta en forma de indiferencia, de los que se han rehusado a compartir sus sentimientos: "Les hemos tocado la flauta y no han bailado, les hemos entonado canciones tristes , y no han llorado."(Lucas 7, 31-35)

Etimológicamente significa descuido, negligencia, tedio; y en este sentido fue usada por los clásicos griegos y latinos, para significar el descorazonamiento y el cansancio producidos por las dificultades que no se logran vencer. Los Padres de la Iglesia trataron a menudo del tema, por ser frecuente entre monjes y anacoretas; S. Juan Crisóstomo la llama «terrible demonio del mediodía, modorra y aburrimiento»

En pocas palabras el Señor pinta un cuadro de la acedia en la parábola de los talentos (Mt 25,14-30): el mal siervo quiere disculpar su pereza. -no haber hecho fructificar los dones recibidos-, acusando a su Señor de excesiva severidad, pero de nada valen sus excusas, y ha de oír el juicio que merece su acción: «Arrójenlo a las tinieblas exteriores, allí será el llanto y crujir de dientes». Esta enseñanza estaba muy clara en los primeros cristianos, a los que exhortaba S. Pablo: «No sean flojos en cumplir su deber. Sean fervosorosos de espíritu, acordándose que al Señor es a quien serven» (Rom 12,11).
Por eso, se puede decir que la acedia es el primer obstáculo para alcanzar la santidad, para lograr la felicidad porque hace abandonar la lucha , rechaza todo tipo de ayuda y se dispersa en la búsqueda frenética del placer, de la comodidad como prioridad: es claramente el principio de la tibieza. Además «el hombre triste se porta mal en todo momento.

A su vez, podemos distinguir varios tipos de pereza:

1 Pereza Física  “El que no quiere trabajar y el esfuerzo físico le abruma”.

Ésta es la pereza de no querer hacer nada, dormir y dormir. El típico perezoso que se levanta a las 10 u 11 de la mañana a pedir el desayuno, le da pereza bañarse asearse etc. El trabajo es para los burros, evita la fatiga, están contentos con su condición, son conformistas con su estado actual, no quiere avanzar más.

2 Pereza Mental “El que no quiere pensar”.

Algunos tienen el cerebro nuevecito, no lo han estrenado, la sabiduría les persigue pero ellos corren más rápido. El último libro que leyó fue el Principito en segundo de primaria. ¿Pregúntese cuál fue y cuando se leyó el último libro?
No se instruyen, no investigan, se quedan con lo que les piden o les dicen, aún en el cristianismo, nos volvemos perezosos mentales, como todo es por “fe”… , pero no preguntamos, no investigamos, no vamos más allá de lo que escuchamos.
Por ejemplo Cosas como Pablo se cayó del caballo, Elías se lo llevó un carro de fuego son cosas que creemos sin saber que no son ciertas. Algunos consideran que estudiar no tiene sentido, que para servirle a Dios no necesitamos preparación… ¿será realmente así?

3 – Pereza Existencial “Estos son lo que le tiene pereza a la vida”.

Conocés a alguien que le da flojera todo?, todo es malo, todo le aburre?.
Los jóvenes y muchos no tan jóvenes, son un fiel reflejo de esto, nos quejamos de todo, nada nos gusta, no queremos nada, no hay razón por la cual vivir, no hay causa por qué seguir. Vivimos por inercia, por impulso, no hay motivación para nada, ni siquiera hay esfuerzo por lo que nos gusta hacer.

4 – Pereza Espiritual “El que no dedica tiempo (el tiempo necesario) a la oración, la meditación: al encuentro con el Señor”.

Estos son los primeros que no quieren acercarse a Dios porque les da pereza adquirir un compromiso con él.

No hay relación con Dios, o la oración que hacemos solo es cuando comemos, o en un velorio, o cuando nos acordamos o de vez en cuando. Nuestras oraciones reflejan nuestra comunión con Dios y nuestra relación con él, nos conformamos con lo poco que recibimos en una reunión de jóvenes, en una reunión de padres en la parroquia donde va mi hijo, o solo con escuchar Radio María, o nos conformamos con la misa de cada domingo, pero vivimos una semana desnutrida en nuestra espiritualidad.

La pereza es una especie de pulpo con muchos brazos para atenazar las diferentes áreas de nuestra vida.

León XIII dijo en su momento: “Si por pereza dejas de poner los medios necesarios para alcanzar la humildad, te sentirás pesaroso, inquieto, descontento, y harás la vida imposible para tí mismo y quizá también a los demás y, lo que más importa, correrás gran peligro de perderte eternamente”

Veamos los signos que denotan la pereza , aquellas alarmas que nos avisan que algo negativo ocurre en nuestra vida:

1)El desaliento.

Como veníamos diciendo la tibieza no se da de un día para otro; sino que en forma paulatina se apodera de la voluntad hasta hacerla caer en un estado de terrible indiferencia. Y generalmente antes de caer en la tibieza se cae en el desaliento.

El desaliento es el enemigo más terrible después del pecado mortal. Es señal clara de desaliento el consentir en la idea de que la santidad no está hecha para nosotros. Desisten de la lucha los cobardes y perezosos. Aquellos que cuando recuerdan su tiempo de conversión, el entusiasmo con que trabajaban para corregir sus defectos, los primeros años de lucha para adquirir las virtudes y ven que no han realizado el programa trazado, creen estar derrotadas y encontrarse con las manos vacías… se auto-convencen de que no han nacido para santos.

  1. La relajación de espíritu.

El espíritu se relaja (aflojar- como dejar los músculos en completo abandono y la mente libre de toda preocupación) y todo le da igual; antes le ilusionaban muchas cosas, y ahora ya no. Pierde valor todo cuanto se apreció anteriormente. La persona recibe una influencia continua de conductas inspiradas en modelos bien superficiales, ideas novedosas que invitan a tomar actitudes y comportamientos alejados del bien, de lo justo del amor. El joven y el adulto vanidosos y hambrientos de notoriedad, se convierten, especialmente, en presas fáciles de este letargo o conformismo, llevándolos, tarde o temprano, a la tibieza.

Aparece en este escenario también El conformismo: conformarnos con valores, actitudes y comportamientos alejados de lo que nos dicta nuestra conciencia sobre lo que esta bien o está mal, quedarnos solo con todo lo que el medio ambiente nos propone sin mayor análisis por ej: conformis de las costumbres y el de las ideas.

Un signo muy evidente es que ante los valores espirituales, sobretodo ante un valor fundamental como la oración, se pierde el interés. Se convierte en algo aburrido, pesado, en una pérdida de tiempo. Se la pospone para dar prioridad a otras actividades presentadas como más atractivas.

  1. La necesidad de satisfacciones inferiores.

Cuanto acostumbraba a hacer como cristiano o religioso, me aburre, me cansa. Se siente un gran disgusto al hacer las cosas que anteriormente me llenaban de satisfacción: la oración, el apostolado, las buenas obras, el cumplimiento de los deberes del propio estado (casado, sacerdocio etc); de repente me empiezan a llamar mucho más la atención de una manera llamativa las amistades frívolas, la diversión constante, la televisión durante largas horas, la práctica exagerada de un determinado deporte etc…. Empiezo a claudicar y cambia mis valores por otros menos valiosos.

  1. Una visión práctica, utilitaria y activista de la vida.

Se pierde el sentido de la generosidad y se afronta la vida con una visión utilitaria y práctica: sólo vale lo que reporta ganancia, comodidad, placer o satisfacción. Los demás valen si les puedo sacar provecho, si tenen algo que me interese, si los puedo usar para algo…

A veces, aunque parezca raro, el activismo puede aparecer como un síntoma de tibieza espiritual; un activismo motivado mucho más por la vanidad, por el deseo de sobresalir, que por una verdadera pureza de intención. Por ejemplo :Cuando la persona consagrada no vive por convicción interna si no por miedo a defraudar la imagen proyectada por otros en ella; cuando se hace los deberes ya sea dentro de la comunidad, o en el apostolado sólo por ganarse la estima de alguien, o para no ser menos que otro, cuando el valor y la convicción personal son deficientes y se quebranta fácilmente ante la presencia de los demás, la persona actúa por el qué dirán.

Es tan sutil un vicio, como el buscar el aplauso de los hombres, nos hace trabajar buscando la complacencia de nuestros directores o compañeros y a veces de una persona cualquiera que ni siquiera nos interesa… este respeto humano nos hace obrar por un «qué dirán», por una complacencia pasajera, arrebatando la verdadera santidad, que consiste en el amor genuino a Jesús. Este vicio roba la virtud, la traiciona, la asesina; si no se le combate con energía y valor conduce infaliblemente a la cobardía en la virtud.

5) El horror al sacrificio. En las vidas tibias automáticamente queda fuera el espíritu de sacrificio. Cuanto implique sacrificio, renuncia, esfuerzo, lucha, queda descartado. No pasar cerca de alguna situación que me implique compromiso, entrega y servicio.

6) Se acepta el pecado venial deliberado.

El alma tibia acepta el pecado venial con toda tranquilidad; conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal (algo grave), vive con una paz aparente, considerándose buen cristiano, buen religioso, sin darse cuenta de la peligrosidad de tal conducta: el pecado venial deliberado puede ser para él, el detonante de pecados mortales graves. Es como un barco en el mar con miles de orificios por los que va ingresando agua… poco a poco se llenará de agua y se hundirá cuando menos cuenta tenga su tripulación.

De ahí (de la tibieza) nacen muchos de estos errores, desaciertos y faltas de amor, de las que apenas nos dolemos, porque poco a poco se va extinguiendo la luz del juicio y la delicadeza de la conciencia; se vive realmente en habitual disipación y se hace muy a la ligera un análisis o examen de nuestro actuar cotidiano.

SINTESIS

La tibieza empieza con una cierta relajación. No se deja la oración en un solo instante, primero se empieza por acortar el tiempo dedicado a ella, luego, la atención al hacerla, la preparación, la pureza de intención, etc. En esto radica el problema principal de la tibieza: se vive con una tranquilidad aparente, no se hace nada para salir de ella. La tibieza se convierte así en un proceso en donde la conciencia se va apagando poco a poco hasta llegar al punto donde ya no reclama, donde todo lo justifica, donde ya sólo se ve la propia conveniencia.

Parálisis de los Dones

  • Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda” Jaime Balmes Filosofo y periodista español. Diríamos NO PUEDE FUNCIONAR, NO PUEDE SER AQUELLO PARA LO CUAL ESTÁ LLAMADO, NO PUEDE REALIZARSE ENTREGANDO LO QUE TIENE PARA DAR… EN ESTE CASO LA HORA.

La pereza constituye una gran tentación de dejar hacer lo que podemos para encontrarnos con Dios.

Esta comodidad que vamos eligiendo produce inevitablemente una parálisis en la entrega de los dones que tenemos cada uno para brindar a los demás. Una clara exhortación nos hace san Pablo en su carta a los corintios a quienes les aconsejó: Trabajen para alcanzar la perfección (2Cor. 13, 11) A la comunidad de tesalónica les dice: El que no quiere trabajar que no coma (2 Tes. 3, 10). A los hebreos: Ustedes necesitan constancia para cumplir la voluntad de Dios y entrar en posesión de la promesa (Hb. 10, 36).

Cuando la mezquindad, el manejo, el atropello, el dominar, el manejar, cuando nos usurpamos los dones, Dios no puede obrar, Dios busca la tierra fértil para sembrar en nosotros, una tierra dispuesta y abierta a su gracia, por eso es muy importante que la generosidad sea la virtud que anime a todas las otras virtudes y anime también la paciencia.

Dios, por su parte, dice Pablo, tiene poder para colmarnos de dones, de modo que teniendo siempre y en todas las cosas lo suficiente, les sobra incluso para hacer toda clase de buenas obras (ser fecundos)

Ciento por uno

La Palabra de Dios habla del Ciento por uno, ciento por el uno que doy, dando todo lo mío, dando con generosidad, entregando con generosidad el tiempo que puedo dar, la capacidad de relacionarme que tengo, mi talento, mi capacidad para cantar, para reír, para bailar, mi responsabilidad, mi habilidad para la limpieza, para escuchar a los demás, para ser sensible a las necesidades del prójimo, mi capacidad para conectar con los más empobrecidos, mis talentos, cuando yo pongo lo que tengo, porque todos tenemos algo.

Los remedios que deben prescribirse para vencerla serán:

1º Convencerse de la necesidad de producir fruto, de la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza; del peligro del hábito de pereza; de la gravedad que implica al ponernos en ocasión de todos los pecados.

2º Contemplar el ejemplo y las enseñanzas de Cristo y los santos.

3º Trabajar la voluntad y el carácter, habituándose a superarse en pequeños esfuerzos, hasta adquirir la firmeza y constancia en el obrar

Dios La tibieza no tiene otra solución que Dios mismo. Es decir, sólo la gracia de Dios nos hará salir de ella; Dios iluminar nuestra mente hasta darnos cuenta de cómo estamos. La esencia de la tibieza y su gravedad consiste en que el alma se encuentra cómoda consigo misma, no quiere cambiar. “Si todo va estupendamente, ¿Para qué arriesgarse a lo desconocido? ¿Para qué luchar?”. Bueno la respuesta está en ¿Qué quiero yo ser en verdad?

Renovar el amor.Cuestionarnos cómo podrían ir mejor las cosas; redescubrir aquel amor de los inicios, por ejemplo, de nuestra vida matrimonial, e irle proponiendo metas nuevas en nuestra relación conyugal, en la vida apostólica, en la vida de oración, en la vida de entrega a los demás… Volver al 1er amor para recuperar con mayor ardor el entusiasmo del principio.Propongámonos pequeñas metas para lograr de ese amor, que no ha muerto, un nuevo comienzo, un volver a arder como una llama, incendiando a ese corazón nuevamente. Nos dice la Palabra: "Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera." (Apoc 2,5).

Vida de oración y una vida ordenada según una escala de valores.

Al alma tibia se le recomienda una vida de oración y de sacramentos más asidua para lograr encontrarse realmente con Dios, y así Dios le pueda quitar esa venda que le impide ver con claridad. Las personas tibias necesitan llevar una vida más ordenada, priorizada según una escala de valores cristianos. En la vida hay muchas cosas, pero unas tienen más importancia respecto a otras; esta constatación exige una recuperación de los valores, alterados o cambiados por la tibieza.

Pedir el don de la FORTALEZA para vencerse en tantas cosas para las que experimentamos falta de energía, para vivir el <<heroísmo de la pequeñéz>> de cada día. El don sobrenatural de la FORTALEZA robustece en grado sobrehumano las fuerzas del alma humana.

Por ultimo y no menos importante, acudir asiduamente a la Virgen María que es «la causa de nuestra alegría», para que disipe la tristeza del corazón, cuando amenaza con aparecer.

Te compartimos para cerrar el programa un texto de J. Escrivá de Balaguer que nos dice en su libro Camino, n° 191)

«Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza. Si, con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada. ¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! ». Este «minuto heroico» no se debe limitar al primero del día, también se puede vivir al empezar y terminar el trabajo, a la hora de cumplir un acto de piedad, etc. Pequeños detalles semejantes a éste, que ayudan a enraizar el carácter, son fundamentales en la lucha contra la pereza.