Las caricaturas que desfiguran el rostro verdadero de Dios

miércoles, 21 de noviembre de 2007
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Felipe dijo:  “Señor muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús respondió:  “hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me conoces Felipe.  El que me ha visto a mí ha visto al Padre,  ¿Cómo dices muéstranos al Padre?,  ¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mi?”.

Juan 14, 8

El material que utilizo para esta Catequesis lo extraigo del libro "El rostro real de Dios", del Padre Ricardo Martensen, impreso por la Editorial de la Palabra de Dios, Buenos Aires 1996.

La Palabra de Dios la escuchamos de distintas maneras y la recibimos como una Palabra que a veces se vacía de contenido cuando algún personaje por allí lo endiosamos y más aun le decimos Dios a una mujer de esas que desfilan por la pasarela le llamamos diosa.

Todo hombre alguna vez pronuncia ésta palabra y ésta palabra tiene un contenido y un sentido que quisiéramos hoy ajustarlo a la realidad de lo que representa si es que en algo podemos desde éstos pocos minutos de nuestro encuentro pronunciar y decir respecto de aquello que en la antigüedad se reconocía como el innombrable porque trascendía por su grandeza, por su omnipotencia, por su poder, por sus prodigios, porque la inmensidad de Dios lo que más suscita en nosotros es el silencio, el Dios verdadero.

Mucho más cuando esa grandeza de Dios se presenta en la pequeñez de la carne de Jesús de Nazaret, es más todavía, la invitación a callar y a dejar en todo caso que sea Dios quien revele mucho más que nosotros quien intentemos entender de que se trata éste misterio tan grande y tan cercano al mismo tiempo. Dios está en la boca, en la mente, en el corazón de todos y lo decimos más o menos bien y lo decimos a veces muy mal, lo decimos sin tener realmente conciencia de lo que significa cuando pronunciamos ésta palabra y la trasladamos a veces sobre otras imágenes, criaturas que no pueden bajo ningún aspecto dar razón de ser a todo lo que existe.

Mucho menos la respuesta a lo que existe desde lo que está llamando en la existencia a una transformación por una presencia de una intervención de lo alto que haga posible que las cosas sean distintas. Es la creación toda, dice Pablo, en Romanos, que espera la manifestación de los hijos de Dios y está como pariendo ésta manifestación que le de sentido a todo lo creado. Es el hombre que cuando se manifiesta como hijo de Dios hace que el cosmos encuentre en la presencia de lo humano un sentido y un valor, una razón de ser.

En el inconsciente, en el consciente vivimos nos movemos y existimos como, dice Pablo, en El.

En tiempos de ateismo ideológico, práctico, en tiempos de fundamentalismo, de materialismo el ambiente invita a veces hasta urge a que muchos hombres tengan ésta pregunta en su corazón ¿Quién es el Dios verdadero? ¿Dios existe? Si existe ¿cómo saber con seguridad que es así? ¿ Dios es real o es un invento de nosotros para consolarnos frente a cosas y situaciones que nos superan? ¿ No es una evasión al problema de la convivencia humana, del hambre, de la injusticia, de la guerra, etc? 

Nosotros en nuestra fe cristiana respondemos que vivimos, nos movemos y existimos en El y proclamamos la dicha de creer y llamamos a otros para que igualmente crean. Pero la creencia para que sea atractiva y convoque a otros supone una clara expresión de aquello en lo que afirmamos nuestro creer y mucho más una auténtica expresión que manifiesta una fe que se hace testimonio. Esta posibilidad surge cuando la imagen de Dios está bien formada en nosotros, cuando no hemos recortado ni lo hemos hecho a nuestra semejanza, a nuestra pobre semejanza humana.
Dice por allí el verso:

De papel me hice un Dios
a mi gusto lo pinté
de mis manos el salió
lo colgué en la pared

Es un canto moderno que habla de cómo aquello que no entra dentro de los esquemas de la racionalidad o que escapa a un modo determinado de sentir lo terminamos por hacer a nuestra medida por no animarnos a encontrarnos con la inmensidad de lo que representa, a no animarnos a soltar las amarras interiores, las del corazón, las de los sentimientos, la de los afectos, las de la razón para entrar en otra dimensión, la dimensión de lo trascendente, de lo eterno, de lo creacional y lo transformante de Dios.

Hay como modos distintos de hacernos éste Dios de papel. Vamos a intentar descubrir como muchas veces nosotros hacemos éste Dios de papel usándolo como un amuleto, otras veces como un Dios que cubre nuestras necesidades, a veces como un Dios sobre protector, cuando no como un Dios verdugo o un Dios fatalista para al final encontrarnos con un Dios mentira. Son todas imágenes deformadas de Dios con las que convivimos y las que hay que transformar en nosotros desde que hay que convertirse para ir al encuentro con el Dios verdadero.

Ese del que habla hoy el Evangelio cuando Jesús le dice a Felipe: no me pidas que te muestre al Padre, quien me ve a mi ve al Padre.

A veces cuando decimos Dios decimos amuleto. Aunque no queramos decir amuleto, aunque en nosotros no esté la intención de hacer de Dios un instrumento a nuestro gusto y placer, lo hacemos porque nos trasciende su imagen, porque está más allá de nosotros y lo utilizamos a Dios como alguien que viene a liberarnos de la mala suerte. Eso es lo que hace el amuleto. Es como si fuera una cábala Dios.

Es la cábala que utilizan los jugadores, hablando de fútbol cuando entran a la cancha se hacen la señal de la cruz , pero como tienen la cábala los técnicos la misma camisa, el mismo pantalón, el mismo saco o sentarse los jugadores en el mismo lugar donde se sentaron en el banco de suplentes en el partido anterior que ganaron. Entre otras cosas dentro de las cábalas está la imagen de la Virgen que llevan al vestuario y hacerse la señal de la cruz cuando entran a la cancha.

Cuando tenemos un examen importante bajamos todos los santos como decimos o hacemos un poquito más de oración. Pero este Dios es el de la buena suerte no es el Dios que salva. Recurrimos a El cuando tememos que pueda irnos un poco mal o para asegurarnos en todo caso que nos vaya bien.

Hay otra imagen de Dios deformada con la que nos vinculamos a veces que es el Dios cubre necesidades. Dios aparece así como tapando huecos. En realidad somos necesitados, radicalmente necesitados y de Dios. Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón solamente encuentra reposo cuando está con vos.

Esta necesidad de absoluto que hay en nosotros la tendemos a cubrirla y la cubrimos con un Dios tapa agujero que nunca termina de cubrir lo que nos hace falta porque entre otros objetos de consumo que salen al encuentro de ésta realidad que somos nosotros necesitados radicalmente aparece Dios también como un objeto más de consumo y así mientras vamos a los nuevos templos que convocan hoy a las multitudes, estadios, teatros, shopings, super, hiper, cines.

Mientras vamos buscando como en las nuevas liturgias con las que nos vinculamos en masa a encontrarnos en los nuevos templos con quien pueda cubrir alguna necesidad en nosotros también de paso vamos al templo a la casa de Dios como una visita más, como un estar más con aquello con lo que cumplimos para que ésta necesidad interior de la presencia de Dios en lo nuestro tape el agujerito que tenemos.

Este hombre necesidad que somos nosotros, que tenemos dentro, cuando se encuentra necesitado se inventa un Dios cosa, un Dios consumo. Me contaba un sacerdote amigo que tiene tareas pastorales en una ciudad importante y que está ubicada en el centro de la misma ciudad su iglesia parroquial que el a veces tenía la impresión cuando confesaba a gentes que iban de distintos lugares porque estaban en el centro que su parroquia era como una estación de servicio. Cuando la gente consumía, cargaba nafta en su interior y seguía. Como que allí se iba a encontrar con quien pudiera responderle a la necesidad que tenía, ésta la de Dios.

Esta caricatura de Dios es la cuestionada hoy por mucha gente que piensa y se pregunta sobre la verdadera imagen de Dios. Hay ateos que argumentan más o menos así la cosa. El ateísmo creciente en el hombre civilizado es normal. Dios servía para recurrir a algo cuando las necesidades sobrepasaban al hombre.

Hoy con el desarrollo de la ciencia y la técnica el hombre se basta a si mismo, no necesita de Dios. Antes una lluvia era si Dios quería. Hoy sabemos que el Servicio Meteorológico adelanta si va a llover de acá a cuanto tiempo y con bastante precisión por como se mueven los factores que determinan el clima ambiental, entonces antes que le rogábamos a Dios para que llueva o para que deje de llover, ahora lo consultamos en la tele, en internet, en la radio y averiguamos para saber si sembramos o no sembramos, si nos abrigamos o no nos abrigamos, que ropa llevamos cuando salimos de viaje o consultamos por otro lado.

Cuando las cosas son así el Dios cubre necesidades va como perdiendo rating y no tiene lugar a no ser que purifiquemos la imagen de éste mismo Dios y descubramos cuanto la imagen verdadera de Dios el orar y el rezar para que intervenga sigue teniendo razón de ser aun cuando al clima ambiental lo podamos con mucha más precisión leer y entender y a partir de allí saber como comportarnos por lo que nos regala el avance de la ciencia y la técnica.

Cuando una persona niega a Dios hay que preguntarse si niega al Dios verdadero o niega al Dios que nosotros hemos inventado. Si Dios es objeto de consumo no es un Dios en el que se pueda creer o en todo caso solo alcanza para consumir cuando hace falta sacarse alguna culpa o cuando hace falta vincularse a El desde algún lugar donde por alguna deformación que tenemos de Dios no nos comprometemos con El y con lo que supone su mensaje sino solo con aquello que corresponde a la imagen que de El tenemos. Por ejemplo si en nosotros hay una imagen de Dios ley y para nosotros Dios, el que trasciende todo, el jefe, el que manda tiene una ley que nos invita a cumplir.

No cumplirla nos genera culpa y cumplirla nos produce un cierto descanso. Cuando en realidad el Dios en el que nosotros creemos que vamos a ver es un Dios amor donde nuestro modo de comportarnos apunta a vivir según aquello que el mismo nos propone como camino de amor y liberación. Nos hemos hecho un Dios a la medida nuestra, eso conciente o inconscientemente. Estamos buscando la forma de terminar con éste Dios que nos creamos, que nos inventamos, que nos resulta más cómodo para convertirnos al Dios verdadero, al que nos revela Jesús de Nazaret.

Uno puede decir que la tiene bien clara. Yo creo en Jesús y mi Dios es el que me revela Jesús de Nazaret y todo lo entiendo desde El.. Si fuera así no haría falta de conversión y en realidad el camino de la conversión siempre supone como familiarizarse cada vez más con el creer en el Dios que Jesucristo ha venido a revelarnos no con la cabeza sino con la vida toda. La existencia que adhiere a su propuesta.

Si fuera que todos la tenemos tan clara y no hubiera en nosotros las deformes imágenes de Dios que estamos mostrando, éstas caricaturas que estamos representando estaríamos todos convertidos, seríamos santos y el mundo sería mejor

Uno puede decir que mal habré hecho para que me sucedan éstas desgracias, hay que portarse bien para no ser castigado.

Tal vez se lo anuncie así o no pero en el fondo así es como lo vivimos a veces. Dentro de ésta tónica cuando se comete una falta ,.más que arrepentimiento para salir se siente miedo. Porque Dios no es un Padre, es un padrazo pero un padrazo mal entendido. El pecador se arrepiente como un niño y le pide perdón a Dios mientras se siente cumpliendo los mandamientos vive tranquilo, burguesmente esperando un premio. El de la eternidad o que le sigan yendo bien las cosas, que no cambie su buena suerte.

La relación con Dios es la relación con un entre comillas e ironizando, un gran papá que premia o castiga según sea como nos portamos. Esta imagen deformada que tenemos. Un Dios que está por fuera, no está por dentro y que desde fuera determina a quien le corresponde el caramelo de premio y a quien no porque no se portó bien. Como a veces hacemos nosotros: manipular a los afectos. Es una presencia desde afuera de Dios que provoca una relación que es inmadura que no es personalizante.

A veces nos hemos quedados como fijados en una niñez religiosa de un catecismo poco vivencial, poco existencialmente invitando a la comprensión, más fundamentado sobre el dogma que la vida, más por fuera que por dentro. Esta imagen ha sido más frecuente en la educación del pasado.

La situaciónes familiar del presente como las de ahora, como la formación catequística más bíblica, más personalizante van como intentando modificar e impidiendo que gane la escena ésta imagen caricaturezca deformada de Dios. Como al lado de éste Dios sobre protector, pariente de El, en realidad andan de la mano juntos siempre estos fantasmas de un Dios con un garrote en la mano al que le llamamos: el Dios verdugo.

El Dios representaba a veces mal como un triángulo con un ojo que te está mirando. Dios te mira. Mirá que Dios te está mirando. Como si fuera una forma de ponerle límite a la vida más que encontrarle cauce a la vida, más que darle razón a la vida. Porque si ni a Dios le tienen miedo. Dios no es uno al que hay que temerle.

Este Dios verdugo vigila, amenaza, obliga, asfixia. Hay que ir a misa! Hay que cumplir los mandamientos! Y uno dice hay hay hay y al final te duele. Tantos hay que duele Dios Como decía por ahí una chiquita risueñamente: papá ¿comulgar duele? Porqué? Porque todos vienen con la cara como que les duele. Todos como muy serios, como con demasiado dolor. En esas expresiones está como escondido ésta caricatura de Dios que invita al hay!! Hay que!! Hay que ofrecerle como a un ídolo sacrificios o cosas buenas para parar la bronca con Dios.

A Dios hay que pararle la bronca. Como si Dios estuviera viendo todo lo malo que hacemos nosotros y entonces el Apocalipsis se viene. Este mundo por algún lado va a parar. Dios lo mira con compasión al mundo, con dolor. Le duelen nuestros desvaríos, nuestros desencuentros, lo mal que tratamos, lo único que nos dio para que lo cuidáramos y lo que nos autodestruye, pero no está viendo por donde nos va a castigar.

En todo caso estará viendo como hacer para parar e intervenir allí donde nosotros no hemos sabido cuidar de lo que nos dio. En la imagen de Dios verdugo hay una deformación de la conciencia, cuando no a veces un problema psicológico de alteración de la actitud religiosa vinculado a Dios por el temor al verdugo y no por amor al Padre. Hay un Dios que también convive con nosotros que es tremendamente fatalista. Es el Dios relojero, es el Dios que le puso cuerda al mundo y allá va y se desentiende de El.

Las cosas son así y no pueden ser de otra forma. Es voluntad de Dios. Esa expresión es la voluntad de Dios que hace que las cosas sean intranformables. Invariablemente vamos al fracaso, invariablemente vamos hacia donde vamos y la cosa no va a ser distinta, fue así y nada va a cambiar. No es el Dios judéo cristiano éste.

El Dios judeo cristiano no es un círculo del eterno retorno de la historia. Para el Dios judeo cristiano siempre hay algo nuevo bajo el sol. Es creador y recreador. El Dios fatalista es el Dios que impide que las cosas sean distintas en el fondo.

Es el Dios que le puso cuerda al mundo y que se mueve con la mecánica con la que El lo creó y entonces al hombre no le queda más que aceptar que hay alguien que está por arriba de El y que determinó que las cosas fueran como son. ¿Cómo se resuelve desde dentro de la libertad humana ésta realidad de un Dios tan tremendamente determinado para con el hombre? Diciendo es voluntad de Dios. Y si es voluntad de Dios yo ya resolví el problema. El problema es ahora de El. Es su voluntad. Que se haga cargo de lo que se tiene que hacer cargo.

No es tan fácil decir cual es la voluntad de Dios, no es tan fácil identificar cual es el querer de Dios y no es tan simple decir que todo lo que ocurre es voluntad de Dios. Las catástrofes en el mundo no son voluntad de Dios. Y sabemos muy bien que ciertas catástrofes climáticas la generamos nosotros con nuestros descuidos ecológicos: las guerras, el hambre no es voluntad de Dios.

Y que Dios haga algo? Si, hizo al hombre, para que en su libertad administre de los recursos que tiene de manera responsable. No le pasemos el fardo de lo que nos toca a nosotros como compromiso de transformación de la realidad a Dios. En todo caso lo sumemos, en todo caso nos sumemos a su proyecto. Por último convivimos a veces con un Dios que miente o hacemos mentiroso a Dios. ¿Cuál es peor? No se que es peor.

La imagen del Dios que yo me hago. De un Dios individualmente mío que no me incomoda para nada que en el fondo manejo y uso. Es un Dios de bolsillo y de papel que no me exige ningún compromiso, que se adapta a mis caprichos humanos, a mi modo de ver las cosas o de vivir la vida. Es un Dios juguete.

Muy honesto siempre fui y a ninguno hice mal. Un Dios quieto yo elegí. Que me dejase vivir, que no me joda digamos.

En el fondo así a veces nos vinculamos con Dios cuando no tenemos claro quien es porque todas éstas caricaturas van de la mano. Porque si Dios es un verdugo no creo en nada, no quiero tener que ver con el.

Si Dios es fatalista tampoco. No me interesa ese Dios. Si Dios viene a sobreprotegerme o si Dios viene a cubrir mis necesidades prefiero ir al shoping, de hecho vamos más al shoping que a la iglesia porque es más fácil consumir y da más gusto a veces consumir determinadas cosas que nos ofrecen en ese templo que las que me ofrecen en el templo en la iglesia a la cual yo pertenezco.

Si Dios es un amuleto con el que me hago la señal de la cruz para que me vaya bien y lo utilizo como una cábala. Para que vincularnos a esto que nos complica la vida. Mientras tanto me hago un Dios a mi medida. Estas imágenes de Dios nos molestan porque no son el rostro de Dios verdadero.

Si nos hemos vinculado de hecho al Dios verdadero ninguna de éstas tiene lugar en nosotros y lejos de escapar de su presencia lo buscaríamos con más fuerza, con más ganas. A veces buscamos su presencia pero buscamos la presencia del Dios que está caricaturizado en éstas imágenes que hemos compartido.

Estamos destruyendo imágenes falsas de Dios y es necesario para vincularnos al Dios verdadero. Con cada uno de nosotros hay algunas de éstas caricaturas que conviven. A veces más de una. Con ellas hay que trabajar para volverles el rostro real, para salir de la caricatura en la foto que represente mejor la imagen del Dios verdadero.