Las fotos del Mes de Misión

jueves, 22 de noviembre de 2012
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No es el mismo paisaje que uno se encuentra a la vuelta de este hermosísimo viaje al centro de África, en República centroafricana y de alguna manera uno vuelve cambiado. Porque se le amplia la mirada, porque se le agudizan los sentidos, porque se da cuenta que de lo esencial y de lo fundamental se distingue de lo accidental, se percibe a sí mismo mejor como pueblo de lo que uno pensaba cuando confronta con otra cultura. Es el mismo lugar pero estamos distintos. La misión nos ha cambiado la perspectiva y queremos justamente compartir algunas fotos que nos ayuden a reencontrarnos en este ser familia en la Argentina. La foto llega desde cualquier lugar donde la misión de Radio María se ha planteado. Tanto en el norte como en los restos de las comunidades donde visitando geriátricos, cárceles, haciendo misión en las manzanas, compartiendo el Rosario. Todos y cada uno de los que pusieron la imagen de la Virgen Misionera en el rinconcito de su pueblo, de su ciudad. Más de 4000 que así lo hicieron. Compartimos fotos de la misión.

Desde aquí comparto las fotos del África, ustedes desde cada uno de los lugares que han estado, nos comparten las fotos misioneras, es decir una imagen que habla por sí misma de esta experiencia de anunciar a Jesús más allá de las fronteras.

La primera foto que quiero compartir desde el áfrica es la de la bandera de este país hermano centroafricano con el que comenzamos a recorrer un camino nuevo como familia de Radio María en el mundo. La bandera es azul con una estrella amarilla sobre su costado izquierdo, blanca, verde y amarilla y en el centro de la bandera una franja que llama la atención por cómo está ubicada, una franja roja. Además de las franjas horizontales de la bandera de la Republica Centroafricana, que representan a los recursos naturales del país, también en la franja vertical roja que significa la sangre derramada por la suerte de esta patria.

El centro de Bangui, salvo algunas embajadas y una empresa de telefonía nos muestra un paisaje de las secuelas de los enfrentamientos, de las guerras. Edificios abandonados, algunos semi destruidos, impactos de balas en algunas paredes, calles en muy mal estado. Camiones militares que están por todas partes son escenas de un paisaje al que nosotros visitantes, peregrinos, misioneros no estamos habituados y nos vamos haciendo por los golpes de la realidad a la estructura nueva de sociedad que nos daba la bienvenida, mientras nos vamos despojando al lugar al que pertenecemos. La realidad misma de la sangre derramada en este pueblo, nos invita al despojo.

Lo primero que el director de Radio María Centroafricana expresa para Radio María Argentina, en una nota que le hiciéremos en la plaza de San Pedro el día en que Benedicto XVI recibía a toda la comunidad de Radio María en el mundo fue de la necesidad de la paz y la unión del pueblo. Y no era para menos. Poco después nos explicó que la guerra interna había desangrado al país durante muchos años, culminando recién con una relativa calma en el 2002. Las secuelas son tremendas. Entre 1994 y el 2000, no hubo escuela en todo Centroáfrica. El estado no podía pagar a los maestros. Y yo me animo a decir, forma parte de una estructura de colonización que se ha instalado en este pueblo africano para terminar de impedir que ellos se valgan por sí mismos para ponerse de pie y responder con tanta riqueza con la que Dios ha bendecido esa bendita tierra.

Aquellos años sin escuelas, ellos lo llaman los años blancos. El coordinador de Radio María en República Centroafricana, Jean Clemont, nos contó que en una oportunidad, habiendo mandado a su familia al norte para salir de la zona de conflicto, tuvo que pasar tres días, tres noches sin comer, encerrado en su casa, para que no se quedaran sin nada. Se quedó entre el fuego. Cuando le preguntamos del tema al presidente de Radio María en Rep. Centroafricana, se limitó a decirnos, la guerra terminó, ahora es trabajo, trabajo y trabajo. Tras un breve silencio Jean Clemont nos aclaró, no nos gusta hablar de esto, es doloroso para nosotros. No pudimos decir nada. Y nos abrimos después de ésta foto dolorosa a la de la esperanza, donde un día en Bangui, en la Rep. Centroafricana, entremezcla lo pequeño y lo grande.

Hoy te invitamos a compartir una foto de tu experiencia misionera, es decir, describir la imagen que quedó grabada en tu corazón.

Pintar con el color de la bandera la primera imagen que nos traemos de la Rep. Centroafricana y particularmente, concentrar nuestra mirada en ese registro doloroso con el que la realidad nos golpeó apenas llegamos a este país hermano, rápidamente nos encontramos con la sonrisa en el rostro africano dándonos la bienvenida.

Al otro día arrancamos la jornada de trabajo, de servicio, de encuentro y de fraternidad. Arranca el día y uno empieza haciendo ofrenda de todo lo que en esa jornada se va a vivir, como lo hacemos todos los días cuando compartimos como familia esta experiencia de ser Radio María. Ya desde ese mismo instante uno se va haciendo comunión con el contexto. Muchas veces nos pasó descubrirnos que formábamos parte, a pesar de lo discordante de nuestro color blanco entre el color negro de la piel de nuestros hermanos, formábamos parte ya de ese lugar en el que nos sentíamos tan bienvenidos, tan hospitalariamente recibidos. Rostros, colores que si bien no son tantos en principio, de un instante a otro se comienzan a multiplicar.

Nos recibió Matiu, presidente de Radio María C.A., con su sonrisa siempre tranquila, y el temple propio de un hombre que se siente parte de esta tierra, que conoce su lógica de tiempos y se ofrece al acontecer del ritmo que va marcando el día. Una frase que cada vez que la comparto me conmueve por dentro y la pude hacer palpable en estos días de estar allí caminando las tierras de África. La presidente una de las primeras cosas que nos dijo fue ésta: “Los suizos hicieron el reloj, nosotros nos adueñamos del tiempo”. Y la verdad sea dicha que éste ser dueño del tiempo pudo conquistar mi corazón y nuestro corazón, me atrevo a decir, el de Cecilia y Leo también, porque así se vive en África, al día, desde el instante, el ritmo de la vida parece no alterarse y todo se da en una armonía que sorprende a quien desde otra lógica de vida viene a insertarse en este mundo que parece de otro tiempo. Lo pequeño, lo diminuto, comienza desde ésta lógica del instante, el paso, la mirada, la sonrisa, la palabra que poca guarda toda una significación arraigada a ésta tierra.

La foto de la sonrisa de una niña que la tengo grabada en mi retina, en mi corazón y posiblemente forme parte de las imágenes más significativa que me traigo de allí. El primer día ella no sé como hizo para enterarse, habrá tenido 3 o 4 años, pasaba frente al hotel, yo estaba sentado en la vereda del hotel, ella iba a hacer alguna compra que su mamá le había indicado, me miraba, me curioseaba, estábamos con Cecilia mientras Leo se preparaba para sumarse a nosotros, y a la vuelta, se acerca sigilosamente me da la manito, con unas trenzas que eran como unos canutitos que salían de su cabeza, y me dice en francés: Buen día mi padre. Fue como la bienvenida de lo pequeño con un corazón grande. Lo pequeño y lo grande creo que queda reflejada en esa imagen, de ésta niña saludándonos el primer día. Reconociendo el don del sacerdocio. Alguien se lo contó, y fue como un abrazo de la pequeñez hecho gesto hospitalario que después se repitió tantas veces en nuestra estadía, en este lugar bendecido por Dios y olvidado por todos nosotros.

La misa misma con la que comenzamos cada día, es inevitablemente el lugar donde todos tienen lugar y ahí sí que la mesa se hace grande. Esta lógica de simpleza puede transformarse y tomar una lógica autodestructiva cuando el poder la toca. Lo instintivo deja de ser parte de un contexto natural para convertirse en una lógica de poder que oprime, que es pura superficie, cual bestia que busca su presa para subsistir. Así es el proceder del poder con el que también nos encontramos. Nos encontramos en la lógica instalada de la dominación en la colonización, que es extranjera pero que al mismo tiempo tiene sus aliados en el corazón mismo del pueblo. Poder que en manos de algunas estructuras crea las distancias más abismales y las opresiones más grandes. También lo vimos en algunas lógicas eclesiástica presente a esto. ¿Porqué? No lo preguntamos. Así uno comienza a buscar respuesta y comienzan a encontrarlas en gesto herido de una tierra que por debajo de una pantalla pide ser reconocida, pide el aire para respirar y la tierra para comer, pide dignidad, una dignidad que tanto colonialismo contribuyó a sostener como algo que se compra. Muchos gritos un día escuchamos, era un festejo de un partido de futbol, es el grito de tantos que aún no siendo conscientes nos muestran un lugar de herida y de abandono que en muchos casos es considerado como tal y en otros se vuelve una utopía o algo que no deja lugar a las respuestas. El griterío de aquella jornada de noche y después de madrugada sonaba desgarradora. En parte el equipo había ganado, en parte había perdido. En realidad terminó perdiendo y fue un grito desolador que expresaba otros gritos, que surgen de la tierra misma. Lo diminuto, lo simple, tanto como la sonrisa de un niño desde su espontaneidad y asombro, en el encuentro de manos dadas que acortan distancias y no reconoce en el tacto de piel que más allá del color tiene la fuerza de vida que necesita este pueblo para poder ponerse de pie. Y nosotros sentíamos, mientras nos dábamos una mano y otra y el abrazo se entremezclaba entre la conmoción de tanto dolor en esa tierra y la alegría de ver que la esperanza nacía en la hospitalidad y en la sonrisa que era posible, poco a poco, dándonos la mano, ayudándonos mutuamente a ponernos de pie. Y digo ponernos de pie, porque uno se va de la tierra a la que pertenece con las preguntas de cómo seguimos y la certeza de que tenemos deudas internas que resolver en nuestra patria, pero al mismo tiempo cuando se encuentra con la realidad de Rep. Centroafricana, y tanto despojo, se da cuenta de que aquí algunos pasos ya hemos dado, que nos falta dar muchos más y que en la lógica evangélica quien da recibe cien veces más y por eso comenzamos a comprender que era necesario para encontrar respuesta a lo nuestro, abrirnos a la preguntas de otros. Y nos animamos a esto, a empezar a soñar cómo y de qué manera poder darnos la mano mutuamente, cómo y de qué manera poder celebrar el hecho de pertenecernos mutuamente a un mismo lugar, se llama María y su proyecto de Radio en el mundo.

La vida está en la ruta, está en la calle, así lo expresaba el presidente de Radio María Centroáfrica, cuando nos pintaba este paisaje que después fue para nosotros sorprendentemente habitual.

Vamos hacer un paneo con varias imágenes, con varias fotos sobre la ciudad.

Bangui es una ciudad con ochocientos mil habitantes. A los alrededores de su pequeño casco céntrico, las calles ya no están pavimentadas y la tierra roja lo cubre casi todo. Sus calles están repletas de gente. La mayoría de ellos son jóvenes. La vida está en la calle. La precariedad es una vivencia instalada en la mayoría de ellos. El 80% de la población de este país vive en la pobreza, nos dicen, y las imágenes parecen confirmarlo. Menos de un dólar por día es lo que cuenta un habitante de esta tierra para cubrir sus necesidades.

Una monja colombiana nos da la bienvenida cuando visitamos la instalación de la nueva radio, allí nos esperaban ellas que viven cerca, en el barrio de Bimbo, donde está nuestra radio hermana. Ella lo dice así, el tema de las enfermedades es tremendo, ahora mismo hay una epidemia de fiebre tifoidea, a ello se suma el paludismo, al cólera y demás afecciones. Por suerte todavía no tenemos ébola. Cuando detectan un caso sierran la frontera con el Congo. Hoy cruzamos lo que se llama kilómetro cinco. Si hay un lugar emblemático en esta ciudad que pinta que la vida está en la calle, es kilómetro cinco en Bangui. Es un enorme mercado callejero donde se ve de todo, frutas, verduras, pescados, carne, elementos electrónicos, muebles, animales vivos y mucha precariedad en el cuidado del medio ambiente. Las condiciones de asinamiento saltan a nuestra vista. Marea de gente buscando qué vender y qué comprar. Cuando nosotros preguntamos si era un mercado libre de trueque, ellos no comprendían nuestra pregunta. No nos hizo falta mucho tiempo para darnos cuenta que nuestra pregunta tenía una respuesta certera. En este lugar inmenso, donde la gente confluye de todas partes a kilómetro cinco, entre compras y ventas con dinero sonante y contante también se da el tráfico de un mercado de trueque. El alimento no falta en esta tierra. Muchas veces falta el dinero para comprar algo que dignifique algo más la vida más allá de la subsistencia que surge de la riqueza que da la tierra. El padre José cuando visitamos Bosan goa, nos contaba una historia impresionante. Cruzando uno de los ríos que también nosotros cruzamos con dificultad porque se había roto el puente, Él se encontró que había crecido y la crecida del río había dejado sobre la orilla del camino de la ruta un pez de 17 kg. Y decía, “así es nuestro país”, de golpe te encuentras con un pez de 17 kg que te permite compartir y celebrar con tus amigos una fiesta inesperada. La naturaleza nos bendice. Y reflexionábamos juntos, cuánto exige aún más esta bendición natural, el trabajo que supone manos a la obra para aprovechar toda la riqueza que la tierra da. Para ello hay que romper antes con una estructura cultural de colonización que inmoviliza a este pueblo tan rico y tan bello.

Una fiesta para el alma. Otra de las fotos. Éste es el momento donde el corazón se reviste de vida y sale al encuentro decidido de cada situación dolorosa para buscar la forma de cómo transformarla. El domingo es la cita, por la mañana. En el barrio Castor, algo está por pasar. Lo dice el ambiente, lo muestra como la gente se viste, se percibe en el ambiente un ritmo que no es habitual. La gente se va preparando especialmente. Mientras caminamos vemos a nuestro alrededor a gente vestida para la fiesta. Nos quedó la imagen, la foto de una mujer con una vestimenta naranja, un vestido largo, una cartera naranja al tono con zapatos del mismo color, y uno se daba cuenta que no era su vestido habitual. Estaba vestida de fiesta y todo parece indicar que se va a celebrar por allí cerca algo importante. Dos pasos más adelante, nos dimos cuenta que la fiesta y la misa era la misma cosa. La misa, la fiesta comienza y el ritmo se va apoderando de nosotros. Literalmente se va apoderando de nosotros. En el modo de aplaudir, de danzar, el modo de celebrar y de cantar, aunque no entendíamos el idioma, el zango fue ganando nuestro corazón y a ritmos como éste íbamos también nosotros celebrando a Jesús en medio nuestro.

Lejos de perder profundidad, la liturgia se profundiza con este ritmo tan típicamente de ellos. Todo el mundo baila, canta, sonríe y aplaude naturalmente. A un ritmo que resulta contagioso.

Y me traigo la imagen de Leonardo y de Cecilia al ritmo de la danza, con la coral que canta a un ritmo increíble. Es un coro que reúne a unas 25, 30 personas que ensayan durante la semana para que la música sea el centro de la celebración con el misterio de Jesús, claro, en el corazón mismo de la misma, y de repente todo el pueblo canta, baila y danza. El rito de las ofrendas que cotidianamente es parte de la comunión con la gente del pueblo, en esta ocasión lleva un sentido especial, darle la bienvenida al que llega, que en este caso es el nuevo vicario de la parroquia. ¿Qué se acercan por allí? Mandioca, aceite, maíz, tela, camisas, todo es preparado para la bienvenida, junto al pan y el vino que son presentados en el altar. Todo se hace danzando, bailando, aplaudiendo y cantando. Nada le quita de solemnidad a una celebración litúrgicamente cuidada como poca veces uno ha podido contemplar en el mundo.

Tanta es la fiesta que uno no se puede correr y hasta comienza a balbucear alguna palabra que viene del idioma propio al que este pueblo pertenece y con el cual va abriéndose camino para que su cultura no sea dominada, sino para que ellos puedan dominar la realidad que Dios les regaló desde su cultura. Sin duda, la lengua, construye un modo de ser mental, actitudinal, de servicio, de vincular que uno busca la forma de que ellos lo sigan defendiendo. Y aunque hablen francés, porque así corresponde también a su pertenencia en el mundo, sin duda ellos aman más su tierra y su propia lengua. Y uno no puede correrse de ese lugar, por lo tanto en la celebración alguna palabra en zango, hubo que decir, y me tocó esa parte. En la Liturgia, en la Eucaristía, en la segunda parte de la plegaria Eucarística, después de la consagración, cuando se reza por la iglesia, por los obispos, por el Papa, tuvimos la osadía, impulsada por ellos, de rezar también en zango. Son momentos de mucha emoción, hasta sentir que no nos alcanzan las palabras, las propias, por eso también elegimos la de ellos, porque nada mejor que expresar qué se vive en esa tierra con el lenguaje propio de esa tierra.

La foto de los caminos. Los caminos aquí son siempre caminos que van lejos o por lo menos esa es la sensación que uno descubre al contemplarlos desde el peregrinar como misioneros. Perecería que nunca acabasen, que un tramo invita a otro tramo, con la mirada puesta en el horizonte pero el corazón de pie en tierra, andando, sintiendo y algunas veces doliendo.

Es como si al andar la esperanza se reafirmase frente a cada tramo nuevo que el mismo andar por ellos ofrece. Grandes, pequeños, extensos, medianos, siempre abiertos a la posibilidad de regalarnos una mirada nueva. Estos caminos sentimos nos van habitando por dentro como nos habita la gente que por ellos camina. La vida está en la calle.

Cuanto por agradecerle a los caminos de esta tierra. En cada pueblo que uno descubre, en cada aldea, en cada rinconcito, en cada senderito que se pierde por algún lugar de la selva que abre en algún lugar donde alguien habita, como el caso de los pigmeos, a quienes fuimos a visitar transitando un camino que nos instalaba en la selva y de golpe nos encontramos que este pueblo nómade ya no estaban allí. Que por algún sendero de la selva, en el corazón mismo del África verde estaban instalados buscando cómo y de qué manera vivir como pueblo nómade, peregrino. Estos paisajes nos van ganando el corazón y los caminos son un signo de cómo en medio de tanta exuberancia, como peregrinos somos invitados a transformar esta realidad junto con ellos, claro.

Porque la tentación siempre está. Cómo se hace con tanto para no dar un paso más allá de lo que ellos pueden dar. En realidad una enseñanza nos trajimos al contemplar los caminos. Se han hecho ganándole a la selva un espacio y no acostado, sino mucho y mucha vida abrir estos caminos. Los caminos que se abran de aquí en adelante para este pueblo, en educación, en mejor aprovechamiento de la tierra, en el desarrollo de la radio y en la evangelización, serán caminos que habrá que recorrer de la mano de quienes lo van abriendo. Son ellos, nosotros nos hacemos compañeros en el camino de nuestros hermanos.

                                                                                                               Padre Javier Soteras