“Hay dos fuentes sobre el hallazgo de la imagen, que se encuentran en el archivo de la Curia Metropolitana de Aparecida (anterior a 1743) y en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús, en Roma”, indicó en primer lugar el padre Marcelo.
En cuanto a su historia, el padre Marcelo contó que “La historia cuenta que en el año 1717, El gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingo García, Felipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces”, expresó el sacerdote.
“Estos hombres se encontraban en el río Paraíba -continuó relatando el sacerdote- arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza. Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones”.
“Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños. El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida”.
Aclaró que “El pueblo de Nuestra Señora Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo”. “Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Frei Agostino de Jesús quien la moldeo en el año 1650”.
“La Virgen es de color moreno y está vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración, fue coronada solemnemente en 1904, por don José de Camargo Barros, obispo de Sao Paulo”.
Finalmente destacó que “El 16 de julio de 1930, Pío XI declaró a Nuestra Señora Aparecida patrona de Brasil. El 4 de julio de 1980, el papa Juan Pablo II visitó el santuario y le dio el título de Basílica”.
El padre Marcelo Amaya, siguió recorriendo el punto 4 de la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos del papa Juan Pablo II, hoy San Juan Pablo II, que habla sobre el trabajo como expresión de amor.
En este sentido, citó comienzo del punto 4, donde habla sobre la importancia del trabajo en la vida familiar de la Sagrada Familia:
<Expresión cotidiana de este amor en la vida de la Familia de Nazaret es el trabajo. El texto evangélico precisa el tipo de trabajo con el que José trataba de asegurar el mantenimiento de la Familia: el de carpintero. Esta simple palabra abarca toda la vida de José. Para Jesús éstos son los años de la vida escondida, de la que habla el evangelista tras el episodio ocurrido en el templo: «Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos» (Lc 2, 51). Esta «sumisión», es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, es entendida también como participación en el trabajo de José. El que era llamado el «hijo del carpintero» había aprendido el trabajo de su «padre» putativo. Si la Familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero. En nuestra época la Iglesia ha puesto también esto de relieve con la fiesta litúrgica de San José Obrero, el 1 de mayo. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual tienen en el Evangelio un significado especial. Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención>.
Finalmente, el padre Marcelo Amaya compartió más sobre la vida del beato argentino Fray Mamerto Esquiú.
Al respecto, compartió su deseo de que pronto haya un milagro para que un día no muy lejano tengamos un santo catamarqueño y argentino. Padre Marcelo siguió recorriendo el libro “Un catamarqueño a los altares”, libro que venimos compartiendo en este espacio, escrito por Fray Pablo Reartes de la comunidad franciscana.
<El sayal o el hábito franciscano tiene el mismo significado, Mamerto había nacido enfermo y sus padres hicieron la promesa de vestir a su hijo con el hábito de San Francisco, si se curaba. Su madre le confeccionó un sayal con el hábito que había dejado en la casa, el padre Fray Francisco Cortéz, amigo de la familia, seguramente un sayal que él ya no usaba. El 31 de octubre de 1831 apareció Mamerto vestido de franciscanito, cuando solo tenía cinco años y lo conservó hasta su muerte. ¿A qué se debe que un niño fuera vestido con un sayal de San Francisco? ¿no fue un indicio de su futura santidad? Ya fraile, Fray Mamerto vestía su sayal de un tono grisáceo signo de la vida penitencial que había abrazado, un sayal áspero, rudo, confeccionado de una de tela muy rústica y calurosa para estos valles catamarqueños, poco llamativo para el mundo como lo quería el mismo San Francisco de Asís para sus hermanos, pero vistoso a los ojos de Dios>. Extracto del libro de Fray Pablo Reartes, titulado “Un catamarqueño a los altares”.
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