El lenguaje de Brochero al estilo de su gente

lunes, 26 de septiembre de 2016

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26/09/2016 – Brochero fue adoptando el lenguaje y las formas de su gente. Como pastor, y desde el corazón puesto en el Buen Pastor, intentó todas las formas de estar cerca de sus paisanos para poder acompañarlos, alentarlos y entenderlos.

 

En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.

Mateo 11,25

 

 

Los modos y estilos del lenguaje utilizado por José Gabriel del Rosario Brochero forman parte, de alguna manera, de la nueva evangelización, aunque nuestro amigo y personaje haya vivido en un tiempo distinto al actual. En su manera sencilla y simple de expresarse (testimoniada por periódicos y por quienes en su tiempo compartían la vida con él), Brochero nos enseña sobre el Evangelio con ese modo tan particularmente serrano, campechano y gauchezco. Jocoso y profundo, nos deja un camino a recorrer para la nueva evangelización.

Tal vez uno de los testimonios más bonitos que recogemos respecto de su modo de predicar lo acerca el Padre Campos, en torno al lenguaje campechano, sencillo y profundo de Brochero. “El lenguaje que pretendía usar y hacer usar en la predicación de los Ejercicios nos lo indica el Padre Aznar con una narración oída de labios del misionero jesuita Padre Campos. El hecho acaeció la primera vez que Campos dio Ejercicios Espirituales en la Casa de Villa del Tránsito: ´Se hallaba devotamente en un reclinatorio presente el señor Brochero a una meditación que el tal Padre predicaba a los serranos. En una de las partes incitaba el padre Campos a que contemplaran a Jesucristo crucificado, con el lenguaje cuál suelen los misioneros: ´Acércate a su cruz y contempla como está lastimado Jesucristo pagando por tus pecados…` Así que el Padre terminó ese punto, se levanta el buen párroco y dice aparte al misionero: “Padre, mis paisanos no le entienden si así se les habla. Permítame a mí la otra parte`. Hincado Brochero ante el Santo Cristo exclama: ´Mira hijo, lo jodido que está Jesucristo, saltados los dientes y chorreando sangre. Mira la cabeza rajada y con las llagas y espinos. Por ti que sacas la oveja del vecino. Por ti tiene jodidos y rotos los labios, tú que maldices cuando te chupas. Por ti que atropellas la mujer del amigo. ¡Qué jodido lo has dejado en los pies abierto con los clavos, tú que perjuras y odias…!`. Así con fervor les aplicó los dolores de Jesucristo en agonía, haciéndoles culpables de la pasión. Añade que aquellos hombres se iban encorvando como de vergüenza poco a poco e iban subiendo también sus sollozos`”.

El Cura habitualmente hablaba a partir de objetos del ambiente circundante para que, de lo inmediato, pudieran aprovecharse lo que lo escuchaban e ir de manera intuitiva y espontánea a lo profundo del mensaje. Con este modo y con este estilo tan particular, Brochero se va metiendo en el corazón de los suyos y va ganando la mirada de todos, también sabiendo que puede ser criticado por su manera de hablar. En Brochero se da sin duda lo que afirma San Agustín: “Acepto que me reprenda el letrado a trueque de que todos me entiendan”. Es decir, su lenguaje es un tanto parecido al paisaje rocoso y agreste de Traslasierra. A Brochero no le importa ser depurado en sus palabras, siempre y cuando se comprenda el sentido hondo y a la vez sencillo de su prédica. Tiene un “estilo discreto y eficaz” para comunicarse con su paisanada.

Un texto periodístico de la época refleja esto claramente:

“´Su lenguaje carece de pulimento literario. Llama a las cosas como son, sin emplear rodeos, con una franqueza que a veces sorprende, sin adornar nunca su pensamiento con esos florones de trapo viejo, que parecen propiedad exclusiva de nuestros predicadores sagrados`. El periodismo compara su género de predicación con el estilo de otros predicadores. La primera es una comparación con un orador urbano. “´No cabe, sin duda, un estricto paralelo entre el cura De Vita y Brochero. Actuando en diverso teatro, cada uno despliega cualidades propias y distintas y procede de diversa manera. El uno es político, cultísimo en su lenguaje y en sus maneras, aunque franco y expansivo: se dirige al espíritu de personas que tienen las virtudes y los defectos de la vida civilizada y en las que la pureza de la creencia suele estar contaminada por la vanidad y la presunción. El otro se dirige al corazón de gentes sensibles y rústicas. Habla, pues, en su lenguaje, siente como ellas sienten, y es como ellas, franco, ingenuo y campechano. El uno, el político, es italiano, aunque familiarizado con nuestro idioma y nuestras costumbres; el otro es criollo, hijo de las sierras, libre y áspero como ellas. Como tipo característico, como producto genuino de nuestra vida social primitiva, como encarnación del espíritu candoroso de la familia agreste, como representante nato de la religión sencilla y fervorosa de nuestros abuelos, el cura Brochero que usted nos ha revelado, vivirá en el tiempo, entre las personificaciones típicas que acusan el espíritu, las ideas y las costumbres de sociedades extintas`”.

¡Qué bella descripción de Brochero! Y es que no se trata, desde la perspectiva brocheriana, de encarnar un único modo de hablar, sino de hacerlo según la identidad propia. En este sentido, el Cura Gaucho corrigió en una oportunidad a un predicador que se acercó a su Curato y quería utilizar el vocabulario que Brochero usaba. Entonces le dijo: “No hable así, Padre, sus expresiones y el lenguaje no corresponden ni le quedan bien en su boca”. Como diciendo que no cualquiera puede encarnar ese modo, ni se trata de hablar de una manera ficticia.

El lenguaje es la expresión de un todo que nos hace presentes y quiere comunicar como modo de expresión cultural un mensaje que busca trascendernos, pero siendo uno mismo el que se expresa. En este sentido, el modo de hablar del Cura Brochero no es un artilugio de la oratoria, sino que es un modo de ser. Brochero tiene el olor de su gente y habla como su gente. Brochero vive entre su gente y se comunica con su gente. Sus paisanos lo entienden porque habla con y de Dios con un lenguaje bien humano y cercano.

“La Carcajada, diario liberal y satírico en su expresión, rescata la gracia de las expresiones de Brochero. ´Cuando él habla o escribe, tiene unas ocurrencias capaces de hacerlo reír a un muerto`”, mostrando este rasgo típicamente cordobés de encontrarle el costado de la sonrisa a la historia más dura y más cruel, a la situación más extravagante. En eso Brochero era un sacerdote con tonada cordobesa. “Sus expresiones y el lenguaje era correcto, aunque jocoso -agrega la fuente- sin herir a nadie y ser mal intencionado ni de doble sentido. Lo que comúnmente llamamos expresiones atrevidas o zafadas, él las usaba disminuidas y atenuadas. El Padre Aznar añade que ´era un hombre austero, incluso en el hablar, no le gustaba que nadie hiciera donaires del mal gusto o chistes mal intencionados`”.

Cuando Brochero utilizaba la palabra “jodido”, por caso cuando la utiliza en el testimonio del Padre Campos, cuando el Cura habla frente a la cruz, le da un sentido propio de la lengua popular gauchesca. Es así como “jodido” significa maltrecho, vulnerado, frágil, enfermo. “Mira que frágil, qué doliente, se encuentra Jesús”, quiso decir Brochero.

“La Sagrada Congregación para la causa de los Santos expresa de modo concluyente: ´La santidad apostólica del Siervo de Dios fue un milagro de este género. Él vivía encarnado en la vida de la masa, hablaba la lengua de sus parroquianos y de otros hombres con las mismas palabras, con las mismas palabrotas, y logró transformar la región a él confiada, de fría e indiferente, en una región cristianísima`”. ´La Tribuna` también ofrece una afirmación contundente acerca de la funcionalidad pastoral y del estilo no represivo, sino educativo de la oratoria brocheriana. Dice: ´El púlpito es para él un medio y no un fin. Su palabra moderada y persuasiva que ejerce una influencia incontrastable en el ánimo de sus oyentes se pone sola al servicio de los intereses sociales y de la causa que abraza y no se malgasta en recriminaciones estériles ni en las fantasmagorías inútiles. Educa y corrige con suavidad y precisión, sin pretender hacer fanáticos a sus fieles`”.

Que recibamos la gracia del Espíritu Santo que habitó el corazón de Brochero con esa caridad pastoral que lo hizo inventar o reinventar el lenguaje al modo de su gente para llegar, con una manera renovada, con la Buena Noticia de siempre.

Padre Javier Soteras