Liberados por el Señor

viernes, 11 de octubre de 2019
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11/10/2019 – Junto al Padre Francisco Palacios, compartimos la catequesis reflexionando en torno al evangelio:

Habiendo Jesús expulsado un demonio, algunos de entre la muchedumbre decían: “Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.

Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio”.

San Lucas 11,15-26.

 

 

 

Podemos reflexionar en torno a este evangelio, pensando en tres momentos:

-Jesús libera al mudo

-Jesús responde a los que lo acusan

-Como es la estrategia del demonio.

Una liberación que algunos admiran y otros critican y otros piden mas signos.

Este evangelio se ubica después que los apóstoles le pidieran que la aumentara la fe.

Jesús vino para liberarnos, es el que nos sana, el que vence al diablo. Dejándonos liberar por él y adoptar por Dios padre pasamos a formar parte de un nuevo pueblo. Una vez liberados, Jesús respeta nuestra decisión de optar por quedarnos con él o contra él.

Esta presencia de Cristo es para nosotros la victoria anticipada. Jesús nos libera, nos sana y nos devuelve la voz.