Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican

martes, 25 de septiembre de 2007
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Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.

Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".

Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".

Lucas 8, 19 – 21

 

Este texto puede ser interpretado de dos modos distintos, un modo excluyente o al contrario inclusivo, si lo interpretamos de un modo excluyente nuestro Señor hubiera querido decir no son ellos mi madre y mis hermanos sino aquellos los que cumplen la Palabra de Dios, ella no es mi madre sino mi madre y mis hermanos son los que practican la Palabra de Dios.

Evidentemente no corresponde al espíritu del Evangelio el excluir a la Madre de Dios a aquellos que cumplen la Palabra de Dios y la practican, al contrario la Santísima Madre de Dios es modelo de fe y de obediencia. Entonces buscamos un sentido inclusivo “también son mi Madre y mis hermanos aquellos que no teniendo conmigo un parentesco de sangre poseen un parentesco espiritual y la unidad de voluntades y de deseos. María es la que ha creído, la que ha obedecido, ella es la humilde esclava del Señor”. Dice San Agustín que María primero concibió en su corazón a Aquel que luego concibió en su vientre.

San Ireneo de Lión encuentra un misterioso paralelo entre Eva la madre de todos los vivientes y María la madre de todos los renacidos del agua y del espíritu, dice Lión en su libro porque lo que ha sido atado no puede ser desatado si no es deshaciendo en sentido inverso las argollas del nudo.

Qué quiere decir San Ireneo con esta imagen de que el nudo se desata en sentido inverso del cual ha sido atado, en otras palabras la puerta de entrada es la misma que la de salida, es decir por donde sale la gracia también entra. María y Eva tienen un parentesco muy particular por que dice San Ireneo así como a través de la desobediencia de Eva entró la muerte en el mundo, a través de la obediencia de María entro la vida en el mundo.

Y así como la primera mujer, la madre de todos los vivientes la mujer, la esposa de Adán, junto al árbol de la ciencia del bien y del mal fue causa de perdición para todo el género humano así María, la segunda Eva, la nueva mujer, la obediente, la Inmaculada es causa de salvación a través de su obediencia para todo el mundo.

Los Santos Padres han desarrollado este paralelo tan misterioso entre Adán y Jesús, Eva y María y el árbol de la ciencia del bien y del mal con el árbol de la cruz, del modo que lo que fue atado por Eva fue desatado por María, la Virgen María fue obediente cuando dijo “He aquí la esclava del Señor”, Eva fue desobediente, de la misma manera es que Eva fue desobedeciendo fue causa de muerte para ella misma y para todo el género humano, María teniendo por esposo a aquel que ya anteriormente le había sido destinado obedeciendo fue causa de salvación para ella misma y para todo el género humano. El nudo de la desobediencia de Eva ha sido desatado por la obediencia de María, porque lo que la virgen Eva había atado por su incredulidad la Virgen María lo ha desatado por su fe.

 Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Carlos Cetce, que fue contemporáneo a San Roberto de Cupertino. San Carlos de Cetce nació en 1620 y tuvo una vida muy difícil, nació en una familia muy pobre. Siendo niño el maestro en la escuela le pegó tan fuerte que el pobre Carlos enfermo no pudo volver mas a la escuela y sus padres viendo que era inútil para las letras lo mandaron a arar el campo.

Estando arando en el campo una vez los bueyes del arado se espantan lo quieren pisotear, Carlos se escapa y hace la promesa de hacerse franciscano. Cuando llega al convento de Roma el superior al verlo lo echó diciéndole que era un haragán y que el convento no era un comedor gratis. Entonces Carlos salió por la puerta principal del convento y entró por otra y de nuevo fue a verlo al superior que le dijo hoy quédate a dormir en el establo mañana que no te vea, ándate.

Carlos a la mañana siguiente fue a despedirse del superior del convento en Roma pero el superior le dijo que ya que había pasado por humillación que se quedara, que probara ser franciscano y es ahí donde comienza la segunda etapa de la vida de Carlos, que es una etapa dura porque en aquella época los religiosos eran sometidos a humillaciones fuertes a la obediencia ciega, extrema, muchas veces a hacer actos absurdos, como por ejemplo plantar repollos al revés.

San Carlos de Cetce es un ejemplo de aceptación de las humillaciones, no era que le resultara fácil, una vez se enojó tanto con su maestro novicio que fue a decirle me voy, no puedo soportar mas tantas humillaciones, tantas ordenes absurdas, me voy no tengo vocación. Se estaba yendo Carlos del convento cuando el maestro le dice te agradezco que me hayas abierto tu corazón te pido que no te vayas, te prometo que en adelante las cosas no van a ser tan duras, aunque la práctica de la obediencia debe ser ciega. Carlos decidió quedarse en el convento y siguieron las pruebas y una vez entraron unos toros bravos al jardín del convento y el superior lo manda a sacarlos, a amansarlos.

San Carlos fue, llevó el lazo, echó una bendición a estos animales feroces y he aquí que ocurrió el milagro, estos animales se dejaron atar y se los llevó como mansos bueyes. La gente se quedó admirada de la fe de Carlos, de la obediencia y consideraron este cambio en los toros como un milagro de Dios.

Carlos era un poco inútil, quizás por la golpiza que recibió de chico, se le caían los platos cuando fue cocinero y por eso lo retaban, una noche dejó el fogón encendido y casi se incendia todo el convento, lo destituyen del cargo de cocinero y lo envían a cultivar la huerta, luego lo nombran portero del convento, todos cargos humildes, pero él aprovecha el cargo de portero para hacer el bien, repartir limosna a la gente, Carlos daba todo y el superior le dijo que aceptara solo a algunas de las personas y que no repartiera todo, sino algo porque había que ahorrar.

En el momento en que Carlos dejó de dar todo lo que tenía, toda la limosna, las limosnas dejaron de llegar al convento, entonces el superior le preguntó a Carlos porque sería que la gente dejó de ayudar al convento y el respondió: la causa es muy sencilla, dejamos de dar a los necesitados y es por eso que Dios dejó de darnos a nosotros, porque con la medida con la que repartimos a los demás con esa medida Dios nos da a nosotros”. Entonces el superior aceptó la corrección y dejó que Carlos hiciera lo que su corazón le indicara.

Cuando Carlos estaba desesperado porque todo le salía mal fue al crucifijo y le dijo al Señor que lo ayude y el Señor le respondió “Ánimo Carlos que estas cosas no te impiden entrar al paraíso”. La oración de preferida de San Carlos era esta “Señor enciéndeme en amor a ti”.

El 25 de Septimbre 1983 tuvo inició el acontecimiento mariano de la Virgen del Rosario de San Nicolás marcado por la humildad, la fidelidad a los pastores de la Iglesia, la continua respuesta de los fieles, el aumento de las peregrinaciones, la creación de grupos de oraciones en todo el país y fuera, la búsqueda de la conversión del corazón, la vida sacramental, el crecimiento de la gracia.

No es nada nuevo, pero esa actividad tradicional que estaba olvidada empieza a tener una nueva eficacia y se proyecta hacia el futuro y entonces se vence la apatía, la inercia, se renueva el espíritu de oración, de misión, de amor y así lo viven muchas personas que visitan el santuario que reciben el consuelo, milagros, y si no reciben la curación reciben la aceptación cristiana ante el sufrimiento. Muchas personas se reconcilian con Dios luego de vivir muchos años alejados de Dios, tantas confesiones y lágrimas que manifiestan algo auténtico.

A pesar de que podemos estar alejados de Dios debemos tener un corazón dispuesto a aceptarlo y abierto a aceptar el milagro porque es la verdad la que nos hace libres, y debemos enfrentarnos con la verdad de nuestra vida. Es un desafío esto de ir a confesarse, de reconocer lo profundo, sin buscar racionalizar las cosas sino entregarnos al amor de nuestra Madre y llorar nuestros pecados con la confianza de que María nos recibe. Al menos buscarla, como decía San Agustín “No me buscarías si al menos no me buscaras”, este echo de peregrinar ya es un modo de manifestar nuestro buen deseo que siempre es bien premiado.

Decía el Dante en la Divina Comedia “Quien busca merced si a ti no acude María es como el que anheló volar sin alas”.