“El milagro de Annie Sullivan”

lunes, 16 de abril de 2018
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Cuidar (3)

13/04/2018  Helen Keller quedó sorda y ciega a causa de una enfermedad cuando tenía 19 meses de edad. Sin embargo, llegó a ser una escritora y conferenciante pública mundialmente famosa.  Te invitamos a conocer a la mujer que estuvo detrás para permitirle a Hellen llegar a ser lo que fue: Annie Sullivan.

Hellen, debido a sus problemas para comunicarse en las etapas más tempranas de su desarrollo, estuvo prácticamente incontrolable por un tiempo.

Por su ceguera y sordera, no podía expresarse con nadie ni entender las cosas de su entorno por lo que su frustración aumentó con la edad y su rabia iba cada vez peor.

Se convirtió en una persona caprichosa y muy agresiva. Por ello, sus padres se vieron en la necesidad de buscar ayuda externa de alguien especializado en este tipo de casos.

Annie Sullivan venía de un ambiente bastante desfavorable. Al igual que Helen, también era ciega (perdió la visión a los cinco años y fue abandonada). No obstante, tuvo suerte y asistió al Colegio Perkins para Ciegos, en Boston. Con el paso del tiempo se graduó con honores, y por ello fue la seleccionada para cuidar de la hija de los Keller.

La familia de Hellen la contrata para educar a la niña . Helen era una niña mimada, incapaz de someterse a ninguna disciplina, y con la que toda comunicación parece imposible. La adolescente vivía entonces aislada en un mundo propio completamente ajeno a los demás.

Sin embargo, Annie conseguirá, con mucha paciencia, romper esa burbuja.  Su trabajo y su método le permitieron a su alumna comprender lo que pasaba a su alrededor y adoptar técnicas para comunicarse de manera exitosa superando todas las barreras.

El mérito de Helen Keller fue muy grande por el esfuerzo que puso a lo largo de toda su vida. Pero el merito de Annie Sullivan fue infinitamente mayor por su trabajo inteligente y perseverante con una niña en principio de difícil carácter, pero que logró llevar hasta su graduación universitaria y con todos los honores. En este proceso siempre estuvo a su lado brindándole su apoyo.

Annie Sullivan acompañó durante muchos años a Hellen, hasta que finalmente murió en 1936, dejando a la joven al cuidado de otra mujer.

Las cenizas de Sullivan fueron depositadas en  la Catedral Nacional de Washington. Los restos de su alumna fueron depositados a su lado tiempo después.

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