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Entre Nosotros
Navidad: ¿Fiesta convencional o fiesta sagrada?
jueves, 5 de enero de 2012
Navidad: ¿fiesta convencional o fiesta sagrada?.
Con mucha alegría queremos compartir estos días de preparación a la navidad, soy Monseñor Dardo García, obispo de Buenos Aires, queremos hacer de este un espacio de oración y de encuentro para que todos juntos nos acerquemos al Dios que nace, al Dios que se hace hombre, para vivir para siempre con nosotros.
Desde chicos en el pesebre acostumbramos a poner animales, un buey, un burro, una oveja, son signos de la creación de Dios, toda la creación acompaña este momento tan grande en que el niño Dios se hace hombre y quiere compartir nuestra realidad.
En aquella noche de Belén, los animales brindaron al niño el calor que los hombres no supieron brindarle. En esa noche en la que Jesús pedía un si al hombre, no lo encontró, sin embargo, con su silencio y con su mansedumbre el si aparece entre los animales, para poder brindar un mejor lugar a este niño que nacía, a este redentor que venía, a este Cristo que se entregaba.
Contemplemos esta escena, y así, en el silencio, en la tranquilidad que nos da mirar a los animales junto al Señor dándole cobijo, también hagámosle un lugar cálido en nuestro corazón.
Porque muchas veces no respetamos la creación que el Señor nos regaló, Señor, te pedimos perdón.
Porque muchas veces no sabemos brindar el calor necesario a nuestros hermanos en la familia, en el trabajo, en el estudio, Cristo, te pedimos perdón.
Porque muchas veces no fuimos mansos, y nos rebelamos contra Dios y sus enseñanzas, Señor, te pedimos perdón.
Dios y Padre Bueno, concédenos un amor profundo por todas las criaturas del universo, para que podamos así respetarlas y respetarnos a nosotros mismos.
Por Cristo, nuestro Señor, Amén.
El amor está entre nosotros, juntos, nos preparamos para recibirlo.
¿Que le daremos al Niño que nace?, ¿Qué?, ¿que le vamos a dar?, ¿que le daremos que no le haga mal?, ¿apuros, regalos costosos pagados con muchas cuotitas de tarjetas de crédito, muchas botellas de champagne o de sidra?, ¿que le daremos?, ¿un cabrito, almendras, pan dulce, turrones, garrapiñadas…?, que no le hagan mal, ¿qué le daremos?.
¿Broncas reprimidas, caretas de sonrisas, resentimientos, envidias, chusmeríos?, que están a la orden del día en este tiempo de Navidad… , ¿qué le daremos a nuestro mismo niño pequeño, que no le haga mal?.
Navidad… fiesta convencional, fiesta familiar o fiesta sagrada, ¿por cuál votás vos?: fiesta familiar, fiesta convencional o fiesta sagrada. Dirás vos: por qué tengo que votar por una o la otra, quiero las tres, y ¿sabés que?, en algún momento, por lo que veo, y salvo que la familia comparta esta opción por vivir la fiesta como un rito sagrado, que en realidad es lo que es, en algún momento las cosas se disparan para uno o para para otro rumbo y tenemos que elegir.
Lo que me apena mucho es que muchos, en su corazón, íntimamente, desean verdaderamente vivir una fiesta sagrada, y no saben cómo, o no pueden, o no quieren, o no encuentran la manera, quizás porque haya que complacer a demasiados señores, vivir la manera en que desan vivir esta fiesta navideña como una fiesta sagrada, como en realidad lo que es.
Y ojo no estoy hablando de fiesta religiosa exclusivamente, porque se puede compartir la Navidad incluso con quienes viven valores sagrados, sin ser de pronto o cristianos fervorosos o católicos practicantes, pero que realmente buscan una coherencia, una transparencia en sus ritos, en sus actos, en sus actitudes, que permite realmente comulgar en la búsqueda de ciertas vivencias que tienen que ver con el contacto con lo sagrado.
Básicamente Navidad es una fiesta que invita al hombre a curarse, es una fiesta que invita al hombre a dejarse interpelar por lo nuevo, por la esperanza, por los sueños y por una serie de valores, es una fiesta sagrada que habla justamente del encuentro del humano con lo divino, de la tierra con el cielo, es un momento de contacto, fundamentalmente de contacto con lo sagrado, es un verdadero matrimonio entre la carne y el espíritu, entre el alma y Dios, entre los hombres y los sueños que los hombres siempre han tenido, de trascender más allá de sus límites biológicos, animales, humanos.
Entonces, por que dejar que esta Navidad sea robada por el champagne, el cabrito, los apuros, los regalos, el comercio, la tarjeta de crédito y toda esta parafernalia con que las convenciones han ido copando la Navidad.
Por que no permitirnos una expresión auténtica, genuina y transparente, de lo que anhela realmente nuestro corazón, probablemente más de uno tenga dificultades a la hora de plasmar en la Navidad o en la Nochebuena, estas inquietudes que lo mejor ni siquiera alcanzan a tener una voz clara, hay como una suerte de nostalgia espiritual, nostalgia religiosa, ganas de hacer algo distinto, una campañita que nos llama en lo más profundo del alma, deseando expresar o darle forma a algún gesto que convierta esta Navidad en algo más que todo lo que dicho, ¿no?, la mesa, los regalos, y todas estas cosas.
Y sin embargo, muy tímidamente, demasiado tímidamente para mi gusto, pasan los años y dejamos ahogar una y otra vez esa vocecita, conozco personas, especialmente mujeres, que ya casi hasta tienen que pedir permiso o ligarse muchas críticas, humillaciones, malas caras, cuando simplemente quieren, por ejemplo, como un nimio gesto pequeño de Navidad, leer una oración o hacer una oración de bendición de los alimentos.
Ohh mamá. por favor, ¿pero no te das cuenta que los invitados no están de acuerdo con esto?, por favor, mamá, salís con estas cosas, andá a rezar a la Iglesia… que realidad ¿no?. Trabajan durante semanas muchas veces, corren de un lado al otro para tratar de que todos se sientan contentos y que todos encuentren bien, que todos tengan su presente y su regalito, para que el amor fluya, y a la hora de poder expresar siquiera, cual ha sido el motor, la fuente de donde sacó fuerzas, energías, para pensar en todo y en todos, se la amordaza y muchas veces se le bloquea la posibilidad de expresar su conexión con lo sagrado.
Vean ustedes, porque a veces también le dicen esta misma mujer, y que va a hacer, hay que respetar la pluralidad, ¿de que pluralidad estamos hablando acá?, esto, simple y sencillamente, cuando la convención, y básicamente lo vacío, lo opaco, amordaza, cierra puertas, no abre otras, simplemente cierra puertas y se queda acomodada con lo que convencionalmente queda establecido.
La mesa, regalos, champagne, las cosas ricas, el lucimiento de algunos vestidos, de algunos trajes, para los cuales muchas otras personas a veces también han invertido mucho tiempo, entonces vamos a conversar un poco acerca de este tema: Navidad… fiesta sagrada; Navidad… fiesta familiar; Navidad… fiesta convencional.
¿Qué es una fiesta convencional?, la convención es un acuerdo, es un status quo en definitiva, es lo que se puede decir que está de moda, es lo que se usa, es un acuerdo tácito, nadie nos obliga a pasar de tal o cual manera la Navidad, pero, bueno anda vos a decir: “mamá, papá, querida suegra, queridos suegros, no voy a pasar la navidad con ustedes por que me voy a pasar la Navidad en el hospital de niños con los pequeños”.
Me acuerdo de un caso, un escándalo fue, “como nos vas a abandonar para la Navidad”, esa personita estaba buscando expresarse y alimentarse, nutrirse al mismo tiempo de una expresión sagrada de la Navidad, ejercer un rito que fuera significativo para lo que la Navidad en realidad significaba para ella, en definitiva otros que van y pasan la Navidad con los solos y solas, como ocurre acá en Córdoba, que hay una Navidad para solos y solas, donde incluso van muchas veces familias a compartir con los que están solos y con las que están solas.
Ejemplos de formas y modos, ritos, en definitiva sacramentos que las personas realizan para expresar, y al mismo tiempo en su expresión nutrirse, para contactar con la esencia de la Navidad, y ahí muchos ustedes pueden también dar muchos ejemplos del tema.
Y el tema es justamente que a veces la convención, la moda, la cultura, ha montado sobre la Navidad toda una parafernalia y un vaciamiento del carácter sagrado de la Navidad, y muchas veces somos como los salmones que nadamos contra la corriente, cuando queremos de alguna manera pasar la Navidad, vivir la Navidad en sintonía con estos sentimientos sagrados que tenemos.
Entonces verdaderamente somos salmones nadando contra la corriente, y como a veces esto nos genera mucho esfuerzo o muchas tensiones, terminamos por desistir, lo cierto es que cuando vos hablas con la gente todos quisieran ser salmones, y todos quisieran seguir a los que saltan contra la corriente, pero si cada uno inhibe o deja que se apague esa lucecita que nos llama por dentro a realmente devolverle a la Navidad su sentido más sagrado, claro, todos vamos a sentirnos desesperanzados en nuestro esfuerzo por hacer de la Navidad aquello que realmente sentimos.
Es importante hablar sobre el sacramento, la concepción amplia de Sacramento, y para eso me gustaría leerles un texto, de alguien que escribe acerca de un jarro familiar, y fíjense ustedes como el escritor se vincula con este jarro, dice:
Existe un vaso, un "tanque" de aluminio. De aquel antiguo, bueno y brillante. El mango está roto pero le confiere un aire de antigüedad. En él bebieron los 11 hijos, de pequeños a grandes. Acompañó a la familia en sus muchas mudanzas. Del campo a la villa; de la villa a la ciudad; de la ciudad a la metrópolis. Hubo nacimientos. Hubo muertes. El participó en todo; vino siempre al lado. Es la continuidad del misterio de la vida en la diferencia de situaciones vitales y mortales. El permanece. Está siempre brillante y antiguo. Creo que cuando entró en casa ya debía ser viejo, con esa vejez que es juventud, porque genera y da vida. Es la pieza central de la cocina.
Cada vez que se bebe por él no se bebe agua sino la frescura, la dulzura, la familiaridad, la historia familiar, la reminiscencia del niño ansioso que se sacia tras la sed. Puede tratarse de cualquier agua. En este jarro siempre será fresca y buena. En casa todos los que quieren matar la sed beben por él y como en un rito exclaman: ¡Qué bien se bebe por este tanque! ¡Qué buena es el agua de aquí! Y en realidad se trata del agua que, según los periódicos, es tan mal tratada. Llega del río inmundo de la ciudad, llena de cloro. Pero, gracias al tanque, el agua se convierte en buena, saludable, fresca y dulce.
Un hijo regresa. Recorrió el mundo. Estudió. Llega, besa a la madre, abraza a los hermanos. Se matan añoranzas sufridas. Las palabras son pocas. Las miradas, largas y minuciosas: hay que beber al otro antes de amarlo; los ojos que beben, hablan el lenguaje del corazón. Sólo tras haber mirado, la boca habla de las superficialidades: ¡Qué gordo estás! ¡Sigues igual de guapo! ¡Qué mayor te has hecho! La mirada no dice nada de eso; habla lo inefable del amor. Sólo la luz entiende. "Madre, tengo sed, quiero beber del jarro viejo".
Y el hijo ha bebido de tantas aguas… "El agua de San Pellegrino". Las aguas de Alemania, de Inglaterra, de Francia, la buena agua de Grecia. Aguas de las fuentes cristalinas de los Alpes, del Tirol, de las fuentes romanas, el agua de S. Francisco. Agua de Ouro Fino, de Teresópolis, de Petrópolis. Tantas aguas…Pero ninguna es como ésta. Se bebe en este jarro. Y no para matar la sed corporal. Esa, la matan todas las demás aguas. Para matar la sed del amor familiar, la sed de los dioses protectores paternos, la sed fraternal, arqueológica, de las raíces de donde llega la savia de la vida humana. Esa sed sólo la puede matar el jarro, el primer jarro, el jarro antiguo. Se bebe un primer vaso. Apresuradamente. Termina con un largo suspiro como de quien se hundió y sale a superficie. Después bebe otro. Lentamente. Es para degustar el misterio que contiene y significa ese vaso.
¿Por qué el agua del jarro es buena y dulce, saludable y fresca?. Porque el jarro es un sacramento. El jarro-sacramento confiere al agua, bondad, dulzura, frescor y salud.
Otro escritor cuenta que estaba él en Europa cuando les llega una carta, muy bonita la carta, comunicándoles sobre la muerte de su papá, y en la carta, la hermana, en su interés por decirle, por trasmitirle a su hermano y amigo algo de los últimos momentos su papá, que había muerto de un infarto, le envía en un sobre el cigarrillo, la colilla de cigarrillo que había fumado su papá momentos antes de tener un infarto. Él cuenta como guarda, con cuanto cariño y nostalgia guarda esa última colilla, que fue lo último que tocaron sus labios, dice, antes de morir.
El jarro para uno. la colilla. o tantas otras cosas adquieren un valor fundamental. se podría decir un valor sacramental. para el científico o para el médico, tanto el jarro como la colilla de cigarrillo, significan cosas, pueden mirarse desde afuera.
Ese jarro es de aluminio y probablemente le interesa por los componentes físicos del aluminio y no puede ser más allá que eso, el economista puede proporcionar una serie de datos sobre los precios del aluminio, su extracción, su producción, su comercialización; el historiador, en caso de que realmente el jarro sea muy antiguo pueda ocuparse de él, situarlo en el tiempo y en el espacio, hablar de cuales eran las formas en que se producían jarros en tal o cual década, el artista puede ponerlo en un lugar y pintarlo, de pronto, y otorgarle algún valor estético, los museos no lo querrán porque no tiene ningún significado, todos ven en el jarro una cosa, solo una cosa.
Sobre todo y especialmente partir del siglo XV comenzamos a dividir, analizar, estudiar e indagar etc. pero como una cosa.
Sin embargo para esa familia el jarro es gente, el jarro se ha convertido en signo de otra cosa, de otra historia, es evocador. Hoy sabemos cada vez más sobre cada vez menos, los antiguos sabían cada vez menos sobre cada vez más cosas.
Ese jarro hizo historia en la vida de una familia, dejó de ser objeto cosa, para convertirse en todo caso en sujeto, forma parte de la historia, tiene una historia que puede ser contada, que puede ser recordada y las personas establecen con ese jarro, por ejemplo, una relación profunda, no jarro cosa, esa relación de amor, creo ver en ellos una mirada que les permite percibir en ese jarro un valor inestimable, que el jarro en sí mismo no tiene. Seguramente ese jarro puede tener un nombre, o muchos, y se inscribe en las fotos, en la historia de esa familia, el jarro habla de la infancia, habla de los tipos de sed que se saciaron por él, habla del agua que se buscaban en el pozo a 600 metros de la casa, y después del agua que se traía de la heladera de la vecina, cuando se cortaba la luz porque no había querosen y otras cosas por el estilo.
Ese jarro puede contar muchas historias, y de hecho, cuando nosotros nos referimos algunas de esas cosas, decimos: “Hay, si estas paredes hablaran, si este jarro hablara, si este sillón hablara”. El jarro de aluminio se ha convertido en Sacramento, modifica el mundo, evoca otro mundo, otro universo, desde que fue servida y sorbida en el jarro Sacramento, el agua no solamente sacia la sed física, sacia otra clase de sed, sacia otra clase de necesidad de agua, comunica vida, habla del misterio que habita en las cosas, en definitiva, vuelve sagradas las cosas.
Ese poder de invocación que tiene la innumerable cantidad de sacramentos con que aún hoy el mundo y el hombre moderno, totalmente reacio a establecer ese contacto con las cosas, y por eso también se siente tan sólo y tan separado del mundo, y por eso puede cambiar ese jarro una y mil veces, por uno de acero inoxidable y después otro de cristal y después otro de oro y otro de oro incrustado con diamantes, y jamás ese jarro va a evocar en su alma las vibraciones, sentimientos y vivencias que evoca ese viejo cacharro en aquella la familia de once hijos, donde ese jarro roto y machucado, se convierte en el único capaz de saciar cierta clase de sed.
Los sacramentos revelan, estoy hablando de los sacramentos oficiales de la Iglesia, y no solamente de ellos, sino de nuestra conexión con lo sagrado, la cabeza juzga, interpreta, analiza, pero una parte de nuestro ser, de nuestra alma, necesita descubrir valores en todo y en todos y ese alma se abre o se cierra a las evocaciones que le llegan.
La Navidad es una de las fiestas más evocadoras del mundo, incluso hablan de ella hasta los agnósticos y los ateos, los no cristianos, porque dejar o permitir entonces que un aliento gélido borre todos los jarros que nos rodean en esta Navidad y nos impida hacer esta conexión con esta tierra sagrada, que celebra la humanidad, evocando valores sagrados.
Porque permitir entonces que quedemos entrampados en las soledades pobladas de risas, pobladas de conversaciones, pobladas de comidas y desprovista de lo más elemental y de lo único capaz de saciar nuestra nostalgia espiritual, que es el pensar sacramental.
Cada vez que una realidad del mundo, sin dejar el mundo, evoca otra realidad diferente de ella misma, asume una función sacramental, cada vez que un objeto, una fiesta, sin dejar el mundo, evoca otra realidad, asume esta función.
Entonces, valor y coraje, extendamos para quienes obviamente así lo sienten y lo quieren, extendamos, no obligándolos a los demás, ni tampoco imponiendo, pero si buscando la morada adecuada, para que al menos cada uno,, si no lo puede compartir con los demás tenga el absoluto ejercicio del derecho a esa nostalgia espiritual, a esa necesidad de transparencia, ese poder nutrir la mirada que mira sobre el mundo y ve algo mas que cabrito, champán, regalos y arbolito de navidad, si, hay algo mas.
Esa función sacramental, que como les decía hace un rato, es la capacidad de unir lo profano con lo sagrado, todo para la mirada sagrada es signo de alguna otra cosa o de algún valor, pero no es un valor económico, no es un valor material, es un valor espiritual.
Hasta una cosa irrelevante, como una colilla de cigarrillo, hasta desagradable si se quiere, puede asumir un valor que va más allá de la cosa, puede adquirir un valor inestimable y precioso, como el jarro que acabo de contar.
¿Qué hace que algo se convierta en Sacramento?, ¿qué es lo que hace que algunos gestos y actitudes se conviertan en trasparencia?, en primer lugar la convivencia, con vivencia que establecemos con esos gestos, con esas actitudes, que las recrea simbólicamente.
Yo estoy rodeada de símbolos, de cosas que han sido importantes en mi vida, si alguien mira entre esos diversos símbolos, probablemente no va a entender nada de que significan, no se, un árbol hecho con lentejuelas… pero para mí son cautivantes, no porque sea una obra de arte mi árbol, sino porque me evoca, y este árbol se hace transparente a un modo, a una historia, a un momento, a un pensar sacramental, que es muy distinto a un pensar científico, o a un pensar cultural, o a un pensar estético.
El pensar sacramental es un pensar sagrado, en el que el hombre descubre lo que se le está revelando, a través de las cosas, es encuentro entre el ser humano y lo divino, lo trascendente, lo que está más allá.
De hecho pensamos en un pan, a ver, el pan, no es más que harina, agua, sal y levadura, y en ese sentido, la cosa, pan, desde su inmanencia, lo inmanente, es opaco, no dice más nada.
Pero ese pan, amasado entre varios, ese pan amasado por mamá en algún momento de la vida, durante algunos años, ese olor a levadura, a la mañana levantarse y sentir ese olor, ese pan cocinado por mi papá, ese pan hecho entre varias mujeres, ese pan muchas veces regado con lágrimas, se vuelve translúcido, diáfano, transparente a otra realidad, al esfuerzo de mamá, al sudor de papá, a la alegría de repartir el pan, al regreso de papá del mundo del trabajo.
Todo un mundo se hace presente a través del pan, a través de la realidad del pan, entonces el sacramento pan encierra dentro de sí una experiencia total.
Vuelvo a la pregunta, ¿cómo vamos a vivir estas fiestas?, mejor dicho y más aún, ¿cómo vamos a vivir esta Navidad?, ¿como una fiesta sacramental y sagrada?, ¿como una experiencia total?, ¿vamos a permitir que no se nos permita crear lazos con los ritos que podemos crear y recrear?, ¿vamos a permitir que no nos permitan domesticar las cosas?.
Bien decía el principito cuando miraba las cinco mil rosas del jardín, igualitas igualitas a la única rosa de su planeta B612: “Ustedes no son para nada iguales a mi rosa, ustedes no son nada todavía, nadie las ha cautivado, ni ustedes han cautivado a nadie. son como era mi zorro, un zorro igual a cien mil zorros, pero me hice amigo de él y ahora es único en el mundo”.
Tanto la rosa como el zorro, para el principito se transformaron en sacramentos, ambos hacen visibles el trabajo de crear lazos, la espera, el tiempo compartido, la convivencia.
El trigo, dice en “El principito” Saint Exupery, es inútil para el zorro, pero desde que es amigo del principito, el trigo evoca los rizos dorados de su amigo. El principito tiene los cabellos color de oro, entonces el trigo color de oro comienza a hablar, y se hace transparente a un profundo vínculo de amistad, se transforma en Sacramento, le recuerda al principito.
Y el zorro comenzará a amar el ruido del viento, en el trigal color de oro, ¿por qué vamos a permitir que nos dejen solos, opacos, aislados, desnudos, sin este baño sagrado con que Dios ha querido revestir al hombre?.
¿Qué vas a hacer en esta Navidad?, ¿cómo vas a intentar vivirla?, si es que estás todavía enredado entre ciertas voces interiores, que te van diciendo o pidiendo algunas cosas que no te animás a hacer, me gustaría que estas palabras sirvan como estímulo para que nadie calle tu verdad.
Ustedes saben que el Concilio de Trento, hace ya muchos años, habló de la necesidad de la apertura humana, en orden a la gracia divina, este concilio reafirmó con mucha fuerza la certeza indestructible de la simpatía divina, que jamás se niega. Dios hace salir el sol sobre justos y pecadores, dice Jesús, a pesar del rechazo humano.
Y también habló de la urgencia de la conversión y remoción de todos los obstáculos, para que el encuentro divino-humano acontezca, y se realice plenamente el sacramento.
Es decir, la gracia del sacramento, la iniciativa divina, aquello que se hace transparente, aquel carácter sagrado se confiere, pero para que la gracia se haga visible es necesaria la acogida, si encuentra las puertas cerradas se repite el drama de la Navidad, no hay lugar, no hay lugar, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron, porque no había lugar para Él en la posada.
Lamentablemente muchas veces nosotros tampoco les hacemos lugar, porque tenemos miedo al qué dirán los demás, porque viene fulanito, porque viene menganito, porque esto, porque lo otro, vamos, vos hacé tu morada, y si realmente hay obstáculos, hay que removerlos, creo que tenemos derecho, porque es una fiesta esencialmente religiosa y sagrada, tenemos derecho de recuperar esa identidad que es la Navidad, no dejes que el mundo te arrebate el don de ese Dios que viene esta Navidad a encontrarte, dejate encontrar, dejate sacramentalizar por el Señor que nace…
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