No hay lugar para la no Navidad. ¿Qué quiero decir con esto? que la Navidad nunca fue celebrada en un ambiente ideal por lo tanto es justamente donde Dios sorprende que en medio de dificultades pueda celebrarse la alegría y el gozo de un renacer. Cuando se contempla aquel escenario tan particularmente hostil a la llegada de la familia de Nazaret a Belén se da cuenta como Dios una vez más y siempre termina de escribir derecho en renglones torcidos.
La historia está torcida. Justamente es a lo que Dios ha venido, a enderezarla. No hay lugar para el rey del universo. No hay lugar para el creador del mundo en el mundo. Esto es lo increíble de la Navidad. No hay lugar para ellos y sin embargo ellos se hacen un lugar. Dios se hace un lugar desde donde no hay lugar. Vos me vas a decir: para mi no hay lugar en Navidad. Tengo un montón de razones para no celebrarla. No hay lugar para la no Navidad.
Solo hay lugar para la Navidad donde no hay lugar. Estamos llamados a encontrar ese espacio. ¿Cómo hacemos para buscarlo? Muy sencillamente y simplemente con lo poco que tenemos podemos celebrarlo. Si el afecto es poco es posible que el afecto crezca en Navidad. Si la distancia es mucha y la falta de encuentro no es de las cosas más grandes con las que contamos es posible que ésta noche sea una noche buena de encuentros y de abrazos navideños que reconcilien.
Si la alegría no es mucha, si es poca y sobran las razones porque la alegría no abunda, ésta noche puede ser de mucha sonrisa. De la que permanece, no de la ficticia. De esa sonrisa que es alegría del alma porque nace una nueva esperanza. Allá no fue ideal el ambiente. Hoy tampoco es ideal el escenario navideño. Ni allí ni aquí la Navidad acontece en las mejores condiciones y en los mejores escenarios. Tu escenario así como está, tu casa, tu familia, tus amigos, tu mesa navideña es el lugar es el lugar que el Señor eligió para quedarse, para instalarse.
No viene de paso viene a quedarse. No es Navidad por una noche. Es Navidad que permanece en nuestros escenarios poco favorables. Fue poco favorable aquel escenario del pesebre navideño primero y la verdad que el mundo en el que vivimos es en éste sentido un gran pesebre por todo lo poco que ofrece al Dios que viene. Sin embargo entre nuestras miserias Dios se hace presente para llenarnos de esperanza.
No me digas que no podés celebrar Navidad. No es verdad, no es cierto. No es verdad porque estás pobre, estás triste, porque en tu corazón hay agobio, porque a vos te sobran las razones para la melancolía y el pensar que otro tiempo fue mejor. No. Este es el día, éste es el momento, es día de gracia, de salvación. Dios ha venido para quedarse.
Padre Javier Soteras
Fragmento de Catequesis del 24 de diciembre del 2014
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