Novena de Navidad: 6º Día: ¿Qué sentís que se mueve en vos en esta Navidad?

martes, 20 de diciembre de 2011
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Estamos en un día más de nuestra novena particular en la catequesis. Decimos esto porque evidentemente la nuestra no contempla los días sábado y domingo que pasaron. Estamos para pedirle al señor que así como el cielo se mueve y desciende a la tierra, como María recibe en su corazón al Ángel y después a su Hijo por obra del Espíritu Santo que se engendra en ella y comienza a moverse todo su ser en la nueva condición de maternidad desde su virginidad, así como se mueve ella hacia la casa de Isabel, así como moviliza Dios a San José, así como todo en Navidad es movilidad, todo se hace peregrinar, también nosotros, en esta mañana, nos descubramos como peregrinos hacia la Navidad. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el Principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

¿Qué sentimientos se despiertan en vos en el tiempo de Navidad? ¿Hacia donde sentís que Dios te pide que des pasos en esta navidad? En la Navidad todo se mueve, también en nuestro interior Dios nos pide que demos pasos en nuestro peregrinar.

 

Lucas 2, 1-14

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Quirino. Iban todos a empadronarse cada uno a su lugar. Salió también José, de Galilea, desde la ciudad de Nazaret a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y la familia de David para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que mientras ellos estaban allí se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su Hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso y vigilaban por turnos su rebaño. Se presentó el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: No teman, les anuncio una gran alegría, hoy lo será para todo el pueblo. Les ha nacido en la ciudad de David un salvador, el Cristo.”

 

Parte del mismo texto que hemos compartido en el día de ayer, solo que la movilidad que se produce en todo el mundo tiene que ver particularmente con este decreto que César Augusto pronuncia sobre todo lo que gobernaba Roma que era hasta cada lugar donde se ponía el sol del mundo conocido y esto hace que cada uno vaya a su lugar a empadronarse. Pero la movilidad que genera César Augusto, que pone en peregrinación a María y a José, que está embarazada María y está por dar a luz a su hijo, es la movilidad primera que se dio en el seno mismo de la Trinidad. Como dice Ignacio de Loyola contemplando el misterio de la encarnación, hace él una imaginación contemplativa en aquél momento y dice: Viendo Dios el mundo todo y a todos nosotros en él como perdidos y sin rumbo, Dios decide dentro de sí mismo, bajar, y llegar con su misericordia para regalarnos la oportunidad de encontrar el camino y allí en el seno del misterio trinitario se decide que sea la segunda persona, la Palabra de Dios, el Verbo, que venga a hacerse carne. Este podríamos decir que es el primer movimiento en torno al cuál todo comienza a sacudirse, a moverse, está justamente planteado en el seno del misterio trinitario, donde Dios toma la decisión desde dentro de sí mismo, de acercarnos la gracia y el don de la encarnación. El ángel de Dios se mueve y aparece en el lugar donde María ora en su propia casa y en aquél momento de oración tan particularmente suyo y tan connaturalmente en su ser, recibe este movimiento interior de la vida del Espíritu Santo porque, según el relato, el ángel de Dios conmociona todo su ser, con ese sacramento que hace a su persona, y ella misma se siente movida igualmente a preguntar cómo será esto a partir del sacudón que produce la presencia de lo sobrenatural en su propio ser. El ángel le explica y el Espíritu Santo se mueve igualmente y llega hasta donde María está para engendrar en ella al Hijo de Dios quién aparece el Verbo para hacerse carne en el seno de María. Al mismo tiempo, el Ángel de Dios le anuncia a María que su prima Isabel está embarazada y María sin demora se pone en marcha hacia el encuentro de su prima, y allí también todo es movilidad en el encuentro: “Se movía el niño en mí cuando escuché tu saludo, saltó de alegría en mí el niño que llevo en mis entrañas” dice Isabel. También hay una gran movilidad en el corazón de María que canta la grandeza de Dios alabando y bendiciéndolo por haber visto la humildad de esta su servidora, su esclava. En navidad todo se mueve, también nuestros afectos y sentimientos, también Dios nos pide que demos un paso peregrino en este tiempo navideño.

 

Según el relato del texto bíblico, se mueve también el cosmos, y esto es lo que leen los magos que vienen de oriente. Ellos descubren que una estrella muestra el lugar donde ha nacido un rey. Todo se mueve en navidad, también el cosmos. María y José se mueven por el decreto de César Augusto. Los pastores comienzan a movilizarse sobre el lugar donde los ángeles de Dios le indican que ha nacido el redentor, por aquella señal pobre y sencilla, como decíamos en el día de ayer, un niño envuelto en pañales. Además de todo moverse en el relato evangélico que habla de la presencia del verbo hecho carne para quedarse en medio nuestro, también se mueve nuestra interioridad. También en navidad ocurre que algo se mueve dentro de nosotros y es bueno poder registrarlo para identificar donde verdaderamente va a acontecer navidad en nosotros. Cuantas cosas pasan por nuestro corazón y cuánta movilidad hay en nosotros de manera continua. Sentimientos y afectos, mociones diversas que atraviesan nuestra interioridad, que en discernimiento sabemos las que son de Dios, que traen paz, gozo, alegría, armonía, orden. Son las que dejándonos luz y dándonos gracia de fortaleza para el camino, debemos tomar esos sentires interiores, esas mociones interiores profundas. Por otra parte, aquellas que nos despiertan nostalgia, tristeza, desgano, angustia, sin sentido, vacío, oscuridad, que no vienen de la mano de Dios, son las que debemos apartar de nosotros para darle lugar a aquellas, que viniendo de la mano de Dios nos conducen a ir hacia delante donde Dios quiere darnos más de lo que hasta aquí nos ha regalado en el camino. Este es justamente el camino del discernimiento interior para que la movilidad de la que hablamos que nos pone en marcha y en el peregrinar, vivida en el espíritu, tenga que ver con lo que Dios verdaderamente nos regala para este tiempo. De allí que pasamos de la contemplación de todo el movimiento que acontece alrededor del acontecimiento navideño, a los movimientos navideños interiores que acontecen en el lugar donde Dios quiere ser navidad en nosotros. ¿Qué se mueve dentro de mí en navidad? ¿Qué siento que se sacude dentro de mi corazón en esta navidad? ¿Hacia dónde percibo que Dios me quiere conducir en este tiempo? ¿Cuál es el lugar de nuevo nacimiento en el que Dios quiere aparecer en mi vida con la novedad de la construcción de un tiempo nuevo para mí y para los míos? Al registro de los movimientos interiores lo hacemos cuando nos habita interiormente el silencio y somos capaces, en contemplación, de registrarnos en lo que nos ocurre. Para eso, ciertamente una actitud adecuada para celebrar el tiempo de la navidad es el de un saludable reposo contemplativo en silencio para poder estar atento al registro de los distintos movimientos interiores que hay en mí. En discernimiento decimos a los que no vienen de Dios, sentimientos oscuros, confusos, tristes, nostalgiosos, sentimientos de desasosiego, angustia, oscuridad, apartarlos, y a los que vienen de Dios, que es donde navidad viene verdaderamente a acontecer para nosotros, alegría, gozo y paz, luz, deseo de construcción de lo nuevo, fortaleza en medio del dolor, esperanza en medio de las dificultades, darle crédito a esos sentimientos y saber que allí viene para nosotros el mensaje de navidad.

Consolación y desolación son los dos grandes movimientos interiores que acontecen dentro de nosotros. En navidad, mientras todo es movilidad, también en nuestro corazón hay un movimiento, hay varios movimientos. Ignacio de Loyola identifica dos grandes grupos de movimientos. A unos los llama consolación y a otros desolación. Dos experiencias muy fuertes en lo más profundo de mi ser si estamos en capacidad de sintonizar con lo que nos ocurre, si no estamos dispersos, si no nos roba la navidad papá Noel, o el regalo, o la fiesta, o los fines de años con sus cierres. Por un lado se da la consolación, que proviene del Buen Espíritu, por otra parte la desolación, que se origina en el mal espíritu. Ignacio describe ambas, pero para la consolación es menos lo que dice, sólo pone dos consejos para los consolados, indica sin embargo mucho más para los desolados para los que describe como oscuridad en el alma, turbación, atracción por cosas bajas y mundanas, inquietud por abundantes y variadas agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, a desesperación y fealdad, nuestra alma se encuentra toda floja, tibia, siente que está separada de Dios, desolado, solo, alejado de Dios. A una religiosa que experimentaba esta desolación interior San Ignacio le describe las características de la desolación y lo hace de este modo en una carta que leemos: “El enemigo nos hace desviar de lo comenzado, trata de tirarnos abajo el ánimo, en nosotros hay tibieza sin saber por qué estamos de este modo. No podemos rezar con devoción ni hablar ni oír cosa de Dios con gusto interior. Sentimos como si todos fuéramos olvidados de Dios, venimos a pensar que en todo estamos lejos de Dios. Lo hecho y lo que quisiéramos hacer no tiene sentido, todo es como si cayera en el vacío, nos trae a desconfiar de todo”. Una descripción bien fenomenológica de qué es lo que ocurre cuando estamos desolados. Para los que están consolados Ignacio da solamente dos consignas: que estén atentos para que cuando venga el tiempo de la desolación los encuentre bien parados, como dice la Palabra, prepárate para la prueba. Ha de pensar el que está consolado cómo hará cuando esté desolado y también, en el momento de la consolación pide que no se apure en tomar decisiones que sean de una excesiva generosidad. A esto lo hace sobretodo en las reglas de la segunda semana en donde la tentación se manifiesta en forma de bien, cuando la persona ha avanzado algunos pasos en el seguimiento de Jesús el mal espíritu busca hacerla retroceder tentándola bajo esta forma de bien que consiste en hacerle dar un paso en falso más allá de lo que corresponde y conviene haciéndole obrar con falta de discreción de espíritu, imprudentemente. Crisóstomo, en las posadas y los asaltantes del camino, habla esto de derecha e izquierda, por arriba y por abajo, donde tenemos que aprender a descansar en Dios y a fortalecernos en el combate espiritual. Ignacio da más indicaciones sobre la desolación y por eso vamos a tratar de detenernos particularmente en ellas para librar el camino hacia la navidad de obstáculos que nos impiden que aparezca la movilidad interior de la consolación. Vamos a describir las caricaturas en torno a las cuales el desolado se encuentra, vamos a caricaturizar al desolado para vernos reflejados en los movimientos de desolación no para quedarnos allí sino para sacarlos afuera y abrir el camino que nos lleva hacia la navidad guiados por los dones del consuelo con los que Dios quiere visitarnos.

 

Consigna: Buen día, hoy te invitamos a compartir qué sentimientos despierta en tu corazón el tiempo navideño, qué paso te invita a dar el Señor desde lo más hondo de tu ser alentándote desde la gracia de la consolación. Hacia donde te conducen estos sentimientos interiores.

Los compartimos, y si en la descripción que hacemos ahora de la desolación, varios sentimientos de este tipo están habitando tu corazón es momento de liberarnos de ellos para darle paso a lo que Dios trae con gracia de consuelo.

 

El desolado tiende a encerrarse en sí mismo, le cuesta amar, la caridad se le torna casi un suplicio, los demás pierden importancia, desaparecen en su corazón las personas, empieza a girar sobre sí mismo, se le vienen a la memoria sentimientos de bronca, rencores, fracaso, culpas, tendencia a desvalorizarse, a no sentir el amor de Dios. Llama la atención, en la película el Rito, como el tentador, cuando habla en boca de los que están poseídos por el mal espíritu, lo que hace es recordarles a los que están en el ejercicio del exorcismo los pecados del pasado, trabajando sobre la culpa. Muy lejos está del buen espíritu refregar sobre nosotros el pecado. Eso no es de Dios. No deja Dios de mostrar el pecado, pero cuando es él la persona siente una mordiente dentro suyo que le hace salir de sí misma, no hundirse en sí misma. Cuando el mal espíritu nos habita por dentro y nos empuja para mostrarnos nuestras fragilidades nos hunde en la culpa. Expresamos de una manera nuestro sentir cuando estamos desolados: basta, estoy listo, estoy harto, dejo todo, esto es inútil, nadie me ayuda, todo está perdido, para qué hablar, nadie me entiende, no me conocen, no me han descubierto en mi fragilidad, imposible seguir luchando contra todo, todo es una gran cosa que no es nada. Estas son descripciones típicamente de quién se encuentra bajo el influjo de un cierto ritmo que opaca el corazón. Tiene el mal espíritu esta habilidad de agrandar las cosas ahogándonos en un vaso de agua. Si nos dejamos llevar por ese espíritu, por esa expresión, lo que hacemos es sentir que nos perdemos en nosotros mismos. Otra reacción es yo hago la mía, me corto, típicamente esto aparece en una sociedad individualista que está habitada por este espíritu del mundo. También se presenta bajo otro rostro, el de la poca valoración de sí mismo: no valgo nada, no sirvo para nada, nadie me quiere. Son modos como si el alma no se pudiera expandir, como si estuviera atrapada dentro de demasiados límites impuestos por sí mismos. Cuando uno tiene una responsabilidad frente a otros en la educación, en la conducción, en el ejercicio de la paternidad, el pastoreo, y se siente que ha sido traicionado en el ejercicio de su servicio dice: bueno que se las arreglen solos, basta, que Dios lo ayude, yo también tengo derecho, y por mí quién mira. Como queriendo apartarse de los otros y no aceptar que parte del camino en el proceso educativo de conducción de guía, de liderazgo, supone las dificultades propias en el vínculo, en la relación, como renunciando a la lucha, desde ese lugar confiado de liderazgo de responsabilidad. También suele pasar cuando uno es guiado, es conducido, y a veces se siente que no es tenido en cuenta, que nadie mira por uno, nadie confía en mí, todo a los demás, y a mí, cuándo me van a dar algo, es ese espíritu de reclamo. ¿Qué es la desolación en concreto? Es un estado de tentación, es un alma arrugada, achicada, el estado de desolación no es una tentación puntual sino que es un estado en donde todo lo que hemos descrito está allí expresado en rasgos distintos y más de lo que podríamos decir. Si uno pudiera confrontar con esto y descubre dentro suyo es para lanzarlo fuera, es para que no estén invitados a la navidad estos sentimientos de ahogo interior, este estado de desencuentro consigo mismo no tienen lugar en esta navidad, no forman parte de nuestra fiesta, los corremos, los echamos afuera porque tenemos que darle presencia a la luz que ilumina, a la paz que nos viene, a la fortaleza en medio de la dificultad, a la esperanza en medio de las sombras.

 

Ignacio se detiene particularmente en las manifestaciones del mal espíritu porque busca liberar el corazón de todos sus modos engañosos que tiene de enredarnos para que aparezca la luz que guía en el camino. A las manifestaciones del mal espíritu las podemos calificar en tres, por un lado duda y aflicción y por otro lado el manejo del tiempo en futuribles o en un pasado culposo, sacándonos del presente. El mal espíritu también tiene la capacidad de caricaturizar la memoria. Si hay un modo en el que el mal espíritu trabaja es, deja su huella en el corazón para apartarnos del seguimiento del camino de Jesús es por el camino de la duda, de la aflicción. Es propio del mal espíritu poner falta de paz con tristeza y desánimo, debilitamiento de la fe, esperanza y caridad, tristeza y soledad, dejar el alma toda como acurrucada, arrinconada, amordazada, atada, como diciendo no digas esto, invitando al silencio de complicidad con las cosas que inspira que nos lleva a hacer mal y a hacernos mal. El mal espíritu busca atentar contra la vida de Dios en nosotros, dice Ignacio que tiene espíritu asesino. El mal espíritu maneja los tiempos interiores, no los del reloj sino los tiempos de la interioridad, nos aparta de los tiempos de Dios, del presente que es el ritmo con el que Dios quiere conducir la historia. El mal espíritu nos muestra el pasado con culpa, nos refriega el pasado mal vivido o nos hace pensar en el pasado de manera nostalgiosa, todo tiempo pasado fue mejor, o también nos muestra el futuro con temor, y nos invita a salir del presente porque sabe que en el presente se juega la suerte nuestra de cara a Dios. Sin que nos podamos dedicar al presente busca apartarnos del combate en lo diario, lo cotidiano, la fidelidad del aquí y ahora. También decíamos que el mal espíritu caricaturiza la memoria haciendo que se enfatice lo negativo de lo que acontece y minimizando lo positivo, como que lo tiñe todo de un color distinto. En el Rito, Anthony Hopkins, el actor principal, le dice al aprendiz de exorcismo que preste atención porque el mal es un farsante, un mentiroso, un embaucador. Como que uno tiene que saber que cuando va al combate espiritual, propio del camino del seguimiento de Jesús, se encuentra con este payaso, este mentiroso, este embaucador, este que se reviste con piel de cordero pero que en realidad es un lobo. Y cómo hacemos para darnos cuenta, por los frutos. Estamos buscando descubrir esta presencia de movimiento interior que llamamos mal espíritu para sacarlo fuera, excluirlo, para no darle lugar, para no invitarlo a nuestra fiesta, para que no forme parte de la navidad, para que no se meta con estas cosas, para que verdaderamente navidad sea navidad en aquella luz sencilla, simple, pobre, pero contundente, cierta, de la vida de Dios, que jadea y llora como un niño envuelto en pañales. Así viene el buen espíritu. El buen espíritu viene con gozo, alegría, paz, sencillez, decisión, fortaleza, determinación, alegría, ganas de ir hacia delante aunque no tengamos todo con nosotros. Nos dice en lo más profundo del ser, en el momento de mayor dificultad, que para Dios todo es posible, que para el nada es imposible, a este hay que seguirlo. Al otro, en el que más nos hemos detenido para denunciarlo, para mostrar su falacia, su mentira, hay que echarlo, sacarlo afuera, enfrentarlo, ponerle rostro, ignorarlo y al mismo tiempo hay que denunciarlo, hay que enrostrarle sus modos de operación en red que busca no dejarnos avanzar hacia donde Dios nos quiere caminando y moviéndonos en esta navidad.

 

 

Padre Javier Soteras