Puedo ser feliz

sábado, 20 de febrero de 2010

Ven Espíritu Santo para que pueda encontrar sabiduría en medio de mis límites, molestias y cansancios, porque el sol que se pone es tan bello cuando yo estoy sano como cuando yo estoy enfermo.
Ayúdame a valorar la hermosura de las cosas más allá de mis estados de ánimo.
Ayúdame a disfrutar de lo que me regalas en medio de mis problemas porque mi vida no son solo las dificultades.
Mi vida es todo lo que puedo experimentar y cada día tiene su secreta hermosura.
Ven Espíritu Santo y enséñame a vivir porque muchas veces sólo puedo mirar lo que me preocupa, lo que me falta, lo que me desagrada, como si no existiera nada mas que eso.
Y el mundo sigue siendo tan bello.
Y la vida sigue siendo ese milagro tan precioso.
Ven Espíritu Santo para que ningún día se pierda inútilmente en la negatividad, el pesimismo, los lamentos, las murmuraciones y las quejas.
Ven Espíritu Santo a cambiar mi forma de vivir para que pueda reconocer la parte buena de cada día.
Amén.
María, Reina de la Paz, ruega por nosotros y por el mundo entero.

El tema de hoy lo hemos llamado: Puedo ser feliz. Y tengo un relato, un cuento, para compartir con ustedes, un cuento que no es solamente para escuchar sino para rumiar, pensar, reflexionar, pensar, y contarlo a otros también, por qué no.
“El profeta, el enviado, el señor, el maestro, iba a morir. Nadie lo sabía, sólo él. El mismo organizó su banquete de despedida. Venían todos de hundir sus sandalias por los polvorientos caminos y pedregosos senderos  de la palestina de siempre en donde el sol abrasa y el agua se esconde en escasos profundos hoyos. Estaban allí cenando, la algarabía de todos quizá servía de nube para ocultar su decisión y su mirada adivinadora, pero el diablo ya había puesto en el corazón de uno el pecado y el maestro lo sabía. En un momento dado se levantó y puesto de pié se quitó el manto. Este manto sin costura había sido tejido en telar por su madre que traía en sus manos y gustos la eximia sagacidad de decenas de generaciones. Este manto había recorrido todos los caminos, había sido apoyado en las rocas del desierto, en los rústicos muebles de pastores ovejeros y en los aterciopelados y sedosos triclinios de los señores. Este manto era su dignidad, su gentil hombría, su diploma, y el testigo de su grandeza. El maestro se lo quitó, se despojó, y tomó una palangana con la preciosa agua de la Palestina sedienta y se ató a la cintura una toalla. Bajándose del lugar desde donde presidía la reunión con sencillez y la amistosa autoridad de quien preside el mundo, tomó sobre sí la prenda del esclavo, se hizo así mismo siervo, porque esa era la  función de un esclavo. No avisó a nadie. No llamó la atención sobre él para que contemplaran lo que hacía. No dijo que lo iba a hacer. Simplemente lo hizo. Agachado, inclinado o arrodillado, comenzó a lavar los pies de los suyos, a quitarles toda la tierra, la arena, las huellas de los fatigosos caminos de la vida, los lavó como quien besa. Con suavidad de madre los fue lavando. Curando de toda cicatriz, de todo golpe, desventura y traición. Los fue amando uno por uno, amó a sus discípulos en sus pies. Los amó en eso que tenía más bajo, más rastrero, más brutal, más llagado de marchar por la vida y la tierra diaria. Hubo uno que le dijo: ¿Lavarme a mí los pies, maestro? Jamás. El enviado puso sus ojos en los ojos de quién precisamente se llamaba Piedra, tierra. Los detuvo allí entre suplicando y enseñando: Si no te dejas lavar la tierra, vos que sos tierra, no podrás tener unión conmigo. Y Piedra, tierra, se dejó lavar por el maestro que de rodillas lo amaba. Y Piedra, tierra, mojando el pelo tan oscuro del maestro con sus primeras lágrimas puso apenas su mano sobre esa cabeza divina y le dijo: No solo los pies, maestro, sino también mis brazos y toda mi vida. El enviado le lavó los pies a todos, luego se puso su manto y volvió a su lugar. En medio de un silencio grande y abierto les dejó esta, una de las porciones últimas de su testamento: ¿Comprenden lo que yo he hecho con ustedes? Ustedes me llaman maestro y señor y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y Maestro les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes. Y se quedó mirándolos con esa mirada de amor tan fuerte, tan varonil, tan sabia y tan espléndida y al mismo tiempo tierna, frágil, maternal, amiga, hermana. Y mirándolos ellos sin palabras, entendieron qué les decía: Ámense unos a otros, ámense a sí mismos, lávense los pies, ámense los pies. Amen todo eso que en ustedes está sucio, cubierto del polvo que trae la vida. Ámenlo como yo lo he amado. Ámense a sí mismos y tendrán parte conmigo, tendrán unión conmigo. Habrá unión en el propio centro  de cada uno y no contradicción ni enemistad íntima, porque vine para que tengan corazón abundante aún caminando en el polvo. Yo me llamo amor, vida, felicidad, camino.
Y ahí termina el relato, relato para escuchar, saborear, rumiar, meditar, orar, contar a otros. Y que lindo, que en este momento en que tal vez puedes estar sentado, escuchándome, quizás como hacen muchos con su lapicera siempre atentos para alguna cita bíblica que suelo decir, o para alguna frase que quieran anotar, qué lindo sería que en este momento, o después, hagas rápidamente en la hoja en blanco, un círculo grande y le hagas un puntito en el medio y vas a ver que si alejas la hoja cada vez más lejos de tu vista, vas a ver que te vas a encontrar en ese círculo, en ese punto. Quizás vos estás imaginando al maestro, es el Hijo de Dios en la tierra, enviado por Dios para lavarte los pies, amarte incondicionalmente, gratuitamente. El Maestro está allí, al lado tuyo, al lado mío, está entre nosotros. Imagina todos los detalles. En este momento suavemente se pone a tus pies, te los lava, te los besa. El conoce toda tu vida, tus dolores, tus resentimientos. El conoce tu resistencia a dejarse lavar, a dejarte amar, a ser feliz. Tu resistencia a amarte. El lo sabe todo. No espera a que vos seas perfecto para amarte, el te ama simplemente así, por eso, déjate lavar los pies. Vos estás allí, donde estés, y el Maestro está con vos. Vos te vas a dejar amar por él. Déjate amar, déjate mirar por el. Mírate como el te mira. Para el vos sos su hermano, su hermana, su hermano menor perdido quizás, necesitado de ayuda que vuelve ahora a encontrar. Para él, por más que los sufrimientos o la enfermedad hayan afeado tu rostro, vos sos hermoso, bueno, alguien necesitado de amor, de comprensión, alguien que busca ser. Para el vos sos tan querido que el va a dar su vida por vos simplemente porque sos su amigo, amiga, simplemente porque te ama, simplemente porque el quiere dar su vida por vos, porque el quiere darte amor, no te pide nada a cambia a vos sino que recibas su amor, que te dejes amar, que recibas ese amor. Por eso, mira ese espacio en blanco, ese círculo, ese espacio es tuyo, esa página no escrita es la más hermosa. Y te digo más, ese círculo grande que dibujaste o no es todo el signo del amor de Dios que cubre tu vida, tu diario trajín, tu trabajo, tu estudio, tu familia, tu apostolado, tus opciones, y ese pequeño puntito en medio que dibujaste sos vos, tan pequeño, tan frágil, tan vulnerable, y sin embargo ese puntito es pequeño y el círculo es enorme, así de enorme es el amor incondicional y gratuito que el Padre Dios te tiene, y ese amor te llena, te recubre, te abraza, ese círculo, que es imperfecto, porque el amor de Dios es inmenso, no se puede encerrar en un círculo, pero lo usamos porque necesitamos un signo, y por eso te doy esta palabra, te la doy con alegría.
La felicidad es como un árbol, nace de una semilla pequeña, tan pequeña que se pierde en la palma de la mano. Yo hoy te doy esta semilla, siémbrala en tu vida, en el centro de sí, imagínate entonces que pones esa semilla, ese puntito negro en medio de ese círculo que es tu vida, tu yo, tu centro vital, tu proyecto de vida. Déjala germinar. Quizás al principio sentirás el dolor del resquebrajamiento de la semilla que rompe su corteza para poder salir. Quizás te asuste la oscuridad de ese puntito negro, y quizás te parecerá ridículo  que una semilla para desarrollarse empiece matándose a sí misma, pero así son las cosas, hay que saber morir para vivir, hay que saber perder para ganar. Luego esa semilla ya será un brote, luego una brizna, luego un tallo, y un día, vendrán las aves del cielo y harán nido en ella. Recibí entonces esta palabra que te doy con alegría. Recíbela, saboréala, disfrútala, sin apuro, sin prisas, ni psicológicas ni de reloj. Sin ansiedades. Disfrútala. Y vamos juntos a disfrutar un tema musical que nos ayude.
Intentamos seguir los caminos para poder ser feliz. Te cuento una experiencia. Una vez regalé un libro a alguien. El libro contaba aventuras espeluznantes escritas por un maestro de suspenso, de violencia, era uno de esos llamados Best Seller que duran menos que una vela encendida debajo de un ventilador. Pero así le llaman las editoriales para poder vender más libros. Lo cierto es que el hombre lo leyó, me lo agradeció, y me dijo: Siempre que sepas de algún libro así excitante házmelo saber, conocer. Entonces me quedé pensando que también hoy hay quienes van al cine en busca de excitación y nada más. Como los chicos te preguntan si es una película de tiros, cuánto más autos explotan, cuanto más casa vuelan, pareciera que el cine de Holywood arruinó nuestra apreciación del cine o la gran mayoría del cine holiwodense en donde explotan casas, departamentos, puentes, ciudades, autos, pareciera que para muchos el cine es eso, excitación y se aburren con el cine europeo en el cuál hay belleza, literatura, excelente fotografía, una banda de sonido estupenda. Ganar el Oscar parece que fuera garantía de que la película es buena. En fin, el cine es uno de mis temas preferidos. Lo cierto es que estaba diciendo que hay en muchos seres humanos una búsqueda de excitación y que no pueden estar si a diario no tienen su cuota de excitación. Van al estudio en busca de excitación, van a una disco, un boliche, un club nocturno, en busca de excitación, o buscan excitación en diarios y revistas. Y de hecho, toman el diario y lo primero que hacen es buscar la página policial. O en el sexo, el alcohol, en la alienación, el escapismo, el ruido, el aturdimiento. Dicen que la vida es muy monótona, muy aburrida, muy tediosa si no hay excitación. Hoy le llaman adrenalina. Hay quienes no se pueden quedar quietos y no porque sean hiperquinéticos sino porque tienen una ansiedad crónica terrible, siempre están buscando hacer algo, están detrás de alguna sensación. Recordemos que la palabra sensación quiere decir lo que está en forma epitelial, en el sensus, lo que está por arriba. Es que el grandísimo aburrimiento que hay hoy en el mundo, porque el mundo sufre de un aburrimiento crónico, un tedio, un cansancio, una cosa monótona, reiterativa, repetitiva. El grandísimo aburrimiento los aplasta de tal modo que necesitan convencerse  a sí mismo de que aún tienen vida, de que no están muertos por medio de la excitación. Yo estaba pensando en estos Dakar, cómo hacen para correr camiones, autos, motos, todo a la vez, no logro entender y eso que me gustan los fierros, pero lo que no logro entender es que arruinen la ecología y zonas tan hermosas del país donde pasan violentamente camiones, autos, motos, rompiendo la belleza de la geografía. Todo en busca de una excitación que a veces provoca hasta muerte, como hace poco, para ver pasar un bólido, 25 segundos, no sé, tal vez alguien me pueda explicar y me mandan un correo electrónico a [email protected] porque ciertamente tengo que desburrarme de algunas cosas, pero quisiera que me expliquen un poquito. Lo cierto es que la excitación no es vida, es simple escapismo, evasión, y a veces enfermiza, crónica. Para algunos la vida es muy gris, opaca, un hastío. No importa la edad que tengan, pueden tener 15 años, 20, 50, 70, nadie se interesa por ellos, sobretodo no tienen nada “serio” de qué ocuparse. La excitación viene a compensar esa vida decadente en la que siempre vivieron. Es una búsqueda instintiva y desesperada de felicidad aunque no siempre conciente, pero acrecienta cada vez más la ansiedad, o sea la angustia, la infelicidad, el vacío existencial. Porque no alcanza su objetivo, por lo tanto aumenta la desilusión, la frustración, lleva por consecuencia una nueva búsqueda cada vez más ansiosa de excitación y así por siempre, empezamos con un porrito y después ya no era uno sino dos y después le agregamos otra cosita porque ya no alcanza y después será una cerveza y después tres, y después le agregamos algún energizante y cada vez más, y después ir a 100, 120, 150 kilómetros por hora. La vida se va desgastando hasta transformar el rostro de gozo profundo en una máscara que no es más que una imitación de la verdad. Una excitación así lleva a la completa desconfianza, después de tantísimos fracasos, de que la felicidad exista. Tampoco se quiere ser feliz porque se ha probado ya muchas veces, porque se ha probado mal. Todas estas búsquedas trastornadas hacen mucho mal, no traen experiencia en la vida como algunos creen. Traen, por el contrario, inexperiencia de felicidad, o sea insatisfacción, o sea frustración. Por la calle caminan muchos que dan profunda lástima, son los que ponen rostro de andar bien, los que contorsionan los músculos para sonreír siempre, son los que todos los días tienen un invento nuevo para ser felices y están tras la novedad, la onda, el snobismo, lo nuevo, la moda, siempre detrás de algo, son monigotes, marionetas, sin libertad y sin vida, pobres maniquíes  caminando por las calles, por favor no los imites nunca. Son gente que cree solo en lo inmediato, en lo que ya puede hacerles pasar la mufa, llame ya, marque el número, tiene su tarjeta, han vendido su fe, aparentan lo que no son. Por favor, vos no lo imites. Ellos han perdido, y algunos para siempre, el candor, la pureza, la espontaneidad, la libertad interior, la creatividad, la originalidad, la sencillez, el pudor. No podrán ser felices, simplemente teneles piedad, misericordia, pero quiero que sepas que cerca de ellos no habita la felicidad, no saben ser felices, no quieren serlo. Para ser felices tendrían que abandonar la excitación, pero ellos viven para lo inmediato y no lo abandonarán. Prefieren no querer ser felices. Todo esto es un arma de doble filo, por un lado se está en búsqueda de excitación, aparente felicidad, pero el fracaso constante trae desgracia, insatisfacción, frustración, ansiedad. La desgracia, o sea no estar en gracia, justifica tal vez la continua búsqueda de excitación incontrolable, es decir, la infelicidad justifica la excitación, lo cuál significa que abandonar la excitación terminaría con el hecho de no ser felices, pero no se resignan a abandonar la excitación. Temen quedarse sin nada, en el puro vacío, por lo tanto persisten en la infelicidad, prefieren no ser felices. Y el lunes a la mañana, medio dormidos, indigestos, en el trabajo, en la universidad, en la escuela, están pensando ya en el viernes por la noche. Y martes, miércoles, jueves, son días grises, monótonos, de hastío, de cansancio, de muerte. El alma humana es un laberinto, los seres humanos no somos sencillos. Quien podría entender que nosotros en lugar de elegir la vida eligiéramos la muerte. Pero muchas veces esto es así, y no lo decimos por mera presunción o deducción lógica. No, lo decimos porque lo vemos muy a menudo, demasiado a menudo, en lo concreto, tanto que entristece, con la legítima tristeza por la suerte que está corriendo otro, que es un prójimo aunque no sea familiar, ni pariente ni amigo. Buscar felicidad no es buscar estar feliz hoy sino ser feliz. Todo lo que sea sólo para el día presente, con  irresponsabilidad del mañana, de la vida, no entra en el campo de la felicidad. Si vos lo hiciste hasta hoy, hoy mismo deja de hacerlo. Corta con un cuchillo, sin miramientos, extirpa una existencia así, ya. Aunque el negarse la excitación te traiga al principio cefaleas, soledad, amargura, depresión, o lo que sea, hazlo, ya se va a pasar, eso es típico de la abstinencia. Por un tiempo tendrás eso como síntoma de la abstinencia, pero corta ya, hay cosas mejores para vos, no las verás nunca si sigues viviendo en la noche de la oscuridad. No las oirás nunca si sigues en este ruido aturdidor, hay cosas mejores para vos aunque hoy no sepas bien cuáles son, pero lo sabrás. Pon el oído atento, escucha el silencio, quédate tranquilo, mira al cielo, no tengas miedo a la soledad, teme a la solitariedad. Camina, cálmate, serénate, armonízate, comienza a buscar la vida, el camino, la verdad, busca lo más elevado, lo sublime, lo perfecto, lo sano, lo generoso, lo creativo, lo grande, busca a Dios y Dios vendrá a Dios, entrará a vos. La felicidad es simplemente el descanso, haber recibido la vida que nos vive y brota gozosa como una fuente de agua que canta y ríe, salta, gorgojea, lava, perfuma, brilla, salta hasta el cielo, nos invita  a bailar, sonreír, reír, estamos contentos, estamos “Contento Señor Contento”, como dice Hurtado, somos felices. Tienes ahora alguien al lado, quizás a tu hijo, hermano, esposo, tómalo de la mano como si estuvieras bailando un vals de Strauss, pueden decirte que estás loco, no temas admítelo. ¿Estás solo? Bueno, entonces tira todo aquello que te oprime y canta a todo pulmón, tal vez venga un vecino a quejarse, entonces le dirás, le pido mil disculpas, pero compréndame, soy feliz. Salí a caminar. Fíjate que hermosa esa flor, esa postal. Qué sabroso ese pedacito de torta que te trajeron de un cumpleaños y lo estás saboreando con los mates. Contempla, admira, saborea. ¿Estás en una familia de neuróticos? No les des el gusto, no seas como uno de ellos, ama, canta, baila, oye música, disfruta, lee cosas buenas, alaba, bendice, ponte la coraza de la paz, de la mansedumbre, y te van a rebotar las balas del resentimiento ajeno, de las críticas, de las ironías, de las indirectas. Abrí la boca, estira los labios, respira hondo y suavemente. Siente que el oxígeno purifica todo tu ser, y que es el amor de Dios que te abraza, que te impregna, si, sonríe, y también los otros estarán contentos de estar con vos, de compartir tu vida, claro, porque podemos ser felices.
Te quisiera hacer algunas preguntas. A vos que estás allí, compartiendo conmigo este programa te pregunto en primer lugar: Vos, ¿puedes ser feliz? Sería una hermosa pregunta para que la puedas responder durante la semana, por escrito también, porque no. O si tienes ahora ese papel delante de ti escribí una sola palabra, bien grande, PUEDO, PUEDO, PUEDO, y escríbela con alegría, bien, letras grandes, mayúsculas, sé feliz en ese momento al escribirla y hazle un dibujito si quieres, con espontaneidad, sencillez, una florcita, una casita con humo, un sol, un caballo, lo que quieras. Y bueno, podrás decir que me agarró el verano de golpe, yo te diría que puedes ser muy serio, muy maduro, muy formal, un profesional, un ejecutivo, lo que seas, un curita, una monjita, no hay problema, no hay problema en hacerse como niño. Yo te hice una pregunta y vos pusiste bien brande PUEDO ser feliz y ahora viene la otra palabra: QUIERO, QUIERO, QUIERO, ser feliz. Algo simple, sí Quiero, PUEDO Y QUIERO. ¿Te acuerdas del cuento que te relaté al principio del programa?, ¿Lo viviste? ¿Lo vas a contar a otros?, ¿te acuerdas cuando hablamos en el segundo bloque de la búsqueda de excitación?, ¿estás en ese caso?, conciente o inconcientemente ¿estás buscando siempre excitación aún en la actividad? Vivimos en un siglo muy poco alegre. Sabemos que cuando empezamos el tercer milenio, en el siglo XXI teníamos muchas expectativas como una especie de nuevo tiempo, tiempo de paz, de justicia, de equilibrio, de equidad. Empezamos re mal, primero con el atentado de las Torres Gemelas y después con todas las consecuencias de invasión a Irak, con las violencias que han surgido de  aquí y allá, las injusticias crecientes. Vivimos en un siglo muy poco alegre. Decíamos antes que se busca la excitación y eso es por falta de alegría. Y esta falta de alegría se nota en la tendencia a ser personas serias. Nos sentimos obligados constantemente a estar realizando algo serio, a estar preocupados más que ocupados, a tener el ceño fruncido y darnos importancia, con cierto aire de arrogante. Parece que alguien, si no tiene una preocupación de por medio, la tiene que inventar para no sentirse inferior. Y hay algunos que se sienten acongojados pero al mismo tiempo importantes, logrados, realizados, porque al fin del año pueden mostrar la propia úlcera gástrica como prueba de que han sido hombres y mujeres preocupados, hombres y mujeres serios que han sufrido en el trabajo, hombres luchadores. Todo esto es una enorme frustración. Es cambiar seriedad por tensión, que es otra cosa. La tensión es inmadurez, es falta de paz, es falta de fortaleza para vivir y por tanto falta de fe. La madurez, la seriedad de los hombres serios de nuestros días es muy divertida, lástima que a ellos los haga sufrir. Sí. Es importante que empecemos a reírnos de nosotros mismos. Una cuota de auto humor es indispensable para poder vivir. El ser humano que se sabe reír de sí mismo vivirá muchos años. Nos tomamos demasiado en serio. En otras palabras, somos malcriados, se nos ha educado en un egocentrismo académico. Sentimos que todo lo que a nosotros nos pasa es importante y debe ser tomado en serio, y si el mundo entero no se preocupa de ello es por lo frívolo que es. No hay seriedad de vida sin una cuota de auto humor. Muchos de nuestros males disminuirían si simplemente  nos supiéramos mirar con buen humor. Porque la gran mayoría de los males que nos aquejan reciben su  dimensión sólo de la que nosotros le damos. Creemos que un mal es grande, lo hacemos grande, y se nos torna grande. La buena sonrisa lo coloca en su lugar, desinfla toda su ficción, nos facilita vivir. Toda esa falsa seriedad, esa desproporción para vernos, ese aumento inflacionario de los dolores y de las quejas, no son más que orgullo vano, vacío, vacuo. Hagamos la prueba de reírnos de nosotros mismos y veremos el resultado. Por ejemplo, fuimos a pedir trabajo, nos enfrentamos con un gerente de personal gruñón que nos hizo una serie de preguntas capciosas y agudas y nos despidió con un: “Más adelante lo llamaremos”. ¿No es gracioso necesitar trabajo y no tener? Por supuesto, no es gracioso. Pero no conseguiremos trabajo por el hecho de amargarnos al ser rechazados, no, al contrario, quizás nuestro rostro, derrotado, nos dificulte triunfar en entrevistas sucesivas, quizás el remedio sea no darle importancia a ese aparente fracaso fortuito y salir sonriendo. Nada nos puede pasar en adelante sino que volvamos a tener la ocasión de reírnos de nosotros mismos. Debemos tener el valor de contar los fracasos de todo tipo, sean aparentes fracasos amorosos, económicos, de trabajo, de apostolado, de enfermedades que sufrimos como si lo fueran. Seguramente hay que tener valor para hacerlo, pero también es cierto que se va cobrando valor a medida que se lo hace, porque todo es gracia. Uno de los primeros logros es perder la tensión del éxito. Vivimos inmersos en una civilización exigente, sádica, que no perdona. Civilización que quiere el ser humano de éxito. Si no somos hombres de éxito estamos perdidos. Somos unos inservibles, despreciables, también dentro de la Iglesia, ojo. Los varones y mujeres que en la sociedad vivimos tendemos a absorber esta difusa convicción general que a veces viene con sutil presión de ambientes familiares de descendientes inmigrantes, y a someternos indefensos a este juego del deber tener éxito, aunque sea inconcientemente pero lo pensamos. El fracaso es vergonzoso y no hablamos de el. No somos hombres de carne y hueso sometidos al inexorable fracaso que a todos en alguna medida nos toca, somos más bien robots con cuerda suficiente para tener éxito, que cuando la cuerda se acabe ya no servirán y podrán ser tirados. Esta tensión al éxito nos endurece. Pone nuestros músculos tirantes, hace que nuestras relaciones humanas sean muy poco humanas porque están signadas más por el logro, la competitividad descarnada, por el objetivo, que por la sincera amistad sin conveniencias. Nos pone en situación de obligación. Nuestra vida misma es una obligación. Debemos conseguir, nuestra vida se transforma en un instrumento para conseguir, para lograr. No es algo para vivir, es un útil, un instrumento, sin embargo, la vida es ante todo algo para vivir. La victoria final viene de haber vivido y no de haber logrado. Alguien pudo llegar a su logro y su vida ser un total fracaso. No es eso lo bueno. La persona es lo primero, lo más importante. Esta es una civilización que no se interesa por la persona sino por los logros, pero  a los seres humanos nos interesa más vivir que lograr. Al final de nuestros días tenemos que poder mirar atrás y saber que hemos vivido. El vivir es lo que nos hace felices. Al final, la felicidad es una vida vivida en abundancia. La vida no es una obligación, un deber, una tensión, una competencia. La vida consiste en vivirnos bien, en plenitud. No hay felicidad sin una vida vivida con libertad, con creatividad, con inventiva, no sujeta a presiones internas ni externas. El buen humor verdadero no consiste por tanto en decir un chiste, ni en lanzar una salidita a tiempo, ni en burlarse. El buen humor verdadero es un modo alegre, optimista, risueño, de mirar la propia vida. Si nuestra vida es tan seria como para que no haya lugar para este buen humor, podremos decir que nuestra vida no es seria, porque toda vida que se precie de seria debe afrontar con la mayor seriedad la presencia del buen humor. Si nuestra vida es así, tan seria, sin ese saludable buen humor, no es seria sino amargada. ¿Podrá ser que confundamos la amargura con la seriedad? Puede ser, es. Una vida amargada no es una vida feliz. Hay vida que son poco felices porque les falta esta cuota de buen humor, por eso te ruego que en este momento te mires a vos mismo y te rías del defecto físico que más te atormenta. Hazte una broma a vos mismo. Si tu vientre es prominente podrás decir: Este embarazo lleva más de nueve meses, creo que será hora de hacerle una cesárea o dejar de comer dulces o harinas o tortas, o pasteles. Te rogamos entonces que te mires ahora, sin demoras, en el espejo, y sin son varios los defectos disminúyelos riéndote de ellos con amor, no con rabia, ni bronca, ni descaro, ni ironía, ni burla. Porque a veces le tenemos tanta rabia a nuestros defectos que les hacemos un motivo de dolor, de auto agresión. Disminúyelos, por tanto, tomándolos con un amoroso buen humor. Tu broma será buena y sana y así disipará muchos obstáculos para tu propia felicidad, que en realidad no son tantos  obstáculos reales sino aparentes, inventados desmesuradamente por tu propia imaginación, imaginación que es la loca de la casa. Y si vos sos tenazmente serio, bueno, indudablemente estás acomplejado por algo. Pero de ahora en más no será así porque te vas a liberar de todos tus complejos. Ya no tienes motivos para estar tan ceñudo y atribulado para ser “hombre de valor”, “mujer de valor”, porque tomas la vida con la seriedad que le pone la gota de sal y de buen humor que precisa para no estar desabrida al comerla. Ella, la vida, es tu manjar, y debe estar sabrosa, apetecible, no debe ser comida por obligación sino por gusto, no con tensión y lucha sino con felicidad. La felicidad es más fácil que la infelicidad. Es al mismo tiempo más placentera porque es más feliz. La felicidad es más alegre, tiene más humor. Cansa más tener el rostro tirante o la sonrisa rígida y la frente surcada. Descansa más tener las facciones suaves, reír un poco, estar dispuesto  a la pizca de buen humor necesario, es más descansado ser feliz. Casi diríamos que la vida entera es una vacación. Ser feliz estar de vacaciones, ser feliz es para toda la vida. Toda la vida de vacaciones pero no en el sentido en que entendemos las vacaciones pero sí con ese espíritu. Toda la vida de vacaciones. Felices.

    El más grande poeta lírico de todos los tiempos, San Juan de la Cruz, dijo: “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”. Es una frase colmada de sabiduría. Tanta sabiduría hay en ella que infunde respeto, temor, recogimiento. Al cabo de varios años de pelear contra esta frase, al cabo de varios años de  ponerla en práctica, al cabo de varios años de infundirla en otros, y al cabo de años y años de agrandar mis ojos de testigo para ver mejor, me doy cuenta de que esta es una frase sabia porque es una frase viva, porque da vida, porque ella está plena de conocimiento, de ternura, de fuerza, de coraje, de poder. “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor” de modo que también vos puedes ponerla en práctica. Este será un camino que te ofrezco para vivir, un camino precioso hacia la felicidad. Así es. Se cuenta que un anciano estaba cansado de andar, venía con su antiguo bastón y con su mochila, donde había cargado lo esencial, algunos decían que siendo joven, noble él, e hijo de nobles, rico en demasía, graduado en Oxford, seguro candidato a presidir industrias o universidades, o países, querido por las doncellas y estimado por los mayores, abandonó la mansión paterna y se lanzó al mundo con el mismo bastón y con la misma mochila con que hoy en la vejez se acompañara. Quería encontrar el lugar donde existe la felicidad, donde ella habita, había trotado por llanuras de trigales y de manzanos, por viñedos encumbrados en las rocas, por el país de los icebergs y de las focas, por los desiertos camelleros, por los amplios arrozales cultivados con malarie, por las selvas de zulúes y leopardos, por entre riachos amazónicos sembrados de pirañas y cocodrilos, pero un día, había llegado al monte en cuya cima anida la felicidad. Era un monte suave, accesible, rodeado de una amplia llanura que llegaba hasta el infinito, pero al mismo tiempo un observador se podía dar cuenta de que siendo así, no tan alto ni áspero, su cabeza se esfumaba contra el cielo. No era de prodigiosa altura, cualquiera podía llegar, pero, ¿cómo es que su cumbre estaba ya en el cielo límpido, brillante, esplendoroso, colorido? Se dice que este anciano pasó mucho tiempo dando vueltas alrededor del monte que era tan suave, pero no tenía lugar, al parecer, desde donde se lo podría escalar. Su experiencia anterior no le había valido de nada hasta que un día descubrió la primera senda que lleva hasta la cima, se llama amor. También nosotros se la mostraremos.
Que hermoso relato, sólo que por esa senda sólo puede marchar una persona por vez, cada una por su cuenta, de modo que bueno, yo te la muestro, te conduzco, te empujo si quieres, pero tendrás que empezar luego a andar por tu cuenta. Hoy empezarás a amar más. Recuerda, donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor.  Recuerda, la inmensa mayoría de quienes no son felices, no los son porque no son amados. Recuerda, la inmensa mayoría de quienes no son amados, no son amados porque no aman. Recuerda, la mayoría de los que no aman, no aman porque dicen como vos en este momento: Y si amo porque no soy amado, ¿y si este juego no resulta? Ya me cansé de amar y que me paguen mal. ¿Y si los otros no proceden como yo y el único en el mundo que conserva esta regla del juego soy yo? Recuerda, este es un juego para perder. Sí, para perder, porque el que quiera no perder su vida la perderá, pero aquél que pierda su vida la ganará. Recuerda, si no se arriesga no se vive. ¿Prefieres morir? ¿Acaso ganarás más con no probar y dejarte morir? Recuerda, ¿y si fuera cierto que tengo razón en esto que te digo? Recuérdalo siempre, tengo razón, y vos lo sabes. Recuérdalo. Cree en Dios y cree en estas palabras también. Hoy empezarás a amar. Para amar hay que descubrir todo lo bueno. Esa jovencita que se enamoró de ese muchacho que todos despreciaron, pero ella, por su amor, ve en el cosas que nadie ve. A pesar de ese pelo revuelto, de sus gestos bruscos, ella sabe que allí hay ternura, hay delicadeza, que tiene miedo de demostrarlo por ser tímido y que ha sido herido muchas veces por ser como es y por eso su pelo es áspero, su gesto es brusco, su voz es disonante y descomedida y tiene esa cara de coraza que parece que va a morder  a alguien, pero sin embargo está enamorada y por eso ve lo que nadie ve y lo ama con amor de madre comprensiva y protectora, como amiga que lo comprende y comparte, como mujer a quien le ha seducido esa hombría grande y desvalida y esa tibieza tierna y vigorosa. Para aprender a amar hay que descubrir todo lo bueno. Si yo empiezo a querer descubrir lo bueno, debo ponerme contento conmigo, es signo de que estoy empezando a amar, es signo también de que estoy empezando a ser feliz. Pienso en ese hombre siempre alegre, con una copa en la mano, rodeado de muchos otros, con la risa pronta, con el último cuento en la boca, con la palabra halagadora, impecable en el vestir, tan sociable como para elegir siempre las invitaciones, pues bien, lo estuve mirando, también aparece por televisión a veces, ¿vos lo miras? Después me acerqué a el, no pudo soportar estar conmigo, porque yo lo había mirado, y había descubierto su aterradora solitariedad, su profunda tristeza, la amargura de una vida que  se estaba derramando sin provecho, sin satisfacción, mintiéndose. Tuve una infinita compasión por ese hombre. Al principio me había chocado su frivolidad, su superficialidad, su aparente pedantería, su exhibicionismo, su simpatía profesionalizada, esa risa rictus, pero luego supe que ese hombre era como un animal herido, que se defendía como podía frente a la vida, vida que hasta ahí, a pesar de que parecía brindársele tan ampliamente, le era muy esquiva. Así es, así hay muchos ejemplos, en tu vida, en los que te rodean, en el mundo del espectáculo. Como es importante aprender a mirar para aprender a amar.
Yo he pedido a Dios fuerza para triunfar. El me ha dado flaqueza para que aprenda a obedecer con humildad. Había pedido salud para realizar grandes empresas. Me ha dado enfermedad para que haga cosas mejores. Deseé la riqueza para llegar a ser dichoso y me ha dado pobreza para que alcanzara las sabiduría. Quise poder ser apreciado de los seres humanos, me concedió debilidad para que llegara a tener deseos de el. Pedí un compañero para no vivir solo y me dio un corazón para que pudiera amar a todos los hermanos. Anhelaba cosas que pudieran alegrar la vida y me dio la vida para que pudiera gozar de todas las cosas. No tengo nada de lo que pedido pero he recibido todo lo que había esperado. Porque sin darme cuenta mis plegarias informuladas han sido escuchadas. Yo soy, de entre todos los seres humanos, el más rico, el más feliz. Amén.
Que a través del Corazón Inmaculado de María los bendiga el buen Dios todo poderoso. Los sane, salve y libere el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

Padre Rubén Francisco Bellante