23/08/2018 – En el Evangelio de hoy Jesús muestra el Reino de los cielos como una boda que un rey prepara para su hijo, los invitados no llegan y ante este hecho se llama a participar del “banquete” a los menos pensados: lisiados, paralíticos. Uno de los invitados se sienta a la mesa “mal vestido”. Jesús habla de la vestidura propia con la que viene a revestirnos para poder participar del banquete del Reino.
Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. ‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
San Mateo 22,1-14
Cristo intercambia la ropa con nosotros. Nos da su vestimenta y se reviste de nosotros. El Hijo de Dios, el Dios verdadero, renunció al esplendor de lo divino. Se despojó de su rango, dice Filipenses 2,6 tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos y así actuando como un hombre cualquiera se rebajó incluso hasta someterse a la muerte y muerte de cruz.
Asumió lo que era nuestro para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo esto es hacernos semejantes a El. San Pablo refiriéndose a lo que ocurre en el Bautismo usa explícitamente la imagen del vestido. Todos los bautizados en Cristo, dice Gálatas 3, 27, se han revestido de Cristo .Esto es precisamente lo que sucede en el Bautismo, nos revestimos de Cristo. El nos da sus vestidos que no son algo externo. Significa que entramos en una comunión existencial con El, su ser y el nuestro confluyen y se compenetran mutuamente. Ya no soy yo, dice el Apóstol, quien vive sino que Cristo es quien vive en mi. Así describe Pablo en la Carta a los Gálatas 2, 20 el acontecimiento de su Bautismo en el Espíritu.
Yo te invito a que en la búsqueda de lo que debés revestirte seas capaz de despojarte de lo que hoy anula tu alma, la entristece, opaca tu mirada, le quita fuego al ardor de tu entusiasmo y te revistas de la novedad de Jesús en aquello que necesitas renovar desde la gracia bautismal para estos tiempos nuevos. Revestirnos de Cristo, renovarnos en la gracia bautismal para poder participar del banquete de las bodas del cordero, para que cuando pase Jesús hoy por delante nuestro nos vea con el traje de fiesta.