Saber donarse

martes, 15 de julio de 2008
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El fruto del Espíritu es caridad, alegría y paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad, mansedumbre y dominio de si mismo, ahí no hay condenación ni ley, los que pertenecen a Cristo Jesús tienen crucificada la carne con sus vicios y deseos.

Gálatas 5, 22 – 24

En la mirada Antropológica, es decir, en la mirada de si mismo; que el hombre de la antigüedad vinculado a el pensamiento cristiano fue adquiriendo, teniendo, construyendo no siempre acertó en una mirada integral e integradora del misterio de lo humano tal vez por la influencia que en la iglesia en los comienzos de su peregrinar recibió del pensamiento helenista, del pensamiento griego donde el cuerpo no siempre tuvo las mas altas consideraciones, donde a veces se lo consideraba como cárcel del alma, por lo tanto había que librarse de el, la corporeidad en el pensamiento cristiano de los comienzos también influido por el pensamiento agnóstico no siempre ha sido como bienvenida, la corporeidad todo lo que constituye nuestro ser corporal siempre recibió la bienvenida y fue mas bien castigado, el cuerpo sin dar lugar a todos los movimientos vinculados a lo corpóreo que esperaban por parte de la reflexión cristiana integral e integradora, una mas calida bienvenida, no para dejarnos llevar por todo lo que es pasión, deseo, desorden, marcado desorden generado en el ser humano marcado por la fuerza del pecado, sino para poner en su lugar toda y cada una de las realidades que en lo corpóreo expresan al ser humano en su conjunto.

El cuerpo es el lugar de la expresión del ser hombre, del ser mujer, es el lugar donde se manifiesta nuestra condición humana sexuada, justamente en torno a la sexualidad una determinada corriente antropológica cristiana, una concepción del hombre desde el cristianismo no ha sido siempre integralmente incorporada, ni propuesta de manera que colabore a la Redención, ala saludable vinculación de la persona con sus ser corporal, aquí hay un elemento que nos ayuda a entender por que a veces desde el pensamiento cristiano la sexualidad ha sido reprimida, no ha sido incorporada a la reflexión mucho menos al acompañamiento pastoral, saludable, a veces el tener determinados sentimientos para con otra persona era considerado como falta de dominio de nuestros propios sentimientos, dejándonos dominar por ellos, a veces no dejarse llevar por emociones o deseos sexuales hacia otra persona era considerado como virtud, propio del fuerte el no tener malos pensamientos sino saber quitarlos de nuestra mente y no deleitarnos con ellos, pareciera como si entorno a eso hubiera quedado sellada la virtud de el dominio de si mismo, de la castidad, el hombre o la mujer valiente no es el que no siente miedo sino el que al sentirlo lo vence y no se deja vencer por el cuando generan temor en el corazón, sentimientos que están orientados hacia otra persona o hacia otro estado de vida que no es aquel que nosotros elegimos como camino y entonces desde el enfrentamiento a los miedos y al vencer esos miedos se han tendido simplistamente la dominación de si mismo y el ejercicio de la virtud de la castidad, pero en estas definiciones no encontramos con claridad que significa vivir de una manera integral e integradora a nuestra corporeidad, nuestra sexualidad, nuestra condición humana de cuerpo y alma integrada en un mismo ser. En la reflexión cristiana en el humanismo cristiano en muchas oportunidades hemos dejado el cuerpo como de lado, como si pudiéramos vivir apartados de el, como si no pudiéramos contar con el, como si castigándolo lo dominaríamos y le hemos hecho mucho daño al proceso de propuesta integral integradora que Jesús nos hace de la condición humana.

La virtud de la castidad viene justamente a darnos y habilitarnos para sanar y potenciar la condición humana vista , contemplada y propuesta y a partir de allí hacer del humanismo cristiano verdaderamente un lugar atractivo no por que seduzca en si mismo sino por que responde lo que el hombre y la mujer todo tiempo buscan, integrarse, ser todo uno para poder donarse y encontrar en la donación de si mismo desde la integración de si mismo, para dar razón a su existencia, por el amor hemos sido creados y para amar hemos sido creados, para donarnos, para entregarnos no para entregar algo de nosotros, para entregar todo nosotros, solamente todo nosotros puede entregarse cuando nosotros todo estamos integrados en nuestro ser personal.

Cuando Jesús invita al seguimiento de si mismo, al seguimiento de su persona el Señor dice que el que quiera salvar su vida la tiene que entregar, entregar toda la persona, no una parte de nosotros, entregarnos todo nosotros y el que pueda ser capaz de perderse en la entrega se va a encontrar, el no tener miedo de entregarnos pero como entregarnos si no estamos integrados para poder entregarnos tenemos que estar integrados.

La virtud de la castidad es ese don del cielo, ese regalo que Dios nos hace en su infinita misericordia de poder compaginar en toda su complejidad de una manera simple este rompecabezas que somos nosotros, en la virtud de la castidad no es la negación de la corporeidad, no es la represión de la sexualidad ni la castración de la sexualidad, la virtud de la castidad es la integración del ser humano corpóreo-espiritual íntegramente comprendido, entendido, vivenciado, ofrecido, entregado.

El papa Juan Pablo II en la Exhortación apostólica Familiaris Consortio nos habla acerca de este Don de la castidad, la castidad no significa decía el Papa absolutamente rechazo ni menos precio de la corporeidad y de la sexualidad humana, por el contrario significa mas bien en la integración del cuerpo y de la sexualidad del ser humano la energía espiritual que sabe como orientar el amor y como proteger la vida humana del egoísmo y de la agresividad que atentan contra el don de si mismo, sabe promover el amor y sabe conducir la entrega de la vida hacia la plenitud decía Juan Pablo, también el catecismo de la iglesia católica, hablando a cerca de esta virtud de la castidad dice: la castidad significa la integración lograda de la potencialidad sexual en la persona y por ello la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual (2337), ser casto, ser casta no es ser puritano, puritana, es lograr que toda nuestra persona, la capacidad intelectual, la fortaleza de la voluntad, la capacidad de amar y expresarlo en afecto, la corporeidad este dominada por nosotros mismos, no sujeción nada, sujeta, dominada y para dominar nuestro ser en su conjunto necesitamos la ayuda del cielo y por eso el Don de la castidad es el Don del dominio de si mismo hay que clamarlo al cielo, pedimos esta virtud de ser nosotros integrados en todo nuestro ser, de tener verdaderamente identidad sello distintivo que nos hace ser este ser único creado por Dios, que tiene una determinada huella digital que lo hace ser asi reconocible por que nos pertenecemos a partir de la donación que hacemos de nosotros mismos, cuando nosotros nos pertenecemos y nos donamos , somos realmente nosotros mismos.

Esta Virtud no se separa tener control de nosotros que nos permita permanecer en nosotros de una manera clausurada, sino control, dominio, señorío de nosotros mismos en toda la complejidad que supone nuestro ser para poder donarnos, por que para donarnos hemos sido creados. A veces es entendido mal la virtud de la castidad solo para la vida consagrada y la vida consagrada en la castidad no pueden hacer uso de la genitalidad sexual y con esta concepción hemos minusvalorado la vida consagrada pero mucho mas la vida humana entendida desde un humanismo cristiano integral-integrador, la castidad esta para ser vivida por todos nosotros desde la niñez, la infancia, la difícil tarea de crecimiento y dominio de nosotros mismos en la pulsión sexual crecida en la adolescencia para ser vivida en el noviazgo, en un ambiente hipererotizado bajo el cual se vive hoy en presión justamente para no poder ser dueños de nosotros y ser fácilmente manipulados por otros, en la vida del matrimonio, en la vida consagrada, como adultos, como personas ya de la tercera edad…

Cuando uno no es dueño de si mismo esta a la merced de los vientos, la sexualidad y la genitalidad ocupan un lugar sensible en la construcción de integración del ser humano en su conjunto y la verdad sea dicha que la virtud de la castidad apunta particularmente a poder poner en lugar adecuado la fuerza de la sexualidad entendida mas allá de la genitalidad que sea capaz de bañar y dar identidad al ser personal.

Cuando esto no esta, cuando esto es atacado desde una sexualidad no solamente mal entendida, sino despreciada, manoseada como de hecho ocurre en la sociedad pansexualista, genitalista pornográfica en la que nos movemos entonces se hace mas difícil el dominio de si mismo y cuando una persona no es dueña de si misma fácilmente es manejable, fácilmente es manipulable, no es inofensivo, no esta puesto por que si en la sociedad pan sexual el elemento del erotismo que justamente eso resalta la sexualidad e un aspecto y la deforma haciendo asi las personas que somos agredidas bajo esta manera reductiva de entender la sexualidad, somos mas fácilmente manejables.

La castidad es una virtud clave para estos tiempos, pero no como defensa , rechazo, combate, cruzada contra la sociedad pan sexual sino como modo de auto comprensión mas clara de nosotros mismos, a partir de ahí posibilidad de entrega real de nuestro ser, como razón de nuestro ser y posibilidad de ser hombre-mujer claramente en este tiempo con una propuesta diferenciada de estas que no llenan el corazón del hombre mas aun no solamente los minusvaloran sino que lo hacen reductivo al ser hombre, al ser mujer.

La virtud de la castidad la proponemos desde el corazón casto de Jesús, en el mes del Sagrado Corazón de Jesús para encarnar en nosotros este Don que viene del cielo y esta tarea que el cielo nos regala, para poder ser perfectamente integrados en todo nuestro ser.

Cuando hablamos de una persona integrada, hablamos de una persona que es un bloque, que es monolítica, que no hay duda de que piensa , que siente, no solamente eso, sino que su pensar y sentir armónicamente están incorporados en su ser mas hondo y mas profundo, que es capaz de expresarlo en afecto, que además se dona a si misma desde ese ser integrado, mantener la fuerza de la vida del amor depositada en nosotros para poder entregarlo propio del que es casto, del que vive de manera casta, la castidad nos permite construir la unidad de nuestro ser, ser dueño de nosotros mismo es tomar las riendas de nuestro propio cuerpo, de nuestros afectos, nuestra voluntad, aprender a ser protagonistas, libremente de la construcción armónica, equilibrada de nuestra persona, ser amos y señores de nuestro ser personal.

A partir de allí como quien sabe entregarse y sabe darse, si la llamada del señor es a darnos y ofrecernos, esto no puede ocurrir si nosotros no vivimos de una manera integral e integrada de nuestra persona, la virtud de la castidad viene a capacitarnos para esta posibilidad de donación, la posibilidad de donación de nuestra persona esta directamente vinculada a esta virtud, cuando hablamos de virtud hablamos de una fuerza, una persona virtuosa es una persona fuerte, cuando hablamos de la virtud de la castidad hablamos de la fuerza que desde dentro de nosotros debe aparecer para integrar los aspectos dispersos de nuestro ser personal, la virtud de la castidad es un Don que debe surgir de nuestro ser dado por Dios y además es una tarea que nos toca, es una tarea ardua tan ardua como hacer de un bloque de piedra una estatua, bien esculpida, bien trabajada.

Nuestra tarea de respuesta a la vida de una manera conciente, libre, tiene que suponer este trabajo sobre nuestro ser personal.

¿Con que medios contamos para desarrollar la virtud de la castidad, para trabajar en castidad?

Primero que todo aprende a hacer un claro conocimiento de nosotros mismos, conoce como eres, tus tendencias, tus cualidades, tus defectos y asi sabrás con que contas naturalmente, un profundo autoconocimiento que lo planteamos desde la gracia de Dios, desde la presencia de Dios que nos permite conocernos, como desde ningún otro lugar, el misterio del hombre se conoce en plenitud a la luz del misterio de la persona de Jesús, también desde Jesús el conocimiento que hacemos de nosotros mismos es aceptado, con humildad, nos podemos reconocer con virtudes, con habilidades, con hábitos bien aprendidos también con defectos, con heridas profundas, sin miedo, objetividad, mirarnos al espejo y reconocer realmente quienes somos. No solamente conocernos. Aceptaron sino disponernos a caminar desde lo mejor que tenemos para superar lo que todavía nos sigue dejando como un lastre de ser humano que no ha alcanzado lo que esta llamado a ser, no basta con que nos conozcamos y nos aceptemos, hace falta que tomemos el zinzel, el martillo y le dediquemos con trabajo y esfuerzo a nuestra persona.

En la espiritualidad hay como dos movimientos grandes, en toda la espiritualidad cristiana, la mística y la ascética.

La mística esta vinculada al Don que Dios nos hace de su ser personal que eleva nuestra naturaleza y la ascesis es el trabajo que nos queda una vez que Dios ha pasado para poner, justamente desde la Gracia de Dios, en orden todo nuestro ser personal, con la Gracia de Dios y por la Gracia de Dios.

Procura vivir en la vida la obediencia a lo que Dios nos marca en el camino.

Para poder trabajar toda nuestra persona en toda su dimensión esta actitud obediente al querer de Dios de una manera constante, es el lugar clave desde donde tenemos que movernos por que solo en obediencia se puede caminar, por que mientras se va haciendo la tarea de la reconstrucción de nuestro ser personal herido por el pecado, el poder sostenerlo depende en gran parte de que creamos de que Dios nos ama y que en el amor, El quiere que nosotros seamos mejor de lo que somos.

Que seamos el proyecto que El soñó y a veces para poder vislumbrar eso no nos queda mas que decirnos Dios asi lo quiere, a veces se ve con mucha claridad que es lo que hay que trabajar y una vez que uno esta metido en el trabajo y cuando se siente el cansancio del trabajo en la propia naturaleza, uno tiene que decir lo sigo, no por que este a gusto, no por que vea claro, sino por que en algún momento descubrí que esto lo tenia que trabajar, que estos aspectos de mi ser personal tenían a que ser elaborados para que mi persona este mejor y pueda darse mejor, pueda amar mejor y pueda ser mas amable,.

En este sentido el camino de la oración, el buscar la presencia de Dios y el estar cerca de El, nos habilita para vivir en esa voluntad amante de Dios.

San Agustín dice en el libro de las confesiones: la castidad nos recompone, la castidad nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos.

El gozar la vida supone también ordenar lo que la fiesta deja un poco fuera de lugar, descompaginado, desordenado; la virtud de la castidad nos habilita para esto, esta vinculada a la virtud de la templanza, que nos ayuda a poner en su justo lugar las pasiones que brotan de la sensibilidad humana en el apetito sexual y el apetito que de la conservación de la especie y el apetito por el comer y beber, que es la conservación del propio ser, de la propia persona, la herida del pecado a estos dos apetitos, estos dos deseos los ha dejado medios descolocados. La templanza viene justamente a “templarnos”, a ordenarnos, a darle cauce a este deseo no aniquilarlo, no terminar con el, el deseo sexual es saludable, es lo que da vigor a la espiritualidad y ala integración de la persona, si no hubiera deseo por comer y por beber nos moriríamos, el apetito en el comer y en el beber es connatural a nuestro ser, el problema es cuando están fuera de cauce, como un rió que pierde toda su fuerza, si este rió de deseo nosotros le ponemos una usina generamos mas energía, la virtud de la templanza es como una usina generadora de energía y proyectiva del deseo.

Padre Javier Soteras.