Sanando La Relación Los Padres

jueves, 17 de septiembre de 2009

Sanando La Relación Los Padres MIERCOLES 16-09

¿DÓNDE ESTÁN LAS MONEDAS? Joan Garriga Bacardí
    “Una noche, una persona tuvo un sueño muy especial: soñó que recibía una herencia de sus padres: unas cuantas monedas –no sabemos si eran muchas o pocas, si de oro, de plata o de hierro-. Mientras soñaba que sus padres le entregaban las monedas, sintió espontáneamente una sensación de gran alborozo. Se llenó de ternura y durmió plácidamente el resto de la noche. Cuando despertó a la mañana siguiente, la sensación satisfactoria persistía. Entonces decidió ir a la casa de sus padres. Cuando llegó, mirándolos a los ojos, les dijo: ‘esta noche ustedes se me aparecieron en sueños y depositaron en mis manos unas cuantas monedas, no sé si eran muchas o pocas, si de oro o de hierro o de qué. Pero quiero decirles gracias. Son suficientes. Son las monedas que necesito y las que merezco, así que las tomo con gusto porque vienen de ustedes. Con estas monedas voy a ser capaz de recorrer mi propio camino. Al oír esto, los padres, que como todos los padres, se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron todavía más grandes y más generosos y le dijeron ‘sos un buen hijo. Podés quedarte con todas las monedas porque te pertenecen. Podés gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado único y personal para vos. Entonces el hijo se sintió también más grande y más pleno y se percibió rico, se sintió completo y pudo dejar en paz la casa de sus padres. Y mientras recorría el camino de la vida con todos sus obstáculos y todas sus realidades, se fue encontrando con muchas personas, y de vez en cuando volvía la vista atrás hacia sus padres, y recordaba con gratitud las monedas recibidas. Cuando observaba el transcurso de su vida, admiraba a sus hijos o recordaba todo lo que había transitado en el ámbito personal, familiar, profesional, social, espiritual, aparecía allá en el fondo la imagen de sus padres, y se daba cuenta de que todo aquello había sido posible gracias, inicialmente, a lo que había recibido de ellos. Entonces se decía a sí mismo: no hay mejor fertilizante que los propios orígenes.”
 Ahora voy a otro cuento

“Una noche, otra persona tuvo un sueño muy especial: soñó que recibía una herencia de sus padres: unas cuantas monedas –no sabemos si eran muchas o pocas, si de oro, de plata o de hierro-. Mientras soñaba que sus padres le entregaban las monedas,  se sintió espontáneamente una sensación de gran incomodidad. Quedó invadida por un sentimiento de agria inquietud y una sensación lascerante de malestar en el pecho. ‘es poco, no sirve, no alcanza’. Y se despertó con esa sensación de fastidio. Y con un rostro de sufrimiento y disconformidad decidió ir a la casa de sus padres. Cuando llegó, con furia y un ligero tinte de vergüenza dijo: ‘esta noche ustedes se me aparecieron en sueños y depositaron en mis manos unas cuantas monedas, no sé si eran muchas o pocas, si de oro o de hierro o de qué. No importa, porque me siento vacío, lastimado y herido. Vengo a decirles que vuestras monedas no son suficientes y no son buenas. No son las monedas que necesito y las que merezco, ni las que me corresponden, así que no las quiero y no las tomo . Y las echó. Con ellas, mi camino sería demasiado pesado y demasiado triste. No voy a ir muy lejos, así que voy a andar sin vuestras monedas. Y los padres, que como todos los padres empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, se hicieron todavía más pequeños, más encogidos, y se retiraron disminuidos y tristes al interior de la casa. Y con congoja comprendieron que podían dar todavía menos de lo que habían dado a aquel hijo, porque ante la dificultad de tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar son pequeños y avaros. Y guardaron silencio por el resto de sus vidas. Es extraño lo que ocurrió a continuación porque en un primer momento, ese hijo que se sintió tan vacío, tan indignado con lo que había recibido de sus padres en un primer momento se sintió impetuosamente fuerte, más fuerte que nunca. La fuerza feroz, empecinada y hercúlea que surge de la oposición, la revancha, no es fuerza genuina, pero en el momento lo parece. Esa clase de fuerza que configura muchas veces lentamente el paisaje del sufrimiento humano. Y así siguió su vida. Esa persona aprendería con el tiempo, que el sufrimiento no concede derechos, que ninguna postura existencial edificada sobre heridas concede merecimientos. Y a medida que sus pies se alejaban de la casa se sintió realmente fuerte, miró el horizonte de una manera desafiante, iracunda, pero después comenzó a buscar esas monedas en todos lados: en distintas amistades, en distintos vínculos, en su esposa, en sus hijos, y siempre se sintió desengañado. Entró en un torbellino de desesperación, de desazón, de crisis, de frustración y de enfado. En cierto momento de su vida, esa persona se dio cuenta que necesitaba aquellas monedas que había despreciado de sus padres.

Ya nos enseña Confucio que sólo puede ser siempre feliz el que sepa ser feliz con todo. En esta línea, huyendo de los conformismos pasivos y de la falsa resignación, descubrimos que la contraseña que abre las puertas de la realización personal se compone de una simple sílaba: SÍ. SÍ. A la vida, tal como es. A nosotros, tal como somos. A los demás, tal como son. A nuestros padres, tal como son y tal como fueron, vehículos providenciales de nuestra existencia y mucho más. Este es el mensaje que Joan Garriga Bacardí desvela en estecuento, tan poético como inductor a la reflexión y al cambio, sobre un asunto esencial que nos concierne a todos: el proceso de asumir nuestro origen, nuestro legado familiar y de encontrar a través de ello nuestro lugar en el mundo. Un cuento para adultos, de fácil lectura, dirigido a nuestro corazón, que nos ayuda a comprender mejor las relaciones afectivas, especialmente entre padres e hijos, y con la pareja. Enseña a manejar los conflictos y las heridas inevitables de una forma constructiva, al servicio de la vida, suavizando y apaciguando el corazón y respetando la dignidad. El texto celebra la vida sin restarle su realismo y su crudeza, alejándose de una psicología positiva artificial. ¿Dónde están las monedas? ofrece nuevas perspectivas para el alma, tanto a los que sufren al pensar en sus padres, como a los que lo hacen con gratitud. Habla el lenguaje de la reconciliación y de la paz. Muestra el poder del amor y el camino para integrar y superar las heridas que obstaculizan la plenitud de la propia vida.

    PADRE DE MI CORAZÓN
Tributo al Padre del amor, celebración de la raíz
patio seguro en la niñez patio de tierra para mí.
 Semilla que multiplicó la siembra en frutos de hermandad
bajo tus ramas, sombra y luz siempre sentimos la verdad.
 
Tal vez el acto mas felíz que un hombre pueda disfrutar
es cuando escucha que a él también un hijo le dice papá.
 Padre de mi Corazón te cantaré siempre felíz
Por enseñar, por descubrir este camino que hay en mí.
 
Sobres tus hombros yo sentí tocar el cielo y ser un rey
ya nunca mas volví a ostentar con tanto orgullo ese poder.
 En esta vida hay que pensar a tiempo hacer y respetar
y no esperar a que no estés para aprender a volar.
 
Que triste es todo si te vas la noche es larga sin tu voz
azul oscura como el mar la ausencia tiene ese color.
Peteco Carabajal

Qué linda imagen la de la herencia: la tomo, la dejo, la analizo, la juzgo, es buena es mala, es de oro, de plata, de chapita, de hierro, es poca, es mucha, es bondadosa o tóxica…¡qué tema ‘lo que recibimos de los papás!
    Por supuesto, no estoy hablando de una herencia económica.  Andando la vida se torna a veces duro crecer y pelear por el pan, y se piensa que la mejor herencia que pueden dejar los padres es el dinero, y últimamente se escucha mucho esto: los padres reducidos a ‘un bolsillo’. Y crecer es subir escalones sociales y económicos. Y no crecer o ir para atrás es descender en la escala social. Estamos enfermos si vemos la vida así.
    Estoy hablando de todo sin excepción, empezando por la vida, que es un regalo grande ¿no?. Supongamos que hoy la ciencia, con esa idílica fantasía que tiene de omnipotencia pudiera hacer una vida ¿cuánto saldría? Como somos tan materialistas, estamos tan ciegos para lo que realmente vale, le damos poca importancia, a veces ayuda transferir al ámbito económico. Una vez leí lo que valía un árbol: cien mil dólares. En todo lo que provee un árbol de oxígeno,, de cuidado del suelo, de preservación de la fertilidad, etc…y nosotros los talamos como si nada…
    El tema es que nuestros padres, en primer lugar, nos han dado la vida que es el tesoro y el regalo más grande. Pero la vida vale en la medida en que la hemos tornado valiosa, si la amamos, si la cuidamos. Algunos se dan cuenta del valor de la vida cuando están a punto de perderla. La vida es la principal herencia que recibimos de los padres. Pero también hemos recibido muchas otras cosas: experiencias buenas y malas, alegres y tristes, afortunadas o no. Todo lo que hemos recibido en el período de nuestra crianza cuando éramos frágiles y dependientes…Muchos valoran todo eso recién cuando son padres y se dan cuenta de la energía que hay que invertir en su hijo solo para que crezca sanito: cuidarlo de las caídas, de los golpes, de los enchufes, de las bacterias, de la desnutrición,  del frío, del calor, del cobijo….
    Y todo lo que hemos recibido en nuestra historia: cada familia es una matriz de fuerza, pero también de dolor. Es una matriz visitada por grandes poderes del vivir, esencialmente la sexualidad, la vida y la muerte.
    En resumen: todo eso lo hemos recibido de nuestras raíces. Y en nuestra pertenencia a un grupo vital que es la familia, todo lo vivido en lo concreto de la vida deviene inicialmente de nuestros padres. Y “tomar las monedas” significa tomarlo todo. Todo como fue, incluyendo lo dulce y lo cruel, lo alegre y lo triste, lo ligero, lo pesado, simplemente porque esa es nuestra herencia y el conjunto de experiencias vividas que nos constituyen. Las monedas también pueden incluir cosas desagradables, hechos dolorosos, incluso terribles, incluso brutales. Pero no puedo evitar tomar esas monedas, sin –de alguna manera- romper algo que me constituye. Esas monedas soy yo, y yo soy también esas monedas incluyendo los momentos dolorosos y brutales.
    Ensanchemos el pecho, el corazón, el alma, abracemos todo el caudal de experiencias que nos ha venido a través de nuestros padres, y abuelos, y bisabuelos, y de nuestros ancestros, y la mirada se nos pierde en ese ejército de personas que han hecho posible que yo esté presente aquí con todo este capital de conocimientos, de experiencias, de intuiciones, de guías acerca de lo que se puede y no se puede, se debe y no se debe, ayuda o no ayuda en la vida y en la muerte.

    Las monedas que se reciben de los padres, para un niño siempre son de oro. Da gusto ver cómo un niño siempre ama a los padres, cómo aunque sufra igual está dispuesto a perdonarlos, cómo busca comprender…conmueve. Cuando Jesús dice “si no son como niños no podrán entrar en el reino de los cielos” creo que es el desafío más grande y la definición más exacta que encuentro de santidad. Esa inocencia que no es ingenuidad. No hay como un niño  para saber dónde le duele el padre, dónde falla el padre. Es él el que soporta en primera instancia sus cachetazos, espirituales o físicos. El niño no es ingenuo: sabe, y sabe mucho. Pero ama. Quizá porque está en contacto con las raíces de la vida. Quizá porque todavía no se ha depositado en él la carga tóxica de la especulación o del ego. No lo se. Pero la verdad es que el desafío de ese niño que sigue esperando, sigue confiando, sigue deseando intensamente el amor de sus papás, es conmovedor.
    Las personas que han logrado reconciliarse con su herencia, aún cuando ésta sea muy pesada como carga, tienen más chances de ser felices en la vida. En cambio, aquellas personas que le han declarado a esa herencia una suerte de guerra, no son tan felices, creo yo.
    Cuando las monedas incluyen hechos dolorosos, o terribles, o cuando sentimos que esas monedas no son suficientes para la vida, que nos han dado demasiado poco, y no queremos tomarlas, y queremos vengarnos de alguna manera, devolvérselas, tirárselas por la cara… -esto no es un hecho que se concreta a veces. Es casi una fantasía que se instala en el corazón humano: un negar las raíces. Entonces nos encadenamos a lo que rechazamos. Quedamos esclavos de lo que rechazamos. Y sólo lo que amamos nos hace libres. Si yo no logro amar esta herencia, termino encadenada a ella. Por eso es importante tomar conciencia de lo que rechazamos para investigarlo a fondo en nuestro interior y hacer el perdón, la reconciliación o la aceptación. No digo que sea un proceso mágico ni rápido, no digo que hacerlo de entrada, pero hacerlo. Pero es importante ver para dónde ponemos y desplegamos las velas de nuestro barco, porque si las desplegamos hacia el resentimiento, la amargura, aunque en el momento nos sintamos fuertes en el rechazo, eso que rechazamos por considerarlo poco o de poco valor, tendremos luego que ir a buscarlo en otros lados y podemos no encontrarlo.
    Muchos problemas se originan por heridas de amor, por traumas o por cosas terribles que hemos vivido. La primera línea argumental es muy importante conocer: saber que tengo una dificultad con mi sexualidad , por ejemplo, porque fui abusada y tal vez en ese abuso hubo una complicidad de mi madre o de mi padre ¡qué dolor! ¡qué horror! Esa primera línea es durísima, terrible. Enfrentar la realidad de lo que nos ha pasado es un momento muy doloroso. Pero si nos adentramos en una segunda línea argumental, si miramos el trasfondo del alma familiar, nos encontramos que esta historia y este sistema familiar que hemos vivido o soportado, tiene un niño que fui yo, que en su momento amó incondicionalmente suceda lo que suceda. Amó. Es como un programa biológico: venimos preparados para amar incondicionalmente. Y vemos que por amor ciego tratamos a veces de asumir sacrificios, cargas, culpas, que corresponden a papás o hermanos o abuelos u otros miembros de la familia. Todos estamos insertos en una especie de alma familiar, y en ella jhemos asumido roles. Tenemos que reconocer que el amor que sentíamos era bueno, que el amor que ayuda de verdad, el amor que mira y ve a los demás y es capaz de respetar sus dificultades, sobre todo es el amor que puede ver en los ojos de los seres que ama especialmente en los padres, alguna chispa de un deseo de que yo esté bien como hijo. Ese amor que es capaz de reconocer de que “algo me han amado, porque estoy vivo, porque crecí. Algo me han dado” Y no por rechazar lo que no recibí, me quedo sin nutrirme de lo que sí recibí.
    Ayer una persona me comentó, y me gustó mucho, que un sacerdote le dio como penitencia de la confesión el “dar gracias”. ¡qué hermoso acto penitencial! Comencemos a hacerlo. En una de esas, muchas quejas que se alzan impetuosas en nuestro corazón, comiencen a aplacarse frente al reconocimiento de lo que sí hemos recibido.

Con tus besos despertábamos , tu dormías mientras Silvia y yo
íbamos a aquella escuela que  nos decías "Vais para aprender"
y a vivir nos enseñabas tu cada día mas aun
con tus ojos llenos de ese amor  por dos hijas locas de ilusión
que no haría yo  porque el tiempo  no se fuera no

He aprendido a cantar por ti lo se  en las noches de estío en el café
he adquirido mi coraje  y he encontrado el camino y la alegría
de tu fuerza y de tu melancolía  de tu imagen de tu instante

En las fiestas no te ví jamás  las pasamos siempre con mama
el trabajo te alejaba un dia  y tu soledad la hacia mia
que no haria yo  para darte el tiempo que paso

He aprendido a entregarme como tu arriesgandolo todo y mas aun
he aprendido tu coraje  y he entendido tus tipicas manias
que ahora son para mi tu gran virtud pues la meta de mi viaje eres tu
y es asi  soy como tu  siempre algo mas cada sonrisa  y cada lagrima

He adquirido tu coraje y he aprendido a saber en quien confiar 
en la vida sigo sin dudar mi camino en este viaje por ti 
junto a ti he adquirido mi coraje
me despierto en casa cada dia  pienso en cuando ayer no te tenia
y tambien en que podria ser  para darte el tiempo que se fue. Laura Pausini (dedicada a su papá)

    Laura le dice a su papá “la meta de mi viaje eres tú, porque yo soy como vos. Esto está muy claro, porque cuando nosotros queremos rechazar aspectos vividos, aspectos de esta herencia, estamos rechazando parte de nosotros mismos. Si queremos rechazar la violencia de papá (negarla, poner distancia entre ella y yo a través del rencor, del resentimiento) es probable que quiera amputar mi propia violencia, la que yo llevo dentro, porque soy parte constitutiva de eso.
    Estamos hechos con las raíces: además es una carga biológica, genética. Nosotros somos ellos como ellos a su vez son sus ancestros. Y así sucesivamente, la vida ha ido buscando, buscando la forma de llegar hasta mí. La mismísima existencia es algo para celebrar. Abrazar y decir sí a esta existencia que me viene buscando. La claridad te busca, la vida te viene buscando y te ha llegado a través de tus padres, y con sus raíces: con su carga genética, con sus aprendizajes, con sus luces y sombras. No importa cuántas sean sus sombras: todo puede iluminarse en algún momento, y quizá esa sea la misión de tu vida. Aquello que no te quiebra, te endereza. Y justamente a veces en la herida está la misión. En definitiva, todo es herencia: el malestar, la angustia, y hasta el infierno es muchas veces la herencia de quien no quiere recibir lo que ha recibido.
    Los padres son los representantes de la existencia. A través de ellos se ha manifestado la vida, y también la muerte. Y nosotros podemos cuidarla. Nos vamos de la casa paterna hasta los 50 años mas o menos. Comenzamos a mirar con otros ojos lo recibido cuando somos padres. Y a su vez nos damos cuenta de todo el desafío, de todo lo que hay que hacer, invertir y poner para criar un hijo. Y finalmente, cuando ya promediamos la vida, es bueno volver a casa y decirles ¡gracias! ¡GRACIAS por las monedas que he recibido!
    El orden sigue privilegiando siempre, en este momento, el cuestionamiento a los padres. Está muy bien hacerlo, porque es quizá un movimiento pendular a una cultura excesivamente patriarcal o machista, o una cultura donde ‘si yo le llegaba a decir eso a mis papás volaba la cachetada’: cultura violenta, jerárquica, opresora, de padre distante, recio, poco afectivo, de madre esclava, sumisa, de vida muchas veces abnegadas…(no todo: estoy poniendo las características más oscuras, más grises de una cultura patriarcal) Pero nos estamos yendo hacia el otro extremo. La dictadura moderna de lo filial no está ayudando ni a los hijos ni a los padres: los confunde, los deja sin raíces. No se puede negar todo lo que hemos aprendido y nos llega. No se puede volver Adán y Eva cada vez. Y no vamos a encontrar siempre una respuesta a todo, ¿y por qué no? Porque la humanidad ha demorado a veces decenas de miles de años en encontrar una respuesta a veces solo práctica a ese ‘¿y por qué no…?’ No puedo contestar en dos o tres palabras lo que he recibido de mis padres, de mis abuelos y de mis ancestros. Y de toda la carga de aprendizajes que la humanidad ha ido transmitiendo de generación en generación como la forma de encontrar el rumbo de la vida. Eso es valiosísimo. No podríamos sobrevivir ni 5 minutos en esta vida si no fuera gracias a ese acervo de sabiduría, conocimiento, de experiencia que la humanidad ha ido capitalizando a lo largo de los siglos y que me llega a mi, en la misma memoria celular, a través de mis padres.
    Actuando la puesta en escena acusatoria ante los padres, se perpetúa una  tendencia victimista e irresponsable de los hijos. Los padres sufren innecesariamente en un amargo acopio de culpas. Los padres empequeñecen y los hijos no se engrandecen. Hay que restaurar el amor hacia nuestros padres. Solo logramos amarnos a nosotros mismos cuando los honramos. Por eso dice la Biblia “Honrar al padre y a la madre”. Es un mandamiento fundamental, primario. No estamos hablando de quererlos, sino de honrarlos. ¿Qué gesto corporal podría corresponder a la honra? Quizá no sea colgarse del cuello de papé y llenarlo de besos porque lo amo entrañablemente. Quizá sea simplemente, a una prudencial distancia, inclinarse con respeto y con honra y decirles ¡GRACIAS!
        Gabriela Lasanta

ESE QUE ME DIO LA VIDA
Con tu sonrisa de medio lao, cuántos te quiero te habrás callao,
cuántas cosas de chiquillo aún conservas en los bolsillos.
Con tu eterno cigarrillo, con tu ojera y tu descuido.

La más bella de las danzas es tu cojera al caminar.
Imagino que engordaste para que el alma te entrase.
Imagino que tus canas son recuerdos en tus bodas de plata.

Con ni sonrisa de medio lao cuántos te quiero me habré callao.

Tú me diste el primer brillo, me sacaste de un bolsillo.
Frágil como una pelusa, como una inocente excusa,
en una arruga de tu abrigo me sentía protegido.

No eres sólo aquel que firma en el libro de familia.
Ni eres el silencio en el sofá, viendo un partido en zapatillas.
Eres mucho más, eres ese amigo que me dio vida,

Por eso no quiero dejarte aparcao, por eso no puedo seguir callao,
hoy que al fin me he dado cuenta que me sumabas de tu resta.

Y, déjame por esta noche ser las manos que te arropen.
Y, déjame que te regale un abrigo nuevo en condiciones.
Y, déjame gritar que orgulloso estoy de ti,
y que eres ese amigo que me dio vida,

Alejandro Sanz