Ser patria

domingo, 4 de julio de 2010
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Padre Javier Soteras

Feliz bicentenario, feliz comienzo de este 25 de mayo donde como patria celebramos 200 años de vida, de libertad, de autonomía, de independencia, lo completamos en 6 años mas hasta el 2016 donde estaremos celebrando el bicentenario de ser nación, de habernos dado a nosotros mismos una Carta Magna en el concierto de los pueblos del mundo, declarándonos libres, autónomos, copartícipes con los demás de la construcción de un mundo del que Dios nos ha hecho parte llamándonos a la corresponsabilidad por administrar de el de la mejor manera, siendo pueblo, siendo nación y siendo patria.
Que Dios nos regale la gracia de renovar nuestro ser nación, nuestro ser patria, saliendo de esos sentimientos de orfandad donde muchas veces nos sentimos pisando una misma tierra y conviviendo en un mismo espacio para que a la figura de Dios como Padre que en Cristo nos ha prometido la venida del Paráclito sin abandonarnos ni dejarnos huérfanos podamos descubrir y redescubrir a cada paso el sentido de pertenencia profunda teológica a esta tierra que amamos ARGENTINA.

En cada pueblo, en cada ciudad, en el centro de la capital de la República Argentina y todos y cada uno de los rincones de nuestra patria se levanta la  bandera, la insignia que nos representa y flamea con el sentido de libertad con el que hace 200 años quienes nos precedieron pegaron un primer grito de libertad!! Ese grito se prolonga en el tiempo y va ganando espacios para repetirse en el corazón de todos y cada uno de los que en esta nación convivimos y queremos pensar y proyectar y hacer y construir una patria que, en sintonía con los paisajes que la representan, estén también los argentinos allí compartiendo y siendo parte de ese mismo escenario, de esa misma belleza con la que Dios nos bendice en esta bendita tierra. Que Dios nos regale la gracia de seguir dando gritos de libertad que nazcan de corazones verdaderamente libres. La libertad a la que aspiramos es la que viene de lo alto, la que Dios nos regala en Cristo Jesús, por el camino del amor a Cristo que nos muestra el rostro del Padre, sentimos que nuestro grito de libertad en el Espíritu puede adquirir una fuerza nueva de compromiso ante la sociedad en que nos toca vivir. Lo hacemos con el deseo y el anhelo profundo en el corazón de vivir desde ese lugar, desde esa novedad de espíritu con el que el Señor nos llama a gritar una vez más: ¡¡Patria!! ¡¡Libertad!!

Los obispos de la Argentina en la oración por la patria nos han dejado un legado importante para que desde ese lugar y haciéndonos eco del sentir de muchos compatriotas nuestros podamos orar y gritar al cielo para que venga  en nuestro auxilio y en nuestra ayuda a la hora de dar pasos que nos hagan ser realmente nación.
Por eso en la presentación de esta mañana, la oración va a ser la oración de la patria, queremos reconocer desde esta oración la figura del Padre Dios. En esta tierra bendita y como quien se sabe con raíces profundas en nuestra nación, poder celebrar hoy, como se merece cada uno de nosotros en memoria de los que fueron y mirando a los que vendrán, estos 200 años de vida como nación.

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados, precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden,  aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.

María de Luján ruega por nosotros, San José ruega por nosotros

La liturgia de este martes de la semana octava del tiempo ordinario vamos a tomar el Evangelio de Marcos en el capítulo 10 del verso 28 al 31

En aquel tiempo Pedro dijo a Jesús, tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: les aseguro que  el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí o por el evangelio, desde ahora en este mundo recibirá el ciento por uno en casa, hermanos y hermanas, madre, hijos, campos, en medio de las persecuciones y en el mundo futuro recibirá la vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, mucho de los últimos serán los primeros. Palabra del Señor

Sin duda que estamos en un tiempo de transición histórica y en ese contexto donde celebramos 200 años de memoria agradecida a Dios por lo que nos ha regalado en el ser nación, en esta transición que nos lleva a los tiempos nuevos que debemos construir tomando el legado, la posta de los tiempos pasados que nos dejaron quienes nos precedieron, nos toca un presente duro, difícil y conflictivo.
En este sentido la palabra de Dios viene hoy a nuestro encuentro para invitarnos a caminar confiados dejando atrás – diría Pablo – lo que fue, y lanzándonos hacia delante con la confianza de que el Señor nos tiene preparado un escenario mejor del que dejamos, purificando la memoria y mirando hacia delante con un corazón agradecido y expectante a lo bueno que vendrá en estos tiempos de transición, que son tiempos de incertidumbre, de no hacer casa, de no hacer de un espacio un espacio definitivo, de descubrirnos mutando, cambiando, yendo hacia, en proceso de. Este camino genera ciertamente incertidumbre y despierta en el corazón algunos sentimientos de orfandad.
Que bueno poder celebrar la patria mientras vamos teniendo estas sensaciones de tránsito, de mutación, de cambio en el andar, de no encontrar un lugar donde definitivamente hacer de ese lugar el último espacio donde descansar o donde terminar por instalarnos.
Que bueno el evangelio de hoy que venga a nuestro encuentro a revelarnos esto y cuantos sentimientos de orfandad se despiertan en el corazón mientras vamos en la búsqueda de algo que nos cobije y  nos reúna. La patria como expresión de paternidad nos ayuda a salir de ese sentimiento de orfandad para que la marcha sea más segura, para que la marcha sea mas en firme. Un sentimiento de orfandad se despierta en el corazón del ser parte de esta tierra cuando en la transición la movilidad en donde vivimos no tiene puntos de referencia claros y la sociedad argentina toda se encuentra por momentos desarticulada, descoyunturada, por momentos debilitada. Vamos a reflexionar juntos sobre este “ser patria” en este momento de transición a la que hoy el evangelio nos invita a caminar confiados porque mientras vamos abandonando lo que fue para nosotros y comenzamos a caminar hacia donde vamos, el espíritu evangélico del Señor nos dice: no tengan miedo, vayan hacia delante que lo que van dejando atrás se multiplica en el ciento por uno cuando en mí lo hacen como entrega. Por eso  queremos celebrar este tiempo de mutación, de transición, este tiempo difícil que nos toca vivir, abandonando lo que fue y comenzando a soñar en lo que vendrá –  ciertamente debilitados en el presente –  queremos hacerlo en Jesús para que en él podamos liberarnos de los sentimientos de orfandad y descubrirnos hoy como nación, cobijados en un pasado de lo que nos gloriamos y del que  muchas veces pedimos perdón, un presente que no es de los mejores pero es el que nos toca vivir y lo asumimos, y un futuro para nosotros y los que vendrán que seguramente será el mejor a partir de las construcciones que hagamos ahora con la conciencia de ser pueblo, de ser nación, de pertenecer a un territorio al que llamamos patria, lugar donde se hace presente la figura del Pater – la imagen de aquel que como providencia del cielo sale a nuestro encuentro para abrazarnos como hermanos.

La reflexión que tengo hoy para compartir es la orfandad y el sentido de patria, cómo la patria que celebramos puede ser una gran posibilidad en tiempos de transición y de cambio para superar lo que en esos cambios y transiciones nos queda como sentimiento hondo y profundo que nos desola y nos entristece, la orfandad.

La orfandad en la familia, en la sociedad y en la patria, intentaremos detenernos en estos puntos siguiendo la enseñanza que compartíamos en la Iglesia de Córdoba en nuestro plan pastoral junto a Eugenio Rubiolo, psiquiatra, especialista en comunicación social, profesor de la cátedra de psicología social en la Universidad, un hombre muy lúcido que nos dejó algunas reflexiones que en algún punto quería compartirlas mientras vamos en este tiempo de transición en la búsqueda de ser nación y  para  lograrlo necesitamos exorcizar de nosotros los sentimientos de orfandad. Aquellos de los que Jesús vino a librarnos cuando dijo que venía a mostrarnos el rostro de Dios, el Padre. Este es el gran cometido de Jesús, este es el gran sentido, vino a decirnos que para nosotros había patria, patria celestial que podía darse anticipada en el reino de los cielos que él venía a plantear, si aprendíamos a vivir como hermanos. En realidad solo hay patria, solo hay sentido de pertenencia a un mismo padre y a una misma tierra cuando nosotros aprendemos a vivir como hermanos.
Pero, vamos sobre los sentimientos de orfandad que acontecen en la vida de la familia, algunos nacen del hecho de la pérdida en tiempos muy tempranos de la vida o en tiempos de la vida crecida de la figura paterna y materna porque murieron; otras veces esto ocurre por el abandono que los padres hacen de sus hijos, ese abandono puede ser físico y también puede ser afectivo, es como un tercer modo de orfandad muy presente en la sociedad de hoy exigente en términos de éxito en lo social de competencia que hace que la familia se configure de una manera nueva y distinta según las necesidades que la sociedad determina y a veces debilita la figura materna y paterna en la construcción de la persona, digo en el pararse de la persona en sí misma porque le falta la figura modélica y entonces a la ausencia de modelos que sean lo suficientemente fuertes para dar razón de ser al estar parado sobre los propios pies, se es mas fácilmente carne de cañón, por así decirlo, estamos mas a la deriva de las propuestas que una sociedad de un discurso muy fuerte, único  bajo el sentido del consumismo, el hedonismo y en una invitación a la libertad que no tiene parámetros de relación como modelo específico, corremos el riesgo de naufragar. En este contexto es muy importante reflexionar hoy como familia y pensar la familia como lugar donde se hace la patria, donde debemos aprender a fortalecer la figura de los modelos paternos y maternos, para que desde ese lugar celebremos. No es fácil en los tiempos que corren poder encontrar el equilibrio entre la demanda de lo que lo social nos impone en su ritmo y la construcción de una presencia simbólica significativa que permita al que es hijo ser hijo porque encuentra el lugar donde verse referenciado, es decir que pueda ser el mismo a partir de modelos que van configurando su ser y en este sentido la figura materna/paterna es determinante. De hecho todos los conflictos que nosotros tenemos en la base de nuestro ser personal tienen que ver con la resolución de esta instancia primera vincular. Un gran descubrimiento entorno a esto a hecho la  psicología moderna, ha mostrado que los conflictos de base en nuestro ser persona tienen que ver con la resolución de la imagen de lo paterno y lo materno dentro de nosotros mismos, como realidad en lo que ha sido nuestra historia de vínculo y como construcción/ símbolo que hemos hecho de esa realidad o reconstrucción en el caso donde las relaciones no han sido del todo buenas o habiendo sido buenas siempre hay que hacer un ajuste mas para darle mayor consistencia a nuestro ser personal. En este sentido, la sociedad hoy plantea muchos huecos en lo afectivo y entonces el mandato del padre al hijo sin una presencia simbólica importante es “sé tu mismo” pero desde donde, y a veces ese desde donde está opacada por una figura paterna/materna debilitada y entonces comienzan las búsquedas de sí mismo en sí mismo y la ausencia del otro y la incapacidad a partir de allí de generar compromiso. Eugenio Rubiolo decía “es una sociedad donde el modelo paterno/materno como referencial está desdibujado en lo simbólico y eso hace que tengamos figuras de personas construidas fuertemente sobre el sentimiento narcisista que lo caracteriza por la ausencia del otro y al no haber otro con el cual comprometerse, los vínculos se debilitan, debilitados los vínculos en el ámbito de lo social el sentido de pertenencia a un lugar como la patria también se ve debilitado. En este sentido es que somos invitados a celebrar la patria desde una resignificación de nuestra presencia como papá y como mamá como figuras paterna/materna en el ámbito de la familia de una manera nueva. Yo diría re significar, recuperar el lugar, si hemos perdido ese espacio por uno u otro motivo,  recuperarlo sin culpa, sin exageraciones y simbólicamente importante. Acá no importa  tanto cómo es que lo hagamos sino que de alguna manera lo hagamos, como mejor nos salga, vamos haciendo un aprendizaje de esto, ojala hubiera mas escuelas para padres pero no las hay, el espacio de la vida es un espacio formativo y el revisar ese espacio de la vida como formación en lo que hace al ser papá y mamá nos permite en un día como hoy volver a apostar por ese lugar. Si abandonamos el espacio o si nos lo robó el proceso histórico, recuperarlo y desde ese lugar aportar al hecho celebrativo de la patria lo mejor que tenemos.

Como consigna para nuestro compartir: ¿Qué del ser padre/madre siento que tengo que recuperar en este tiempo? Por ejemplo, el dialogo, el afecto, un lugar para compartir, una nueva comprensión del proceso de los hijos o de la vida de la familia. Cómo reubicarme en este ser papá o mamá, esta vocación clave que todos tenemos dentro de nosotros mismos de manera distinta y a partir de allí hacer el mejor aporte para celebrar significativamente la patria. Es un lugar muy nuestro, de todos y de cada uno.
Decíamos que  la sociedad muchas veces genera individuos aislados, descomprometidos, propios de la ausencia fuerte de la figura del padre, de la madre y por eso la necesidad de recuperarlo en nuestra reflexión, pero también la sociedad en su conjunto y a partir de lo que decíamos antes, la patria misma genera huérfanos, hablamos de orfandad en la patria.

Siguiendo la reflexión de Eugenio Rubiolo, la intuición educa al deseo, cada uno pertenece para sí, todo es inmediatamente como lo exige el mismo deseo, así la sociedad se debe convertir en una fuente pretendientemente inagotable de satisfacciones pero esto genera conflicto – como es obvio – los mas fuertes, los mas capaces, los mas entrenados van a tomar la mejor parte, parece un mundo construido para algunos y no pensado para todos y así creamos de hecho en el concierto de lo social, orfandades. La orfandad se origina del hecho de que los más débiles, los mas impedidos de cualquier tipo, no tendrán garantizado el respeto de sus derechos fundamentales. La desprotección que surge de esta situación es una forma de orfandad. No están distribuidas de manera equitativa las cargas en lo social porque no está pensado en su conjunto de manera sistémica sino por partes, por intereses de sectores, de grupos, en la Argentina esto es una inmensa deuda interna. No hay políticas de estado, hay intentos de solución a conflictos emergentes con muy buenas y a veces deficitarias actitudinalmente intenciones que hacen que quien tiene la responsabilidad de velar por el bien común que es el Estado, lo hace desde una posición parcial, desde una mirada limitada, cuando no viciada por intereses espurios.  Esto hace que se debilite el tejido de lo social y no haya a mediano y a largo plazo una presencia de lo nuestro que sea sustentable en el tiempo. A eso le llamamos ausencia de políticas de estado, hablo en el orden de la vida de la familia, del trabajo, de la educación, de la vivienda, de la salud, no hay proyecciones de crecimiento y de desarrollo de las personas, madurez, proyectos de interacción e integración al concierto de lo mas cercano, esto es con los que compartimos un territorio común en América Latina, estamos ciertamente como desarmados. Esta reflexión va ganando cada vez mas la conciencia de lo social, gracias al proceso democrático continuado, pero la verdad que en nuestro ser nación, la ausencia de este proceso colectivo nos ha madurado en la madurez y por el intervencionismo del proceso democrático con figuras ya no paternas sino autoritarias y dictatoriales hemos demorado y frustrado el crecimiento de la conciencia social, de que lo que tenemos en común lo debemos construir entre todos. Es el “nosotros” el que se ha debilitado en el hecho de ser nación y los más débiles y los más frágiles llevan la peor parte, tenemos una deuda interna grande como pueblo.
Otra orfandad social es el sentimiento de no ser tenidos en cuenta a partir de esto, de no ser ciudadanos. Somos habitantes, pisamos en esta tierra pero nuestra ciudadanía no está en esta tierra, no podemos terminar de echar raíces, a veces la excusa es que somos todos hijos de inmigrantes, pero, ya pasaron 200 años, las corrientes inmigratorias han dejado en la Argentina casi tres generaciones, no podemos excusarnos, los que pisamos en esta tierra somos hijos de esta tierra, nacimos bajo esta bandera y bajo esta historia y merece que honremos este lugar al que pertenecemos. Por lo tanto no hay excusas de ser extranjeros en este territorio, en esta tierra. Nos merecemos en este bicentenario una reflexión importante para pasar de ser meros habitantes a ser ciudadanos. No somos considerados ciudadanos por la economía que solo nos tiene en cuenta como consumidores, tampoco somos considerados ciudadanos por la política porque para ella solo aportamos por ahora con el voto y con lo que ello supone de Demagogia, de corrupción, de clientelismo. No somos ciudadanos porque la justicia está enredada en una gran burocracia y llega tarde o no llega. El sistema educativo tampoco puede preocuparse demasiado por formar ciudadanos por como está brindado hoy en la contención de los alumnos y también en lo que hace al reconocimiento de los educadores. Nos debemos en estos 6 años que tenemos por delante, del 2010 al 2016 una reflexión profunda sobre nuestra condición de ciudadanía, sobre nuestra carta de ciudadanía, sobre nuestra identidad, sobre el valor que tiene el hecho personal y comunitario colectivo de pisar sobre esta tierra. Para eso hace falta re significar lo que es de todos en políticas de estado, en construcciones que nazcan de nuestra participación y de una mayor conciencia – lejos de la manipulación paternalista – a un lugar de verdadera construcción democrática. Esto supone la ausencia de caudillismos con los que hemos construido una parte importante de nuestra historia y la aparición de colectivos sociales mucho mas fuertes que pongan a la nación hacia el futuro en sintonía con lo que está llamada a ser, un lugar para todos.