“Somos herederos de los mártires riojanos”, afirmó el padre Luis Liberti

lunes, 6 de mayo de 2019
image_pdfimage_print

06/05/2019 – El padre Luis Liberti, perito teológico en el proceso de beatificación de los mártires riojanos y sacerdote de la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino, destacó que “estos hombres nacieron a la vida eterna por ser fieles discípulos de Jesús Crucificado. El poder dominador religioso de su tiempo, no soportó la solidaridad de Jesús para con los desheredados de su tiempo. El poder dominador y hasta piadoso del tiempo de los mártires riojanos no soportó su acción evangelizadora. Ellos son un regalo de Dios. Un regalo conflictivo para reconocer un amor insoportable en un mundo que sigue estructurado sobre la injusticia”.

El padre Liberti sostuvo que “Enrique Angelelli al asumir el Obispado de La Rioja, el 24 de agosto de 1968 expresó: ´Les acaba de llegar a La Rioja un hombre de tierra adentro, que les habla el mismo lenguaje, (también de tierra adentro). Un hombre que quiere identificarse y comprometerse con ustedes. Quiere ser un riojano más. Por eso, desde ahora, les dice: mi querido pueblo riojano”.1 Su acento cordobés, fue mutando al tono de ser amado por muchos y perseguido por algunos en La Rioja donde “cada chaya esconde su dolor hecho harina y albahaca`. Junto a Angelelli, también Wenceslao Pedernera, Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias cambiaron sus tonos de vida para dejarla sembrada martirialmene en La Rioja. Fueron testigos de una Iglesia en salida, dispuesta a caminar con paso firme, sin negar sus errores y fragilidades, para llegar a todos los hombres y mujeres, especialmente los más pobres y excluidos”.

Asimismo, subrayó: “En el martirio, el cristiano es configurado con el Crucificado y como memoria suya, visibiliza a Aquel a quien proclama con su fe: a Cristo entregado hasta la muerte de cruz para la salvación de la humanidad. Lleva a plenitud de modo único lo iniciado en el bautismo: ´En el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos`. Al ser bautizado, el cristiano queda sumergido en Cristo y en su muerte, para renacer con Él a una vida nueva. La comunión con Cristo Crucificado sitúa a los mártires en una especial comunión con todas las víctimas que padecen la violencia injusta en la historia. Desde la fe, esta comunión en Cristo Crucificado otorga a los mártires un valor excepcional: manifiestan la solidaridad profunda del Hijo con la humanidad pecadora y sufriente, su solidaridad con los últimos y las víctimas. Sí, ´como cordero manso llevado al matadero`, testimonian su amor a Dios y a la humanidad, pero sobre todo, al Dios Salvador que les ama incondicionalmente porque sólo así tiene sentido compartir con Él sus padecimientos”.

El padre Liberti dijo que “el camino iniciado por la Iglesia en América latina tuvo su eco en la Iglesia argentina durante la dictadura militar-cívica denominada ´Proceso de Reorganización Nacional` (1976-1983). Esos años de dolor provocó una verdadera nube de mártires y confesores del Crucificado y de los valores de su Evangelio. Los mártires riojanos no protegieron sus vidas, sino su fuente, es decir su convicción religiosa, en fidelidad a Dios y a sus hermanos. Y esta fuente la defendieron muriendo. Ellos lanzan una pregunta radical: ¿cuál es el sentido último de la vida sacrificada por algo que se considera de más valor que la vida? La resurrección del mártir Jesucristo tiene, entre otras significaciones teológicas, la de perder la vida para recuperarla en toda su plenitud. A los mártires riojanos, junto a muchos otros, les está reservada la participación en la plenitud de sentido, es decir, la entronización en el reino de la vida eterna”.