Somos responsables de la educacion

jueves, 5 de enero de 2012
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Hoy el Santo Padre, en este segundo punto de su Mensaje para la Celebración de la Jornada Mundial de la Paz, EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ, nos habla precisamente de “los responsables de la educación”.

 

Consigna: La consigna de hoy quiere ser una invitación a que compartas tu testimonio sobre en qué momento de tu vida fuiste el testigo que ayudó a construir la paz en tu ambiente, en tu familia, en tu trabajo, entre tus amigos. ¿Cuándo tuviste que ser testigo de construir la paz? O también que puedas dar tu testimonio de quién te educó en la paz. Quién te ayudó con una enseñanza, con una actitud de vida, quién te ayudó a vivir la justicia, quién te dio un ejemplo para construir la verdad.

 

Oración: “Aquí estamos en tu presencia Santo Espíritu, Señor nuestro, míranos cautivos bajo el peso del pecado pero reunidos hoy en tu nombre. Ven a nosotros, quédate con nosotros, entra en nuestros corazones, haznos ver lo que debemos hacer, muéstranos hacia donde debemos caminar, lleva a su plenitud lo que debemos realizar. Tú solo se nuestro inspirador, sólo tu el autor de nuestros juicios. Tú que con Dios, el Padre y su Hijo, posees el nombre glorioso. No permitas que pongamos obstáculos a tu justicia, tú que amas por encima de todo lo que es recto. Que la ignorancia no nos lleve a actuar mal, que los privilegios no nos lleven a claudicar, que ningún regalo, ninguna preferencia de personas nos deje corromper. Únenos eficazmente a ti por el único don de tu gracia, para que seamos uno en ti y que en nada nos apartemos de la verdad. Que reunidos en tu nombre, guiados por nuestro cariño hacia ti, nuestro juicio no se aparte del tuyo para que recibamos en el mundo futuro la recompensa a las acciones bien hechas. Por Cristo nuestro Señor, Amén”.

 

Retomo lo que habíamos reflexionado ayer en la primera parte del mensaje del Santo Padre para la Jornada mundial de la Paz, la XLV, EDUCAR A LOS JOVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ, y finalizaba esta parte con una cita del profeta Isaías que vamos a leer como texto de la Palabra que nos va a ayudar a meternos en este segundo punto del mensaje del Santo Padre:

Isaías 40, 9

“Las cosas antiguas ya han sucedido. Yo anuncio cosas nuevas antes que aparezcan. Yo se las hago oír a ustedes”.

Isaías 48, 6

“Tú has oído, has visto todo esto, y ustedes, ¿no las van a anunciar? Desde ahora te hago oír cosas nuevas, guardadas en secreto y que no conocías. Ahora son creadas, no desde hace tiempo. Antes de hoy nunca las habías oído, para que no dijeras: Ya las sabía”.

 

Este hermoso texto de Isaías nos introduce al segundo punto del mensaje del Santo Padre: Los Responsables de la Educación. El papa nos habla de la importancia de la educación: En este primer párrafo dice el Santo Padre: “La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar, que viene de “educere” en latín – significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Este proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no los simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone”. Qué hermoso párrafo este. En esta realidad de lo que es la educación, conducir fuera de sí mismo para introducirlos en la realidad, buscando la plenitud de la persona. La importancia de esta unión que nutre a la educación, unión de dos libertades, adulto y joven, educador y educando, la de ser testigo auténtico, porque los testigos son más necesarios que nunca. Testigos que sepan ver más lejos que los demás porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone. Y sigue diciendo el Santo Padre: “¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. “En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro”. Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz”.

“Vivimos en un mundo en el que la familia y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica”. Qué hermoso es este párrafo. Después de que nos ha definido lo que es la educación, encuentro de dos libertades, cuando nos ha dicho que necesitamos testigos auténticos más que dispensadores de reglas, que el testigo es el que ve más lejos que los demás porque su vida abarca espacios más amplios, el testigo es el primero en vivir el camino que propone, nos ha propuesto el Santo Padre, como primer responsable de la educación a la familia, a los padres. Nos ha resumido la realidad que puedan vivir los padres, ya sea por falta de tiempo, por trabajo, por tantas cuestiones que hoy nos golpean y golpean a esta realidad familiar, pero termina este párrafo llamando a la esperanza, confiar en Dios, poner en Dios la esperanza de todo porque de él mana la justicia y la paz. Y sobre todo pidiéndole por algo tan simple y tan sencillo como es pasar juntos el tiempo. Qué hermosa consigna, tan simple y tan completa. Cuando a veces uno pareciera que necesitaría técnicas, métodos para educar, y es algo tan simple como pasar juntos el tiempo. Pasar juntos el tiempo ayuda a construir la paz en la familia, la verdad, la justicia, y educamos cuando pasamos juntos el tiempo a los demás en este proyecto de sacar desde adentro aquello que puede hacer plenas a las personas.

Mientras compartíamos este párrafo del mensaje del Santo Padre, me acordé y busqué un antiguo documento de la Comisión de Educación Católica del Episcopado Argentino, sobre el tema de la Educación, un Proyecto de Vida, muy valioso, que tiene varios años pero que sigue estando vigente, el tema de la educación, son realidades que no cambian, cuando uno encuentra la esencia ahí esta lo que perdura y lo que permite ayudar en el trabajo pastoral. Y en ese documento hay una parte que habla del derecho y de los deberes de los padres. Me parece lindo hacer un alto en el documento, cuando el Santo Padre habló de ser responsable de la educación, la familia, y dentro de ella, los padres, en esta realidad tan concreta que nos decía “pasar juntos el tiempo”, allí uno está educando, no está perdiendo el tiempo, ni está aguantando, soportando, sino que estamos educando, y eso, a todos los que nos compete una misión de trabajar en la comunidad, la clave del trabajo de la comunidad no es grandes cosas sino aprender a estar juntos tiempo con los demás, con los grupos, con las personas, con los movimientos, con aquellos trabajos en donde uno está, en la realidad de los enfermos, uno educa ahí cuando aprendemos a pasar juntos el tiempo. Qué cosa tan simple pero tan importante a la vez. Ahí en el documento de la Comisión Episcopal para la Educación Católica dice: “Hasta aquí, al hablar del educando, no hemos hecho distingo de edad, pero es sabido que en su mayor parte, nuestros alumnos adolescentes, jóvenes, niños, necesitan de la compañía imprescindible de los padres. Derechos de los padres: en virtud de la patria potestad los padres tienen en primer lugar el derecho de ejercer en nombre de sus hijos menores todos los derechos que a ellos corresponden como personas y como alumnos excepto los personalismos, esto es los no susceptibles de ser ejercidos mediante representación, entre tales derechos sobre sale el de elegir estudio, escuelas, maestros. Los padres tendrán derecho frente a recibir el tipo de educación que habrá de dar a sus hijos. Algo tan simple y elemental que ayuda desde temprana edad a lo que significa la educación del otro. Y a su vez, los deberes. Los padres tienen no sólo derechos con relación a la escuela o a aquellos que educan a sus hijos sino que tienen deberes, y esos deberes son los que exigen la compañía de ellos al proceso de educación de su hijos, por eso, la escuela y la familia se convierten en instituciones paralelas que nunca se encuentran, con lo cuál los esfuerzos de ambas, en lugar de converger, se dispersan y hasta se enfrentan. Nunca, por lo tanto, se insistirá suficientemente en la necesidad que los padres asuman y vivan plenamente sus responsabilidades educativas para con sus hijos y de estas formas completen la labor dando a sus hijos esa parte fundamental de la educación que ninguna escuela, por buena que sea, alcanza a dar”. ¿Por qué recordar este número del documento Educación, proyecto de vida? Porque asistimos en este tiempo situaciones en donde no se siembra justicia y paz en actitudes a veces de los mayores, ya sea por parte de educadores o por parte de los padres en relación al testimonio que tenemos que dar a nuestros niños, adolescentes, y jóvenes en la educación. Poco ejemplo de justicia, de verdad y de paz podemos dar los mayores en educar a los menores si nuestro lenguaje es la agresión, la mentira, o es el uso de la institución escolar o de otras instituciones, no para ayudar a las personas sino para beneficio propio, o para hacer de esos lugares, lugares donde solamente sirvan como un aguantadero, situaciones que en la realidad educativa son anti testimonio frente a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. De allí que la exigencia del testigo sea vivir el camino que propone, porque si no vivimos nosotros primero lo que proponemos nos transformamos en una realidad que, más que transmitir una verdad, confunde. Y somos los primeros que tenemos que mirarnos en este ámbito de transmitir la justicia, la paz, y la verdad, porque ahí también estamos educando, y cuando se utiliza el lenguaje de la convivencia, la agresión verbal y física, cuando utilizamos estas artimañas que tienen mucho de mentira y deshonestidad más que de verdad y de defensa de un derecho, sin duda que ahí no estamos educando, ahí se quiebra este orden y estamos fomentando que se introduzca la falsedad, la deshonestidad, la falta de verdad, la mentira, anti valores que no construyen a la persona sino que le hacen daño. Este primer punto que nos tocó el Santo Padre nos hace pensar mucho, a ustedes como padres, a mí como sacerdotes, a quienes tienen ejercicio de la responsabilidad en grupos, llámense nuestras parroquias, movimientos, en los grupos que trabajan en los distintos ámbitos o bien en las distintas realidades que laboralmente les toca y compete a todos nosotros. Cuando no somos testigos de veras estamos mal educando a quienes nos miran.

Sigue el documento del Santo Padre y dice: “Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.

Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo trascendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna”. Acá termina este párrafo donde les habla a las instituciones dedicadas a la educación. Y yo pensaba, en relación al texto bíblico que había leído al principio de Isaías cuando nos habló de las cosas nuevas que vamos a oír y escuchar, que Dios nos tiene preparado una realidad nueva, una realidad que educa pero que nos muestra un modo nuevo en el que Dios quiere actuar en nosotros, y lo aplicó a esto, a las instituciones dedicadas a la educación y también a la estructura a la que están nuestros niños y jóvenes, Santo Padre nos decía recién, para que pueda valorar las propias potencialidades interiores, apreciar a los hermanos, que se les enseñe a gustar la caridad, la compasión, de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna, realidades tan elementales para una convivencia social, y de la que uno, poniéndose las manos en el corazón, sin pretender ser pesimista pero muy realista, cuánto todavía falta para abrazar esto tan simple pero tan necesario en lo que significa la educación como contribución en la construcción de la sociedad humana. Por eso la importancia de ser testigo, de pasar juntos el tiempo. Educa el pasar juntos el tiempo. Quizás estés de vacaciones o estén los chicos de vacaciones, y cuánto educa el poder tener tiempo de estar con ellos. Muchas veces salva la vida y muchas veces ennoblece la relación con los demás.

Compartíamos este párrafo del mensaje del Papa que hablaba de la familia y también de las instituciones dedicadas a la educación y recordé un texto del documento de Aparecida de los Obispos Latinoamericanos, capítulo 3, número 114, que habla de la Buena Nueva de la familia y allí se nos dice:”lo más cercano a nosotros y a nuestra realidad de América Latina que proclamamos con alegría es el valor de la familia. Ella es el patrimonio de la humanidad y constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos, ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de los valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos. Agradecemos a Cristo que nos revela que Dios es amor y vive en sí mismo un misterio personal de amor, y optando por vivir en familia en medio de nosotros la eleva a la dignidad de Iglesia doméstica. Bendecimos a Dios por haber creado al ser humano varón y mujer aunque hoy se quiera confundir esta verdad. El ser amados por Dios nos llena de alegría. El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en amor pleno hasta el fin. En el seno de una familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. El gran tesoro de la educación de los hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable responsabilidad en la formación integral de sus hijos. Este ambiente educativo tiene que ser un lugar de apertura al otro y a lo trascendente”.

Sigue el mensaje del Santo Padre: “Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho-deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción, y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.

No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por lo tanto pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.”

Qué maravilla la claridad en conceptos que el Santo Padre tiene para ayudarnos a comprender algo que nosotros vivimos a diario. Los medios de comunicación o forman o deforman. Posiblemente, sin ser pesimistas, seamos concientes que hoy nuestros medios de comunicación presentan realidades que deforman este rostro de la persona y de la sociedad al que debemos educar y que debemos promover en los valores de la cultura, de la justicia, de la paz. No vamos a ser críticos de eso porque no es el sentido de la catequesis, ni vamos a presentar toda una realidad crítica porque no nos corresponde en este momento, pero al menos sí un disparador para que cada uno piense y podamos formarnos un criterio, a eso nos ayuda la catequesis, y nos ayuda el poder meternos en estos documentos de la Iglesia porque quieren ayudarnos a tener criterios con los que manejarnos, formar nuestro interior y transmitirlo a los demás, aunque muchas veces notemos que en esto vamos contracorriente, porque por ahí, pensar que alguien opina distinta a lo que un programa banal ha presentado como un estilo modelo de vida, somos conciente que remamos contra la corriente, pero la fuerza del Espíritu y del Evangelio no nos pueden hacer claudicar frente a estas dificultades sino al contrario, esa es la cosa nueva de la que nos hablaba el profeta Isaías. Por ahí es lo que nunca hemos oído y nosotros tenemos que predicarlo con nuestra vida. Seamos concientes que en muchos medios y realidades en las que nos movemos, quizás muchos de nuestros amigos y familiares, compañeros de trabajo, nunca han escuchado algo distinto a lo que la TV nos transmite y uno tiene que presentarse a decir estas realidades nuevas que el Evangelio nos trae. Uno tiene que tener la fuerza de ser testigo para saber que pasando juntos tiempo con los demás, en nuestro vocabulario, comportamiento, estilo de vida, también estamos educando a los demás. Tal vez al principio podrán ser motivos de risa o ironía, ya se nos adelantó en el Evangelio como forma solapada de persecución o de querer hacer callar el Evangelio que Jesús nos trajo, pero a nosotros nos interesa esto que Jesús nos está proponiendo como una forma necesaria en este momento de crisis. Ser educados y educar. Ser educados en aquello que nos ayuda a crecer como personas y educar para llevar a otros a crecer como personas. Ahí está el punto clave de lo que es la ecuación en la justicia y en la paz. No son términos lindos para poner en un afiche y en un mural, son realidades del Evangelio que sacuden nuestro corazón porque es algo nuevo. Llevamos más de 2000 años de Evangelio y leíamos este pasaje de Isaías cuando nos decía “Yo les voy a anunciar nuevas, cosas que ustedes nunca oyeron” y uno dice acaso esto no se oyó nunca, y pareciera que no, que hay una eterna novedad en estos valores del evangelio que o están dormidas o están escondidas y uno continuamente tiene que reflotarlas para poder vivir esta realidad con los demás.

Dice el Santo Padre: “No puedo dejar de hacer un llamamiento al mundo de los medios para que den su aportación educativa. En esta sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no solo informan sino que también forman el espíritu de sus destinatarios”. Sin duda que hay una brecha para llegar a este objetivo, a este ideal. Nos comprometemos como cristianos para llevar adelante esta propuesta y cada uno en su espacio, de hecho Radio María, que es un medio masivo, nos está ayudando a esto y que en algo estamos contribuyendo al crecimiento de esta sociedad para que esta sociedad educativa nos tenga a nosotros como artífices y no cruzados de brazos.  

Gracias por todos los testimonios tan lindos. Bendito sea Dios por habernos permitido poder descubrir en nuestra vida a aquellos que nos han educado. Que bueno que podamos compartir en estos testimonios el paso de Dios en cada uno de nosotros. Y que bien nos hace descubrir que ayudándonos nos estamos abriendo de corazón para que el Espíritu nos haga creativos. No tenemos que tener miedo en esto que decía el Santo Padre de pasar juntos el tiempo como un modo de educar en la familia. Debemos pedir la gracia de ser creativos. Siempre uno encuentra un segundo en el que poniéndome al lado del que esté compartiendo mi vida familiar, va a recibir el mejor testimonio que pueda recibir en ese momento que es mi presencia. Y qué bueno que hoy podamos repetirnos como modo de oración aquello con lo que San Francisco comienza y oración: Señor, haz de mí un instrumento de tu paz” y que cuando veamos que hay alguna situación en nuestro entorno, trabajo, familia, amigos, se pone tenso, ojala que lo podamos decir como una jaculatoria “Haz de mi un instrumento de paz” porque allí voy a estar educando y me voy a dejar educar por el Espíritu de Dios.

Este párrafo termina diciendo: “También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz”.

Aquí terminamos este párrafo del mensaje del Santo Padre para este día de hoy martes 3 de enero.

Gracias por este espacio de la catequesis donde hemos sido educados por el Espíritu de Dios y donde sin ninguna duda este mismo Espíritu nos va a hacer educadores porque en el deseo de pasar juntos con los que están a nuestro lado, allí lo estamos educando y estamos construyendo la paz y la justicia que Dios quiere para nosotros.

 

Padre Daniel Cavallo

Administrador Diocesano

San Francisco – Córdoba