Somos templos de Dios

martes, 20 de mayo de 2014
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19/05/2014 – En el evangelio de hoy aparece la promesa de amor de Dios que asegura que la Trinidad pone su morada y vive en quienes lo aman. Si Dios habita en mí lo hace en cada una de sus criaturas, por ende la delicadeza y el cuidado que debemos tener por los otros. Los que aman a Dios se convierten en verdaderos templos de Dios y lo manifiestan amando a los demás.

 

Jesús dijo a sus discípulos: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»        

                                                                                                                                             Jn 14, 21-26

 

"Iremos a él y habitaremos en él"

¿Cuál es el testamento de Cristo, aquello que es expresión de su voluntad o su deseo? Este es el deseo de Cristo que quiere que sus discípulos podamos seguir este camino. Por eso nos viene bien en esta semana tomar el evangelio de San Juan 14 e ir meditando cada día las palabras que Dios nos va diciendo para seguirlo. En este día lunes, si tuvieramos que ponerle un título a la propuesta del evangelio podríamos decir: "somos templos de Dios".

Amar es también dejarse amar, y el corazón del hombre responde a Dios cuando se deja amar y habitar por Dios. Quien ama a Dios se deja amar por Él y permite que el Padre, el Hijo y el Espíritu moren en su corazón, el Espíritu es quien permite ir comprendiendo el misterio… pequeñas y claras enseñanzas del evangelio de Juan. El corazón se queda anonadado ante este amor gratuito de Dios, y surgen las palabras del Salmo ¿Qué es el hombre para que te fijes en él?. ¡Cuánta ternura del Padre para sus hijos! Y la Iglesia celebra ese amor incomprensible.

Si Dios habita en mí lo hace en cada una de sus criaturas, por ende la delicadeza y el cuidado que debemos tener por los otros. Los que aman a Dios se convierten en verdaderos templos de Dios y lo manifiestan amando a los demás. Esta experiencia de la presencia de Dios de nosotros tiene un nombre y se llama gracia. La vida de la gracia es saber y experimentar que Dios puso su morada en mí. Y es el Espíritu el que nos enseña estas cosas y nos la recuerda a lo largo del tiempo y nos hace saber y comprender su mensaje.

Ésta es la grandeza del amor de Dios que en la pascua se muestra esplendorosa: Cristo muere y resucita para que Él pueda poner su morada en cada uno de nosotros.

La oración, lugar de encuentro con Dios

En  el Antiguo Testamento Dios se había manifestado de diferentes modos, pero aquí esa presencia aparece de un modo diferente, una presencia de la Trinidad en el alma que ha renacido en nosotros por la gracia. Esa será una enseñanza fundamental en la vida cristiana. San Pablo lo dirá cuando nos diga "ustedes son templo del Dios vivo" y esa enseñanza a los Corintios está dirigida a cada uno de nosotros. Por eso tenemos que tratar cada vez mejor al Dios que vive en nosotros y en el corazón de los demás. Nuestra alma por este don de la inhabitación de Dios en cada uno de nosotros se transforma en un pequeño cielo.

San Agustín escribe:

¡Tarde te amé,

hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera,

Y por fuera te buscaba;

Y deforme como era,

Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

Que, si no estuviesen en ti, no serían.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera:

Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y respiré,

Y suspiro por ti;

Gusté de ti, y siento hambre y sed;

Me tocaste y me abrasé en tu paz.

 

Para hablar con Dios necesitamos recogernos de los sentidos que tienden muchas veces a desparramarnos, por eso sabernos templo del Espíritu Santo supone hacer silencio, no sólo de ruidos, sino cuidar el espacio donde me encuentro con el amor, con quien es el Amor, y es la presencia íntima de la Trinidad en el alma. Reclama no sólo atención sino un ejercicio. Continuamente debemos volver y retomar este ejercicio que nos invita ir a la interioridad para encontrarse con el Señor que siempre nos espera. Allí nos encontramos íntimamente con quien es el Amor.

Si bien sabemos que hay muchas maneras con las cuales nos podemos encontrar con Dios, la oración es el lugar de encuentro en excelencia en donde Dios se nos manifiesta. Si no logramos espacios para la oración puede que las cosas de la vida nos vayan aislando y cerrando al misterio, y cada vez cueste más el encuentro. Como aquel que no hace ejercicio y un día sale a correr… cuesta, y mientras menos entrenemos, más costará ponerse en movimiento.

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Pasar de habitantes a ciudadanos

En la semana de mayo, ésta realidad de Dios que habita en nosotros también supone un compromiso ciudadanos. Compartimos algunos fragmentos del texto "La Nación que queremos" elaborado por Mons. Victor Manuel Fernandez y P. Carlos Galli, teólogos argentinos; y por otro lado el texto del entonces Cardenal Bergoglio "Hay que ponerse la Patria al hombro". La Patria nos reclama con urgencia un camino que nos tiene que llevar al compromiso ciudadano.

"Para algunos asistimos al velorio de la vieja argentina que va a durar años y asistimos al nacimiento de una Argentina nueva que también va a durar años (…) En tiempos marcados por la globalización, no debe debilitarse la voluntad de ser una nación, una familia fiel a su historia, a su identidad, y a sus valores humanos y cristianos” dicen Mons. Fernandez y Carlos Galli. El habitante es alguien que recorre y pasa, y el ciudadano es quien se compromete y pone su corazón.

 

Padre Daniel Cavallo