03/08/2021 – El amor del Señor, infinito y fuerte, tierno y firme, amor que nos regala su amistad, es completamente gratis. Él ha querido ser tu amigo porque él quiso, sin exigirte nada para regalarte su amistad. Es que en realidad ninguna amistad puede ser comprada. Si tenés que darle algo a alguien para que sea tu amigo, eso no es amistad, eso es un arreglo o una negociación. La amistad es gratis o no es amistad. Pero pensá con cuanta mayor razón vale esto para nuestra amistad con el Señor. ¿Quién puede pretender pagar o comprar algo tan grande? Porque cuando el Señor te hace su amigo, te está elevando infinitamente por encima de todo lo terreno, ¿cómo podés pensar que eso se paga? No hay que pagarlo ¡Gloria a Dios!
Nos cuesta aceptar esto, porque estamos en un mundo donde todo se paga, donde muchas veces sentimos que hasta a los afectos tenemos que comprarlos para tenerlos asegurados, nos parece que tenemos que hacer miles de cosas para ser aceptados, para ser aprobados, para ser queridos. Sin embargo, con el Señor no funciona así, se rompen todas las lógicas de esta tierra. Él nos ama gratis, como somos, sin condiciones.Gracias a Dios no hace falta que pretendas pagarlo, porque él te lo regala sin que previamente tengas que poner algo de tu parte, así que podés liberarte de ese peso tremendo. Sólo disfrutalo, agradecelo, no pretendas pagarlo.
Claro que vos podés tratar de responderle a su amor e intentar poner todo de tu parte para crecer en esa amistad, eso es otra cosa. Pero su amor y su amistad no tenés que pagarlos con nada. Fijate cómo lo dice la Palabra de Dios: “¡Ustedes han sido salvados gratuitamente! Porque ustedes han sido salvados por la gracia mediante la fe. Esto no proviene de ustedes sino que es don de Dios, y no es resultado de las obras, para que nadie se enorgullezca” (Ef 2, 5.8-9). Hemos entrado en su amistad por pura gracia e iniciativa suya. Por eso dice la Palabra de Dios: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero” (1 Jn 4, 10). Por lo tanto, relájate, disfrutá de la amistad con el Señor, déjate estar en sus brazos y sentite infinitamente amado, amada, sin necesidad de obsesionarte por pagar lo que no se paga.
No te alegra saber que hay al menos un amor en el mundo que es realmente gratuito, que te ama porque sí, que toma la iniciativa aun antes de tu existencia. Por eso dice en Jeremías 2: “Yo te amé con un amor eterno”. Aun antes que tu madre te engendrara, aun antes que tus padres hicieran él amor, él ya te amaba y te soñaba en su proyecto eterno. Porque en el fondo de tu ser lo que hay es un cuenco que recibe. No compraste la vida, la recibiste gratis. No compraste el amor del Señor, su amistad, su gracia. Él tuvo la iniciativa porque sí. Y si hay cosas buenas en vos, es porque previamente el Señor te capacitó, te dio las posibilidades para que pudieras desarrollar cosas buenas. En el fondo de mi ser sólo puedo ser receptivo, y una vez que recibí el ser, la vida, la gracia, entonces puedo colaborar, poner mis esfuerzos para un crecimiento. Pero esos regalos del Señor serán eternamente gratuitos. Por eso fíjate que la Virgen María no cantaba elogiándose a sí misma. Lo que decía era esto: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la pequeñez de su servidora. El Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí”. Amén.