Un amor que ordena todos los demás

miércoles, 4 de noviembre de 2015
image_pdfimage_print

mili10

 

04/11/2015 –  Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:“Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:’Este comenzó a edificar y no pudo terminar’.

¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Lc 14,25-33

¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿En qué lugares de la vida necesitas encontrar la centralidad del amor de Jesús?

Posted by Radio María Argentina on miércoles, 4 de noviembre de 2015

El texto pone un marco a las palabras de Jesús. Una cosa es cuando un gran gentío camino junto a Él y otra el seguimiento. Seguirlo supone la exigencia del amor, que pide lo más amado. Hay un amor que es más grande y que está primero que todo amor y que nos invita a soltarlo a todos sabiendo que nada de lo entregado se pierde si en Dios lo entregamos. Es un amor que no reduce sino que multiplica, no sólo no quita sino que hace crecer, invita a la donación pero para entregarse verse acrecentado para poder darse aún más. El amor de Dios multiplica y hace crecer la propia entrega. La presencia del amor de Dios que recibe la entrega de nuestros amores nos hace crecer y madurar.

Estas exigencias del amor, el no guardarse nada, es lo que distingue a los discípulos de Jesús de aquellos que en multitud lo siguen. En el andar se nota cuando hacemos las cosas porque hay que hacerlas o cuando hay un gran motivo. Hoy el Señor te invita a renovar tus motivos de ofrenda y entrega, y te dice que cuando te abandonás en Él todo crece y se multiplica. Salí, entregate, ofrecete, no te quedes arrinconado, ponelo en las manos de Dios y vas a ver cómo todo cambia y se transforma. 

Al llamarnos al camino discipular, Jesús hace que el yugo sea suave y liviana. Es ponerlo a Él en el centro de la historia para que a partir de Él, encontremos los grandes sentidos amorosos que le dan sentido a la vida. “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.” nos dice Jesús hoy. Lo que está diciendo es que su amor a nosotros es lo que nos vincula discipularmente y lo que llena de sentido nuestro andar. Más allá de todos los amores legítimos que sanamente llenan de sentido nuestras vidas, Dios es más. Quiere ocupar el centro, y todos los amores centrados en ese amor, para que sea un concierto de sinfonía en el amor lo que marque nuestra vida. Hay vida cuando el corazón late, y entendemos el corazón como el centro vital en torno al cual la vida encuentra sentido.

Hoy es un día para captar la centralidad del amor de Dios. El texto de hoy se entiende a partir de esta conciencia que quiere despertarnos hoy: en el centro de la vida está Dios. Santa Teresa dirá que es en el Castillo interior, San Agustín en las más profunda de las intimidades, ahí está Dios y quiere hacer sentir su voz. Tal vez seas de los grandes escuchas del amor de Dios o quizás necesitás volver a reencontrar ese centro: reordenar la vida de la familia, concentrarme en lo importante, retomar el vínculo con los amigos más queridos, reacomodar las cargas en el trabajo, etc. 

Amar a Dios es diferente a las cosas de Dios

El amor de Dios se expresa en el amor matrimonial, en el amor a los hijos, en la vida fraterna con los amigos, en el trabajo, en la tarea de evangelizar, pero ninguno de estos amores termina siendo Dios. Dios mismo es Dios y se lo ama a Él. Queremos que todo lo que hagamos sea en Dios, para que en lo más profundo de nuestro ser esté el sentido real de por qué vivimos. El nos trajo, nos creó y nos trajo a la vida, nos guía y nos sostiene hasta el final de nuestra marcha para volver al lugar de origen de donde salimos por el acto creador de Dios desde el amor.

Cuando Jesús invita al seguimiento cargando con la propia cruz, invita al seguimiento aunque esto implique desprecios, abandonar seguridad, encontrarse con lugares desconocidos donde al principio no nos sentimos familiarizados. El discípulo no solamente cambia de vida, sino que es un factor de transformación en la vida de los demás y por lo tanto tiene que salir de sí mismo para que esto acontezca. Somos para los demás. Las comunidades cristianas son un factor de nueva humanidad.

Hay que abandonarse en Jesús y soltarse de la orilla para navegar en el mar adentro a donde Él nos conduce, y hacer de nuestra vida cotidiana un aventura tras Jesús yendo a mares maravillosos. Claro que en el camino hay tormentas y dificultades, pero son lugares fascinantes, el puerto de quien está solo, el puerto del angustiado, el puerto del que atraviesa la enfermedad, el puerto de quien está encerrado en sí mismo y ha hecho del factor dinero el único modo de vivir. Lo hacemos desde la certeza de que entregando en Dios, lejos de vaciarnos, nos llenamos, y lo que entregamos se multiplica.

El puerto de la angustia que nace del agobio que produce la razón al creer que sólo el tener trae la felicidad, es un puerto complejo, con muchos bancos.

Decía el P. Spadaro, que ésta ha sido la gran novedad con la que Francisco a permitido que la iglesia se meta en mar adentro. Ha sacado a la Iglesia que estaba encallada en algunos bancos de arena que le impedían ser lo que está llamada a ser. Creo que hay 3 bancos de arena que dificultan la vida de la Iglesia en este tiempo : poder, sexo y dinero. Son los 3 males que el documento de Puebla denuncia para hablar del rostro del mal con su rostro característicos.

Tal vez mientras vos vayas intentando navegar mar adentro a donde Dios te invite, vos también te hayas encallado en algunos de éstos bancos. Pedile al Señor su auxilio, para que te libere y te lleve mar adentro.