El desafío de la Navidad

lunes, 22 de diciembre de
image_pdfimage_print

El desafío de la Navidad es llegar con las puertas abiertas del corazón, que el niñito nos encuentre como estamos no como quisiéramos estar. Él viene para eso, para hacerse cargo de nuestra debilidad.

La navidad es una escuela de sencillez. Como el ángel le dice a los ángeles “encontrarán a un niño envuelto en pañales”. El signo es bien sencillo y casi cotidiano. Para encontrar al niño se necesita una capacidad de descubrir la presencia escondida del Señor en las cosas simples. Pedimos la gracia de la sencillez en el modo de mirar, de juzgar y de vivir.

Ser sencillo está muy desvalorizado en nuestro tiempo. Muchas veces hablamos de sencillez para hablar de alguien que no tiene tantos dotes “es sencillo, pobrecito”. Dios es infinitamente sencillo. La sencillez se ha convertido en el diploma que hemos regalado a quienes carecen de títulos más valiosos. Es al revés, la sencillez es el culmen de la palabra. Una persona sencilla es alguien que se ha liberado los estorbos, diría San Ignacio, se ha ido desprendido de cosas inútiles y superfluas.

En el monacato antiguo la sencillez se consideraba la virtud más grande. El vértice de todo el itinerario del monje era llegar a ser sencillo. Solo las personas verdaderamente grandes logran a ser sencillas. La sencillez tiene su centro y su enganche en la interioridad del hombre; el no sencillo es frívolo. Una persona sencilla va al meollo, su mirada apunta a la esencia de las cosas.

Uno de los desafíos a la Navidad es revisar nuestros caminos de sencillez… qué cosas hay enturbiadas y necesitamos simplificar.

 

P. Ángel Rossi S.J