Peregrinación y búsqueda

lunes, 19 de enero de
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Animarnos a preguntarnos qué es lo que Dios quiere hacer con nosotros. La invitación es seguir el camino de la santidad, a convencernos de que todos los que estamos aquí podemos ser santos y estamos llamados a serlo, y si que Dios pudo hacerlo con San Ignacio, un gran pecador, también puede hacerlo con cada uno de nosotros. Esperamos que este poema nos inspire hoy y mañana: “peregrino, peregrino que no sabes el camino, ¿dónde vas? Soy peregrino de hoy, no me importa dónde voy, mañana nunca quizás.Admirable peregrino, todos siguen tu camino.


Esta es hoy la invitación: dejar esas armas de la antigua vida, y velar por ellas. Hacer un velorio, dejar atrás nuestra vida pasada. Velar también como los antiguos caballeros con las nuevas armas: los retazos del Evangelio y una cruz. Y saber que eso es todo lo que necesito para el camino: una cruz que me recuerde la locura de Cristo y esas palabritas del Evangelio para usarlas de brújula. Dejar las ropas de noble, de caballero; y empezar a tomar este sayal, este atuendo de peregrino pobre. Elegir caminos secundarios. Quedarnos al igual que Ignacio delante de María, despojandonos de todo, haciendo nuestra renuncias. ¿Diste todo? ¿Seguís dispuesto a darlo todo? La fiesta del Evangelio, es para darlo todo, si no estamos dispuesto a darlo todo, mejor marchemonos.


Vivir el Evangelio es una invitación a la radicalidad. Hay que estar un poquito loco para ser verdaderamente cristiano. Nosotros en el Siglo XXI lo sabemos de sobra. El que no tiene una pizca o una gran cuota de locura, ciertamente no podrá vivir ni hoy, ni ayer, ni mañana la radicalidad a la que nos invita el Evangelio. “Sólo los locos van de veras”. Hay que tener algo de loco para poder verdaderamente adentrarse en el Evangelio. Y a ésto nos invita Ignacio en los ejercicios. A ser peregrinos locos por Jesucristo. Creo que en el camino de la santidad, nosotros debiéramos algún día comulgar con la locura.

 


Animarnos a hacer cosas locas, porque el Evangelio, es loco.


Señor dame tu amor que me haga perder mi prudencia humana, y me impulse a arriesgarme a dar el salto para ir a Ti. No quisiera oír hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? Cuántos motivos se levantan en mi espíritu y tratan de demostrarme, bajo apariencia de bien, que aquello que tu me inspiras y pides, es imprudente, es una locura. Tú Señor, según esto, fuiste el más loco de los hombres. Pues inventaste esa locura, esa insensatez de la cruz. Enséñame Señor que esa insensatez es tu prudencia, y dame por favor tal amor por tu persona para que sea yo también, otro loco como Tú”.


¿Cuál fue la última locura que hice yo por el Evangelio? ¿Cuándo fue? No sea que pase yo por esta vida pecando de prudente. ¿Vivo la locura del evangelio? Si Cristo me llamara a una locura, ¿cuál sería mi respuesta?

 


Animarnos a darle a Dios siempre las riendas de mi vida, las riendas de mi corazón para ir por el camino del evangelio y no cometer grandes desaciertos. Y saber que Dios, hay ciertas riendas que ya no nos va a agarrar más, que son las riendas de nuestros impulsos, ya estoy en edad de domarlas por mí mismo. Y animarnos a entrar en los caminos estrechos. Amplia es la calle que lleva a la perdición y estrecho, que estrecho es el callejón que lleva a la vida. ¿Qué caminos elegís? ¿Cómo estan las riendas de mis impulsos? Hoy en mi peregrinar, ¿hacia donde voy? ¿Por qué camino? ¿Hacia dónde me está conduciendo Dios?

 

 

Refiriéndose a los Ejercicios Espirituales, San Ignacio dice que “son todo lo mejor que yo dejo en esta vida, son todo lo mejor que yo puedo pensar, sentir y entender. Así para que un hombre se aproveche a sí mismo, para que fructifique y de frutos y aproveche también a otros”. Ignacio nos ayuda con los ejercicios a ir camino a la santidad, pero antes de dárselos a otros, comienza por él. LA PEREGRINACIÓN ES INTERIOR.

 

“Llamo ejercicios espirituales a todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras operaciones espirituales, para quitar de sí, todas las afecciones desordenadas. Y después de quitadas, buscar y hallar la voluntad de Dios”. [ee.ee nº1] Los ejercicios son, a grandes cuentas, un camino a la santidad que consisten en ordenar la casa, limpiar el corazón. Y después dar con el sueño de Dios.



Recordemos entonces, en nuestro caminito de santidad la importancia de descubrir ¿Qué es lo que Dios sueña conmigo? Muchas veces en la vida podemos errar por el camino del pecado, pero podemos errar también por no acertar en el rumbo, por no tomar ningún camino. El que finalmente no eligió ser nada ni nadie, el que en su vida tampoco acierta a hacer lo que debía hacer, ser quien debía ser, también le erró.Tampoco llegó a la santidad.




Limpiar el corazón, para hacer algo con él. Tener el timón firme en mi mano, y cuando arrasen los vientos, rumbo a Dios. Y cuando me llamen de las costas atractivas, rumbo a Dios. Y cuando me cane, rumbo a Dios. Rumbo a Dios, rumbo a Dios.

¿Habrá algo más digno? ¿Habrá algo más hermoso que llegar al puerto de mi existencia? Pero para llegar al puerto, es necesario un rumbo. El que acierta, acierta. El que no, es un infeliz. Si no acierta, su vida no vale nada. Cuando uno no tiene claro para donde va, cualquier ola o cualquier viento contrario, lo desvía. Porque no sabe a donde va. Porque su vida está a la deriva. Y cuando uno esta a la deriva, un vientito o una roca bien puesta, te desvía.


Tengo marcado el rumbo, el timón en mi mano, pero cuando me llaman de costas atractivas, cuántas veces desvío mi rumbo. ¿Cuántas veces acabo en puertos que no son los míos? En el fondo perdí de vista mi rumbo. ¿He encontrado el rumbo de mi vida? ¿He encontrado cuál es la voluntad de Dios para mi vida?

Una vez que hemos encontrado la voluntad de Dios en nuestras vidas, de lo que se trata ahora entonces es de ser con Cristo, y como Cristo. Se trata de ser “otros” Cristos. Cuando alguien se ha enamorado profundamente de otro, empieza a ser también con el otro y como el otro. Hagamos en todo lo que Él haría en nuestro lugar. Eso debería romper mi corazón todos los días, desde el despertar hasta el anochecer. A cada minuto y en cada decisión. ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

 

Cristo vino a este mundo para hacer una obra con nosotros, no sólo. El llamado más alto de un cristiano es el de entregarse plenamente a Cristo. Vivir como Él vivió, servir como Él sirvió, amar como Él amó. El mundo está cansado de discursos, quiere hechos, quiere obras. El que quiera estar con Jesús en el Reino de los Cielos, esté con Él desde ahora. Seamos como Él. Vivamos con Él y seamos como Él.


 “Señor, meditando el modo nuestro modo de proceder, he descubierto que nuestro ideal de modo de proceder, es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en Ti. Los ojos de la fe, para contemplar tu iluminada figura como aparece en el evangelio. Señor tú mismo nos dijiste, les he dado ejemplo para que me imiten, quiero imitarte. Dame Señor sobre todo, que yo pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos de tu corazón. Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición. Y también en tu vida de cada día.
Actuando en lo posible como tú procediste. 


Enséñame tu modo de tratar con los discípulos, con los pecadores, con los niños. Comúnicame la delicadeza con la que trataste a tus amigos como cuando les lavaste los pies. Que aprenda de Ti. Enséñame a ser compasivo con los que sufren, con los pobres.

Muéstrame cómo profundizabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas. Lleno de bondad y de amor y de deseo de servirles. Enseñame tu modo de mirar. Quisiera conocerte como eres. Haz que nosotros aprendamos de Ti, en las cosas grandes y en las pequeñas.


Danos esa gracia de proceder conforme a tu espíritu. Enseñanos tu modo, para que sea nuestro modo el día de hoy y podamos realizar el ideal de Ignacio, ser compañeros tuyos, ser otros cristos.”




Padre Germán Lechini sj

http://radiomaria.org.ar/programacion/peregrinacion-y-busqueda-de-san-ignacio/

 

Fer Gigliotti