Evangelio según San Marcos 4,21-25

lunes, 26 de enero de
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Jesús les decía: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.

 

Y les decía: “¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía.Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.



Palabra de Dios




P Sebastián Garcia Sacerdote de la congresacion del Sagrado Corazón de Jesús de Betarrán Encargado de la animación de la Pastoral Juvenil

 

El tema de la luz es un tema recurrente en el Evangelio. Varias veces se habla de la luz como signo de la vida de Jesús y de los cristianos. Jesús mismo afirma que Él es la luz del mundo.


En este pasaje Jesús afirma con cotundencia que una lámapara no se la esconde si no que se la coloca en lo alto para que ilumine a todos. Pareciera que lo que dice Jesús es algo obvio: si hay luz es para que ilumine. La luz entonces no es algo que se tenga que guardar o esconder. No es algo a tapar. No se hizo para que le ganen las tinieblas.


Esto se puede aplicar al mismo Jesús: su vida es luz y es luz que brilla para todos, luz que nos saca de la oscuridad, luz que nos hace ver, luz por la que nos reconocemos hermanos, luz que vence definitivamente el poder de la oscuridad, el pecado y la muerte.


Pero esa luz a Jesús le venía desde adentro: la coherencia de querer vivir con fidelidad quién es y la misión del Padre. Es su mismo Espíritu que lo impulsa a sacar la verdad de lo que es y hacerlo misión liberadora. Decir “Jesús” es decir “Dios salva”. Por eso la luz de Jesús brilla: porque es luz pascual que saca lo más propio y original de Jesús, pone de manifiesto quién es, su identidad profunda y la lleva a las últimas consecuencias. Por este motivo es que Jesús muere como un blasfemo, un ateo y un criminal, en una cruz fuera de la ciudad de Jerusalen.

 

De la misma manera que Jesús, nosotros que lo seguimos y entonces somos sus discípulos, estamos llamados también a ser luz. Luz para el mundo. Luz para los demás. Luz que venza las tinieblas.

 

Claro que esto requiere una tarea importante. Significa tomar valentía para hacerse uno mismo la única pregunta que vale la pena hacerse en la vida: “Yo… ¿Quién soy?”. Este es el verdadero asunto. En esto es en lo que tenemos que invertir el tiempo. De modo que nuestra vocación no es otra que la de ser realmente nosotros mismos. Mi vocación pasa fundamentalmente por poder descubrir y desplegar la originalidad que yo únicamemte soy. Y hacerla brillar. Porque esa originalidad no es exclusivamente mía. No me pertenece del todo. Forma parte del germen que Dios ha puesto en mí como semilla de bellota llamada a ser roble. Decir que Jesús me pide que sea luz del mundo es decir que soy llamado, vocacionado, convocado por Dios a descubrir mi originalidad y poder ponerla al servicio, especialmente de los más pobres y desgraciados del planeta, los que el sistema capitalista neoliberal en su vertiente más salvaje, en su hambre de individualismo y consumo se ocupa de generar cada vez más oprimidos, más marginales, más periferias.

 

Hoy nos sentimos convocados por Jesús a descubrir la luz que somos, el tesoro que llevamos dentro, la originalidad de mi vida y de mi vocación, no para tenerlo como algo que podemos guardar celosamente, sino “asamblearnos”, descubrirnos comunión y ponerla al sevicio de los demás, luchando por un mundo más justo, más fraterno y más solidario.

 

Yo empezaría por responder la única pregunta que vale la pena hacerse en la vida. Y la entregaría por amor. Porque así lo hace Jesús. Y en definitiva, porque si uno lo medita bien, no hay otra manera de vivir que en todas las cosas amar y servir.

 

Dios los cuide y hasta el próximo evangelio, abrazo en el Corazón de Jesús.

 

Radio Maria Argentina